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Pablo de Rokha
Poesía y suicidio del dinosaurio irritante


Por Marcelo Mendoza
Publicado en revista APSI, N°200, 11 al 17 de mayo de 1987


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La mañana del viernes 24 de abril pasado viniendo del cielo se suicidó Carmen Luisa Díaz Loyola. Hermana de Carlos, se lanzó al vacío sin querer más de esta vida. Fue la cuarta en la estirpe: y eso que eran de roca. De 70 años, saltó desde los quince metros en Apoquindo 6415. Su cuerpo golpeó y se aquietó en el segundo subterráneo del vecino edificio Rampa de las Flores.


Se había levantado Carlos a eso de las 9 de la mañana. Se había bebido con fruición el jugo de huesillos y el café y comió tostadas. Había hablado por teléfono con su hija Lukó y salió al jardín. Cinco minutos antes de las 10 se había encerrado en su escritorio. Allí se sentó en su entrañable sillón de mimbre, testigo de tantos tremendos poemas, se puso sus lentes ópticos y se meció algunos escasos minutos. Entonces, exactamente a las 10:10, tomó el revólver, el grandísimo Smith & Wesson calibre 44 niquelado con cacha de nácar que le obsequió en México el muralista David Alfaro Siqueiros. Introdujo el cañón en la boca, lo mordió con rabia e hizo fuego.

Para siempre, el estallido fue lo más grande. Yolanda, la ama de llaves, nerviosa interrogó a su sobrina Margarita acerca de si ella había quebrado algún vidrio. Pero no había. Las mujeres entendieron rápido que aquello era grave. Corrieron el escritorio del poeta y entraron. Pablo de Rokha estaba tendido hacia atrás, mirando el techo, con los anteojos colgando de la oreja derecha y la sangre manando de su boca. El arma permaneció apretada con fuerza, a su diestra.

El mismo día 10 de septiembre de 1968, no más de dos horas después, de la Municipalidad de La Reina visitarían al poeta, en su misma casa de Valladolid 160, para notificarle que en reconocimiento de su labor el municipio había decidido que la calle donde él moraba Ilevara su nombre.


EL ATAUD AL HOMBRO

Cuatro meses antes de que Pablo de Rokha se disparara ya se había disparado Pablo de Rokha. Con un revólver menor, calibre 22 un hijo del poeta, también poeta, también Pablo, el 21 de mayo no quiso vivir más. Seis años antes de que Pablo de Rokha se suicidara ya se había envenenado Carlos de Rokha. También poeta. maldito, grande, el mayor de los suyos, prefirió morirse con barbitúricos. También poeta. Winétt de Rokha, la esposa-único-amor-de-su-vida, diecisiete años antes, en 1951, había muerto tísica.

Nacido con el nombre de Carlos Díaz Loyola en Licantén. el 25 de noviembre de 1894, Pablo de Rokha se destrozó el cráneo a los 74 años. Cuentan que su nombre —el suyo, no el impuesto— nació en el Seminario San Pelayo de Talca. donde estudiaba las Humanidades, antes de ser expulsado "por ateo y hereje": Amigo Piedra era su mote.

A los 21 ya estuvo casado. Con Luisa Anabalón, que se llamó Winétt. De ahí: nueve hijos, pero en verdad sólo siete llegaron a mayores. Carmen y Tomás no. Narra Juan de Luigi —quizá el único critico que no hizo vista gorda a su voluminosa poesía — que cuando su niña Carmen murió, el matrimonio tuvo que trasladar el cadáver en un tranvía porque no tenían dinero para más. Con Tomasito sucedió parecido: Amigo Piedra debió cargar al hombro el ataúd hasta el cementerio.

Pablo de Rokha debió llorar bastante más. O tragarse llantos. Vio crecer a sus Carlos, Lukó, José, Juana Inés, Pablo, Laura y Flor mismamente con sus 35 libracos —poéticos los más: ensayísticos los menos— de textos interminables y letras negrísimas y grosores tremebundos, formatos tamaño poste. Las páginas de los libros rara vez disminuían de trescientas. Los poemas tenían que ser grandes, las palabras debían hablar en tono galáctico: "A grandes masas, grandes formas de arte'', sostenía de Rokha. Y el tamaño, el empaste, la negrita, la hoja áspera, el grosor grande, todo inmenso.

Inmenso era en 1922 Los Gemidos, de cuatrocientas páginas, su primer libro sonante. Pero sólo pudo vender cerca de diez ejemplares. Ni uno más. El resto se ocupó por kilos en el Matadero, para envolver grasas y menudencias despiadadas. Nadie dijo nada del poema. Las grandes masas, ¿dónde estaban las grandes masas? Personalmente, a pie, a caballo, en tren, vendió mano a mano toda su producción que vendió. Jamás un intermediario. Nunca un libro suyo en la librería. ¿Las ediciones? Editoriales Klog, Cóndor, Multitud: falso. Era él mismo quien imprimía.

Cuando en 1954 él mismo publicó su Antología hizo quizá el libro poético más monumental que nunca se haya hecho en Chile. Aunque rústico, de hoja amarilla, empaste cuidado pero modesto, era —por dimensión y esfuerzo— la publicación, a lo menos, más llamativa del año. Pero no llamó a nadie: no hubo un acuso de recibo. Juan de Luigi, en el prólogo del poema de de Rokha Idioma del Mundo (1958), escribe: "La aparición de este libro capital pasó en silencio. Yo también callé por razones que Pablo conoce. Vergüenza para todos. No se pronunció ni un juicio favorable, ni un juicio adverso. Nada. La Antología no existía. Tuvo menos suerte que Los Gemidos. Infamante manera de tratar de ahogar no sólo a un hombre sino a una obra, más de cuarenta años de vida duramente bregados. Con Pablo se ha empleado ese sistema". Tragarse lagrimones, y rabia.


"NADIE ME VA A SENTAR EN UNA BACINICA"

Pablo de Rokha, al que también se le llamó Volcán, Toro furioso y Huaso guerrillero, en 1920 se adhirió públicamente a la internacional obrera anarquista (IWW). Pero después profesó el marxismo-leninismo, llegando a ser miembro del comité central del Partido Comunista chileno y editor de la revista Principios.

Al arribo de Pablo Neruda a la poesía. de Rokha (diez años mayor) habló bien de él. Lo apuntaló. Pero una vez arriba de la poesía todo fue distinto. Mientras Neftali Reyes Basualto fue el poeta oficial —del PC de la "intelectualidad", de la crítica. de Chile, de América— Carlos Díaz Loyola fue el poeta intrínsecamente extraoficial. Postergado: del PC, de la "intelectualidad", de la crítica, de Chile, de América.

El cuento rokhiano de las grandes masas se volvió una terrible paradoja: el dinosaurio que fue Pablo de Rokha era de las minorías: de la conversación en voz alta, la visita al pueblo chico, del guachalote, del caballo, del libraco artesanal numerado y dedicado, del vaya pa mi casa que lo esperan codornices al pil pil.

Recibió el Premio Nacional de Literatura tarde, cuando ya no había caso, en 1965. Desde el 46 que era candidato. Y todos los años, menos los últimos, Amigo Piedra se alistaba para celebrar el galardón como corresponde: se quedaba con el banquete hecho. Los vinos, corderos, pejerreyes, erizos y jamones debían regalarse y el salud nunca ocurría.

La poesía de Pablo de Rokha es su mejor testamento. Libros como Los Gemidos, U, Suramérica (de 1927, plena escritura automática). Ecuación, Escritura de Raimundo Contreras, Jesucristo, Moisés y Gran Temperatura, todos escritos antes de 1940, debieron provocar alguna contestación. Es que al menos en Chile, y en algunos casos también en América y resto del mundo, no se había escrito de esa manera: libre puntuación, revolucionarias métrica y sintaxis, imágenes automáticas: invención. Pero eso nadie lo vio, ni escuchó, ni tocó. Eso en tiempos de poetas oficiales que todavía escribían a la manera de Dario, Bécquer o Tagore.

Un problema era el siguiente: lo señala Juan de Luigi: "Si a Pablo de Rokha lo pica una pulga, carga el cañón calibre 22 y lanza una andanada de fuego graneado, con la cual suele dejar un boquete considerable. Pero lo curioso es que el disparo ha sido tan violento y desproporcionado que la pulga sigue viviendo y lo vuelve a picar en el otro costado".

Su hija pintora, Lukó, poco después del estallido del 10 de septiembre, contó que el suicidio no fue sorpresa. Su padre ya se lo había dicho: "Cuando un hombre no puede trabajar debe pegarse un tiro. No seré jamás un hombre que esté enfermo, nadie me va a sentar en una bacinica. No quiero ser un viejo de mierda. Yo quiero servir y servirme".

La calle Valladolid nunca se llamó Pablo de Rokha. Quizá el suicidio fue demasiado irritante. La Municipalidad de La Reina debe haber suspirado por llegar dos horas después.


 

 



 

 

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