Cincuentaiún poemas conforman Las formas sutiles de los cuerpos (Valparaíso Ediciones, Granada, 2022), segundo poemario de la poeta chileno-ecuatoriana residente en Boston Daisy Novoa Vásquez, docente en Harvard University, quien el 2014 publicó su primer poemario Fluir en ausencia con Arte Poética Press de New York. En este caso los lectores nos enfrentamos a introspectivos y lúcidos poemas planteados a partir de una voz poética que se expresa desde la duda y el desdoblamiento (“he visto cómo mi cuerpo / de mí se desnuda”) en el centro de la eroticidad y la visita amorosa de los cuerpos: “¿Cuáles son las formas de mi cuerpo? / ¿Cuántos brazos, cuántos dedos?” (37). Desde la conciencia del fluir del paso del tiempo y de las maravillas insondables de la vida, las identidades del yo y del otro son cuestionadas y pensadas desde el repaso de sus máscaras y sus desafectos: “La distancia desvanece memorias / es preludio de olvidos avivándose / en la ola más profunda del cielo” (10), se lee en otros de los versos. La voz poética nace madura desde la sabiduría y desde la admiración de las epifanías de la vida como por ejemplo en el meditativo poema
. . . . . .INSTINTO
Bella es la curiosidad
cuando nace del instinto divino,
como nacen los pétalos de la amapola
en armonía perfecta y sin maldad,
instinto bello y puro que busca crecer
y explorar el espacio del otro
sin violentar su delicado júbilo,
habiendo sido invitado a descubrir
en un sacramento
sus profundidades y deleites,
y así la curiosidad estalla
vibrante y febril
porque comparte
la emoción
del vínculo. (14)
Como puede apreciarse, hay una conexión con la naturaleza y la pureza de los impulsos humanos, especialmente los relacionados con la curiosidad y el deseo. La curiosidad es presentada como algo “bello”, surgida de un “instinto divino”, que se expresa en términos de armonía y bondad cuya representación se da a través de la imagen de los “pétalos de la amapola”. Esta flor es símbolo de belleza efímera, pero también de un crecimiento natural y sin malicia, lo que sugiere que el deseo y la curiosidad humanos, aunque intensos y a veces febrilmente apasionados, tienen una pureza inherente cuando no son violentos ni forzados. El deseo, en este poema, no es destructivo; más bien, se describe como un proceso de exploración en el que el otro es descubierto sin invadir su espacio ni su “delicado júbilo”. La curiosidad se convierte en un “vínculo”, en un acto compartido que se realiza de manera respetuosa y consciente, sin causar daño. Esta interacción es vista como un “sacramento”, una experiencia sagrada que permite un conocimiento acentuado y un deleite mutuo. La poesía, en este contexto, se presenta como una reflexión sobre las relaciones humanas en su forma más pura, en la que el instinto, la curiosidad y el deseo se celebran como impulsos naturales que buscan la conexión sin destruir la esencia del otro.
Por lo demás, en Las formas sutiles de los cuerpos el poema es el espacio para que la voz poética reflexione sobre el ser, pero siempre desde la conciencia gozosa del cuerpo: “Esta carne siempre tiene ganas / de mezclarse con un atardecer / de fundirse en un horizonte en llamas” (23). El yo se sabe más que una materialidad corporizada y lo proclama: “Soy más que un desafío de moléculas / y un perfil de luces provocando formas” (16). Esas formas vienen convocadas a partir de “El ADN del vivir”, como se titula uno de los poemas, que nos unimisma en “el drama cósmico de la existencia” que nos ofrece exclusivamente como constancia la siguiente contundente verdad: “El único requisito para la muerte / es estar con vida” (18). Y la vida tampoco basta por sí sola, es necesario mantener un eje que nos sitúe desde la plena conciencia del “Origen”, como se lee en el poema así titulado:
Que algo nos ancle
a la madre tierra
y nos dé energía real,
que alguien delinee
nuestras siluetas
y nos asegure
que no solo somos
e polvo y de cal. (21)
Pero este pedido por algo, lo que sea, conduce a un juego de probabilidades, a lo azaroso, al “Ludo Aleae” como se titula otro de los poemas en alusión al célebre libro de 1663 del renacentista italiano Gerolamo Cardano y sus consideraciones morales sobre los juegos de azar que, como sostiene la poeta, “reescriben nuestras normas” y nos ponen en la disyuntiva del “perder/vencer” (29), según la palabra que el lector escoja entre las posibilidades que la autora incluye como cierre y final de su texto. Tomar una decisión, adoptar una posición es intrínseco a la vida y en Las formas sutiles de los cuerpos esta verdad se materializa en esta arte poética que no cede ante el deseo, sino que más bien lo alimenta como nos enseña en el poema “Autosuficiencia”:
Uno mismo tiene que descubrir el fuego,
lo extraño y remoto, el milagro del tiempo,
uno mismo acariciar poco a poco su cuerpo,
amar sus heridas y celebrar sus misterios,
recorrer laberintos de feroces deseos
sin perder de vista el hilo de plata
que nos llevará de regreso.
Uno mismo tender sus labios a otros
rebalsarlos con miel y delicados piropos,
uno mismo pronunciar vocablos atrevidos
saturados de pequeños y traviesos demonios,
cultivar uno mismo su impresionable cabeza
y su propio jardín con manzanas y fresas,
a sabiendas que seremos cruelmente juzgados.
Uno mismo ser el cambio y el catalizador,
vivir descubrimientos y revoluciones
ser por querer ser y no
porque nos han adoctrinado. (30)
El poema comienza con una afirmación de independencia y descubrimiento personal. La metáfora del “fuego” puede interpretarse como un símbolo de la pasión, la creatividad o la energía vital, mientras que lo “extraño y remoto” hace referencia a lo desconocido, a los territorios inexplorados de la existencia. El “milagro del tiempo” sugiere una toma de conciencia sobre la fugacidad de la vida y la importancia de valorar cada momento. La poeta nos invita a su vez a aceptar nuestra corporeidad, nuestras vulnerabilidades (“heridas”) y las complejidades de nuestra identidad (“misterios”). Se propone una visión positiva del autocuidado y la aceptación de las imperfecciones, entendiendo que cada parte de uno mismo, incluso las dolorosas, forman parte del todo y merecen ser celebradas. La referencia a los “laberintos de feroces deseos” sugiere una exploración de los impulsos internos, las pasiones y anhelos humanos, aunque siempre manteniendo el “hilo de plata” que nos conecta con una dirección y un propósito. Este “hilo de plata” puede interpretarse como un símbolo de la razón, la guía interior o el sentido de la vida que ayuda a no perderse en el caos de los deseos y el autodescubrimiento.
El poema también aborda las interacciones con los otros, sugiriendo que uno debe ser capaz de expresar y compartir su afecto y deseo de manera autónoma. Se presenta también una idea de autosuficiencia, que no implica un aislamiento, sino una autonomía emocional en la que el individuo es capaz de ofrecer su cariño sin depender de una reciprocidad o aceptación externa para validar su propio valor. Sin embargo, hay una cierta dualidad en los “piropos” que se mencionan: son “atrevidos” y están “saturados de pequeños y traviesos demonios”, lo que sugiere que la expresión del deseo y el afecto no es completamente pura o idealizada. La mención de los “demonios” podría señalar una cierta transgresión, una confrontación con las normas o los límites, o incluso una reflexión sobre los aspectos oscuros de la naturaleza humana.
La última estrofa del poema lleva a una afirmación contundente sobre el poder del individuo para generar su propio cambio: “Uno mismo ser el cambio y el catalizador”. El sujeto poético no busca respuestas externas ni espera ser transformado por fuerzas ajenas, sino que es él mismo quien toma la iniciativa de vivir su propia revolución interior, descubrir y transformar su realidad. La idea de “ser por querer ser” resalta la importancia de la autodeterminación y la autenticidad. No se trata de cumplir expectativas impuestas, sino de existir de acuerdo con una necesidad interna, sin la influencia de sistemas adoctrinantes. De este modo, “Autosuficiencia” es un poema que explora la idea de la autonomía personal desde una perspectiva multidimensional. La poeta propone una vida en la que el individuo debe ser su propio descubridor, creador y transformador, manteniendo una relación honesta consigo mismo, aceptando tanto sus virtudes como sus imperfecciones. Aunque se reconoce la interacción con otros, el poema aboga por una autosuficiencia emocional e intelectual, sugiriendo que el cambio y el crecimiento personal deben ser impulsados por la fuerza interior del individuo, no por expectativas externas ni presiones sociales.
Paralelamente, en el libro se da cuenta de la “conciencia carnal / frente al reloj de arena” (36), pero sobre todo de la conciencia de la escritura literaria, de los límites del lenguaje frente a lo real del instante y el respiro: “No sé nada, / ni siquiera me reconozco en las palabras” (40). Esta línea de escritura es la que se despliega conforme se avanza en la lectura del poemario: “He de sacar por tu boca al mundo / si es necesario / usaré tu garganta como un puente / y consagraré todas las palabras” (42). La boca, entonces, en tanto habitación del habla, es decir del lugar del uso cotidiano y corporal del lenguaje, se instala como fuente de una certeza donde, sin embargo, “lenguas se confunden y se enredan”, y se ocupa el territorio inestable nuevamente del cuerpo, ese “mapa astral” de “extraña partitura” habitado por lunares “como puntos cardinales” o “como estrellas solitarias” que recorren “omoplatos y vertebras”, “brazos y piernas”. La boca como habitación del habla y como habitación palpable del deseo es el símbolo, entonces, de la poética personal de Daisy Novoa Vásquez. Vida y tiempo, cuerpo y ser, habla y escritura, filosofía y literatura son las instancias desde las cuales Las formas sutiles de los cuerpos convoca a los lectores “Sin mover los labios”, como se titula el poema final del poemario, el cual está antecedido por una cita del filósofo francés Henri Lefébvre, miembro de la Resistencia francesa durante la ocupación nazi y militante del Partido Comunista Francés, conocido por sus reflexiones sobre el espacio, el lenguaje y la sociedad. Leamos el poema:
SIN MOVER LOS LABIOS
El silencio está dentro del lenguaje
y al mismo tiempo en sus fronteras .. . . . . . . . . . . . . . . . Henri Lefébvre
A mitad del mensaje surge
una precisa órbita de estrellas,
la complicidad de una lluvia de palabras
que se dicen sin mover los labios;
en los márgenes la verdad desnuda . . . . . . . . . . . . . . . . es el silencio.
Como luz de entendimiento viaja
con más fuerza que cualquier vocablo . . . –ligera subversión de significados– . . . el poder de saber decir y saber callar, .. . .. . el poder de saber oír y escuchar
(. . . . . . . .. . .) y todo lo contrario. (59)
Como puede observarse, el poema explora la compleja relación entre el lenguaje, el silencio y la comunicación más allá de las palabras explícitas. Con una aguda reflexión sobre el acto de comunicarse y la potencia del silencio en la interacción humana, el poema juega con la ambigüedad y el significado oculto, sugiriendo que la verdadera comunicación no siempre necesita expresarse verbalmente. La cita de Lefébvre establece la base conceptual del poema al afirmar que “el silencio está dentro del lenguaje y al mismo tiempo en sus fronteras”. Este enunciado sugiere que el silencio no es solo la ausencia de palabras, sino una parte intrínseca del lenguaje, un espacio donde se pueden encontrar significados y matices que no se dicen explícitamente. El silencio, entonces, no es algo vacío, sino un “espacio” cargado de significado.
A lo largo del poema se sugiere que hay una “precisa órbita de estrellas” que surge “a mitad del mensaje”, lo que puede interpretarse como una metáfora de los momentos de entendimiento mutuo que ocurren en el espacio entre las palabras. Esta “órbita de estrellas” evoca la idea de algo sublime, misterioso y fundamental, una comprensión compartida que no requiere de la expresión verbal directa. La “complicidad de una lluvia de palabras / que se dicen sin mover los labios” es otra imagen poderosa que hace alusión a la posibilidad de comunicación más allá del lenguaje hablado. Se refiere a la comunicación no verbal, como una mirada, un gesto o incluso el ambiente que se crea entre dos personas, que puede decir más que cualquier palabra. La lluvia de palabras “sin mover los labios” también podría sugerir la idea de la escritura, los pensamientos o las emociones que se transmiten sin necesidad de ser vocalizadas. El poema profundiza en la paradoja de que la “verdad desnuda” reside “en los márgenes”, en el espacio entre las palabras, donde el silencio es el protagonista. Aquí, el silencio no es el vacío, sino un lugar donde se ocultan o revelan las realidades más complejas. Se presenta como un “margen” fuera del alcance de la palabra y el significado convencionales, un espacio que, paradójicamente, está lleno de sentido.
En los versos siguientes, el poema reflexiona sobre el poder de “saber decir y saber callar”, que es una habilidad crucial en la comunicación humana. Saber cuándo hablar y cuándo callar es fundamental, pues hay momentos en que el silencio es más elocuente que cualquier palabra. La “ligera subversión de significados” sugiere que las palabras pueden ser inexactas o insuficientes para expresar lo que realmente se quiere comunicar, mientras que el silencio, al estar cargado de matices, puede transmitir mucho más. La expresión “el poder de saber oír y escuchar” introduce la distinción entre oír (como un acto físico) y escuchar (como un acto consciente, interpretativo). Aquí, el poema propone que escuchar de manera plena es tan importante como saber cuándo hablar y cuándo callar. Esta habilidad de escuchar implica estar en sintonía con lo no dicho, con las emociones y significados implícitos que están más allá de las palabras. Finalmente, el poema cierra con la sugerencia de que existe una forma de comunicación “y todo lo contrario”, lo que refuerza la idea de la ambigüedad y la dualidad presentes en la relación entre palabra y silencio. En este contexto, lo que no se dice es tan importante como lo que se dice, y la verdadera comunicación puede ser tanto verbal como no verbal. De este modo, el poema invita a reflexionar sobre el poder del silencio como un espacio de entendimiento mutuo. A través de la distinción entre oír y escuchar, decir y callar, el poema plantea que la verdadera comunicación es consciente y sutil, un equilibrio entre lo verbal y lo implícito.
Finalmente, al poner en evidencia la dualidad entre lo que se dice y lo que se calla, el poema nos lleva a reconocer que la verdadera comunicación no solo reside en el lenguaje explícito, sino también en el silencio que lo acompaña. Este equilibrio entre el verbo y lo implícito, entre lo audible y lo inaudible, se convierte en el núcleo de la experiencia humana compartida. Es este juego sutil de palabras y silencios lo que encontramos en la obra de Daisy Novoa Vásquez, cuya poesía nos invita a explorar, con sensibilidad y agudeza, esos espacios entre los sonidos y los silencios. Agradecemos a la autora por convocarnos a través de su conmovedora poesía, materializada en Las formas sutiles de los cuerpos, poemario que evidencia una fina sensibilidad irrenunciable ante el firmamento de la vida, el deseo y la misteriosa existencia.
Paolo de Lima
desde un Perú sangrante y combativo,
en San Isidro, viernes 16 diciembre 2022
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Daisy Novoa Vásquez es una poeta, escritora y traductora chilena-ecuatoriana residente en los EE. UU. Enseña español en la Universidad de Harvard en Cambridge, MA y contribuye para los periódicos El Tiempo Latino de Washington D.C. y El Planeta de Boston. Es autora de Fluir en ausencia (Arte Poética Press, 2014). Sus poemas y traducciones se han publicado en antologías y revistas literarias impresas y digitales en varios países. Ha participado en diversos festivales internacionales y colaborado con organizaciones como el Instituto de Arte Contemporáneo de Boston (ICA), la Casa de las Américas-Cuba, 826 y The Clay Center for Young Healthy Minds, entre otros. Participa también en instalaciones artísticas y se desempeña como gestora cultural promoviendo las artes, el cuidado ambiental, el entendimiento intercultural, el respeto por los animales y la educación lúdico-creativa. Fue escritora en residencia para la Universidad de Massachusetts, miembro de la junta de Hispanic Writers Week, y además enseñó en colegios públicos de Boston y Cambridge. Está graduada en la NWMSU, Gordon College y Harvard University, y también estudió en la Universidad de Ulsan, en Corea del Sur. Su amor por la literatura y la naturaleza se dieron a temprana edad compartiendo con sus padres y abuela en Ecuador y recolectando frambuesas en el campo de sus abuelos maternos en Chile.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Tiempo, vida, deseo y poesía en "Las formas sutiles de los cuerpos" de Daisy Novoa Vásquez.
(Valparaíso Ediciones, Granada, 2022).
Por Paolo de Lima