¿Por qué acerca de los perros?, se preguntará con seguridad más de algún lector.
En primer lugar, porque los quiero, lo que no sé si es un mérito o un defecto mío. Bien se sabe, unos tienen afición por los cabaIlos, otros por los gatos, y algunos, ninguna. En cuanto a mí, desde pequeño siento cariño por los perros.
Ya sé que entre nosotros no se considera una virtud amar los perros. Pero cuando alguien vocifera "perro maldito" o escribe "perros fascistas" denota escasez de imaginación y petulancia de sobra. Nunca, ningún perro ni los amaestrados por los fascistas, cometió las ferocidades de los hitlerianos; y si los perros hablaran, seguro que compararían a los más fieros de su raza con los carceleros o verdugos.
El "fuero perruno"
En Londres siempre admiro los perros, y no porque haya muchos de raza, bien cuidados, sino porque se conducen perfectamente en la calle. Allí es raro ver un perro atado, todos andan sueltos, como si supieran que existe el "fuero" perruno. A veces traban conocimiento entre sí, otr0s pasan de largo sin reparar en sus congéneres. Quieren presumir de libres, y ni vuelven la cabeza hacia sus amos. Pero en cuanto tiene que cruzar una calle por la que circulan centenares de automóviles, el perro espera en la acera a su amo y atraviesa pegado a sus piernas. Por lo visto, en los perros la sensatez no está reñida con el amor a la libertad.
Chejov amaba a los perros. En su finca de Melejov tenía dos pequeños: "Bromo" y "Quinina". Se notaba que era médico. Kuprin recordaba cómo Chejov decía con bondadosa sonrisa: ¡Qué bueno son los perros!
Sí, realmente los perros no son malos. En Leningrado, durante el bloqueo, el escritor Grusdev mantenía en su casa dos perritas lulú. Las pobres, hambrientas, se habían quedado en los huesos. Un día la esposa del escritor llegó a casa con la ración de pan de dos días: medio kilo de masa negra, húmeda, terrosa. Sonó el timbre del teléfono y la mujer, presurosa, tomó el auricular y se pasó largo rato hablando. De pronto se acordó que había dejado el pan en una mesita. ¿Y que creen? Las perritas estaban como hipnotizadas mirando con ojos golosos el pan; se les había caído la baba, pero ni lo tocaron.
Perros zapadores
En el último año de la guerra los alemanes colocaban minas sin cubierta metálica. Entonces, como los aparatos buscaminas no servían, se recurrió al olfato de los perros. No sé lo que ellos olfateaban, posiblemente el olor de la tierra recién removida; pero la verdad es que descubrían sin equivocarse las minas, se tendían, al lado y esperaban al zapador. En el verano de 1945, se organizó en Leningrado una muestra de perros del ejército y de otros que habían sufrido el bloqueo. Entre los héroes, había uno que descubrió más de cuatro mil minas; sólo le faltaba una oreja.
Hay perros de raza y perros comunes. Unos y otros son buenos a su manera. Yo diría que los comunes son más inteligentes que los de raza. Un perro lobo escocés puede acarrear al prado un hato de vacas o un rebaño de ovejas sin pastor. Un terranova salva a gente que se está ahogando. El escritor francés Simenon, que se pasaba las vacaciones en una balsa, tenía uno de esos perros, que le daba muchas preocupаciones. En el Marne solía bañarse mucha gente, y el perro no hacía más que sacar del agua a los nadadores.
Mi perro "Buzu"
Yo tuve un perro "Buzu", más bien un can vulgar, un mestizo como dicen amablemente los entendidos. Era un animal magnífico, alegre, aunque tenía sus vicios, parecidos a los humanos; era presumido y, en ocasiones, un granujilla. Cuando lo llevaba atado, aparentaba ser muy bravo, les ladraba hasta a los dogos; pero, apenas lo soltaba, se volvía mansito y se encogía al pasar cerca de los perros grandotes. En el restaurante en que cenábamos recorría todas las mesas, olfateando. Las parejas de enamorados no lo atraían, demasiado absortas en sus sentimientos y difíciles de conmover por un perro. Buscaba el cliente solo, que comía carne, y empezaba a hacerle caricias. Entonces el hombre, complacido, le alargaba un trozo de su filete. Quince minutos más tarde llamaba en vano al perro, pues ya iba por los postres y a "Buzu" no le gustaba la fruta.
Un ejemplar granuja
Conocí a otro perro también bastante granuja, un perro corriente llamado "Fraile". En el verano de 1916 pasé varios meses en el sur de Francia. Cada día, a la hora de la comida, aparecía un perro rollizo bastante feo. Le pusimos "Fraile" porque su lana parecía un hábito y tenía unos ojuelos pícaros. En una ocasión vi en la calle a "Fraile". Lo llamé pero él me volvió la espalda. La mujer con quien iba lo llamaba "Bijou". Después descubrí que tenia un tercer amo todavía y me enteré que "Fraile" pasaba la noche en su casa, pero de día vagabundeaba por todas partes.
Un día iba yo en tranvía a Niza. El cobrador me exigió que tomara boleto para el perro. La cosa me extrañó. Pero el hombre me dijo secamente: "No es la primera vez que va a Villefranche". Quería decirme que tenía otro amo a ocho kilómetros de nuestra casa. Es claro que no por su buena vida "Fraile" se había hecho un diplomático.
Un nombre de mujer
Entre nosotros es difícil pasear con un perro, hay que buscar un apartado callejón o un patio desierto. El día que terminé de escribir la novela "La Tempestad" me regalaron un cachorrillo. Le puse el nombre de mi heroína: "Mado". Tiempo después iba con él por una callejuela y lo llamé: "¡Mado!". Una mujer que por allí pasaba me miró indignada y me dijo: "¿Cómo no le da vergüenza llamar al perro por ese nombre?". No le expliqué que yo era el autor de la novela. Sin decir nada, até a "Mado", perro bajito y larguirucho, con patas cortas. La mujer continuó: "¿No hа podido encontrar mayor adefesio?". No pude contenerme y respondí: "Hay que crecer para llegar a ser tan pequeño!".
Puede que algún lector diga extrañado: El viejo se ha vuelto loco. ¿Qué provecho reportan los perros? Yo podría explicar que los perros suelen ser de mucho provecho, pueden servir de mucho. Pero diré lo fundamental: los perros son unos buenos amigos y, siquiera un poco, ayudan al adolescente y al joven a hacerse hombre, lo que no es tan fácil; yo diría que es inclusive más difícil que rendir con nota sobresaliente todos los exámenes y recibir el título de bachiller.