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A propósito de Viaje a la lengua del puercoespín de Óscar Limache

Por Paolo de Lima


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Publicado en Lima en septiembre de 1989, es decir hace 32 años, tras obtener la IV Bienal de Poesía Premio Copé 1988, y reeditado en numerosas ocasiones tanto en el Perú como en el extranjero, en países hermanos como México y Cuba, Viaje a la lengua del puercoespín reúne poemas escritos a lo largo de una década, entre 1979 y 1989, por un joven limeño veinteañero, Óscar Limache, quien a lo largo de esos años, al igual que centenares de jóvenes de la capital, y a través de una serie de conocidos espacios públicos, como el Patio de Letras de la Facultad de Literatura de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, o en una serie de revistas y libros de literatura, donde sus fotografías ilustraban las carátulas de esos libros, trajinaba sin descanso y con fruición, sensibilidad e inteligencia por los vericuetos de la ciudad letrada local.

Como Julio Cortázar al inicio de su novela Rayuela, uno puede afirmar que a su manera Viaje a la lengua del puercoespín de Óscar Limache es muchos libros, pero sobre todo es dos libros. Y la ruta para recorrerlos está trazada por ese gran dispositivo intrínseco a la literatura que es la intertextualidad. Además de en los poemas mismos, muchos de ellos con versos prestados ya sea de manera explícita o a través de guiños, las citas aparecen a modo de epígrafes al comienzo de los poemas y de las secciones, así como al comienzo y final del libro. Viaje a la lengua del puercoespín es un libro conformado por un total de 102 poemas, cantidad totalmente inusitada en un poemario, que no suelen exceder el número de 30, porque en el fondo este libro puede ser leído como una suma de diversos cuadernos de poemas. La organización del poemario se encuentra claramente delimitada por sus dos secciones, “Las ciudades invisibles”, con 63 poemas, y “La loca alacrán y otras historias de Lima”, con 39 poemas.

En la primera parte el viaje se despliega a lo largo del planeta (y de la luna) en numerosas ciudades, antiguas, modernas y ficcionales, cuyos nombres dan título a los poemas. En la segunda parte el recorrido se circunscribe a la capital peruana. Ambos viajes en el fondo confluyen en el ser del poeta, en la singularidad de su habla (Viaje a la lengua) y visión (del puercoespín). Acorde con una década difícil como la de los ochenta, este retrato se construye desde la turbiedad arisca de las violencias estructural y política que modelan al sujeto de la escritura. Lo interesante del retrato, que otorga una actualidad y vigencia permanentes al poemario, está en los enmascaramientos y suma de voces desde los cuales el viaje se lleva a cabo. A esto se suma el hecho de que Viaje a la lengua del puercoespín se vale del recurso de la intertextualidad para abrir sus canales de sentido. Este es otro de los atractivos del poemario. Si bien la escritura de los poemas no está desligada de un efecto de oralidad y tono testimonial, acorde de manera amplia con el registro conversacional entonces en boga, el contenido de los textos busca en el lector la reconstrucción discursiva de sus referentes. Esta estrategia invita acercarse al texto a la vez que se exige competencias literarias, culturales e históricas múltiples. Se trata de un juego que induce a reconstruir las historias que conforman los poemas, empezando por identificar la voz que les da vida.

Los 63 poemas de “Las ciudades invisibles” nos hacen viajar por diversas ciudades del mundo, muchas de ellas ubicadas en países disímiles y de resonancias connotativas. En un contexto de escasez, miseria, muerte y mundo bipolar como el que atravesaba el Perú de los ochenta, ya la literatura nacional representada en Viaje a la lengua del puercoespín introducía de manera explícita localidades universales como suelen hacerlo actualmente decenas de jóvenes narradores peruanos del mundo globalizado. Países como Marruecos, Argelia, Etiopía, Irán, Irak, Yemén, Tanzania, Ucrania, Hungría, Turquía, India, China, Mongolia, Australia, Canadá, Barbados, Argentina, Islandia, Dinamarca, Suiza, Suecia, Inglaterra, la antigua Unión Soviética o Clavius, la base lunar de la película 2001: Odisea del espacio, además de once ciudades de Estados Unidos, seis de Italia, tres de Grecia, Alemania y Francia, constituían el recorrido ofrecido al lector para viajar desde este mapa voraz a un universo cultural en clave de asombro, deslumbramiento, sorpresa e ironía.

 

 

Tras recorrer los 63 poemas de “Las ciudades invisibles” el lector debía continuar ahora el segundo tramo del libro, los 39 poemas de “La loca alacrán y otras historias de Lima”, un recorrido conformado por cinco secciones más un Inicio y un Final. Tras haber viajado por el mundo, viaje emprendido por los caminos tanto de la alta cultura universal como la de masas, el lector era sumergido ahora a la ciudad de las mil cabezas, a La Horrible, al universo del desborde popular y al infierno de Maruja, el célebre personaje congraimsiano de su novela No una sino muchas muertes que aparece en el Inicio de este segundo recorrido de Viaje a la lengua del puercoespín. El camino prosigue por los ocho poemas de “Nocturnos” con sus locos y locas, sus pobladores sin hogar tras los parques enrejados, la cárcel de mujeres, los niños petizos abandonados y asesinados por la garúa chamuscada de la Plaza San Martín, y sujetos transitando las avenidas del Centro tras sufrir las explosiones terroristas, desalojos, esteras y balas oficiales. También, en “Desfiles”, la ironía se concentra en los concursos de belleza. Y en los cinco poemas de “Venas propias”, como un guiño a las venas abiertas de Eduardo Galeano, el poeta nos acerca a la canción de protesta, a las pintas callejeras y las detenciones, a los fotógrafos que registran la realidad y terminan asesinados como en el caso de Willy Retto en la intrincada matanza de Uchuraccay al comienzo de la guerra sucia. Tras este oscuro descenso, los 19 poemas de “Reflectores” nos devuelven al juego intertextual con el haiku, la novela, el poema y el cine. Y antes de cerrar el libro se encuentran los cuatro poemas de “Escalas” expresados en clave de memoria recobrada por las calles de la infancia que nos llevan al Final por las vías del tren que anuda el viaje.

Hay que darle las gracias al Premio Copé de Poesía por persistir a lo largo de fructíferos cuarenta y tantos años en este empeño por transmitir, como nos enseña el crítico inglés Terry Eagleton, esas verdades morales que son los poemas pues a través de ellos los poetas buscan un enfoque cualitativo o evaluativo de la conducta humana y de la experiencia, del modo de vivir más plena y alegremente como expresa el propio Limache desde la voz de una víctima del conflicto armado interno: “cómo la sangre pues / como coraza de yerros / si viajo por las calles / cargado de optimismo”. Un optimismo que se dilucida en el viaje mismo que el poema permite a través del placer sin límites de la lectura. Y libros como el que Óscar Limache construyó para acceder al Viaje a la lengua del puercoespín nos lo demuestran una y otra vez en un viaje en el que somos por siempre uno y todos y nadie.

 

[Leído en el ciclo de entrevistas “COPErsaciones de Oro” emitido por Facebok Live de Centro Cultural PetroPerú el viernes 03 de septiembre de 2021:
https://www.facebook.com/culturapetroperu/videos/1017469009055930/]

https://cultura.petroperu.com.pe/biblioteca-cope/viaje-a-la-lengua/
(descarga gratuita)


 

 



 

 

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