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Rockabilly, de Mike Wilson
Alfaguara, 2011, 125 páginas.
Por Patricia Espinosa
Las Últimas Noticias, 17 de Junio de 2011
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La cita a la estética rocanrolera de la década de los 50 resurge degradada en Rockabilly, de Mike Wilson, quien, desde un tono postapocalíptico del siglo veintiuno, reconstruye en esta novela un ambiente en permanente tensión dramática habitado por un pequeño grupo de personajes oscuros, embadurnados de una pestilencia que no les da respiro, que se les pega a la carne y que progresivamente los arrastra hacia un punto de no retorno.
Sangre, sexo y terror salpican esta historia que gira alrededor de un evento crucial y un personaje particular: la supuesta caída de un meteorito en el patio de la casa de Rockabilly, el protagonista, un tipo solitario, con historial policial, que habita una de las casas del vecindario y que cava un pozo en su patio trasero tras la caída de una luminaria desde el cielo, lo que ha dejado un pequeño cráter en el pasto. Rockabilly supone que puede ser un objeto venido del espacio exterior y que, tal como había leído en el diario, puede valer millones. Con extrema cautela, la narración, que cubre un tramo temporal muy breve, abandona el realismo inicial para dar un giro donde el lugar primordial lo tendrá la enigmática figura de una voluptuosa pin-up que el personaje se ha tatuado en la espalda.
Rockabilly es observado por sus vecinos, que se sorprenden por su entusiasmo y dejan ver, además, el deseo y odio que les genera. La narración alterna las historias íntimas de estos personajes y sus vínculos con el frenético protagonista. Suicide Girl es una rebelde adolescente pin-up que odia a su madre, tiene un reptil por mascota y exuda leche por uno de sus pechos. Luego está Babyface, un hombre de 43 años que parece un anciano, que desea a la muchacha y establece una complicidad con Bones, un delirante perro que merodea farfullando su odiosidad hacia Rockabilly, cuyo torso sudado genera ambiguas sensaciones en cada uno de sus vigilantes.
Con la luminaria de un Wal-Mart como trasfondo, la narración nos presenta un muestrario de seres destruidos. El cuerpo es un lugar que se va deteriorando en la medida en que los afectos se van corrompiendo, pero también es un lugar que se pudre en la medida en que surgen deseos funestos que desembocarán en una violencia imparable contra todo aquello que se revela como su enemigo. El libro irá mezclando la crítica social con el género fantástico: una mujer tatuada en la espalda de Rockabilly que parece cobrar vida e incitar al mal a cada uno de los personajes. Así, el tópico de la chica poseedora de una sensualidad maldita y destructiva, perteneciente a un universo diabólico, convive con una línea realista que nos habla de individuos atrapados por la soledad y la desesperanza. El mal que la narración propone tiene como origen un producto de la cultura de masas y es precisamente esto lo que potencia la novela, su capacidad de entregar una crítica cultural embozada en una atmósfera de terror con ciertos toques viciosos.