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Crítica literaria

Por Patricia Espinosa
Las Últimas Noticias, 1 de agosto al 29 de agosto 2014

 


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Swingers
Jaime Collyer. Random House, 2014, 184 páginas.
LUN, 1 de agosto de 2014

Como se sabe, el término swingers, que le da título a este libro, alude al intercambio de parejas; sin embargo, aquí no vamos a encontrar desenfrenos orgiásticos. Es posible pensar que titular un libro con un concepto de carácter sexual pueda atraer –equívocamente– más lectores que si se lo titulara, por ejemplo, con la palabra clonación , que sí tiene una presencia permanente en estos relatos. En todo caso, este ardid publicitario es el menor de los defectos de un volumen que presenta textos reiterativos, aburridos y de una simpleza exagerada.

La mayor falencia de estas catorce narraciones breves, no obstante, es sostener un tono serio y adusto para abordar situaciones que parecen dramáticas pero que no son más que ridículas, como el relato sobre el profesor de epistemología y su ayudante, un clon, al que llama Foucault, o el cuento sobre un tipo que se siente defraudado al descubrir que el gato que compró orina alzando la pata. Haberse tomado el ejercicio del humor un poco más en serio para no caer en el chiste fácil le habría permitido a Jaime Collyer una salida digna a un libro que parece tener como finalidad transmitirnos un severo y ultramanido mensaje: la tecnología terminará destruyéndonos, si es que ya no lo está haciendo.

Un puñado de narraciones en el ámbito de lo que podemos denominar tecnoerótica se relaciona con la creación de clones guapos y sexualmente adictivos. Así puede verse en “Juliette muere”, donde una pareja que vive en distintos países encuentra la forma de acercarse mediante el envío mutuo de células que luego germinarán para dar como resultado una réplica exacta de ambos. El relato se focaliza en el hombre, que vive en Madrid, siguiéndolo en todo el proceso de entusiasmo sexual que le provoca la bella, erotizada y verbalmente limitada replicante, la que lo lleva a olvidar, era que no, a su novia real. En “Ángel caído”, Rooney, un científico de Boston, realiza un experimento genético que da como resultado una hermosísima mujer con alas. Por supuesto que ella es adicta a las artes amatorias, con lo que al viejo Rooney no le queda más que enamorarse a morir. No hay que ser adivina para pensar que una chica con alas querrá volar. Así, al primer paseíto de la bella muchacha por el barrio, sabemos cuál será el amargo final que le espera al científico. Una variación importante acontece en el relato “Swingers”, ya que el clon comprado para uso sexual es masculino. La escena final, que posee un innegable carácter risible, es fatídicamente abordada desde una dramaticidad ampulosa que entorpece lo que pudo ser un divertido chascarrillo.

En términos generales, estas narraciones resultan correctas en lo escritural, pero al mismo tiempo no tienen una marca distintiva, convirtiéndose en una suerte de escritura estándar, fatalidad que persigue la totalidad de la obra de Collyer, quien con severas dificultades ha logrado desarrollar una personalidad literaria propia. Desde el ejercicio de una ciencia ficción precaria, las narraciones no profundizan en las implicancias políticas o incluso sociales de la clonación, limitándose a hurgar en sus incidencias menores, sobre todo en el ámbito de lo doméstico. El mensaje catastrofista que contiene este libro es entregado de modo elemental y asequible para un lector inexperto en el género y cándido en lo que respecta a la tecnología.

 

 

Random
Daniel Rojas Pachas. Narrativa Punto Aparte, 2014, 151 páginas.
LUN, 8 de agosto de 2014

En un contexto donde la escuela, los medios masivos y el mercado han construido un tipo de lector imposibilitado de acceder a escrituras complejas, y donde buena de lo que se publica pareciera querer satisfacer sólo a ese lector estándar, explorar escenarios distintos sigue siendo un acto de rebeldía lleno de sentido. Random se instala en el cada vez más reducido territorio de la experimentación con una novela prolija en su empeño por desviar la noción de centro, a partir de la proliferación de ficciones empapadas de perversión.

Random es un volumen conformado por 54 fragmentos numerados de manera aleatoria, que contienen el nombre de una banda musical o un cantante, uno de sus temas y el tiempo que éste dura: “Sonic Youth / Peace Attack / 6:09”. Así, entre otros, aparecen Johnny Cash, Rob Zombie, PJ Harvey, Talking Heads, Blondie y hasta Los Blops, conformando no sólo la banda sonora del protagonista, sino el correlato germinal de cada uno de los fragmentos centrados en la maldad, el desamparo y la rabia.

Si bien es cierto que el libro opera destruyendo la presencia de ejes narrativos, aun así queda en pie un protagonista. Oculto, subsumido en una diversidad de historias, el personaje que oficia de escritor es el articulador del volumen. Lo atractivo de esta propuesta es el intento de ahogar al personaje, de arrastrarlo hacia una posición secundaria, mediante la presencia de historias paralelas, ficciones generadas por él mismo, aunque encubriendo su autoría.

Este personaje central, cuya presencia es la más fuerte y constante dentro de la totalidad del volumen, es un escritor nacido en Perú que vive en el norte chileno con su familia, tras ser abandonado por el padre, que armó una nueva vida en Lima. No sólo la imagen de un padre maldito acosa al protagonista, sino también su condición de escritor, profesor y gestor cultural, actividades que asume sin grandes expectativas, como no más que una forma de ganarse la vida, pero que representan un calvario, ya que debe aguantar la petulancia de los malos escritores capitalinos, la idiotez de sus alumnos ingenieros comerciales y la vaciedad de los eventos literarios.

La complejidad psicológica del escritor es uno de los puntos altos de esta narración: confiable, en apariencia, y lleno de odio en lo íntimo, odio que parece materializar a través de su escritura. Así, se entrega a la producción de relatos donde puede golpear, violar y asesinar a esa manga de seres que simbolizan la decadencia de la literatura y el mundo. Pero el acto de escribir también se encuentra fracturado. Por un lado, le resulta aborrecible la creación; por otro, le resulta imprescindible para sobrevivir.

En las historias paralelas, el énfasis está puesto en configurar la degradación social materializada en un contexto donde resulta común la presencia de adolescentes asesinadas, hermanos incestuosos, una poeta asesina serial, prostitución infantil, homofobia escolar y adicción al porno. Es decir, un mundo lleno, saturado, de una violencia sin control alguno.

Rojas Pachas construye con rigor y profundidad una trama cuyo vector central es la violencia inserta en lo más profundo del tejido social.  Random logra concitar un repertorio de microficciones por donde el mal avanza sin contemplación alguna, llegando incluso a contaminar la figura del escritor, de quien ya no se puede esperar que esté del lado de lo alto o sublime, sino que se ha convertido simplemente en otra figura de la infamia.

 

 

Gente Mala
Juan Cristóbal Guarello. Ediciones B, 2014, 216 páginas
15 de agosto de 2014

El secuestro y asesinato del niño Rodrigo Anfruns Papi, ocurrido en 1979, es el detonante de Gente mala, de Juan Cristóbal Guarello. Se trata de una novela –la primer del autor– de filiación histórica que no logra construir una lectura profunda sobre este crimen, optando además por simplificar la configuración psicológica de los ejecutores y la orgánica a la cual pertenecen.

Con extrema concisión, apenas dos páginas, la novela expone los motivos del secuestro: un ajuste de cuentas entre el general Mena, director de la “organización”, y un general de Carabineros que dirigía Correos de Chile, abuelo político del niño Anfruns, quien habría expulsado a un grupo de infiltrados del organismo represivo que operaba en Correos, desatando la cólera de Mena. La brevedad de la exposición incide en que el origen del caso se difumine en exceso y gran parte de la lógica del relato policial se paraliza, ya que jamás se pone en duda el origen o se exploran otras posibilidades.

Ochenta y dos segmentos de dos o tres páginas conforman esta novela estructuralmente sencilla en la disposición de los hechos, donde conviven breves segmentos narrados por una voz omnisciente con una multiplicidad de diálogos entre los personajes. Este diseño permite que la trama fluya y que la realidad se vaya configurando en la sincronía del habla directa de los sujetos que protagonizan cada segmento. Resulta inexplicable, a estas alturas, que el libro evite los nombres completos de personajes fundamentales de la historia del país, usando expresiones genéricas o referencias nominales parciales como Su Excelencia, la señora, Contreras, Salas, Mena, etcétera.

La narración opera de modo facilista, a lo menos en dos ámbitos. Al abordar la privacidad de los sujetos, se insiste en su decadencia, sus fracasos y su preocupación histérica respecto del secuestro. Redundar en su conciencia torturada opera como un recurso compensatorio en extremo obvio. La idea clave del libro de que los criminales ya estaban pagando en vida sus delitos al llevar una vida privada completamente triste y arruinada resulta casi infantil. Al igual que básica, y hasta kitsch, resulta la secuencia en que dos de los miembros de la organización (“CNI”) rezan prosternados ante el cadáver del niño. La perspectiva de los asesinos como sujetos acosados por la culpa, sucios, hediondos, que se defecan sobre sus ropas, que conviven con mujeres feas y tontas, reproduce un torpe mito sobre la inferioridad de los agentes represivos que adelgaza la totalidad de la propuesta narrativa.

Por otra parte, la novela parece referirse a un grupo de sujetos que tiene un problema laboral que debe resolverse con urgencia antes que el gran jefe se entere. Lo anterior refuerza la condición de autonomía de mando que el general y el coronel que planifican el secuestro demuestran tener y que, obviamente, resulta inverosímil. Más allá de las licencias autoriales de toda novela histórica, simplificar la red de implicados directos e indirectos funciona como un recurso elemental y cómodo, ya que se elude la reflexión más profunda sobre el poder y el ejercicio del mal en el contexto dictatorial.

Gente mala es una novela con variados desniveles técnicos y apurada en el tratamiento de temas insoslayables. Su mayor logro es ingresar, con una mirada inquisitiva, a un territorio al cual muchos temen enfrentar literariamente.

 

 

Autoayuda
Matías Correa. Chancacazo, 2014, 194 páginas.
LUN, 22 de agosto de 2014

El viejo y cursi tópico de la vida como camino de perfección es revertido por Jean-Michel Mena Viollier, el protagonista de Autoayuda, donde el consumo de drogas y las borracheras constantes parecen tragárselo todo. Sin embargo, poco a poco esa orgía de banalidad da lugar a una historia dramática sobre un tipo perturbado y confundido por una vida que de un momento a otro perdió cualquier posible sentido.

Esta segunda novela de Matías Correa constituye un significativo avance en el modo del autor de construir ficciones, afianzado en un particular manejo del humor y un sutil ejercicio de crítica social.

Tras el abandono de su mujer, Mena, como se autodenomina el narrador, deja su trabajo de abogado y se enclaustra en su departamento, ubicado en uno de los sectores más lujosos de Santiago. A Mena no le falta dinero, por lo que puede dedicar todo su tiempo a revolcarse en el dolor y sacarle brillo a la soledad.

Tal situación se ve medianamente interrumpida cuando aparece Genaro Scott, su vecino, un exitoso escritor de libros de autoayuda, también solitario, que tiene como rasgo ultra particular haber sufrido un intento de suicidio que le dejó como secuela la cara monstruosa.

El volumen remarca la condición de clase de sus personajes principales, exhibiendo los privilegios, comodidades y costumbres de quien posee más dinero de lo común. Mena y Scott son un dúo lleno de contrastes y similitudes. Comparten la soledad, el buen pasar económico y la tendencia a entrometerse en situaciones ridículas que se toman absolutamente en serio, pero también hay una importante distinción entre ambos personajes. Mena se apega con facilidad al estereotipo del cuico medio torpe y hasta idiota, que no supera la adolescencia y que un día, así, de repente, advierte que su vida está hecha trizas. Scott, por su parte, quien ocupa un lugar secundario aunque muy relevante en el desarrollo de la anécdota, es un personaje racional, autoritario, perverso y mucho más carnoso y atractivo en su rol de gurú cínico. La narración no ingresa, lamentablemente, a las motivaciones de su acercamiento a Mena, ni tampoco a los motivos por los cuales acepta ayudarlo a superar sus penurias con una receta de autoayuda constituida de horripilantes y estrafalarias tareas.

El relato es veloz, la acción es permanente, y aun cuando por momentos se hincha en exceso con la nostalgia de Mena por su pasado matrimonial, la perspectiva narrativa contribuye a que no se debilite la tensión de esta tragicomedia existencial donde cada hecho, cada una de las construcciones de los personajes y sus discursos están atrapados en una mecánica que enfatiza su condición ridícula. Todo lo que habita este volumen es mirado con un velado desprecio, con un vaporoso asco que pareciera incitar a la burla y a la risa.

La narrativa chilena es fundamentalmente dramática, poco sitio hay en ella para el humor o la ironía. Correa se desvía de esta constante y elabora una novela donde predomina una embozada cuchufleta cuya intención última será exponer personajes payasescos que han buscado su desgracia y que no merecen más que hundirse en su miseria.

 

 

Cuerpos
Jorge Guzmán. Lom, 2014, 117 páginas.
LUN, 29 de agosto de 2014

La reciente entrega del Premio Nacional de Literatura no sólo ha traído como malhadada consecuencia la adición de otro nombre intrascendente a nuestro panteón literario, sino también la confirmación de esa torpe costumbre editorial de apurar libros para posicionar a un determinado autor en vista de la entrega del galardón. Como si de algo sirviera, las editoriales no escatiman esfuerzos en poner en vitrina a sus créditos mediante textos que, más que beneficiar al autor, perjudican lo que en algunos casos ha sido una carrera literaria impecable. Ni más ni menos es lo que ha ocurrido con este deficiente conjunto de historias breves de Jorge Guzmán, uno de los más valiosos escritores chilenos surgidos en la década del sesenta.

Cuerpos contiene seis narraciones que, por desgracia, ensucian la trayectoria del autor. Si no supiéramos que los escribió Guzmán, apostaríamos por un novato, una mano que poca y nula idea tiene de facturar relatos, porque apenas logra componer una historia, desenvolver un personaje, construir diálogos que escapen a la rigidez, matizar el lenguaje y levantar temáticas que no redunden en un anecdotario banal y sin destino sobre el acto sexual.

Si una ficción pretende centrarse en lo que ocurre en la cama de los personajes, lo menos que puede hacer es sacudirse las pautas convencionales del acto sexual y ampliar la perspectiva de los personajes implicados. La mayoría de estos relatos tiene a un narrador protagonista ansioso por demostrar su heterosexualidad y talento eréctil, pero desde una mirada pacata. Además, la ausencia de humor y el excesivo dramatismo otorgan un carácter penoso al conjunto.

Llama la atención la mezquindad técnica, los alargues inútiles, la falta de clímax y las irrisorias anécdotas que se repiten hasta el cansancio. Porque cada cuento se dedica a reiterar la presencia de un sujeto y la consumación de su deseo. “Hilo de vidrio”, “Fuente de soda” y “La alegría ya viene” presentan a un hombre que materializa un acto sexual que se le volverá inolvidable. “La alegría ya viene” es un pequeño dramón que nos muestra a un joven enamorado de una chica “difícil”, con la que se casa a poco de conocerla. Llegan los hijos, ella sube de peso y él la rechaza. La crisis que vive el protagonista es frívola y es tratada de modo superficial; además, a la mujer la conocemos sólo desde una perspectiva, limitando con ello la complejidad del trance por el que transita el frustrado marido.

“Las faldas de Cecilia” y “Hotel de lujo” son los únicos relatos con una narradora. En el primero, una estudiante se propone seducir al más prestigioso profesor de su universidad, y en el segundo una viuda que frisa los cuarenta se enfrenta a un nuevo pretendiente. El momento más álgido de esta última historia ocurre cuando la mujer, Alicia, observa el decepcionante miembro del galán, quien, para colmo de males, estaba menos interesado en ella que en su ropa interior. Por último, “Mermelada de damasco” se centra en Liliana, quien, a sus trece años, recibe de regalo un perro al que llama Copito y que se transforma en su obsesión. Sobre la mermelada del título, cabe decir que su importancia en la trama queda determinada por la capacidad del lector de imaginarse pequeñas perversiones zoofílicas.

El volumen expulsa la cuidada prosa de Guzmán, su rigor en el despliegue de una técnica depurada y sus tremendas capacidades ficcionales, al optar por un estilo primario e historias que lindan en el ridículo. La gran obra de Jorge Guzmán no se merece este desafortunado libro.



 



 

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Por Patricia Espinosa.
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