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El caso Neruda, novela de
Roberto Ampuero. Editorial Norma, 2008, 330 páginas.
El calcetinero de Neruda
Patricia Espinosa
Las Ultimas Noticias, 12 de Septiembre de 2008
Como se sabe, desde hace rato que Roberto Ampuero viene publicando novelas en las que Cayetano Brulé oficia de protagonista. El personaje, como también se sabe, es un detective privado cubano y decadente que vive en Valparaíso, que es habitué de los bajos fondos, parrandero y enamoradizo. No pertenece a la fauna de investigadores cuya intimidad es explorada en detalle, y en general carece de profundidad: todo parece resbalarle y, sin duda, tampoco pretende pasar por intelectual.
En El caso Neruda , Brulé realiza una larga rememoración sobre sus inicios en el rubro detectivesco. En 1971, recién llegado a Valparaíso, con apenas veinte años, y enamorado de una chilena revolucionaria de la alta sociedad, conoce a Pablo Neruda, ya enfermo de cáncer, quien le encarga su primer caso: debe rastrear, en principio, a un médico al que el poeta conoció en México en 1940 y que trabajaba con yerbas para curar ese mal. Luego, el propio poeta, desgastado por la enfermedad y atormentado por sus antiguas relaciones afectivas, le cuenta al detective que su objetivo central en verdad es la mujer del médico, quien fue su amante y con la cual quizás tuvo una hija. Confirmar la paternidad de Neruda se vuelve así el eje de esta narración, que le debe mucho a la novela de Antonio Skármeta Ardiente paciencia , llevada al cine como El cartero de Neruda , porque Brulé ante el poeta, al igual que el cartero, se exhibe ingenuo, dócil, querendón y honrado de ser prácticamente un calcetinero suyo.
Si la idea es mostrar algún aspecto desconocido de Neruda o una nueva mirada acerca de él, el libro no constitituye ningún aporte. Al contrario: está plagado de datos que sólo reafirman los clichés que componen la estatua de bronce en que se ha vuelto el poeta. Aun así, los mayores problemas pasan porque Ampuero pretende facilitarle en extremo las cosas al lector. La cercana muerte de Neruda y la revelación de la verdad conforman una estrategia narrativa en extremo simple, permitiendo que pase lo peor que puede ocurrirle a un relato de indicios, donde la incertidumbre debe ocupar un lugar central: que desde el comienzo se huela que el poeta tendrá nulas posibilidades de conocer el resultado final de las pesquisas. Por otro lado, el relato se desinfla y se vuelve cada vez más torpe debido a que en cada lugar al que viaja el detective en busca de pistas –México, Cuba, Alemania del Este, Bolivia– las cosas se le tornan extremadamente expeditas, todo el mundo parece estar a su favor, las interferencias son mínimas y el tipo se muestra paupérrimo en sus disquisiciones y estrategias investigativas.
Ampuero construye un libro que abusa de los recursos del folletín, un género caracterizado por entregarse en etapas, lo cual queda claro en la forma como finaliza cada capítulo y como presenta una gama de personajes estereotipados que sólo sirven para seguir haciendo avanzar por la fuerza este melodrama, que además es desagradablemente moralizador. Utilizar a Neruda no puede leerse más que como un gancho comercial, orientado quizás a turistas literarios y a lectores interesados en atisbar gruesamente el lado B de un poeta famoso, convertido aquí en una suerte de maqueta que no se sustenta más que en una impresionante retahíla de lugares comunes.