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Crítica Literaria

Patricia Espinosa



Fieras
David Jofré, Contra Corriente Ediciones, 2010, 147 páginas.
LUN, 4 de Marzo de 2011.

Tras la Pascua de Resurrección, el padre muere y la madre comienza a convertir el cadáver en un imbunche, cosiendo cada uno de sus orificios, mientras sus hijos suponen que el hombre vive y hasta comen en presencia del difunto, aunque uno de los niños, atento e ingenuo, rastrea y huele, sospechando que algo no encaja en esa escena armada por su madre. “Hilo negro”, el cuento que abre Fieras, primer libro de David Jofré, es un relato intenso y obsesivo que condensa muerte, soledad y locura, temáticas que se reiteran a través del volumen.

En términos generales, este libro es un conjunto de diez relatos que, a pesar de tener algunos temas comunes, presentan grandes divergencias entre ellos. Cada relato se convierte así en una sorpresa, lo cual podría resultar valioso si no fuera porque predomina en la lectura la sensación de falta de lógica estructural del libro. Es como si el autor realizara intentos desesperados por demostrar ductilidad o no tuviera idea de qué camino seguir. Intempestivamente saltamos de “Las réplicas”, donde el narrador, en una suerte de extenso correo electrónico, se dirige a su hermana desaparecida tras un maremoto, a entrometemos en la cabeza del psicópata de “Bífido”, relato centrado en un tipo que conoce a una mujer por internet, va con ella a un motel y allí desata una acción sangrienta. A pesar de basarse en una historia en lo medular conocida, la propuesta logra dar cuenta, mediante una prosa acelerada y fuertemente detallista, de la intimidad de un personaje que sólo es capaz de operar con violencia.

En esta lotería de relatos hay caídas feroces, como sucede en “Make up honey”, centrado en un payaso gringo que habita un cerro de Valparaíso y que está enamorado de una bailarina muda, o en “Noche de pulgas”, un ingenuo cuento sobrenatural, ubicado en el Chaco argentino, acerca de la misteriosa aparición de un animal extraño en la habitación de un hotel, ocupada por un hijo de inmigrantes alemanes.

Más allá de los desaciertos, hay momentos en que el autor logra dar con un estilo menos obsesionado en atraer al lector mediante temas o personajes excéntricos y, formalmente, menos preocupado de clímax y desenlaces que cierren la historia. Entre éstos se encuentra, obviamente, “Hilo negro”, el relato que abre el libro, pero también “Ácaro violento”, una narración melancólica e irónica sobre un poeta maldito y raramente exitoso; “Una fiesta pagana”, que, mediante un monólogo interior desde una mirada gay, logra internarse en el terrible desamparo del protagonista; y, finalmente, “El color de la noche”, narración en primera persona desde la perspectiva de un asesino que conjuga su sangre fría con un tono alterado, nervioso y paranoico que orientará su historia hacia lo fantástico.

Fieras es un libro desequilibrado, porque hay relatos que dan cuenta de una escritura segura para luego irse de bruces con el estilo y la estructura. Sin embargo, por esos cuatro cuentos, que sin duda amalgaman de buen modo atmósferas ennegrecidas y personajes perturbados, vale la pena leer este primer libro de David Jofré.

 

El lugar del otro
Pía Barros, Ediciones Asterión, Santiago, 2010, 149 páginas.
LUN, 11 de Marzo de 2011

En lo más profundo de lo que sucede tras la violencia dictatorial se ubica El lugar del otro, de Pía Barros, un conjunto de relatos tremendamente conmovedores en torno a personas que sobrevivieron al horror pero que jamás lograron despojarse de éste, enquistado no sólo en su memoria, sino también en la de sus hijos. Barros demuestra en este volumen un manejo preciso del género cuento y una prosa pulida e intensa en la exposición desgarradora de la intimidad de los que perdieron todo por sostener una utopía.

El libro contiene narraciones que dan cuenta del exilio vivido fuera y dentro del país, experiencias que resultan homologables en su dureza, porque la expulsión no necesariamente implica una distancia geográfica. Es por ello que los personajes no dejan de transitar por su memoria de anónimos, enfrentados al miedo y a la más plena conciencia de haber sostenido una ideología que les ha costado soledad, desarraigo y nostalgia.

La relación fracturada entre padres/madres e hijos ocupa aquí un lugar central. En lo medular, se trata de mujeres y hombres cuya lucha contra la dictadura subordinó sus relaciones filiales, viéndose obligados al abandono de sus hijos o a vivir junto a ellos como parias. Sin embargo, los personajes no sólo son presentados como víctimas, sino también, en cierta forma, como victimarios. Ello, porque estos relatos plantean un interesante tratamiento de la “culpa”, compartida por padres e hijos: los primeros por privilegiar su ideología y los segundos por no comprender las decisiones de sus padres. En “El lugar del otro”, asistimos a la confrontación de una joven con su madre guerrillera, quien la abandonó cuando apenas era una niña; la madre, que ha estado media vida encarcelada, aún mantiene incólume su ideología; la hija, que ha tenido una vida compleja, le lanza una terrible pregunta: “¿Valió la pena?”.

Las mujeres de este libro son fuertes, duras y siempre buscan el modo de sobrellevar el daño sufrido, como lo hace Celina en “Usted en la penumbra”, enfrentada con rabia a un ex militar que fue testigo de su tortura, o como la mujer de “Eso que tú sabes”, violada por un grupo xenofóbico en un país nórdico; este último es un relato de silencios y de una tristeza inalterable, porque la mujer ha pasado su vida guardando el secreto a su hijo, nacido de la violación, para evitar su resentimiento.

El lugar del otro no sólo confirma a Pía Barros como uno de los nombres más destacados dentro del ámbito del cuento breve chileno, sino que pasa a formar parte de aquellos libros fundamentales para la constitución de nuestra frágil memoria, al poner en escena relatos de vidas menores, cuyos personajes no pertenecen a ninguna élite y, por lo mismo, se encuentran lejanos a cualquier exilio oficial y retorno dorado. Éste es, sin duda, el gran mérito del libro: rescatar a los que perdieron y perderán para siempre.

 

Geografía de lo inútil
Matías Correa, Editorial Chancacazo, 2010, 210 páginas.
LUN, 18 de Marzo de 2011.

Puerto Rosales es un pueblo del sur de Chile al que ha ido a parar una diversidad de personajes que en distintos momentos habitan un mismo edificio. Un profesor, un médico y un abogado tienen alternada e individualmente su protagonismo en cada una de las tres historias de este libro. Geografía de lo inútil, de Matías Correa, es una novela interesante en su desestructuración temporal y la presencia permanente de familias quebradas y personajes al borde de la desolación y el fracaso. Sin embargo, todo lo anterior tiende a diluirse, porque la narración va adquiriendo poco a poco un tono de relato infantil, engolosinado en mantenernos expectantes ante personajes que, aunque son bastante comunes, forzosamente deben resultar enigmáticos.

Con este edificio maldito como punto de encuentro, la novela construye una suerte de muestrario irónico de vidas que con dificultades logran pasar más allá del estereotipo. Así aparece el joven Jonás, último de la estirpe de los Lohmiller; un tipo abúlico, gélido y rutinario que rememora su infancia a partir de la muerte de sus padres y el recibimiento de un extraño obsequio. De niño vivió en el edificio administrado desde siempre por la familia Araos. En cuanto a esta familia, Roberto Araos no sólo fue uno de los primeros colonos del pueblo, sino además un prestigioso y xenófobo juez; su hijo, irónicamente, se casa con una colombiana mulata que fallece en el parto, víctima de unas extrañas fiebres tropicales. El niño será criado por los abuelos Araos, ya que su padre también muere.

El solterón Araos, el último en la descendencia del magistrado, le arrienda en la década de los 90 un departamento a Albert Pölier, un profesor que decide escapar de Santiago y radicarse en Puerto Rosales. Es un hombre solitario y dado a la reflexión metafísica; en medio de sus cavilaciones, encuentra una puerta secreta con un material que le perteneció a Jonás cuando era niño. El profe se obsesiona a tal extremo con el descubrimiento que decide contactar, a través de Araos, al dueño del material.

En paralelo a las historias de Lohmiller, Araos y Pölier, aparecen personajes incidentales –el hermano del profesor, cuyo rasgo principal es la hiperactividad; el médico alemán adicto a las deformidades, hermano del científico Alzheimer; y un artista alemán trastornado–, cuya inclusión sólo sirve para darle a la novela un cierto aire freak supuestamente enciclopédico, en el que no falta la cita clásicamente culta y, en este caso, inútil, porque no se desarrolla ni se vincula con el resto de la novela. Ejemplo de esto es la carta que Pölier le envía a Jonás, dedicada casi en su totalidad a Wittgenstein y a su ultraconocida conversación con Bertrand Russell.

La afición por la rareza y el exceso de historias menores desvían la narración y adelgazan la intimidad de los protagonistas del relato. La novela queda a medio camino del realismo, lo fantástico y lo experimental, y las tres historias terminan convirtiéndose en una que, arrastrándose, a duras penas, logra llegar a un final de autoayuda muy pilarsordesco.


 

 

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"Fieras", de David Cofré; "El lugar del otro", de Pía Barros; "Geografía de lo inútil", de Matías Correa.
Por Patricia Espinosa.