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Sufrientes a la vena
"El mapa de lo remoto".
Lyuba Yez.
Alfaguara, 2008, 252 páginas.
Por Patricia Espinosa
Las Ultimas Noticias, 30 de enero 2009
Una novela cuyo centro es el amor, la aventura, la intriga, los secretos y los enredos pacta fácilmente con la telenovela y el cine “para mujeres”, aquellas producciones emotivas en las que el lector se reconoce en un mundo plagado de seres agobiados pero resistentes al mal y al infortunio. El interés por este género parece ir cada vez más en alza. Sin duda, la maestra Marcela Serrano ha dejado huella y las editoriales no dejarán escapar a sus discípulas. Un caso ejemplar es el de la periodista Lyuba Yez y su novela El mapa de lo remoto: un melodrama “posmo” que pretende pasar por cool aquello que no es más que un típico y olvidable folletín.
Resulta llamativo que la autora, sin una mínima conciencia de género, sin siquiera considerar algún datito sobre las transformaciones experimentadas por lo femenino en los últimos cien años, organice su narración en torno a dos personajes femeninos histéricos e imbéciles, y muestre –algo que definitivamente esta top entre las narradoras nacionales– la desmesurada necesidad de exponer a las mujeres como una suerte de scouts: siempre listas a la apertura de piernas.
El personaje masculino principal es un atractivo y fashion arquitecto cuarentón. Javier Viuscate es chileno y vive en Madrid; su carácter es frío, indiferente e irónico. Viuscate abandona en España a su pareja Catalina Izquierdo, chilena que aspira a ser actriz, cuando ésta da a luz una guagua muerta. El malo escapa a Chile y se reencuentra con su historia familiar convertida en un cahuín de proporciones. Slavia, su hermana menor, acaba de enterarse de que padece de esclerosis múltiple, está en proceso de separación y tiene un hijo al que ignora.
En forma paralela, el relato se focaliza en Catalina y su depresión posparto. Catalina, además, no dejará de sufrir por el desalmado Javier hasta el final de la historia. Otra sufriente a la vena es la hermana de Javier, quien guarda un secreto que intensifica el dolor de su enfermedad aplacado por vodkas y unos buenos caños. Catalina y Slavia, aunque se las delinea como “progres”, son tremendamente conservadoras. En general, el libro entero es conservador en el modo de construir una historia pegada al realismo, la linealidad y sus estereotipados personajes.
La mala vida de todos los protagonistas se desprende de un momento original. Todos han sido educados por mujeres sin pareja, lo cual deja claro que en una familia “bien constituida” estas desgracias se habrían enfrentado valóricamente de otro modo. Cuando la madre le reclama a Slavia por la apatía que le produce su pequeño hijo, ésta dice: “No sé a ti, pero a mí los escándalos de población callampa me ponen de mal humor. ¿Qué hacemos ahora? ¿Sacamos unos cuchillos y nos cortamos en pedacitos para salir en el programa policial del pelotudo de la tele?”. Esta intención por escapar de lo “poblacional” y darles fineza a los diálogos, y por supuesto a la historia, se le desmadra a la autora. Su novela no es más que un simple melodrama, similar a cualquier relato televisivo barriobajero.