La mano pequeña. Roberto Fuentes. Uqbar, 2009, 155 páginas.
Aventuras de un imbécil
Por Patricia Espinosa
Las Ultimas Noticias. 7 de agosto 2009
A primera vista, las experiencias y divagaciones del personaje principal de La mano pequeña , la nueva novela de Roberto Fuentes, serían encasillables bajo el rótulo “aventuras de un imbécil”. La narración cubre sólo quince días de un escritor que no glorifica ni su “don” ni su estatus; el protagonista es un individuo cansado, aburrido, torpe, sin habilidad ni entusiasmo para discurrir con inteligencia, ser agradable o por lo menos soportable. Es nada más ni nada menos que un simple idiota al que la novela se encarga de construir con verosimilitud, mediante un lenguaje simple, poco efectista y sin pretensiones, pero que ofrece espacio para los quiebres de una sensibilidad y psicología que no deja de causar extrañeza.
La narración se centra en Tomás, el idiota de la familia, una tipología poco explorada en la literatura chilena; Rita, su hermana melliza, que disfruta relatando sus aventuras sexuales; y Alonso, el hijo de Rita, que posee una mano más pequeña que la otra. Tomás vive en un eterno estadio de ensueño, de profunda lentitud, escribiendo de vez en cuando y abocado a las actividades caseras, especialmente el cuidado de su sobrino. La novela inserta poemas y cuentos, escritos por el protagonista, de una sencillez cristalina, cuya función es revelar los rudimentarios pero también complejos paradigmas intelectuales del personaje.
La simple vida de Tomás se ve trizada por la presencia de una compañera de trabajo. Karla lo acosa sexualmente y él se le escurre con descaro, hasta que llega el momento en que no puede evitar caer en sus redes. Aparece aquí una importante característica del personaje: en su infancia tuvo un accidente en el pene, que en su adultez derivó en mantener erecciones de largo aliento, lo cual lo convierte en una delicia para la insaciable Karla. La secuencia sexual contribuye a darle el toque febril a la mustia vida de Tomás, quien se ve envuelto hasta en una pelea con características fatales con el ex amante de Karla.
La exposición del incesto revela la tentativa de generar una historia centrada en la crudeza. Las vidas de estos personajes, que podrían catalogarse como pervertidos, se resuelven hasta cierto punto de modo eficaz. Son ellos en extremo simples, cercanos, incluso tiernos. La posible obscenidad del relato se neutraliza gracias a la actitud del protagonista. Es un tipo que, a fin de cuentas, no molesta a nadie con su vida. Escribe sus cuentecillos, poemillas, se masturba, copula con la hermana, pero –desde su perspectiva– no hay maldad en sus actos. La novela propone la posibilidad de vivir sin culpa, la vida se le ha dado así y el personaje la toma como viene. Sin embargo, hay dos datos que perturban este laissez faire : la enfermedad mental que padece el protagonista y la toma de conciencia sobre la necesidad de mentir para vivir en paz. Fuentes parece cerrar –¿explicar?– o rematar a su personaje atentando en parte contra la propuesta de vida liberada del gran tabú del incesto que la totalidad de la novela desarrolla.