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Caras del erotismo
«Praderas amarillas» de Lilian Elphick. Simplemente editores, 2019
Por Patricia Espinosa
Publicado en Las Últimas Noticias. 11 de octubre de 2019
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El detalle de los cuerpos en plan sexual, el acuerdo tácito de una pareja de amante para mantener la relación en secreto. La mujer posee deseos que el hombre no conoce ni pretende conocer. Ella sueña e imagina otra vida, pero el erotismo ya no sirve como puerta de escape a una maternidad que le resulta banal. Este primer cuento del libro Praderas Amarillas concentra lo que ha sido primordial en la escritura de Lilian Elphick, el erotismo como un paréntesis transitorio a las frustaciones.
Una apertura constante hacia los mundos íntimos de las mujeres, que redunda en la exposición de altas dosis de sensibilidad, es parte central de este volumen, heredero directo de la escritura de María Luisa Bombal y Julio Cortázar, donde se privilegia un realismo matizado con lo onírico, los símbolos y el absurdo de lo cotidiano.
Elphick sabe construir cuentos y desarrollar un estilo particular, más allá de sus filiaciones, cadencioso, cercano a la prosa poética, sonoro, preciosista en la construcción de la frase, en los detalles que nunca resultan azarosos, insistente en sostener una mirada al interior de los personajes, mirada que los expone en sus culpas o responsabilidades.
Las mujeres presentes en estas narraciones disfrutan con un piropo, se duelen por las huellas de la vejez, ven en el padre a una figura grandiosa, mientras la madre apenas es una sombra, se entregan a ser usadas sexualmente y hasta a ser asesinadas. Entonces, cuando pareciera que no hay escape y que sólo queda asumir la condición pasiva ante lo masculino, surgen otras mujeres que seducen con crueldad, que no dan segundas oportunidades o se distancian de sus parejas sin mayores explicaciones. En «Objetivos del silencio», relato que cierra el libro, una mujer mantiene una relación epistolar con un desconocido. Luego de un tiempo, la protagonista decide dejar de escribir; para justificarse, dice: «En algún momento, alguien calla o se detiene. Debe hacerlo. Antes de insinuar odio o aburrimiento, hay que retroceder y juntar agua en el cuenco de la mano. Para beberla, para sanarse, para respirar. Para no morir». La escritura es uno de los poderes de la narradora; el otro, su capacidad de decidir para evitar el destino ineludible de toda relación, «odio o aburrimiento».
El segmento más conmovedor y polémico del conjunto es «El olor del placer», monólogo de Manuel, pedófilo y asesino que pasa sus días en la cárcel sin el más mínimo arrepentimiento. Con detalles asquerosos, Manuel cuenta su historia de abuso sexual a una niña a quien declara culpable de seducción, a quien además acusa de disfrutar con sus acciones. El relato tiene dos posibles lecturas. Dar a conocer el enfermizo discurso del pedófilo, pero también, y acá sucede algo terrible, justificar su accionar. Esta narración, bien escrita y perfecta en su tono pervertido, juega con fuego, ya que se permite tramar estas dos interpretaciones, lo que deja en manos del lector el juicio final.
Elphick es una escritora reconocida por su larga trayectoria que sigue deostrando experticia en el manejo del relato breve y que, además, posee un estilo propio, donde privilegia los personajes femeninos atados a problemáticas específicamente de mujeres, donde lo masculino posee una doble connotación: es y no es el enemigo. Se trata, en último término, de narraciones desde un feminismo inclusivo que me parece necesario leer en momentos de análisis sobre el patriarcado y la construcción de la mujer.