Mujeres histéricas, hombres traidores
Las confidentes. Elizabeth Subercaseaux. Editorial Aguilar, 2010, 321 páginas.
Patricia Espinosa
Las Últimas Noticias, 28 de Enero de 2011
Un trago amargo ha resultado ser esta última producción de Elizabeth Subercaseaux. Una novela que explora en el turismo aventura sentimentaloide o, más bien dicho, en las tediosas andanzas y desaguisados continuos de dos parejas unidas en la infidelidad y la muerte.
Las confidentes transcurre entre 1994 y 2008 en diversos lugares del mundo (el amor no tiene fronteras). Así aparecen los chilenos: Nahuel, un viñatero donjuanesco, y Elisa, su esposa huesuda y beata; ambos viven en Chile en una aparente quietud. Sin embargo, su relación se verá alterada por la amante de Nahuel, la robusta y sibarita Juliette, oriunda de la Provenza francesa. La segunda pareja protagónica habita en Estados Unidos. Joshua, un abogado exitoso, está casado con Alexia, licenciada en letras; éstos ven interferidas sus vidas por la muerte de la pequeña hija, lo que deriva en el alejamiento de Alexia y en la relación de Joshua con la tontísima, aprovechadora y sensual Quinn. Sólo con estos datos es posible advertir que la autora se apasiona con el cliché y que su capacidad de dar jugo es incansable.
Ambos hombres tienen malas madres, mantienen relaciones matrimoniales por inercia y son infieles con mujeres totalmente opuestas a sus pasivas esposas. La narración es clara en definir que sexo con amor es un deber casi ciudadano y que las mujeres siempre pueden retener a sus hombres mediante el arte amatorio. Todas, pero todas las mujeres de esta novela arman sus vidas a través de los hombres y, cuando son abandonadas o se encuentran en la etapa previa de la soledad, caen en el desvarío y toman decisiones radicales.
Podríamos esperar que la diversidad de personajes implicara acceder a un mismo suceso desde puntos de vista diferentes, que permitieran cierto grado de incertidumbre. Pero no: lo único que se deja ver es una polaridad estereotipada, porque las mujeres actúan a partir de la histeria y la condición de víctimas, mientras los hombres resultan traidores aunque atenuados por su resiliencia y encanto. En medio de esta división de género tan cómplice con el machismo surge la figura de un homosexual, configurado como una especie de rata infecta que actúa sólo por impulsos salvajes. Algo parecido ocurre con el mundo campesino; los personajes son primarios, actúan irracionalmente, son prepotentes con los patrones, han desatendido sus visitas a la iglesia y viven sumergidos en el vicio. A partir de esto, no cuesta mucho imaginar quiénes cometerán actos criminales.
Elizabeth Subercaseaux construye una prosa desnivelada, a ratos lenta y excesiva en su descriptivismo, luego veloz y superficial; asume un lenguaje neutro, pero rápidamente lo interviene con chilenismos; intercala un relato policial que desvía el foco de la historia e incluye un excesivo repertorio de personajes incidentales; además, sus protagonistas son maquetas construidas a partir de estigmatizaciones culturales. Las confidentes es una novela tan mediocre que ni siquiera da para calificarla de mala.