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ENEMIGO DE SANGRE
Juan Mihovilovich Hernández,Yo mi hermano. LOM, 2015
Por Patricia Espinosa
Las Últimas Noticias, viernes 26 de junio de 2015
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Siete novelas y cuatro libros de relatos ha publicado hasta ahora Juan Mihovilovich, un autor prolífico y con un claro proyecto narrativo que en paralelo a la literatura se desempeña como juez de letras en Puerto Cisnes. Su escritura suele confrontar a los personajes a un permanente encierro, que los obliga a reflexionar sobre la naturaleza humana y, en lo medular, el sentido de la existencia.
En contraste con la obra anterior del autor, Yo mi hermano es una novela concisa, intensa y rabiosa. Esta vez, Mihovilovich construye a un personaje desesperado, en un estado de inquietud constante, cuyo monólogo se convierte por momentos en un diálogo mutilado, donde el interlocutor está físicamente ausente, pero siempre presente a nivel simbólico. El enemigo del narrador es su hermano mayor, un juez de un pequeño poblado, quien ha dedicado su vida a dañarlo.
El protagonista dedica el volumen a configurar el perfil de su hermano, cuyas decisiones ha debido soportar. Es así como el relato acude al pasado, al detalle de pequeñas anécdotas ocurridas en diversas etapas de sus vidas, donde se ejemplifica la relación entre ambos. Sin embargo, la novela no se queda en el mero recuerdo, sino que se orienta a concretar su objetivo central, que no es otro que dar a conocer la maldad del hermano mayor, encargado de hostigar, sin mediar una razón claro, y maltratar al protagonista.
La historia enfatiza la subjetividad del narrador; no hay ninguna voz que contraste su mirada sobre los hechos ni detenga la rabia que va en aumento a medida que avanzan las páginas. Sólo tenemos su perspectiva de lo real como eje del relato; por lo tanto, su representación de la figura del maldito hermano mayor se constituye en la única verdad.
El hermano mayor surge siempre mediado por la voz del narrador, quien lo aborrece y cuestiona en cada una de las opciones de vida que ha tomado, ya que ha logrado ocultar su esencia pervertida. Este ser sin entrañas, quien durante toda la vida se ha centrado en llevar a cabo un plan de destrucción en contra del hermano menor, ha sido eficaz en desplegar su plan a través de años. El rasgo más inquietante de esta historia es que el narrador no indaga ni se pregunta, con el mismo nivel de ansiedad con que denuncia a su enemigo, por las motivaciones que han llevado a su hermano a desatar tanta odiosidad en su contra.
Cuando el protagonista deja entrever que sufre de confusiones en la percepción de la realidad, tambalea su condición de víctima. Cuando el personaje dice literal e innecesariamente que está trastornado, su habla se vuelve exagerada, estrambótica y artificiosa. Con todo, su dolor no decrece y por ende incita a suponer la existencia de un enemigo.
La novela, que contiene dedicatorias que la aproximan a la ficción autobiográfica, consigue exponer un personaje torturado, un habla desesperada y consciente de habitar un contexto donde la violencia se despliega no sólo en el mundo sino principalmente en las relaciones filiales. Tanto el capítulo que abre el libro como el que lo cierra tienen una importancia radical, ya que inscriben la problemática de la figura autoral, instalando la pregunta sobre quién o quiénes escriben el volumen. Interrogantes que contribuyen a deslindar la culpabilidad y, además, a reforzar una posibilidad lúdica, la única del libro, respecto a los múltiples matices de la voz narrativa.