"La otra mujer", Roberto Ampuero. Norma, 2010, 364 páginas.
La flor decapitada
Por Patricia Espinosa
Las Últimas Noticias, 19 de Noviembre de 2010
En su última página, se agradece a la beca Old Gold Summer el apoyo para generar esta novela. Y uno dice: oh, my god! Qué manera de derrochar dinero, porque la obra en cuestión no da el ancho ni el alto; es decir, estamos, sin más, ante un obeso bodrio de 364 páginas que ni la más estricta de las dietas podría salvar.
La otra mujer, de Roberto Ampuero, se mueve entre dos relatos paralelos. El primero, situado en la actualidad, se centra en un profesor chileno radicado en Estados Unidos, Orestes Cárcamo, quien debe mantener su trabajo mediante la escritura de un libro. En un viaje a Alemania, le llega un manuscrito, encontrado originalmente en un entrepiso, firmado por un desconocido autor chileno. La lectura de esta obra lo obsesiona y decide viajar a Valparaíso a reconstruir una historia que sospecha real.
El otro relato, que transcurre en la dictadura, aborda la vida de Isabel, una mujer que enviuda de un prestigioso médico. Tras el fallecimiento, ella descubre que el finado le era infiel. A partir de entonces, sólo desea descubrir a la amante, para lo cual transforma radicalmente su vida: de mujer ABC1 convencional pasa a mujer ABC1 medio hippienta. O sea, realiza sólo un cambio de ropa, porque su ideario conservador se mantiene hasta el final.
La narración en torno al profesor carece de profundidad; se puede sospechar que vive una crisis que va más allá de lo laboral, pero su liviandad discursiva es tal que pasa de una banalidad en otra. Su misión fundamental es recorrer Valparaíso tras las huellas del enigmático Benjamín Plá, autor del misterioso manuscrito, con lo que se desata un descriptivismo insoportable. Así, al modo de una guía turística, el profesor Cárcamo recorre no sólo una gran variedad de bares y restaurantes porteños, sino también cenáculos de poetas fantasmas arranchados en cuevas subterráneas y casas con pasadizos secretos. El hiperventilado personaje logra sus objetivos mediante una secuencia de escenas torpemente inquietantes.
En ambos relatos predomina el estilo modoso, la imagen cursilona y el tono sentimentaloide; para muestra, unas perlitas: “Ahora yacían, al fin, desnudos en un lecho, entre delicadas sábanas de algodón de Egipto, como en un solo cuerpo fundido en un abrazo de besos desesperados”; “Desde allí vio que un zorzal se acomodaba ahora en el nido y el otro emprendía el vuelo” (los pajaritos tienen presencia continua); “No sólo carecía del cuarto propio, del que hablaba Virginia Wolf, sino también del tiempo propio para dedicarse a lo suyo, a pintar o leer como hubiese querido”. Y, para rematar, esta emotiva imagen: “Quedó sin aire, tensa, quieta como una flor decapitada”. Flor de poeta hemos encontrado.
En definitiva, un relato básico en su configuración formal, desequilibrada en la focalización de sus planos protagonistas, fracasada en su intento policial, poderosa en su vena rosa e ingenua en la resolución de las incógnitas. La otra mujer es una novela de categoría outlet , de aquellas que –por suerte– pasan fácilmente al olvido.