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HOMENAJE
AL POETA CARLOS OLIVA
El jueves 28 de
septiembre, en el Centro Cultural del Bar Yacana de Lima, se realizó la
presentación del libro Lima
o el largo camino de la desesperación del poeta Carlos
Oliva (Lima, 1960-1994), con un lleno total. En la mesa de presentadores estuvieron
el editor del libro-homenaje, el poeta arequipeño Juan Zamudio; Carolina
Fernández, poeta e investigadora literaria; y Nelly Oliva, hermana del
poeta. En una segunda mesa leyeron los poemas de Oliva los poetas Luis Fernando
Chueca, Alessandra Tenorio, Andrea Cabel, Diego Lazarte y Willy Gómez.
El cierre fue con la música de Raúl Montañez, Piero Bustos
y Cachuca. A continuación, presentamos dos poemas de Carlos Oliva, seguidos
del texto de presentación de Carolina Fernández y de unas palabras
de homenaje del poeta Miguel Ildefonso, leído también ese jueves
28.
S/T
Tu tesoro, Carlos Oliva, es el amor que
perdiste
En tus manos de navegante ebrio,
De náufrago sobre un tronco
a la deriva,
De marino agotado de tanto nadar contra la corriente,
Para
llegar tenuemente hacia la resaca.
Mi poesía en sí no tiene nada
que ver con la poesía:
Es un claro de condenado.
Es una protesta,
pero esta protesta es principalmente
Contra mí mismo.
El canto por
el canto en sí no existe (ni siquiera en los pájaros).
El objeto
de mi canto - lo que sea - es liberarme de mí mismo,
Negarme a mí
mismo, es decir, salvarme de mí mismo.
De mi propia autodestrucción
que está a punto de desintegrar mi vida.
Es una protesta contra mi condición
humana, narcisista, sórdida y decadente.
EL HIJO
PRÓDIGO
A Carmen Valenzuela
de su insoportable
hijo
al cual no se cansa de soportar
Me observabas aquella mirada
Que
no podías descifrar
¿Qué hago? Te preguntabas, indecisa,
con este hijo
Yo pretendía iluminarte el mundo a punta de versos
...... Yo, el primogénito de la familia
..... .. .... El hijo descarriado
.....
... .. . .... La oveja negra
El eterno hijo pródigo que iba y
venía
..... .. .... Y jamás se detenía
El
eterno navegante del diluvio
..... .. .... El
solitario pasajero de la lluvia
El último reducto de la noche, y en
la noche
Ya no cantan los búhos a la luna,
Las horas son apenas un
goteo de aguas
Y al amanecer se presenta y no se presenta documentos
De
identidad y no se piensa pagar el pasaje necesario
Para tener la vía
libre
Y todo es una confusión de arena en el reloj
Arena que cae
hasta formar el tiempo preciso.
LIMA
o el largo camino de la desesperación
Carlos
Oliva: ante el dios de la luz que ciega
y la Diosa mutilada
Por
Carolina O. Fernández
LIMA o el largo camino
de la desesperación, libro póstumo de nuestro querido poeta
y amigo Carlos Oliva contiene veintidós poemas que guardan unidad en el
ritmo, la energía y la materia. Son
veintidós poemas dedicados en su mayoría a la urbe (madre mil
veces violada y todavía virgen)(1),
que lo vio nacer; también están dedicados al vínculo fraterno
de sus hermanos de ruta: Rubén Grajeda, Miguel Ildefonso, Paolo de Lima,
Richi Evangelista integrantes del grupo Neón que con luz propia apostaron
por la integración de las artes para hacer tajo a la cultura del miedo
y del terror en los 90; también en LIMA o el largo camino de la desesperación
encontramos poemas dedicados a sus amigos sanmarquinos Selenco Vega, Marco Díaz
y Percy Díaz, a Rosa María Díaz y a su madre Carmen Valenzuela,
ciudad/madre que con el corazón sangrado cobija a los hijos confusos de
la medianoche.
Lima, ciudad a la que amó y entregó su vida
como un tributo a la diosa de brazos y pies mutilados se convierte en una imagen
de la patria mortalmente herida entre los 80 y los 90. Pero no todo está
perdido, pues de esa larga noche surge un contrapunto de cantos y poemas que abre
la posibilidad de un territorio completamente distinto no sólo para la
ciudad/madre sino para el mundo como veremos en el "Poema sin límites
de velocidad"; más, al conjugar el proceso creativo con pulsiones
de vida y muerte en un impresionante código de amor y desamor, como José
María Arguedas, nos muestra la urgencia de apostar por vías alternativas
a la desesperación no en un futuro incierto sino desde hoy, en el
instante pasajero del presente.
Punto
de vista espacial y temporal del yo poético
El yo poético,
es un viajante en tensión entre la vida y la muerte. Viaja por la ciudad
de Lima de un extremo a otro configurando en presente y en primera persona a un
navegante exhausto y presuroso, demonio y ángel caído, náufrago,
solitario, hijo pródigo, amigo, estudiante, desempleado, subempleado, poeta
búho, un rebelde anarquista; en suma, un gladiador que con honor halla
en la poesía a fines del siglo XX, una manera de supervivir y de enfrentar
la desesperanza, el dolor, el desamor, el vacío, la angustia de la existencia
cuando no se tiene nada que perder porque ya se ha perdido casi todo entre apagones,
coches bomba y miseria apabullante, una inflación nunca antes vista en
la historia del Perú ni en América Latina, tal es la violencia en
la devastada y mutilada ciudad que una inmensa ola oscura lo envuelve y brega
con ella como un surfista ante un atormentado Poseidón porque "sólo
habitando la noche se vence a la noche".
Poética
de la supervivencia
El yo poético revela que, para supervivir,
se alimenta de poesía a hurtadillas en el hogar como de la gracia de la
amistad todavía bullente en algunos espacios de la ciudad. Nunca se le
vio más contento que aquella vez que obtuvo un simbólico premio,
pues en su casa, por primera vez, durante unos días, le fue permitido dedicarse
plenamente a escribir.
La poética de la supervivencia encuentra
en la poesía un espacio de integridad y dignidad
"surtidora de frutos". La poética de la supervivencia busca en
el pasado y en los resquicios libres del presente el futuro de la ciudad amada
entendido éste como la búsqueda del "verso infinito" de
la generosidad, la solidaridad y el don del amor.
Poesía es salvación,
porque "el canto por el canto en si no existe (ni siquiera en los pájaros)/el
objeto de mi canto, afirma el poeta, es liberarme de mi mismo"; liberarse
de la "condición humana narcisista, sórdida", liberarse
de la presión luminosa que incita por todos lados al consumo de tarjetas
de crédito y estimulantes para aliviar por instantes el dolor y las inconmensurables
privaciones.
Poesía para el viajante es compañía,
soplo vital, luz, amistad, plenitud, por eso sus poemas no sólo son
propiedad suya, sino del lector como de todo aquel que renuncia al afán
compulsivo de apropiación: "Estos versos son míos, son tuyos,
son de ellos y van más allá de todo". El poeta navega contra
la corriente del mercado que absolutamente todo lo convierte en mercancía.
¿Qué
principios gobiernan la existencia social en los 90 y hoy en día? ¿A
qué renuncia el poeta? ¿Predominan los intereses y salidas que fomentan
el individualismo porque ya no hay nada en qué creer? ¿Es que son
contrapuestas la individualidad/autonomía y las metas colectivas?
El
individualismo narcisista del que nos habla la voz poética de Carlos Oliva,
en otro tiempo y espacio Sor Juana Inés de la Cruz o si ustedes lo prefieren
Lacan, es el individualismo que el mercado y la globalización capitalista
hoy en día exacerba en todos los niveles y grupos sociales convirtiendo
al semejante en enemigo. Esta primacía del principio individualista del
mercado conduce a obtener el "éxito" a cualquier precio, incluso
en el campo literario.
La derrota de la esperanza a fines de los 70, los
80 y parte de los 90 frente a la violencia estructural, a la guerra interna en
el Perú y a la reconcentración del poder económico y político
del capitalismo globalizado condujo parcialmente a la muerte de Dios, es decir
a la muerte de la razón genocida, a la muerte de los falsos profetas y
de las vanguardias de derecha e
izquierda y sus autoritarios centralismos democráticos; no obstante, en
su lugar, no tardó en propagarse cada vez más la imagen del goce
narcisista, de la competencia a muerte para lograr el "éxito"
a toda costa, el "sólo importas tú" o el "sálvese
quien pueda" del individualismo, en tanto principios impuestos por el neoliberalismo
como parte de su política cultural "invisible" (afirmamos esto
porque aun cuando no hay leyes escritas en esos términos, el capitalismo
globalizado programa cómo apropiarse del imaginario ). La imagen de Dios
vuelve revestida de la luz cegadora del "éxito" de metálico
paisaje, en el "Nombre del Padre" diría Lacan. Así, el
"sólo importas tú" es la imagen del Otro generalizado
que se impone con una apariencia de libertad que esconde la más absoluta
dominación porque logra que el individuo se sujete a las fauces del mercado
mirándose en el espejo con los ojos del dominador. "Yo es un Otro"
diría Arthur Rimbaud. En el siglo XXI, ¿es ese otro el que impone
la ley también en el campo literario?
Carlos Oliva no se sujetó
a esas reglas, las enfrentó a muerte con el arma de su poética y
su "anarquía", por eso su desaparición no fue un casual
accidente como no lo son la violencia estructural y social que se acentúan
cada día.
Más no todo está perdido, porque contra
el desamparo, contra el viento desventurado, es necesario buzear, imaginar, buscar,
arriesgar en y por "el verso infinito": "Yo cogí un caballo
blanco y/ empecé a cabalgar./ Un minuto cabalgando/ Un año cabalgando/
Mil años cabalgando/Buscando la tierra nueva".
En esa búsqueda
intensa y larga no se detuvo hasta imaginar una ciudad/madre audaz, canora, intensa:
Poema sin límites de velocidad
He
visto una ciudad
una avenida
una calle inundada de cantos
De poemas sonando
como bocinas de carros
Y autopistas sin guardias de tránsito
Poemas
a 200 Km. P/H
Libres
........ raudos
....
.. ...... veloces por llegar
a los oídos del mundo
donde
la ansiedad
........ la droga
........
y los atropellos
inventan colores siniestros.
Y en medio de todo
........
Yo con mi bocina
........ Yo con mi voz levantada
Entre
tantos accidentes
Risueño
........ Ilusionado
....................... Y sin más palabras
Que
estos versos sin frenos por las avenidas.
Carlos
Oliva, como él mismo lo expresó, vivió a la manera de los
poetas malditos no con el fin de llamar la atención o como parte de una
estrategia de marketing sino porque jamás se dejó domar por las
reglas de la luz que ciega.
LIMA o el largo camino de la desesperación,
libro/homenaje, tiene un autor, nuestro entrañable amigo Carlos Oliva,
su publicación y el encuentro de hoy obedecen a la asociación solidaria
y fraterna de los poetas amigos de Arequipa, de su familia y de los poetas que
con él conformaron el grupo Neón. El libro que nos congrega es resultado
de esa asociación solidaria, con lo cual demostramos que existen otras
vías, otras formas de convivencia entre los hombres y mujeres de este mundo.
Permítanme concluir este breve comentario citando a Roger Santibáñez
porque sus palabras revelan la imagen poética que trascendía de
nuestro amigo y poeta Carlos Oliva: "Pandillero y rebelde como el sólo,
terriblemente tierno. Oliva es el héroe de nuestra época. Murió
para salvarnos a nosotros. De eso estoy seguro. He allí su poesía
y su gloria".
Lima, 26 de septiembre
del 2006
NOTAS
(1) Verso
que tomo prestado de Mariela Dreyfus.
(2) Alienación en términos de Lacan,
colonialidad en términos de Quijano.
CARLOS
OLIVA
Por
Miguel Ildefonso
Cuando Carlos Oliva decía
de sí mismo, en la primera parte del testimonio que abre el poemario que
dejó armado, Lima o el largo camino de la desesperación,
que era "el poeta de la leyenda negra" o el "poeta-demonio-ángel
en estado de pura rebelión" o que era "realmente, auténticamente,
un marginal, un maldito", "el último mito del siglo", no
hacía sino parodiar a los poetas que él admiraba. Llámese
Baudelaire, Rimbaud o Allen Ginsberg. Hablando de sí mismo en tercera persona,
parodiando a aquellos sus íconos, su honestidad poética, su lucidez
creativa, se reafirmaba en esa ruta oscura pero llena de iluminaciones, se sumía
más en
aquel largo camino - si bien trazado por el sacrificio o la inmolación
- empujado por la auténtica rebeldía inclaudicable que ostenta todo
verdadero creador.
En la segunda parte de ese testimonio prologal, se responde
él mismo, con la misma parodia que apenas oculta su sencillez: "Es
cierto que en mi vida he cometido demasiados excesos y tal vez gran parte de lo
que se habla de mí sea verdad, pero también creo que uno es libre
de hacer lo que mejor le parezca sin tener que ser cuestionado por los demás.
Yo pretendo mantener mi privacidad y no me gusta que husmeen en ella. Pero también
creo que han exagerado mucho al hacer comentarios sobre mi vida." Más
adelante dice: "No creo haber escrito mi mejor poesía. Creo que poco
a poco voy madurando para producir lo mejor de mí."
Cito estas
sus palabras para destacar, aparte de su poesía, los aspectos personales
que me impresionaron de Carlos Oliva. El sentido lúdico y humorístico,
que demostraba una inteligencia clara, por un lado. El respeto y el saberse ubicar
con humildad en la tradición poética de los contestatarios o ángeles
rebeldes. Esa humildad que con lucidez le hace ver a todo verdadero creador hasta
sus propias limitaciones, pero a su vez, le clarifica su horizonte para poder
seguir desarrollando una auténtica obra de arte. Humildad poética
que se transforma en genialidad para avizorar el futuro, y parodiarlo, así
como Carlos Oliva, al enfatizar su disgusto cuando husmean su privacidad o cuando
se la exagera.
La limpieza de su mente le hizo distinguir entre el Oliva
poeta-ángel-demonio y el Oliva de carne y hueso, como queda claro en aquel
testimonio prologal. Esos excesos, que también me llamaron la atención,
quizás sobrepasaron a su voluntad de separar ambos aspectos de su personalidad.
Pero más creo que fueron aquellas fuerzas irracionales que están
bajo el motor de la poesía. Lo decía en sus poemas, lo anunciaba,
nos lo advertía. Eros y Tánatos, luz y decadencia, purificación
y final de la noche. El fuego que iluminaba el largo camino terminó por
juntarlos. Y solo después de la noche podemos ver ahora que el fuego de
su poesía fue más que el de la ciudad, que el de la noche de esos
años iniciales del noventa que le tocó vivir, que nos tocó
vivir, en la mancha de Neón que se acabó porque él dejó
el grupo. Porque además sabía que ahí estarían esos
poetas que lo estaban acompañando, algo más jóvenes que él,
que veían en él ese fuego demasiado llameante, y a los que él
sonreía como un niño delgado y alto, pero no con miedo.
Ese
valor para ser un auténtico poeta, para lograr en solitario, como decía
Luis Hernández, esa soñada coherencia, es otra de las cosas que
pude ver en él. Y todo ello siempre está presente en mí,
y sé que será así hasta el final de la noche o hasta el final
del día, cuando el último poema sea la tranquilidad de haber hecho,
a pesar de los errores o caídas, algo bueno y duradero para los demás.
28
de septiembre del 2006