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De Rokha multitudinario
"Pablo de Rokha y la revista Multitud". Selección, prólogo y notas de Daniel Rozas. Das Kapital, 2014
Publicado en El Rayo, La Estrella de Valparaíso. 5 de Julio de 2014
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El periodista Daniel Rozas fue quien armó y seleccionó los textos de este libro. Rozas dice: "La revista Multitud fue la trinchera ideológica donde De Rokha fraguó su vena más reconocible: el francotirador de la polémica política y la diatriba literaria". Rozas, de hecho, seleccionó estos textos para El Rayo y señala: "Ojalá sirvan para recuperar la figura y el espíritu combativo gran olvidado de las letras chilenas".
Dos muertos lanzados a la faz de la República
(N°47, 18 septiembre de 1943)
"Su pobreza es la consecuencia de su bohemia", dicen, pero es mentira: su bohemia es la consecuencia de su pobreza: y, por la millonésima vez, se consuma en el creador de belleza, lo que Nietzsche llamaba "el sofisma de la casualidad", es decir, ubicar el efecto como causa y la causa como efecto.
Frente a frente a la muerte de un poeta, de un novelista, de un filósofo, de un ensayista, de un pintor, de un músico, de un escultor, de un caricaturista, de un grabador, de un artista, a la muerte en la miseria sórdida, siempre, o en la pobreza, sórdida, siempre, a la muerte desventurada, atroz, desamparada, anónima y dramática, la opinión pública se compunge, hipócritamente, como una gran madrastra, que fuese culebra, y exclama: "el pobre era un vicioso!"...
No.
A Juan Modesto Castro y a Omar Cáceres no los mataron los vicios escasos, precarios, amargos, que no tenían, los mató la sociedad, fueron los dos últimos asesinados sociales, los mató el terror y el horror de sentirse despreciados, insultados, olvidados por un medio idiota e insolente y por todos los Gobiernos, mientras los verdaderos borrachos, los verdaderos viciosos y los imbéciles se encaramaban a las situaciones egregias y a la fortuna, al honor nacional, a la grupa de los partidos políticos o el oportunismo servil y felón de paniagudos, los mató la lástima sucia de los tontos cebados en el presupuesto, los mató el desprecio de los despreciables y el escarnio de los escarnecidos y los cobardes sociales, flor y nata de las épocas de transición y crisis, los mató la difamación de los difamadores infamados, los mató la explotación social de su obra y la inhibición total de sus vidas, lanzadas hacia las aciagas tinieblas del yo sombrío, los mató la soledad entre sus gentes y
sus semejantes, los mató la indiferencia absoluta del Estado, sólo atento al servicio de "los correligionarios", los mató el país, al cual cantaron y dieron prestigio, los mató el propio peso de su alma, estrellándose contra la tan dura realidad ambiente, como nos hubiera muerto a nosotros, si nosotros, no tuviésemos el puño fuerte y grande y el corazón decidido a afrontar todos los peligros, y a devolver el puntapié con el puntapié, la bala con la bala y el hachazo con el hachazo, "ojo por ojo y diente por diente".
Y esta historia negra y vergonzosa, para la República, se repite, con gozo baboso de los necios, y regocijo de los envidiosos y los tenebrosos vestidos de arcángeles.
Ayer, fueron "Paschin", el pintor enorme y genial, y Alberto Rojas Giménez, el despreocupado escritor, como lo fue en su día horrendo el gran poeta Carlos Pezoa Véliz, muerto en la sala común de un hospital, ilustres Gobernantes de Chile, y como lo será hoy, mañana o pasado, cualquiera de nosotros, si nosotros nos erguimos y gritamos: ¡basta!, basta de mascaradas alevosas y estúpidas; basta de compasión y ayuda al escritor chileno, al cual explotan el político, que es un escritorpoetrastro fracasado, tantas veces, y el mercader que, tantas veces, no siempre, comercia con la mercadería divina; basta de apoyo, queremos nuestros derechos.
Cáceres, asesinado o no por los cogoteros cobardes e impunes, lo fue por el dolor de una gran vida tronchada en el ejercicio literario, mientras tanto los bribones y los simuladores se hartaban de pitanzas, sin ser escritores, sino emboscados literarios de la literatura, y José Domingo Gómez Rojas era asesinado por los esbirros!...
Botados a la desesperación, maltratados o apuñaleados por la vida amarga y sin expectativas, cansados de sufrir, los poetas y los artistas de Chile dan en la mal llamada "bohemia", que no es sino la pobreza disimulada, cuando no son todo lo heroicos, que es preciso, en esta terrible lucha con el estilo y con los elementos, pelea dual, solitaria y espantosa, en la cual van cayendo y muriendo en el anonimato, los que no tuvieron el coraje enorme de sobreponerse a la propia congoja y al destino inexorable.
Por eso está sembrado de cruces, de sangre y de espanto, el camino del arte, y hay que superar la locura y la muerte, cuando se tiene, valiente, a la gloria como novia.
Y si nosotros lo hemos escrito aquí, con acerbos signos, es, precisamente, a la manera de una gran corona fúnebre, para los caídos, y como un modo de enjuiciamiento y diatriba o acusación expiatoria a nuestro tremendo medio económico-social-político, cruel y sanguinario y alevoso, para con quienes lo expresan, eternizándolo.