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Crítica Literaria

Por Patricia Espinosa
Las Últimas Noticias, 1 de Febrero al 1 de Marzo de 2013


 

 

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La Franja
Juan Pablo Rozas. Chancacazo Publicaciones, 2012, 187 páginas.
LUN, 1 de Febrero de 2013

Juan Pablo Rozas es arquitecto, nació en 1948 y La Franja es su primera publicación. Es una novela donde la modernidad pone en jaque el apacible ritmo de la vida cotidiana de un entrañable personaje que parece detenido en el tiempo. Mediante una prosa calma, minimalista y pictórica, el autor configura una narración morosa y a la vez tremendamente inquietante y placentera.

La Franja es un libro que no da atisbos de ser una escritura primeriza; por el contrario, Rozas manifiesta seguridad y gran precisión para construir una historia en que el protagonista jamás desaparece de escena. Sostener a un personaje, Manuel Sepúlveda, al que le suceden muy pocas cosas, por casi doscientas páginas, sin baches, sin adelgazamiento de la acción, por mínima que sea, es realmente un mérito. El protagonista, un hombre mayor, viudo, jubilado de una empresa ferrocarrilera, pasa sus días en una casa, ubicada entre la línea del tren y la carretera, que hace unos cuarenta años le entregara la empresa por su cargo de jefe de la estación sureña llamada Lungue.

Cuando don Manuel, o don Manolo, es visitado por un topógrafo del Ministerio de Obras Públicas, comienza a dudar acerca de quién es el dueño del terreno en el que se ubica su casa, si la familia Mendiburo, dueña del fundo cercano, o la empresa de ferrocarriles. Esta incerteza deja al personaje sumido en un total desamparo. El sitio ha sido suyo durante la mayor parte de su vida y siente que está siendo despojado. El personaje ha organizado su vida en función de su trabajo y del lugar que habita, y es por ello que se desestabiliza totalmente ante la posibilidad de la pérdida. Sin embargo, decide dar una pequeña lucha. Pequeña, porque Manuel ha sido desde siempre un hombre calmo, obediente, seguro de ser respetado única y exclusivamente por el hecho de realizar con rigurosidad su oficio.

La posible pérdida de la casa introduce al personaje en un proceso de reflexión sobre su pasado y presente. Flashazos de momentos de su infancia y retazos de escenas con su fallecida esposa Edelmira se intercalan con un presente donde aún sobrevive el orgullo de haber sido el jefe de aquella estación. La historia expone de modo ejemplar la dignidad del personaje, situado en un lugar menor, pero altivo, incluso ante las circunstancias actuales, a punto de perderlo todo.

En una tierra que parece muerta, Manuel Sepúlveda aprende a lidiar con su soledad, construyéndose una vida donde todos sus actos adquieren un carácter ritual que parecen estar sumergidos en una inconmensurable tristeza, desde caminar con el perro hasta sus rutinas de aseo corporal, de alimentación y hasta de jolgorio. Más allá del categórico final, La Franja es una novela para reflexionar, llena de matices rudos y emotivos, que marca un muy buen debut literario de Juan Pablo Rozas.

 

La patria
Marcelo Leonart. Tajamar, 2012, 158 páginas.
LUN, 8 de Febrero 2013

La familia como un estado de anormal equilibrio en medio de una crisis que inevitablemente desembocará en un desastre constituye el objeto central de la literatura de Marcelo Leonart. En éste, su tercer libro publicado durante el año 2012, arremete una vez más con la configuración de un orden familiar sometido a una amenaza permanente orientada a hacer estallar su aparente solidez.

La patria es una novela cuya voz central es la del padre de una pequeña familia: un tipo de cuarenta años, de clase media, nacido en 1970. Sara, su mujer, jamás es una presencia inocua, sino que duerme, vomita y acompaña en un silencio permanente al narrador. Los desplazamientos temporales dan cuenta de manera dispersa del pasado feliz, en una confortable casa ñuñoína, con un hijo y las esperanzas de un segundo. Pero la cómoda vida familiar se ve interrumpida por la muerte del niño, situación que desliza el relato hacia un lugar diametralmente distinto.

El traumático suceso hace emerger en el padre la idea de asesinar nada menos que a un destacado político nacional. El personaje que el narrador elige es Francisco Javier Cuadra, ex ministro de la dictadura, conocido por el papel que representó en unos recordados montajes comunicacionales que permitieron encubrir crímenes de las fuerzas represivas. La novela detalla la biografía “real” del personaje, mientras la pareja –instalada ahora en un departamento contiguo al de Cuadra– escucha e imagina su vida diaria. La responsabilidad política de Cuadra intensifica el rencor del protagonista y su pareja, quienes lo acechan esperando el momento oportuno. Esta espera, estructurada con exactitud, convierte el relato en una instancia llena de tensión.

Sin embargo, veinte páginas antes del fin de la novela, todo comienza a resquebrajarse. El narrador, dándose una grandiosa y fatal vuelta de carnero, transforma su discurso político en un sentimental lamento derivado de la muerte de su hijo, permitiendo que un discurso de corte resentido-mesiánico tome el control del volumen. El énfasis en el desvarío psicológico de la pareja destruye la tesis que atravesó la totalidad de la novela: la literatura como lugar donde saldar las deudas que ni la historia ni la justicia pueden o quieren resolver.

El dolor ante la muerte del hijo es la clave del comportamiento de estos padres quebrados, destruidos, que deliran y toman decisiones irracionales. De tal forma, el giro hacia una emotividad enfermiza, de alguna manera, justifica sus opciones; lo psicológico desbanca a lo político como motivación del crimen. Esto produce inevitablemente un adelgazamiento de la narración, que deriva en una indagatoria bastante simple y causalista de un crimen. Leonart opta por evitar problemas mayores y lleva su libro hacia el pequeño universo del individualismo clasemediero, en el que todo pasa por la mecánica del propio bienestar o de los propios dolores.

 

El tema es complicado
Juan José Podestá. Narrativa Punto Aparte, 2013, 98 páginas.
LUN, 15 de febrero 2013

Lo que primero llama la atención en Juan José Podestá es su capacidad para contar historias a partir de muy pocos elementos, generando atmósferas apesadumbradas por donde circula una serie de personajes siempre dispuestos a encontrar un sentido a sus enrarecidas existencias. Podestá es un hacedor de ficciones que se arriesga a configurar personajes e historias en el norte chileno sin recurrir a una mirada llorona y nostálgica, sino que haciéndolo desde la plenitud de un realismo que aúna dramatismo y una tonalidad de marcada indiferencia.

El tema es complicado es un libro de relatos breves, con un estilo seco y poco rebuscado, donde cada personaje se encuentra atrapado por el fracaso, imposibilitado de escapar de una vida que desde siempre ha estado inmersa en la turbiedad cotidiana y a veces hasta pueril. Podestá consigue configurar seres aparentemente inmutables ante el dolor, que parecieran venir de vuelta de un infierno mayor al de todos los días.

La presencia del norte chileno opera como símbolo de un paradójico refugio, el territorio donde el mal se ha naturalizado y obliga a convivir, aunque sin mayor ruido, sin mayor escándalo, con un mustio día a día. Así sucede en el relato “Tocopilla”, cuyo título señala el lugar al que un médico, junto a su mujer embarazada, es destinado luego de haber cometido una negligencia. La presencia de un anciano paciente, unas macabras fotografías y la infidelidad llevan la vida del médico al límite. El cornudo es una figura reiterativa en estas narraciones, donde los hombres resultan introvertidos e impasibles ante los estrambóticos comportamientos de sus mujeres. La indiferencia y la ingenuidad masculinas se ven ejemplarmente retratadas en el tragicómico relato “De hambre”, donde los amoríos de un poeta vago, vilipendiado sin compasión por una celópata, derivan en la muerte del poeta.

El viaje es también un tema permanente en esta escritura. El protagonista de “Década”, que reside en España, regresa a Pica a ver a su padre, reencontrándose sólo con vidas destrozadas y sin salida alguna. En “A propósito de Helena”, una pintora resuelve abandonarlo todo y largarse hacia un futuro desconocido. Este aire de tragedia que cruza las historias es anulado por el autocontrol de los personajes. La contención sentimental es el aspecto que mejor desarrolla este volumen. Sus pinceladas de humor, aun cuando ocupan un lugar menor, no logran salir del anecdotismo fácil.

El choque entre la álgida tensión dramática y la austeridad emocional de cada protagonista es el gran mérito de este primer libro de Podestá, quien destruye todo cariz afectivo, todo bucle psicológico, mediante una perspectiva narrativa siempre distante, lejana, tal como en un eterno juego de póker, que intensifica la incertidumbre que pulsa en sus personajes.

 

La calle Montaña
Jorge Palacios. Chancacazo Publicaciones, 2012, 70 páginas.

LUN, 22 de Febrero 2013

Jorge Palacios ha tenido una extensa trayectoria como académico y ensayista, a lo cual suma una breve carrera en el ámbito de la ficción: publicó el año 2001 la novela Del Mapocho al Sena, y ahora reaparece con La calle Montaña, un libro de relatos en el que este autor, nacido en 1926, propone una particular y nostálgica mirada sobre una parte del siglo pasado nacional. La narrativa de Palacios tiene una fuerte carga emocional, además del manejo de un detallismo y una verosimilitud destacables.

El relato que abre y da título al volumen es “La calle Montaña”, que expone en primera persona a un niño, Cuqui, de seis años, el más pequeño de una enorme familia, que habita una acomodada casa de Viña del Mar durante la década del treinta. Cuqui es un niño pícaro, deslenguado, víctima de las pesadas bromas de sus hermanos, sometido a la extrema rectitud del padre y la complacencia de sus hermanas, la madre y las asesoras del hogar. A través de una tonalidad muy minuciosa, la narración instala un habla cercana a la oralidad, para entregar una visión sobre la clase a la que pertenece el niño y al estilo de vida familiar. La mención de zonas de un Viña del Mar de antaño y de las normas de la vida diaria contribuyen a armar un cuadro costumbrista muy interesante. De tal modo, el relato se vuelve un valioso testimonio epocal, de una familia de la alta sociedad que va dejando atrás el bienestar económico para adentrarse en una época marcada por la inestabilidad.

“Ximena” es el título del segundo relato de este pequeño volumen. Esta vez, durante la década del cuarenta, un joven estudiante universitario conoce a una niña de catorce años, iniciando con ella un gran romance. La idílica historia de amor es interrumpida por la tuberculosis que padece la joven, quien es recluida en la parcela de sus padres. El enamorado y destruido muchacho lleva la voz de una historia que va describiendo el deterioro físico de su amada. Con mucha sutileza, la narración configura el aislamiento que vive la familia entregada al inevitable y dramático final. La escena donde la joven tísica aparece en el centro de sus visitantes, un grupo de amigos bohemios que acudían a la parcela para entretenerla, está al borde de lo macabro. El clásico tópico de la joven virginal expuesta a un destino funesto es configurado desde una perspectiva templada pero también resentida con el momento que les tocó vivir: una época de precariedad sanitaria. Es interesante el minimalismo con que el narrador expone los repugnantes síntomas y efectos corporales de la dolencia, acercando con ello al lector al padecimiento cotidiano de convivir con el horror de la enfermedad.

Jorge Palacios consigue acercarnos a la intimidad de sus personajes, a sus formas de vida cotidiana, a sus pequeñas tragedias y también a la alegría pueril. La calle Montaña deja con gusto a poco, lo cual dice bastante de este pequeño libro.

 

Retrato del Diablo
Antonio Gil. Sangría, 2012, 196 páginas.

LUN, 1 de Marzo de 2013

La literatura comercial intenta hacer las cosas cada vez más fáciles al lector, el cual debe desplazarse por los textos sin la menor dificultad: nada debe interrumpir un acto de lectura que busca fundamentalmente la entretención. Esta peligrosa hegemonía arrincona las escrituras experimentales, las cuales pierden cada vez más cultores y lectores. Por lo mismo, a estas alturas, resulta una acción temeraria (por no llamarla intento de suicidio) generar un texto que vaya más allá de los formatos comerciales. El riesgo de restringir el conjunto posible de lectores y de desafiar al establishment literario es enorme; sin embargo, alguien tiene que atreverse a realizar este “trabajo sucio”.

En esta línea de narrativas experimentales (donde también podemos mencionar a Guadalupe Santa Cruz y Matías Celedón) se inscribe Retrato del Diablo, de Antonio Gil. Es una novela difícil, densa y oscura, que confirma su talento para generar ficciones que desarticulen la historia. En esta ocasión, Gil se solaza en confundir, desesperar y llevar al lector a los límites del aguante, fustigándolo con una escritura que no da tregua alguna.

El delirio del explorador/conquistador –la locura y ambición de aquellos que emprendieron viajes a lo desconocido en busca de poder y dinero– es uno de los temas fundamentales de este volumen. La historia se centra en el cosmógrafo Rui Faleiro, ex socio de Hernando de Magallanes, quien lo traicionó robándole conocimientos imprescindibles para emprender el famoso viaje alrededor del mundo, y en Gil, un don nadie que podríamos suponer que transcribe los dichos de su compañero de reclusión en un hospicio de enfermos mentales en el siglo XVI, en Lisboa, Portugal. Faleiro, quien además es físico, geómetra, trigonómetra, astrónomo y astrólogo, ha dibujado en un muro el mapa de un inexistente Reino de Chile. Estamos ante un personaje que posee un discurso plenamente premoderno, donde las palabras están ligadas a las cosas y donde el conocimiento es un enjambre turbulento de disciplinas.

La palabra recargada, la frase que se encabalga, que rompe con la lógica, las descripciones hiperbólicas, las enumeraciones infinitizadas y la tonalidad del castellano antiguo aproximan esta novela a una crónica de Indias, donde se superponen enfebrecidos relatos y divagaciones; tráfago en el que incluso tiene cabida un capítulo dedicado a Yuri Gagarin, el astronauta ruso, y a un par de traidores, un cura y un marino, que, expulsados de la expedición de Magallanes, vagan por una Patagonia fantasmal y aterradora. Distintas temporalidades que contribuyen, además, a la construcción de un relato que rechaza el concepto de desarrollo lineal para integrarse a un ciclo de eterno retorno de los hechos.

Con una prosa barroca, por momentos tremendamente lírica y con un tono exasperado, desbordante, Retrato del Diablo juega con el montaje y el exceso, juega con el lector, a ratos incluso abusa de él, pero logra sostener una perspectiva purulenta y enfervorizada sin perder el aliento.



 

 

 

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Por Patricia Espinosa.
LUN, 01 de Febrero al 01 de Marzo de 2013
"La Franja", de Juan Pablo Rozas; "La patria", de Marcelo Leonart; "El tema es complicado", de Juan José Podestá; "La calle Montaña", de Jorge Palacios; "Retrato del Diablo", de Antonio Gil.