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La Chilenidad Generosa y Universal de Pablo de Rokha

Por Nicomedes Guzmán
Publicado en LA NACIÓN, 24 de marzo de 1957


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1.- Hemos vivido desde hace largos años, llenos de una tremenda interrogación. ¿Por qué le nacieron a Chile tantos grandes poetas? Desde que nos desplazáramos, reeditando, en miniatura, las hazañas de Manuel Rodríguez, de Pancho Falcato, de Manuel Plaza, y otros héroes famosos, junto al lecho del río Mapocho, siendo niños, nos hemos venido preguntando por qué este país de historiadores, devino en país de formidables cantores de la raza.

No hablemos ya de Samuel A. Lillo, o de Diego Dublé Urrutia, o de nuestra Gabriela Mistral, que esta última, desde que se nos fue en cuerpo, hace tan poco, santificó la profesión de cantar. Tampoco hay que hablar, por ahora, de Vicente Huidobro, que, con su “creacionismo” puso una cortina de estupefacción ante los asombrados criterios europeos allá por los años posteriores a 1920. Luego, ¿Ángel Cruchaga Santa María, Pablo Neruda, Juvencio Valle?

No.

2.- Hay una verdad. Los poetas de tono menor, partiendo desde un Pedro Antonio González y rematando en ese Carlos Pezoa Véliz, místico, solariego, rebelde y soñador, y pasando por artistas intrínsecos y poderosos como Pedro Prado, Juan Guzmán Cruchaga o Gerónimo Lagos Lisboa, dan a Chile prestancia de cultura instintiva insospechada.

¿A qué atribuirlo?

3.- Aquí está el misterio. Misterio de la tierra mineral, de la montaña hierática en su pétrea personalidad andina; de la tierra agrícola, echada como una hembra generosa, siempre dispuesta al gozo del arado; de la sinuosidad de los canales australes, donde la voz de los siglos permanece en ecos sobrecogedores que son la repercusión de los más terribles cataclismos.

Acaso este misterio lo resuelva la palabra ruda, machihembrada y grandilocuente de Pablo de Rokha.

De esta palabra nos queremos ocupar. Somos los menos señalados. Pero, hay que afrontar la faena. Faena dura, pero alegre, con la misma alegoría de Raimundo Contreras.

4.- Sin embargo, ¿es palabra, por decirlo así, Rokha? Por cierto. Palabra, por decirlo así, para salir del paso. En verdad, es algo más. Y la intención de Pablo de Rokha es palabra, ésta posee un área infinita. Infinita hacia los cuatro puntos cardinales y sus derivados. Como la de Pablo Neruda. Y por ello, llegará el momento en que, para hablar de Chile, habrá que decir el país de los dos Pablos.

Dios iluminó al Saulo bíblico. Los dos Pablos iluminan la cultura de esta tierra.

Pero, decíamos: palabra. Y entendamos esto de palabra como expresión.

Esta expresión es, en Pablo de Rokha, amanecida y anochecer chilenos, incluidos los períodos crepusculares y las profundas sombras que les corresponden, y los sorprendentes destellos de luz que los alternan y que se inmiscuyen en sus intermitencias. Y al medio, en todo intersticio, la caliente voz de la hombría nacional, llena de potencias y apetencias, de protestas, de procreación, de amor, de ternuras, de rebeliones, de timideces vencidas, de gracia pura, de valor rotundo arrancado a la modestia, como en el caso del gran David; de orgullo concreto rescatado de la piedra, de transparente soberbia sopesada en la balanza tremeluciente de nuestros mares.

5.- Nos metemos, como animales, y, como tales, niños, en los libros de Pablo de Rokha, y salimos de sus páginas, transparentes, como hombres maduros, muy viejos de chilenidad. ¿“Los Gemidos”? ¿“Escritura de Raimundo Contreras”? ¿"Gran Temperatura”? Estos son algunos. El poeta está más allá de sus obras. Se encuentra en la cal disparada de sus gestos líricos. Y en la dispersión de esta cal imperecedera, cuando ella se convierte en materia natural al decir del pueblo que quiere representar o que, por derecho propio, representa.

6.- Mariano Latorre, ese apasionado visceral y sorprendente por las cosas de Chile, dijo que nuestra tierra era un país de rincones. A su vez, dijo que Pablo de Rokha era un poeta telúrico, mientras Juan Godoy, el “angurrientista”, aseveraba que las comarcas de Vicente Pérez Rosales eran “...un largo caminar por los cerros...”. Hay algo de guiso suculento en esto. Como el charquicán, cantado al igual que todas las comidas nuestras por el poeta consuetudinario y esplendente que nos encontramos glosando. Como las pancutras, como el locro, como el ulpo, como el comicalla, como el tomaticán, como el ajiaco, es decir, como la esencia nutricia del tradicional hombre de ojotas, de calamorros, de tamangos y de visión agarrada a los horizontes que siempre son línea recta, cuando las ilusiones también son rectas.

7.- Es cierto: Chile es un largo caminar por los cerros, un país de rincones, y como todo esto tiene corazón telúrico, Pablo de Rokha es un poeta telúrico, porque canta permanentemente estas menciones.

De Rokha es un hombre que no puede mirar al mar, porque le deslumbran los cerros que el piélago de la patria contiene. Es un ser que está impedido para mirar a los cerros, porque en ellos se le viene encima el mar feroz de sus querencias. Puede caminar, al igual que el canto bíblico, por sobre las olas, con la fe puesta en el albur de los derroteros, y puede caminar por el perfil arisco de los cerros como quien teme ser arrasado por la violencia del oleaje.

Como poeta, vive viviendo, lo que vale decir padeciendo, agarrado a la tabla de salvación que es su alma —Chile—; gozando, llevado por el vaivén de la existencia —Chile—; enterneciéndose a costa de un amor soterrado y celestial —Chile—; acumulando fortaleza para dar cuerpo y energía a su esperanza —el Mundo—. Y Chile y Mundo son él mismo. ¿Qué más da?

8.- Mas, Chile y el Mundo tienen una determinante telúrica. Pablo de Rokha se ha hecho partícipe de esta determinante. Entonces, Mariano Latorre tenía razón.

Pablo de Rokha no se zafa de su ley. Ley de la tierra y de su condición de hombre. No le busquemos en lugares que no pertenezcan a los rincones de Chile. Ni vayamos a darle la mano en las comarcas ajenas al mundo.

Pudiera parecerse un poco a Dios, porque su canto anda suelto por todos los predios de nuestra tierra y América, y de estos predios nace y se liberta.

9.- Esta herejía marcha acorde con el tranquear alegre, lleno del humor nacional y universal de Pablo de Rokha. ¿Qué hay de Chile y del mundo que no se apareje al canto veraz y dramáticamente jocundo de este poeta singular y caluroso? Su pasión poética es humana y se lo pasa yendo y viniendo entre Dios y su alma. Siempre ha sido el huaso licantino, propio de Licantén, que es como el pulsador corazón curicano, diciendo las cosas que le conmueven los tuétanos con tronante y tierna voz de hombre luchador y apacible.

Hay que decirlo. Hombre de lagar y de estribo, de rienda y espuela, de manta y estrella, se lo pasa definiendo el enigma del ser y su apego a la vida, igual que los talabarteros, lo mismo que los artesanos, manejando la punta del puñal en la piel de la madera para arrancarle su prodigio de arte. El prodigio se le dispara en canto. Y él no desecha esta virtud, porque, como buen artesano de la hombría, lo mismo toca la guitarra como doma un potro, virtud ésta propia de los privilegiados de la tierra y las nebulosas.

10.- Y por las dudas, vayámoslo oyendo en algo mínimo de sus propiedades magistrales, siguiendo un consejo saludable: no aplicarle la filosofía ni la metafísica, porque él es más limpio y puro que la creación de la primera rienda o la última estrella.


 

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