Valpore. Cristóbal Gaete. Valparaíso, Emergencia Narrativa, 2009, 74 páginas.
Una manga de angurrientos
Patricia Espinosa
Las Últimas Noticias, Viernes 9 de Abril de 2010
Una ciudad dentro de la cual existe un submundo maldito, donde se oculta la pobreza, la descomposición que cada día viven sus habitantes exiliados de todo, encerrados en una suerte de “zona cero”, un territorio en permanente estado de alteración porque se han trastornado todos los límites posibles: eso es Valpore, novela de Cristóbal Gaete que convoca restos de literatura fantástica englobados por lo mejor de la narrativa del realismo social chileno.
Gaete ha gestado una novela rabiosa y lapidaria en su visión de un cerro olvidado de Valparaíso llamado Valpore, “el culo del patrimonio”; un lugar maldito, una interzona delirante, siguiendo a Burroughs en El almuerzo desnudo, donde se refugian los expulsados por el sistema de poder indiferente a la miseria, a la ignominia del ser humano convertido en basura, en el excremento al cual sólo le queda la posibilidad de autodestruirse.
La narración es llevada por un personaje innominado, un tipo joven que relata secuencias de un recorrido urbano junto a su “amigo” El Pulpo. Desde el cerro Valpore bajan hasta el plan del puerto enfrentándose a la noche a través de once capítulos. Ambos personajes conviven con La Madre, embarazada de alguno de los dos hombres, compartiendo alcohol y drogas en una temporalidad indefinida. Puede ser el futuro, pero lo más terrible, lo más intranquilizador, es que se parece demasiado al aquí y ahora, eso que está gestándose precisamente ante la mirada glacial de una normalidad que se niega a ver.
La prosa se acelera sin llegar jamás a la superficialidad, porque la construcción del protagonista es compleja. Mediante gruesos brochazos el narrador va dando cuenta de un estado permanente de exaltación; no hay clímax, porque el ritmo no baja, porque las escenas de violencia se suceden una tras otra en una secuencia infernal de “mostros”, como la novela denomina a los angurrientos, a los desesperados, a esa manga de seres “diferentes”.
Hay un momento del relato que resulta particularmente extraño, donde el protagonista señala: “Era la nostalgia de un tiempo inventado, del que extrañaba uniformes que me permitieran uniformidad, palizas que corrigieran la falta de uniformidad, ojos vaciados por los lumazos para quien se saliera de la uniformidad y quisiera ser convertido en bandera o en un mural”. La conciencia de ser diferente lleva al personaje a anhelar la uniformidad; pero la uniformidad vendrá de la mano de los uniformes, es decir, de lo militar o policial que mediante la violencia “corregirá” a punta de lumazos el hecho de ser diferente. Lo anterior es una arista ambigua, que podría contener un deseo de autoritarismo miliciano, una suerte de estado ultrarrepresivo donde todos sean cortados con la misma tijera so pena de muerte.
A pesar del sesgo de nostalgia autoritaria, Valpore continúa siendo una novela de protesta, de denuncia rabiosa a un sistema de poder, desde una mirada virulenta, desde un lenguaje callejero, desde el interior mismo de los signos del dolor, una escritura pegada al calor de una barricada.
