Post Humo. Mario Valdovinos. Editorial Planeta 2010, 119 págs.
Rituales de la agonía
Por Patricia Espinosa
Las Últimas Noticias, Viernes 2 de Julio de 2010
Dos mujeres: una muriendo de cáncer y la otra, su hija, realizando una angustiosa vigilia. No es fácil entrar en el dolor, no es fácil proponer una forma de abordar un tema que puede sonar a “típico de novela de autoayuda”; tampoco es pan comido generar una escritura compacta y asimilable a la de un diario íntimo veraz, cálido y cargado de acritud; sin embargo, la novela Post Humo, de Mario Valdovinos, logra encontrar un camino adecuado en un relato en el que predomina la voz de la hija embarazada, que abandona sus estudios universitarios cuando no le queda más que asumir el cuidado de un cuerpo que poco a poco se desintegra.
La enfermedad es uno de los temas centrales de esta narración. Hay un cuerpo convertido en despojo, un cuerpo que se va pudriendo, un cuerpo al que la hija debe mantener en su higiene cotidiana y contener en sus afectos. La suciedad, los humores, los desechos del cuerpo materno generan una escena donde el asco es intervenido por el amor. El ritual profiláctico que rigurosamente ejecuta la hija pareciera llevarla a su propio abandono, pero ella radicaliza su conocimiento sobre sí misma, emergiendo un nuevo sentido de lo cotidiano donde se entrelazan las preocupaciones respecto a la sobrevivencia diaria y las reflexiones sobre una muerte que se le instala sin vuelta posible.
El libro se divide en dos segmentos, en donde cada mujer tiene su oportunidad de llevar la historia. En “Post”, hay fragmentos datados entre marzo de 2007 y enero de 2008, correspondientes a un diario de vida donde habla la hija mediante trozos narrativos intervenidos con retazos poéticos. Desde su presente empapado por la madre moribunda, aborda su vida secreta: sus gustos sadomasoquistas, su afición por la literatura, la música popular, sus recorridos por mercados de viejo, su extraña forma de asumir la maternidad.
En el segmento “Humo” sale de escena la hija y aparece la madre. Su palabra, bastante similar a la de su hija, viene a exponer que tras ese cuerpo destruido hay una cabeza consciente. Desgraciadamente, la narración cae en excesivas citas literarias y en un tono explicativo del tipo “hablo en forma mental en este instante, sin emitir palabra alguna”. Aunque sólo queden nueve páginas para finalizar el libro, la tensión narrativa empieza a decaer. La madre hace un repaso general y acelerado de su vida, dejando atrás el minimalismo que caracterizó el relato de la hija.
A pesar de la debilidad del segmento final, la novela logra sostenerse porque cotidianiza la muerte; sin quitarle peso ni dramatismo, accede a la interioridad de dos mujeres que mantienen su amor en medio de lo macabro que resulta el inminente final que llegará a derribar ese precario equilibrio de convivencia que, pese a todo, las mantiene unidas.
