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        La poesía en la dictadura cívico militar
EL HORROROSO CHILE
            
                Por Patricio Escobar Romero
Periodista, Profesor de Lenguaje y comunicación.
        
        
 
        
          
        
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          “Fueron 17  años largos años tanto para los que partieron como para los que permanecimos  entre el Océano Pacífico y la Cordillera de Los Andes. Por suerte para  nosotros, entre estas dos majestuosas fronteras corría a raudales la poesía de  Huidobro, Mistral, Neruda, de Rokha, y de la de nuestros mayores más cercanos:  Parra, Lihn, Teillier, Anguita y Rojas. Los leímos, los escuchamos y la  oscuridad fue menor”. Gonzalo Contreras.
        
         La conmemoración de los cuarenta años del golpe de Estado de 1973 copó  la agenda de la prensa chilena durante el pasado mes de septiembre. Algunos  optimistas señalaron que los medios de comunicación, más proclives al olvido  que a la memoria, fueron empujados por los movimientos sociales a poner fin al  silencio que ha imperado durante las últimas cuatro décadas. Otros afirmaron  que esta oferta mediática no fue más que una hábil maniobra de los poderosos de  siempre para reescribir la historia. Lo concreto es que, cual fuera el motivo,  tuvimos acceso masivo a un numeroso y variado material simbólico -documentales,  películas, diarios y revistas, literatura, música -  que visibilizó uno que otro asunto pendiente  en Chile.
         Sin embargo, aun en esta vorágine del recuerdo, hubo olvidos que  persistieron y permanecieron ocultos para el grueso de la sociedad. Entre  estos, destaca el caso de la poesía chilena en dictadura, que continuó  proscrita del ejercicio de la memoria y de las ceremonias oficiales, lo que no  puede sino llamar la atención si tomamos en cuenta la calidad de las obras  nacionales y su relevancia en el contexto global. Esta manifestación artística  parece haber transitado de una dictadura a otra; es decir, desde la represión  militar a  la tiranía del mercado. Así  también nos convertimos en un país con muchos poetas y pocos lectores. 
        
        LA POESÍA EN TERRITORIO DE  VIOLENCIA 
                  La pregunta sobre el papel de la poesía durante nuestra accidentada  historia como país ha motivado a numerosos autores a reflexionar sobre este  asunto. Armando Uribe en su ensayo El fantasma Pinochet señala que en un territorio  “que nació y vivió en la fea violencia”, han sido los poetas quienes “con mayor  detalle han revelado la psicología de la población”. En torno a la relación  entre la creación de los autores más influyentes y el contexto nacional, el  agudo vate plantea: “¿Qué se puede desprender de sus obras más importantes? Una  visión violenta, desesperada y melancólica, una exaltación del duelo y del  luto” (2005).
         Por su parte, Gonzalo Contreras, autor de Poesía Chilena  desclasificada, retoma esta cavilación para concluir finalmente que existe una  íntima relación entre la lírica chilena y la política. Contreras sostiene que  esta manifestación artística constituye un patrimonio de rebeldía y de  subversión que configuró una “tradición libertaria” que inspiró (e inspira) a  las nuevas generaciones. “Basta con mencionar los escritos políticos de  Gabriela Mistral, el ideal libertario de Vicente Huidobro, la decidida defensa  de Neruda en pro de la República en la Guerra Civil Española y su Yo acuso  contra González Videla, que le costaría la persecución y el exilio”, indica en  el prólogo de la mencionada antología. 
         En la misma línea, el académico Iván Carrasco manifiesta  que durante los últimos treinta años del pasado siglo, los poetas oriundos de  este territorio continuaron con esta tradición, aun cuando lo más  característico del panorama fue la heterogeneidad y la diversidad. Según  Carrasco, la mayoría de los exponentes han mostrado “admiración y respeto por  los grandes autores”, pero “han preferido explorar caminos propios vinculados  con los hechos históricos y sus particulares situaciones de vida”. Es por esta  razón, que en su relación con el pasado reciente, gran parte de la poesía  chilena destacó como un bastión testimonial, de resistencia y como un acto  libertario en el más cruel de los escenarios. 
        
          ENTRE LA GENERACIÓN DIEZMADA  Y LA GENERACIÓN NN
         “Un ángel caído / erizado de ásperos cañones /  anuncia la edad de la rapiña”. (Bajo dictadura, Manuel Silva Acevedo).
         El bombardeo a La Moneda y el fin del proyecto de socialismo  democrático de la Unidad Popular constituyen huellas imborrables sobre todas  las áreas del quehacer nacional. Por supuesto, la poesía  acusó el brusco viraje y se transformó en un  documento de época que cuarenta años después mantiene su vigencia. De hecho, el  mismo 11 de septiembre, Salvador Allende prefirió utilizar un discurso poético  en lugar de uno político (“Más temprano que tarde se abrirán las grandes  Alamedas por donde transite el hombre libre”), asegurando así la trascendencia  de su mensaje. Por su parte, Augusto Pinochet inauguró con rústica metáfora  (“Se mata a la perra y se acaba la leva”) los 17 años de dictadura, permitiendo  avizorar el tono que se impondría en todas las esferas de la vida pública. 
         Por cierto, la irrupción castrense constituyó una reacción a un proceso  político cuya data se remontaba a décadas anteriores. Su hilo conductor se  puede rastrear en las luchas obreras de los albores del siglo XX, y su  culminación en el triunfo de la Unidad Popular. Ese largo camino gozó del apoyo  de diversas figuras del arte y la cultura. Por ejemplo, la llamada Generación  del 60, que precedió la llegada a la presidencia de Salvador Allende, sufrió  directamente los posteriores embates militares, pues la mayoría de sus  integrantes celebraron los cambios estructurales que experimentaría Chile  durante el proyecto derrotado. Exponentes como Jaime Quezada, Floridor Pérez,  Manuel Silva Acevedo, Omar Lara, Óscar Hahn y Gonzalo Millán verían aparecer la  persecución, la muerte y/o el exilio como un destino impuesto.
        
                        Los  muertos salen de sus tumbas / Los aviones vuelan hacia atrás / Los  "rockets" suben hacia los aviones / Allende dispara / Las llamas se  apagan / Se saca el casco / La Moneda se reconstruye íntegra / Su cráneo se  recompone / Sale a un balcón / Allende retrocede hasta Tomás Moro / Los  detenidos salen de espalda de los estadios / 11 de septiembre / Regresan  aviones con refugiados / Chile es un país democrático / Las fuerzas armadas  respetan la constitución / Los militares vuelven a sus cuarteles / Renace  Neruda / Vuelve en ambulancia a Isla Negra / Le duele la próstata. Escribe /  Víctor Jara toca la guitarra. Canta /Los discursos entran en las bocas / El  tirano abraza a Prats / Desaparece. Prats revive / Los cesantes son  recontratados / Los obreros desfilan cantando / ¡Venceremos! (La ciudad, Gonzalo Millán)
        
         Ivan Carrasco sostiene certeramente que el golpe de Estado “provocó dos  cambios sustantivos en el panorama poético: una breve, violenta y profunda  discontinuidad del proceso de la poesía chilena y una nueva, forzada y dual  relación con los medios literarios de Europa y del país. Esta generó una poesía  del exilio exterior, escrita por autores y militantes políticos expulsados o  fugados de Chile (…) También generó una poesía de la contingencia sociopolítica  orientada a la resistencia al régimen de Pinochet dentro del país, llamada  también poesía del exilio interior”.
         En efecto, el “quiebre de institucional” que vivió el país - con  su  legado de 3000 muertos, de 40 mil  torturados, de un modelo económico y una institucionalidad política que cuatro  décadas más tarde continúa – constituyó, además, una feroz embestida en contra  de la cultura y de las artes. Estos espacios fueron considerados propicios para  el surgimiento del “enemigo interno”, como se le denominó a cualquier tipo de  disidencia. Luis Hernán Errázuriz, académico de la Universidad Católica y autor  del texto El Golpe Estético, sostiene que la irrupción castrense “no sólo  abortó el poder político y administrativo del gobierno de la Unidad Popular,  también inició un proceso de erradicación de su poder simbólico en el campo  artístico cultural”.
         La política del régimen tendría desde sus inicios como eje la censura y  la persecución, lo que facilitaría la “Operación de limpieza” de la amenaza  marxista. El primero paso de esta política fue la quema masiva de libros, el  cierre de editoriales, el encarcelamiento de artistas y escritores, entre otros  adherentes del Gobierno de Allende, la muerte de otros tantos, y etcétera,  etcétera. Sin embargo, al margen de las acciones de las “unidades de  inteligencia de las Fuerzas Armadas”, el llamado apagón creativo nunca fue tal.  El mismo poeta Raúl Zurita asegura que la dictadura “fue un proceso de creación  prolífica, ya que era lo único que se podía hacer”.
        LA GENERACIÓN NN
        
          “El nombre de la  generación tiene poca importancia. También si técnicamente se trata o no de una  generación. Al rotularla, acudiendo a la abreviación de la latina expresión Non Nomine, que se  utiliza para señalar un cuerpo sin nombre (como el de los desaparecidos o el de  un transeúnte muerto en la vía pública), he querido hacer también un juego  literario: lo nn también es una doble negación. Nada es totalmente nada, nadie  es nadie, nunca nunca”. Jorge Montealegre.  
        
                  Naím Nómez es una de las figuras que ha analizado el desarrollo de la  poesía bajo la administración militar. El poeta y académico distingue fases en  la dictadura que repercutieron y condicionaron el quehacer cultural. En sus palabras,  la etapa inicial (entre 1973 y 1977) provocó un repliegue de la creación  artística causada por una “fase terrorista” de persecución ejercida por agentes  del Estado. Esto, en la poesía, se tradujo en un vuelco que fue desde el  compromiso con la realidad social a una interiorización donde el poema “se  desplegó como crónica, testimonio y memoria”. Inaugural resultó el texto “Somos  cinco mil” del cantautor Víctor Jara, escrito secretamente en los fríos  pasillos del ex Estadio Chile, devenido entonces en un centro de detención y  tortura.
        
                        “Un muerto, un golpeado como jamás creí se podría golpear  a un ser humano. Los otros cuatro quisieron quitarse todos los temores / uno  saltó al vacío / otro golpeándose la cabeza contra el muro, / pero todos con la  mirada fija de la muerte” (Somos cinco mil,  Víctor Jara)
        
         Pero Victor Jara no fue el único caso. Hubo otros vates que convirtieron  sus textos en tempranos testimonios del horror y en verdaderos actos políticos.  Tal es el caso de Aristóteles España, quien con apenas 17 años debió soportar  la prisión y la tortura en Isla Dawson. Su libro Dawson es una muestra de “la  violencia como huella en el lenguaje” y una inmejorable fotografía del momento.
        
                        “Este  miércoles se le agotaron las pilas al firmamento / Octubre moja su cola entre  las olas / Pablo Neruda ha muerto / el tiempo se deshace en las literas /  seguramente continúan los fusilamientos / pasado mañana cumplo dieciocho años /  América es un torbellino, nos mantienen en una constante incertidumbre /  frecuentemente nos visita un sacerdote / anoche soñé que bailaba un tango en la  penumbra / ¿Cómo será el rostro de los torturadores? / Las ampolletas de la  barraca están encendidas / estamos acostados / se apagan las luces / La alegría  y la libertad deben ser como dos muchachas bonitas.” (Fragmento  de Dawson, Aristóteles España)
        
        Sin embargo, no todos los autores emplearon palabras directas y  sencillas, hubo quienes optaron por los “intersticios del lenguaje, buscaron  nuevas formas expresivas - ambiguas, con claves secretas - con el objetivo de  burlar el estricto control de la censura militar”, como afirma Nómez.
        
                      Como una víctima de Hiroshima / desperté. / Fue un acto de conversión.  / “Y desde ese día estoy preparado para lo peor” (Lo  peor, Hernán Miranda)
        
         Hacia 1977 se inicia el segundo momento de la poesía chilena,  caracterizado por los intentos de desplegar “nuevas formas de críticas de  cultura que llegara a los reprimidos receptores”. En esta suerte de exploración  influyeron las nuevas experiencias geográficas, históricas y culturales del  exilio. Destacan obras como La nueva novela de Juan Luis Martínez (1977),  Purgatorio de Raúl Zurita (1978) y Proyecto de Obras Incompletas de Rodrigo  Lira (terminado 1982).
        
                        "Preste  Ud. atención, que habla la reacción: Obedézcase servilmente a la ley de la  selva y el derecho del más fuerte a pisotear al débil en los callos que al  débil le hayan salido de tanto correr para mantenerse vivo, y cuidaos que lo  vuestro continúe en vuestras manos, y hacedlo multiplicarse y crecer, pero si  no tiene nada, más vale que Ud. se someta a los destinos aciagos, pues para  hacer oro, oro se debe tener de antemano, ya se trate de la alquimia, ya sea  del termino oro, metáfora del beneficio que se percibe en el mundo del negocio  tal como se habla de plata para referirse al dinero, que como todo, hasta el  poto, hasta el amor tiene su precio." (Rodrigo  Lira)
        
         El tercer periodo parte en los albores de los 80, una década marcada  por la nueva Constitución y por los primeros signos de agotamiento de un modelo  ultraliberal que a la postre produjo la terrible crisis de 1982. Para entonces,  el descontento social empezaba a sacudirse de sus miedos y, tímidamente, salía  a las calles. Durante estos años, el repliegue cultural se fue fisurando en  torno a nuevos espacios para el desarrollo creativo. Revistas como La Castaña,  La Bicicleta e Indice; teatros como el Teniente Bello o el Ictus, así como el  surgimiento de sociedades y talleres de diversa índole, conformaban una  resistencia cultural activa. Destacan aquí exponentes como Clemente Riedemann,  Rosabetty Muñoz y Tomas Harris, quienes – entre otros asuntos- ya daban cuenta  del declive del autoritarismo militar y esbozaban críticas contra sus  consecuencias sociales.
        
                        Guerra en  el Medio Oriente / Un poco más de sol para los trabajadores polacos / Todo eso,  ¿qué? / Yo sólo quiero ser la oveja más gorda del rebaño. (Ronda de Ovejas,  Rosabetty Muñoz) 
        
                Quizá - por la naturaleza misma de la poesía o por la naturaleza misma  de las dictaduras – estos poemas no gozaron de la masividad esperada. Sin  embargo, allí estuvieron, denunciando, reflexionando e incomodando al poder de  turno, que se expresó entonces de modos brutales. Por la misma razón, según  cita Armando Uribe en el libro El Fantasma Pinochet, el propio ex Comandante en  Jefe del Ejército se declaró enemigo de esta manifestación artística: “de  poesía nada, ni leerla ni escucharla”, filosofó. 
        
          
        
         
        
        
          ENTREVISTA  A JOSÉ ÁNGEL CUEVAS: “ESTÁBAMOS HACIENDO ALGO TAN LINDO Y NOS SACARON LA  CHUCHA”
        — El pasado mes de septiembre se  cumplieron 40 años del golpe militar y poco se habló de la poesía chilena en dictadura. ¿Cómo  le afectó a usted y a su obra el golpe de Estado y la posterior dictadura?
          — Yo nunca pensé que me iba tocar vivir algo así, tan cínico, tan espantoso  y, mentiroso. El asesinato se institucionalizó y todo lo demás se volvió  oculto. Nos cagaron la vida y nos mataron la noche, que era el lugar donde nos  desenvolvíamos. Nuestra generación estuvo comprometida con la vida, andábamos  de aquí para allí, de norte a sur. Y de repente, todo eso se acabó. Nos mataron  el mundo en el que vivíamos.
         La persecución secreta era atroz. Estábamos en una ignominia, en una  irrealidad, no sabíamos quién era quién. Por ejemplo, en una situación como  esta, yo desconfiaría hasta de ti. Por entonces trabaja como profesor y los  colegios estaban lleno de sapos.
                      — Jorge Teillier escribió en  uno de sus poemas “Aprende a vivir en un país donde la delación será una  virtud”
          — Estoy completamente de acuerdo con eso… la dictadura fue todo lo que  dicen y peor aún. Lo peor es que muchos no querían verlo y otros ni siquiera lo  sabían. Nunca se supo bien sobre las casas de tortura como la de Londres, la de  José Domingo Cañas… la prensa decía que eran calumnias, mentiras. Además,  estaba lleno de oficinas de agentes secretos que secuestraban y te llevaban a  interrogatorios. A mí me pasó una vez, unos hueones me llevaron allí y querían  que los contactara con gente del MIR.
                      —Estos violentos cambios  provocaron una serie de efectos sobre todas las áreas del quehacer humano. En  su opinión, ¿cómo influyó esto en la poesía nacional?
              — Tuvimos que iniciar  la reconstrucción después de la destrucción interior. Me sentí como un judío en  un campo de concentración, exactamente igual. Me hice un juramento, un  compromiso conmigo mismo: me dije esta hueá yo tengo que sobrevivirla. Y ahí empezó  todo un trabajo moral, ético, donde me propuse escribir de la manera menos  panfletaria posible, sobre lo que estaba pasando; esa crisis del interior, la  mentira, el robo, el aplastamiento, la enajenación. 
         Uno también se fortaleció con todo el proceso, el haber resistido. No  me importa ser un huevón que sólo hago poesía política… bueno, yo cumplo  ante algo que yo creo, y creo que me debo a un pueblo. Esto es lo que he yo  viví y esto es lo que yo he escrito. 
         Por otra parte, la mayoría de los poetas también la sufrieron. Se  estaba armando una generación muy buena, como la del 60 -conformada por  Gonzalo Rojas, Gonzalo Millán, Floridor Pérez- que fue diezmada por el exilio  y la persecución.
                      — ¿Y qué hay de la generación del  “insilio” o el exilio interior, como le han llamado?
          — A mí por ejemplo, Zurita me impactó. Cuando él hablaba de la geografía,  de los mares, de la cordillera, de la grandeza. Me entregó una dimensión que yo  no tenía de las cosas. Ahora, había también un grupo de cabros que hizo muy  buena poesía, como Jorge Montealegre. Además, las mujeres empezaron a escribir  las mujeres, que desarrollaron con fuerza la poesía femenina.
                      — Gonzalo Contreras, poeta y  autor de Poesía Chilena desclasificada, sostiene que la poesía chilena fue una  verdadera reserva moral durante la dictadura. 
          — Yo creo que eso siempre ha sido así. Al igual que el fallecido Patricio  Guzmán, pienso que no hay filosofía chilena ni latinoamericana, sino que hay un  pensar chileno que está en la poesía. Es ahí donde hemos plasmados los saberes,  siempre con rebeldía y con dolor. Por ejemplo, para la Unidad Popular estábamos  haciendo algo tan bonito, algo tan grande… y nos sacaron la chucha, nos mataron,  nos cagaron. Y hoy seguimos en la misma, subsistiendo como poetas en  resistencia. 
         
         
         
        
        
          ENTREVISTA MANUEL SILVA  ACEVEDO:  
        — Han pasado 40 años desde el golpe  de Estado en Chile, cuatro décadas que permiten la reflexión con la perspectiva  que da la historia. ¿Cómo mira hoy todo ese proceso?
          — Yo había sido militante del MIR (organización a la que había llegado de  la mano del periodista Augusto Carmona) hasta el triunfo de la Unidad Popular.  Luego, pedí la venia del partido para participar del proceso, ya que desde 1952  sentía una gran simpatía por Allende. Durante su gobierno, fui trabajador de la  editorial Quimantú, por lo que mi participación en el proceso de  transformaciones fue bastante activa. 
         El día del golpe de Estado logré llegar a la editorial en medio de un  clima enrarecido, pues no se tenía certeza de lo que pasada. De todos modos, de  antes ya se intuía que todo esto iba a reventar por algún lado, ya que la  atmósfera era insostenible. Los niveles de violencia y de  confrontación ya impedían la convivencia. 
         Bueno, la dictadura trajo consigo una serie de repercusiones a nivel  país y a nivel personal. Mi ex señora, que también era mirista, tuvo que  escapar y yo hacerme cargo de nuestra hija. Además, obviamente perdí el  trabajo. Pero dentro de todo, tuve bastante suerte: no me detuvieron, no me fui  al exilio, no me torturaron, como a muchos otros compañeros.
                            — Estos efectos  traumáticos, a nivel personal y a nivel nacional, provocaron cambios en su  poesía y en la de otros exponentes contemporáneos. Sin embargo, en poemas anteriores  a 1973, como Manu Militari, ya se advertía la amenaza de una irrupción violenta  y del quiebre de un proceso social.
          — Claro, ahí están presentes textos como El Presidente en Terno Azul en  terno de paisano, que coincidió con muchas cosas que luego pasaron. Por lo que  pasaba en América Latina ya se podía avizorar que la salida iba a ser violenta.
                      — De hecho, hay quienes han  interpretado Lobos y Ovejas como un poema profundamente premonitorio. Ignacio  Valente dijo que era “un ferviente llamado a la sangre”. 
              —Ese poema simboliza muchas cosas. Lo escribí en 1972 y no pudo ser  publicado por las circunstancias históricas.
                      — Y luego cuando fue publicado  ocurrió un hecho simbólico que terminó por entregarle un carácter mítico, ya que se  quemó en el atentado que sufrió la Galería Paulina Waugh en 1976. En relación a  esto, ¿Cómo vivió el llamado Apagón cultural y cómo influyó en el quehacer  poético de la época?
              — Claro, es verdad. Eso sí, yo no me atrevería a decir que la galería  sufrió el atentado por mi poema Lobos y Ovejas. Creo que eso fue  un hecho simbólico de la represión que afectó  a toda la creación artística. En lo que se vincula con la poesía, muchos autores  debieron salir al exilio, sufrieron la persecución o la muerte. Los que nos  quedamos aquí tuvimos que vivir un proceso de interiorización, nos tuvimos que  empezar a juntar en pequeñas reuniones secretas. Debimos sortear la censura,  utilizando recursos del lenguaje, fue todo un vuelco.
         En este sentido, dos poetas mayores como Jorge Teillier y Enrique Lihn  tuvieron un papel fundamental. Enrique optó por permanecer en Chile, ya que  tenía un compromiso que no aflojó a pesar de no ser un hombre muy militante. El  mismo Teillier, que era un tipo bohemio, hizo lo mismo. Es decir, los dos más  grandes poetas de la generación antecesora nos abrieron las puertas de sus  casas y sus bibliotecas para mantener viva esta tradición poética. Eduardo  Llanos dijo alguna vez que fueron los dos pilares de un pórtico por el que las  nuevas generaciones pasaron.
                      — Entre septiembre de 1973 y  marzo de 1990, publicó Mester de Bastardía (1977), Monte de Venus (1979),  Terrenos Diurnos (1982), Palos de Ciego (1986), Desandar lo andado (1988); es  decir, gran parte de su obra la concibió bajo dictadura. ¿Cómo analiza ese paso  de antes del golpe cuando los poetas eran personas respetadass y consideradas en el  ámbito público a ser perseguidos, torturados e, incluso, asesinados?
              — Yo creo que se ha desvalorizado todo lo que es humanista, y  particularmente, nuestra poesía, pues es un oficio ajeno a las mayorías. De algún  modo, como dicen por ahí, “el secreto se protege solo”. La poesía nunca ha sido  masiva y tampoco pretende serlo. Si lo logra, es mérito de la educación, que  difunde la literatura. Pero hoy tenemos que la asignatura de Castellano ha  pasado a llamarse Lenguaje y Comunicación, suprimiendo los textos literarios. A  grandes rasgos, es un problema de una sociedad con una economía neoliberal que  ha vulgarizado todo, la vida, el arte, las relaciones humanas.
                      — ¿Qué rol le otorga al poeta  en contextos tan violentos y adversos?
              — El deber de todo revolucionario es hacer la revolución y el deber de  todo poeta es hacer su oficio, más allá de si su trabajo tiene resonancia o no.  Hoy veo a algunos poetas jóvenes muy ansiosos por figurar, pero lo importante  es la obra en sí misma, no la figuración. En ese sentido, creo que el rol del  poeta siempre debiese ser el mismo y, para mí, lo importante es resguardar el fuego.  
         
         
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        POEMAS
        
          
            Hotel de las nostalgias, de  Óscar Hahn
              . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Música de Elvis Presley
             Nosotros
              los adolescentes de los años 50
              los del jopo en la frente
              y el pucho en la comisura
              los bailatines de rock and roll
              al compás del reloj
              los jóvenes coléricos
              maníacos discomaníacos
              dónde estamos ahora
              que la vida es de minutos nada más
              asilados en qué Embajada
              en qué país desterrados
              enterrados
              en qué cementerio clandestino
              Porque no somos nada
              sino perros sabuesos
              Nada
              sino perros
             
             
            Nunca salí del horroroso  Chile, de Enrique Lihn
                      Nunca salí del horroroso Chile 
              mis viajes, que no son imaginarios 
              tardíos, sí -momentos de un momento- 
              no me desarraigaron del eriazo 
              remoto y presuntuoso 
              Nunca salí del habla que el Liceo Alemán 
              me infligió en sus dos patios como en un regimiento 
              mordiendo con ella el polvo de un exilio imposible 
              Otras lenguas me inspiran un sagrado rencor: 
              el miedo de perder con la lengua materna
              toda la realidad. Nunca salí de nada.
             
                          Aviso Clasificado, de Eduardo  Llanos
                      Centro de inteligencia y prisión preventiva
              en vías de expansión a todo el territorio
              necesita contratar personal de apoyo
              en jornada nocturnas, diurnas o vespertinas.
              Se exige dinamismo, reserva, sangre fria,
              olfato, patriotismo, buen oído y buen ojo.
              Deseable posesión de vehículo propio,
              estudios de karate y buena puntería.
              Se ofrece buen sueldo, comisiones y viáticos.
              Labor no rutinaria – con viajes de confianza
              dentro y fuera del país -. Carrera funcionaria.
              Postular solamente los más interesados.
              Enviar nombre completo, sin datos ni currículo:
              De eso ya tenemos un registro exhaustivo.
             
            In memorian, de Floridor  Pérez
              . . . . . . . . . . . . . . . A un campesino de Mulchén
            Todavía me pregunto por qué tú
              -por qué tú y no yo-
              por qué tú que alzabas gordos sacos
              y cargabas camiones
              eras fuerte, degollabas carneros
              ¿por qué no te aguantaste ese viaje 
              en un camión cargados como sacos
              y te tiraron muerto junto a mí,
              con tu poncho de pobre,
              como un carnero blanco degollado
              ¿por qué tú, por la cresta, y no yo,
              que ni me puedo el Diccionario
              de la Real Academia en una mano?
             
            Adios al Fuhrer, de Jorge Teillier
                      Adiós al Führer, adiós a todo Führer 
              habido o por haber.
              Adiós a todo Führer verdadero o falso, 
              buenas noches, le digo, buenas noches 
              con una íntima tristeza reaccionaria.
            Adiós al Führer que engullía tortas de selva negra 
              mientras sus tanques se alimentaban de caminos de Europa. 
              Adiós a todo Führer que ame a Wagner o la Giovinezza 
              ya sea lampiño, barbudo o bigotudo.
            Adiós al Führer que en submarino huyó a Buenos Aires 
              tras matar a Eva y a Blondi, su fiel perro.
              Desde los hielos lo oye llamar Miguel Serrano 
              mas ni por mar ni por tierra podrán encontrarlo. 
              Adiós a todo Führer que nos ordene sepultarnos con él 
              tras contemplar cómo arden las ruinas de su Imperio, 
              y entretanto no deja a nadie dormir tranquilo 
              aunque no hayamos violado, ni robado, ni asesinado.
            Adiós a todo Führer que obligue a los poetas 
              a censurar sus manuscritos o mantenerlos secretos 
              bajo pena de mandarlos a su Isla o Archipiélago 
              o a cortar caña bajo el sol de la Utopía.
            Adiós al Führer de la Antipoesía
              aunque a veces predique mejor que el Cristo de Elqui.
              Es mejor no enseñar dogma alguno, aunque sea ecológico, 
              cuando ya no se puede partir a Chillán en bicicleta.
            Adiós al Chico Molina, cruel Führer de Lo Gallardo 
              donde escribió El Lobo Estepario antes que Hermann Hesse, 
              aunque N.S. Jesucristo murió por él según lo dice Anguita, 
              y adiós por quienes desean que demos el sí cuando amamos el no.
            Adiós a todo Führer a quien no le importa perder cuarenta o cuarenta  mil hombres 
              con tal de invadir islas pobladas por ovejas, 
              y tras la derrota se acoge a general jubilación 
              a oír Silencio en la noche ya todo está en calma.
            Adiós a quien un tiempo fuera nuestro secreto Führer 
              y nos recomendaba abstinencia botella de whiski en mano, 
              y con desprecio abandonó su Bunker frente al cerro 
              para conquistar Venezuela como sus antepasados.
            Adiós al pícaro que pretendía ser Martín Bormann: 
              Enrique Lafourcade, conde de la Fourchette. 
              Lo verán pasear un ridículo perrito 
              sin poder alcanzar ni al Parque Forestal.
            Lo verán alimentarse, fantasma rubicundo, 
              de pálidas y frágiles palomitas nocturnas. 
              Lo verán recorrer los más perdidos pueblos 
              buscando firmar autógrafos a Alcaldes y parvularias.
            Lo verán sollozar pensando en sus Días sin Dieta 
              con patitas de chancho en Los Buenos Muchachos. 
              Lo verán derramar una furtiva y valetudinaria lágrima 
              mientras canta Yo soy el Rey creyéndose Pedro Vargas.
            Y ya no habrá nadie de la Generación del 50 
              para entonar a coro Yo tenía un camarada. 
              Adiós a todo Führer que nos dé duro con un palo 
              y también con una soga 
              creyendo que como él somos apenas sensitivos. 
              Y buenas noches, amigos, buenas noches, 
              hasta que un día nos volvamos a encontrar
              en la hora soberbia y enloquecida de los esqueletos.