Una loica en la ventana, novela de Guillermo Blanco
Lom Ediciones, 2008, 209 páginas.
La gracia del forastero
Patricia Espinosa
Las Ultimas Noticias, 5 de septiembre de 2008
Una loica en la ventana, la más reciente novela del incombustible Guillermo Blanco, nos devuelve en gran medida a una de las primeras obras del ya octogenario autor: Gracia y el forastero, publicada en 1965; ambas acontecen en el campestre pueblo de San Millán y presentan no sólo una historia de amor juvenil inconcluso, sino también una galería de personajes trágicos, imposibilitados de torcer su destino.
La narración se centra en Samuel, un muchacho de diecisiete años que, incitado por su familia, ocupará parte del verano en visitar a unos viejos e inquietantes primos de su padre: Eleazar y Bernabé Tudela, dos hermanos que no se soportan, dos polos absolutamente opuestos. Bernabé, el mayor, es un abogado venido a menos, pasional, irónico, lúdico y socialista. Eleazar, también abogado, es arisco, ensimismado, trágico y de ultraderecha. El joven Samuel es bastante leso, pero cumple la función narrativa –en rigor, he allí su única gracia– de reconstituir un pasado lleno de secretos y atrocidades, un pasado que marcará su presente y determinará radicales cambios en su existencia.
Blanco hurga en la angustia y la soledad del ser humano; curiosamente, para ello recurre al criollismo, del que recoge sus fragmentos y los rearticula en un relato de corte intimista y a la vez político. Eso sí, la transcripción casi fonética del lenguaje campechano deja a los personajes al borde de convertirse en estampas folclóricas.
Llama la atención que la mesurada discursividad de Guillermo Blanco, su marca registrada, haya quedado atrás en esta novela. Aquí el escritor se arriesga al elaborar una historia donde el mal, el gran tema del libro, proviene de la lucha de clases, de la discriminación social, de la explotación agraria y, por supuesto, del golpe militar.
Los hermanos son, sin duda, los personajes mejor construidos. Eleazar arrastra haber sido delator y por ende culpable de desapariciones y torturas durante la dictadura. Vive atormentado, además, por la muerte de su frágil mujer y el odio del pueblo. Su hermano Bernabé también vive su propio infierno, ya que sus dos hijos debieron escapar del país para no ser exterminados.
“Nos pasó igual que a Chile. Al país y a nosotros nos divide la historia. Será pomposo decirlo así, pero no es menos verdad”, señala Bernabé. Guillermo Blanco plantea que vivimos en una época donde la frivolidad lleva a olvidar el pasado, una historia marcada por la violencia que intervino en la destrucción de familias y de sujetos que arrastrarán su culpa hasta el fin de sus días. El problema es que el “mensaje” es tan explícito, que el tedio ronda peligrosamente lo que de otro modo sería una correcta novela.