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Locuela, Novela de Carlos Labbé. Periférica, 2009, 249 páginas.

Leer junto al cadáver

Por Patricia Espinosa
Las Últimas Noticias. Viernes 26 de marzo de 2010

La preocupación por la factura literaria es la marca distintiva de Carlos Labbé en su nueva novela, Locuela, lo cual de inmediato lo sitúa en un lugar relevante dentro del staff narrativo chileno actual. De tal modo, la forma tiene un lugar prioritario frente a una historia que juega con los géneros literarios, a partir de la oscuridad de una anécdota a varias voces, las que parecen espejearse en cada uno de sus segmentos, porque cada una de las ficciones reproduce sin cesar la ficción que la sucede o antecede.

Claramente es un ejercicio mayor entrometerse hoy en día en la experimentación; de manera que Labbé se arriesga a confeccionar una novela preciosista en su aspecto técnico, lo cual a veces puede redundar en producciones sólo para el gusto del análisis académico. Sin embargo, logra esquivar en parte ese peligro al abrir el relato al género policial, el que se vuelve un centro frágil, pero centro a fin de cuentas, que, mediante flachazos, permite organizar la fragmentada linealidad de la historia.

En lo medular, hay tres segmentos que se alternan: “La Novela”, “El Destinatario” y “La Remitente”. Tres segmentos con tres narradores que podrían perfectamente ser solo uno. La tripartición juega con las voces, mientras se reiteran nombres, relaciones y escenas. Entre “La Novela” y “El Destinatario”, la diferencia radical es el tipo de narrador, uno omnisciente y el otro en primera persona: Carlos. En ambos segmentos Carlos es el foco, un estudiante de literatura que escribe “como un maniático” una novela policial, en la cual una albina llamada Violeta es asesinada. El segmento “La Remitente”, por su parte, es narrado por la albina, quien a través de sus cuadernos deja ver su hipersensibilidad y atracción por un personaje denominado “El que Escribe”, que obviamente es Carlos, un chico de la universidad que escribe una novela.

Lo fundamental de la propuesta narrativa de Labbé se revela cuando emerge la poética que sostiene el volumen: “Leer es estar en presencia de un cadáver”. Dicho de otro modo, los que sobreviven serán siempre los lectores. Estaríamos, por lo tanto, en presencia de una novela-manifiesto, cuyo fin es denunciar la conversión del producto artístico en una mercancía. La idea central será dar forma a un movimiento “corporalista” que negará a las personas la producción de obras de arte. Sin embargo, sobrevivirá un pequeño grupo generador de obras que se mantendrán en “registros, documentos y exposiciones encargados de hacer notar que corresponde mostrar la palabra fin”.

El trabajo de esta élite que postula y trabaja por el fin del arte es lo que quedará para el futuro. Una minoría que se encargará de confirmar la muerte del arte precisamente mediante acciones de arte controladas. Con resabios ideológicos del vanguardismo marinettiano, el libro anuncia, con ironía y un constante dejo siniestro, una época dominada por sujetos frenéticos en su intento de exterminio. Locuela es una novela tan claustrofóbica como un imbunche, pero claramente reflexiva, inteligente, bien armada y, pese a todo, inquietante y aterradora en su denuncia del agotamiento y muerte del arte.

 

 

 

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Locuela, Novela de Carlos Labbé. Periférica, 2009, 249 páginas.
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