Crítica literaria
Por Patricia Espinosa
Las Ultimas Noticias, 16 y 23 de Noviembre de 2012
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Máquinas de escribir
Miguel Lafferte, Lom, 2012, 266 páginas.
LUN, 16 de Noviembre de 2012
El ángel de la historia de Walter Benjamin, arrastrado por un viento tempestuoso, sólo puede mirar hacia atrás y lo único que ve son ruinas acumulándose sin cesar. Manuel Fuentes, el protagonista de Máquinas de escribir, se encuentra en esa misma situación, avanzando a tientas por un territorio lleno de fragmentos de los cuales jamás puede obtener una imagen completa, sólo fragmentos imposibles de restituir. El pasado, lleno de espacios en blanco, huellas de la violencia represiva y destellos de una épica cotidiana, es un universo de claves inciertas que se cierran y se dispersan en esta intensa y reflexiva primera novela de Miguel Lafferte.
Con elementos cercanos al formato novela negra, como la averiguación del destino de algunas de las máquinas de escribir usadas por la CNI, con destellos de humor y una gran dosis de tragicidad, el volumen cubre un período que se abre con la dictadura y termina en los años 2000. Un marco temporal en donde el narrador circula sobreviviendo a tumbos. Manuel Fuentes es un hombre profundamente solo, que a primera vista parece no vivir más que el día a día; tiene 30 años y trabaja en un Departamento de un Ministerio, una oficina genérica que simboliza a ese eterno Chile burocrático, indiferente, preocupado sólo de marcar el paso y que todavía respira con fuerza detrás de la escenografía posmoderna.
Fuentes es un asiduo visitante anónimo de múltiples eventos que homenajean a víctimas de la dictadura, con los cuales, en principio, no tiene vínculo alguno. De esta forma emerge en la narración el discurso sobre la historia de Chile, la presencia de la dictadura, sus prácticas de exterminio y las formas de resistencia.
En medio de una caoticidad creciente, la historia familiar de Fuentes y la historia política del país se cruzan, haciendo surgir a pedazos una memoria que lo obliga a recorrer constantemente callejones sin salida. El narrador recuerda su infancia, la itinerante vida de sus padres, al mismo tiempo que traba amistad con un viejo ex mirista que carga la culpa de la delación.
La novela consigue establecer una mirada profunda respecto de un presente posutópico, decadente y sombrío, acechado por una historia que aún exige respuestas; un tiempo en el cual Fuentes se sumerge como si en ello se le fuera la vida. Por eso Fuentes es un personaje grandioso, un tipo que parece alienado, pero que poco a poco va dejando entrever que hay algo más, una suerte de pulsión secreta que lo lleva a recuperar la historia a través de pequeños e inútiles gestos.
La narrativa de Lafferte nos lleva a preguntarnos por el sentido de lo épico y por la necesidad de mantener viva la memoria del horror, intentando recoger los pedazos de un pasado que se mantiene abierto, a pesar del intento de una machacante actualidad que lo arrincona en los bordes de la experiencia.
De Madrid al cielo
Marcela Valdivieso. Mondadori, 2012, 275 páginas.
LUN, 23 de Noviembre de 2012
Ana, una joven estudiante chilena, cercana a la izquierda a pesar de provenir de una familia pinochetista, viaja a Madrid a cursar un doctorado en letras. Es la década de los ochenta y el viaje no sólo le significará la revelación de un nuevo mundo, sino también la imposibilidad de abandonar los lazos familiares y la atmósfera de temor que se vive en su país de origen.
De Madrid al cielo es una novela sentimental, melodramática y hasta cursi donde proliferan las relaciones amorosas atravesadas por continuas interferencias. Ana es virgen, solitaria, melancólica, ávida de protagonizar una historia romántica. Su españolísima amiga Lola le presenta a su hermano Santiago o Santi, un pintor bohemio, enrollado y de mal carácter de quien Ana se queda prendada. Pronto aparece el tercero en discordia: Antonio, literato, amigo de toda la vida de Santiago, quien también deja boquiabierta a Ana. La estudiante de literatura pone en segundo lugar sus estudios y se dedica en cuerpo y alma a vivir el tormentoso amor que ambos hombres le manifiestan. La mujer experimenta su conflictuada pasión secretamente, ya que ambos hombres no tienen idea de que forman parte de un trío.
El libro desarrolla las dos líneas amorosas, dejando a la muchacha en el medio. Es ella quien narra con gran emotividad sus avatares sentimentales, sin que intervenga la culpa. Eso es algo llamativo, dado que Ana es una mujer conservadora y bastante religiosa, una chica “de su casa” que a pesar de las oportunidades que se le abren con el viaje no puede jamás sentirse del todo asimilada a la vida madrileña. Quizás por esto mismo Ana establece una estrecha relación con la familia franquista de Santiago y Lola, quienes la acogen efusivamente. La protagonista no sólo descubre que los parientes de Santiago y Lola son el reemplazo natural de su familia chilena, sino que el hecho de ser franquistas no los aleja de la bondad y la solidaridad.
Con una técnica simple, la historia da cuenta de los acontecimientos de manera lineal, planteando sucesivos clímax y anticlímax asociados a una incógnita de cuño amoroso en medio de un erotismo rosa y vaporosas tácticas de seducción: ¿con cuál de estos dos hombres se quedará Ana? Simbólicamente, ella es la fragilidad y la sensibilidad a flor de piel, la pasiva que se deja querer y arrastrar por la actitud decisiva y racional de ambos galancetes. Un subtexto importante en el relato, que justifica la ansiedad de la protagonista por armarse de afectos, es la conciencia de desarraigo que experimenta, porque Ana no logra desprenderse de la tragedia chilena.
De Madrid al cielo recurre a los típicos elementos dulzones de la narrativa amorosa tradicional y timorata, con una protagonista que se alborota por la libertad implícita al viaje, siempre, eso sí, dentro de unos límites que no dañen mucho su imagen de “señorita bien” con ganas de conocer la vida.