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Pablo de Rokha.
El toro furioso, la desmesura poética


Por Jorge Aguilera López

Publicado en Periódico de Poesía No. 55 / Diciembre 2012 - Enero 2013


.. .. .. .. ..

En Chile habemos tres grandes poetas. Huidobro,
Neruda y yo. Neruda ataca por el fondo. Huidobro por la
forma, y yo, por el fondo y por la forma.

Pablo de Rokha

Pablo de Rokha (1894-1968), cuyo nombre de pila fuera Carlos Díaz Loyola, es hoy un seudónimo que unifica posturas polarizadas en torno suyo: o se le aprecia con desmesura o se le condena sin más; las medias tintas, tal como ocurría con su propia personalidad, no caben al considerar la obra de este poeta. Tal vez el propio de Rokha alimentó dichos juicios en un afán de diferenciarse de la gran triada chilena con la que le tocó en suerte convivir: Vicente Huidobro, Pablo Neruda y Gabriela Mistral, seguidos a su vez por otro gran dinamitero como lo es Nicanor Parra.

Lo cierto es que las rencillas personales siguen gravitando más que la obra de los autores. Como ha sido acuciosamente documentado por Faride Zerán, la  guerrilla literaria  que emprendieron los tres grandes vanguardistas chilenos de los años veinte cobró facturas que, a posteriori, determinaron los prejuicios y las simpatías por Neruda, Huidobro o de Rokha. En un par de poemas, Nicanor Parra comete el parricidio habitual contra sus tres mayores y, de paso, los caracteriza en la valoración que la voz popular hace de ellos. En su  Manifiesto escribe:

Nosotros condenamos
-Y esto sí que lo digo con respeto-
La poesía de pequeño dios
La poesía de vaca sagrada
La poesía de toro furioso.

Aquí vale la identificación: el “pequeño dios” es Huidobro, frase utilizada por él mismo, en su célebre poema Arte poética: “El poeta es un pequeño dios”. El término “vaca sagrada” alude directamente a Neruda, quien ya para entonces, finalizado en apariencia el periodo de la  guerrilla literaria, era El Poeta en el panorama chileno, e incluso en el hispanoamericano. Por su parte, el carácter irascible y furibundo de Pablo de Rokha le valió el mote de “toro furioso”.

Años más tarde, en  La cueca de los poetas, poema que alcanzó gran fama al ser musicalizado por Violeta Parra, leemos:

Pablo de Rocka es bueno, pero Vicente
vale el doble y el triple dice la gente
huifa yai yai
[…]
dice la gente si: no cabe duda
que el mas gallo se llama Pablo Neruda
huifa yai yai

A la luz de estos versos de Nicanor Parra, podemos observar que de Rokha ha sido considerado como un poeta de segundo orden frente al peso ineluctable de Huidobro y Neruda. Sin embargo, hay mucho aún por decir, pero sobre todo por leer, del autor de  Los gemidos, un poemario que, a la par de  Trilce  de Vallejo, de  Veinte poemas para ser leídos en el tranvía  de Girondo y de  Andamios interiores  de Maples Arce, todos ellos publicados en 1922, sirvió para transformar la cara de la poesía latinoamericana y dotarla de su particular vanguardismo, en el cual la crítica al mundo moderno y la vocación social de sus versos buscan “empatar” a la burguesía americana en ciernes:

Coke de 100,000 clrias., el dinero calcina la máquina melancólica, artificial, monumental de tu organismo e impele al movimiento tus resortes, bielas y tubos, pernos, tornos, ruedas, ruedas y bombas, el ferrocarril estridente de tu esqueleto deforme, matemático, sistemático y funeral; y pareces un árbol enorme á vapor, un rosal, un rosal FLORECIDO de letras, letras, letras ála vista y desganchándose á favor del fruto idiota de la mentira: el $.
[de Los Gemidos]

Se dice que Pablo de Rokha recorría los pueblos de Chile leyendo su poesía y vendiendo sus libros en plazas y jardines. Se cuenta que la primera edición de Los Gemidos no alcanzó a vender más de una docena de ejemplares. Se afirma que en los años veinte fue líder de una especie de pandilla de poetas a quienes obligaba a conseguir recursos económicos por vías delincuenciales, y que entre su séquito había un tal Neftalí Reyes, el cual se enamoró de Elena Díaz Loyola, hermana de de Rokha, a la que le escribió un poemario que, bajo el título  Veinte poemas de amor y una canción desesperada, le otorgó la inicial fama al poeta que ahora conocemos como Pablo Neruda. Este amor, que no resultó, acaso fue uno de los motivos de las múltiples desavenencias entre los dos Pablos, pero pudieron ser también muchas otras anécdotas semejantes que los involucran y que ya forman parte del imaginario poético chileno. Si traigo ahora a colación algunas de estas historias, es justo porque a través de ellas se dibuja parte de la personalidad compleja que rodea a Pablo de Rokha como mito y, en muchos momentos, obnubila la lectura de su obra. Acaso la desmesura de su personalidad pocas veces haya sido tan bien definida como en el siguiente testimonio de Mario Ferrero: “Si a Pablo de Rokha lo picaba una pulga, lo primero que hacía era montar un cañón Berta, disparaba, dejaba un tremendo boquete. Pero la pulga seguía viviendo y lo picaba en otro costado.”

Como sea, queda el gesto de la desmesura no sólo como rasgo de personalidad, sino también como modo de concebir una poética “de gran elocuencia, no grandilocuente”. Además de Los gemidos, libro que por sí solo ya le valdría un puesto de honor en el parnaso de la vanguardia latinoamericana, su obra posee títulos como U  (1927),  Ecuación (canto de la fórmula estética)  (1929),  Escritura de Raimundo Contreras (1929, acaso el título más sólido de toda su bibliografía) o Morfología del espanto (1942); todos ellos, grandes proyectos escriturales que en su unidad despliegan una poética tremendista, socializante, de tono furioso y voz lírica explosiva:

qué ganas de matarse tiene Raimundo Contreras     tan apasionado     tan atrabiliario         y con tanto cansancio     arrinconándole tan valerosa Cobardía     qué ganas de tener ganas de matarse     manera lujosa     costumbre luciente y gris de suicidio de otoño     semejante al individuo que educa piojos en los sobacos     deportista en entrenamiento al estilo de ese que lame vinagre con espanto en la ojera dramática y dinámica     para entender el sentido del agua     si     eso parece que fuese     pero no     no     no hay sistemas del arbitrario     del que arde y cunde sin objeto     definiéndose como la ola ociosa     en acciones truncas     nubladas     ciegas     con la mano derecha del ideal     cortada     sí     el obstinado     el cejijunto en la voluntad dispersa     y no rasga pero llora el calzón de la amiga     sin embargo él va a alguna parte     es decir va a ninguna     perfectamente en buen caballo     con dominio de sus finalidades     seguro y soberbio de su egregia incertidumbre     abrigado de amargura     utilizando los ajenjos de la caída desvencijada     en cálculos de alacrán o de asesino      o de dios falso     o de extranjero en todas las leguas         que lo afronta todo por todo     porque empuña siempre     siempre irremediablemente     siempre en condición de amo     a plena grandeza de hombre tranquilo en las últimas cosas     algo que le defiende     ¿qué     la muerte?
[de Escritura de Raimundo Contreras]



 

 

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