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Canto de mujeres con cerrojo". Miguel Gómez Segovia. Mago Editores, 2009, 240 páginas.
Calzones arriba
Por Patricia Espinosa
Las Ultimas Noticias, 10 de abril de 2009
Una fácil solución al dominio patriarcal ofrece Miguel Gómez Segovia, de profesión periodista, en Canto de mujeres con cerrojo , su primera novela. Según él, bastaría con que las mujeres sellaran sus calzones para derrotar el machismo. Una posibilidad simplista, pero que debiera parecernos graciosa. En tono de 
sátira, el libro plantea una lucha de los sexos materializada en el tapiamiento de la vagina. Un grupo de mujeres decide movilizar al país mediante un ejercicio político-vengativo liderado activamente por una mapuche universitaria, una esposa de un general, prostitutas, travestis, una joven viuda, una pudorosa dama de sociedad y hasta un par de monjas; es decir, todos los personajes que el autor consideró como potenciales usuarios de vergas.
La movilización se amplía a nivel nacional; la Iglesia, los medios de comunicación y los políticos reaccionan con fiereza. Los hombres se muestran desesperados y el consumo de pornografía y el placer solitario llegan a niveles desmesurados. Mientras, las mujeres van armando grupos de debate y fortaleciendo cada vez más el paro de los “calzones arriba”. Sin tregua posible, el operativo se llevará a cabo hasta lograr las reivindicaciones que saquen a las mujeres de su subordinada condición. Uno de los momentos álgidos del relato ocurre en el momento en que un general de ejército, que luego resulta ser gay, tras ser acusado de violación por su propia mujer, opta por armar un plan de secuestro sin contar con que un guardia de seguridad –un ex agente de la dictadura– se involucrará con su esposa.
Así y todo, las mujeres no dan su brazo a torcer, mientras el narrador se encarga de parodiar todo lo que huela a discurso de género. Las tres partes en que se divide la novela, a pesar de tener como centro la ridiculización del activismo femenino, relatan en detalle las reacciones cotidianas de los hombres, los cuales aparecen como víctimas de un orden superior, ya que no golpean a sus mujeres ni las asesinan, algo que el libro destaca como un gran mérito. De esta forma, se expone la toma de conciencia de la mujer, para luego hacer bromas con sus demandas, reduciéndolas a estrategias de cambio limitadas a negar la gran petición de los varones cada vez más ganosos de que les “regalen una cachita”.
Una escritura como ésta habría tenido cierta repercusión hace unos cuarenta años, cuando el feminismo era caricaturizado con mayor fuerza que hoy. El sentido del humor suena envejecido y derechamente latero: los chistes al principio resultan hasta medio simpáticos, pero terminan cayendo en los típicos lugares comunes sobre lo genital. Los diálogos, que son muchos, resultan tan sencillotes como la prosa general. Si hay algo para lo que esta rústica novela sirve con eficacia, es para comprender que, a pesar de vivir en una época donde lo políticamente correcto impera en los espacios públicos, a nivel íntimo todavía algunos esperan el renacimiento de esa dócil mujer que era, a la vez, súper madre y meretriz de lujo.
