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Crítica Literaria

Por Patricia Espinosa
Publicado en Las Últimas Noticias. 16 de Febrero al 16 de Marzo de 2018


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Miradas de reojo
Patricia Undurraga. Lom, 2017, 145 páginas.
LUN, 16 de Febrero de 2018

Mujeres sometidas e impedidas de rebelarse a los mandatos familiares, porque en sus cabezas no cabe la palabra emancipación, pero sí el resentimiento, protagonizan los relatos que componen este libro. El conjunto reitera, casi hasta saturar, la figura femenina burguesa, obligada a la docilidad, a cumplir mandatos de pasividad que la convierten en un ser incapaz de generar un contrataque.

En los veintiséis relatos incluidos, es frecuente encontrar la presencia del estereotipo dama económicamente acomodada que debe desempeñarse al mismo tiempo como esposa, madre, suegra y amiga. Femenino es, en estas narraciones, cumplir con las labores asignadas a su sexo, irradiando conformidad y falta absoluta de autonomía. La insistencia en tal conformación de las protagonistas parece tener como objetivo principal introducirnos en un tipo de mujer inserto en el conservadurismo más duro En otras palabras, se refuerza la idea de mujer pasiva en lo exterior, aunque vagamente consciente en su intimidad del ideario patriarcal que la delimita y coarta en sus acciones más mínimas.

La autora aborda, además, características arraigadas en la chilenidad, como el arribismo y la obsesión por las apariencias. Es constante el temor a las habladurías o a cualquier cuestionamiento a la imagen de familia y matrimonio feliz que se intenta proyectar. La norma de vida que se impone en estas historias es mantener un orden en lo público mientras en lo privado la violencia arrasa. Esto implica la presencia de mujeres golpeadas fisica y simbólicamente, condenadas a soportar un estilo de vida impuesto por su posición social y género. El cruce entre ambas condicionantes sirve, en términos globales, para recordarnos que el feminismo va siempre ligado a la clase.

La factura literaria de estas narraciones de alguna forma se espejea con sus personajes centrales. Se trata de relatos convencionales, sometidos sólo a una línea argumental, condicionados a un efecto de sentido, moderados en su progresión, con un distintivo clímax y final cerrado. Se privilegia el monólogo intimista y la mirada degradada del contexto y expectativas de las protagonistas. Pese a la ausencia de despliegues técnicos, estos cuentos logran sostenerse por su verosimilitud, ajena a una programática teórica o intelectualizada.

Patricia Undurraga escribe con limpieza y simpleza cuentos cercanos al testimonio sobre experiencias ínfimas y domésticas cargadas de violencia, donde las protagonistas carecen de interlocutores y de la capacidad para cambiar su opresiva vida. En términos de filiación, esta escritura se entronca con la década del 60, con autoras como Mercedes Valdivieso, Elisa Serrana, María Elena Gertner, pioneras en exponer la opresión masculina sobre personajes femeninos y la creación de un mundo interior que opera como segunda cárcel.

En términos gruesos, hay aspectos que pulir: narraciones que sobran por centrarse en personajes masculinos, rompiendo con ello la unidad del volumen, y otras por su brevedad, ya que apenas logran desarrollar una historia o porque resultan cercanas a la comedia, debido a personajes que rozan la caricatura. Sin embargo, Undurraga logra en general sortear los escollos, construyendo mujeres inocentes, solitarias, reconocibles por una suma de miedos que les impide tomar con audacia una decisión que cambie el rumbo de sus vidas.

 

 

Allegados
Ernesto Garratt. Hueders, 2017,188 páginas.
LUN, 23 de Febrero de 2019

Cumpliendo con el sagrado deber de todo autor o autora nacional, escribir una novela basada en la propia infancia o adolescencia en dictadura, con protagonistas ingenuos y un marco histórico limitado a la función escenográfica, Ernesto Garratt publica Allegados, una historia sobre un adolescente con poderes sobrenaturales que no teme odiar y una madre corajuda y resistente al daño.

Una de las reglas de oro del protagonista y narrador de este volumen es "callar, dormir, aguantar y apretar los dientes". Ganan, así el su apellido del personaje central, tiene dieciséis años en 1988 y, junto a su madre, Teresa, viven de allegados en casa de unos familiares. La madre es sobreprotectora, humilde, padece crisis de pánico y se esfuerza por cuidar a su hijo.

La narración se distingue por construir un cuadro oscuro y dramático sobre la imposibilidad de revertir la decadencia a partir de una cálida dupla de personajes golpeados, humillados, resistentes a la expulsión. Madre e hijo intentan no interferir en la vida de aquellos que les permiten compartir una vivienda por pequeños tramos temporales, creando códigos angustiosos de invisibilización. Ante la imposibilidad de conversar, ocupar el baño o la cocina en libertad, realizan todas sus actividades cotidianas en cámara lenta, ya sea susurrando o mediante particulares gestualidades. Su historia, en general, es un enorme e intenso proceso de caída. En este sentido el relato es impecable, ya que no da aire a sus personajes, explorando con acierto en vidas clausuradas por la derrota y la intensa relación afectiva entre madre e hijo. El protagonista exuda sentimentalismo al describir a su progenitora. Su discurso se asemeja a un excepcional bolero, ensalzador del mito de la madre sacrificada, postergada y dispuesta a dar todo por el hijo.

Sin embargo, el adolescente también posee vida propia. Así, la novela se desplaza hacia sus momentos mágicos, siempre sin testigos, donde el chico levita, tiene premoniciones y lee la mente. Su vida se limita a un pequeño grupo de amigos del colegio, algunos juegos ochenteros, un fracasado primer amor y la pasión por escribir un cuento de vampiros, al que acompaña de algunas imágenes. La sencilla historia del vampiro que se va humanizando le permite al joven Ganan acceder a una realidad distinta, lo que funciona como un escape, aunque también como un espejeo de su propia situación.

Por desgracia, se vuelven demasiado evidentes las fundones que cumple este segundo relato. Si con su presencia se pretendió modificar el carácter melodramático de la narración principal, no se consiguió tal objetivo, ya que termina intensificando su carácter trágico. La historia del vampiro le otorga al libro un carácter más gótico que pop y más grave que irónico. En realidad, el relato vampírico tiene una presencia exagerada, permitiendo que se evidencie un problema de convivencia entre el realismo social y lo fantástico, ya que esa mezcla no incide más que en reducir el enorme drama de la novela al posible daño psicológico del adolescente protagonista.

Esta indecisión del proyecto narrativo no diluye los méritos evidentes del volumen, entrañables segmentos sustentados en una crítica social subterránea y en la intimidad de dos parias, heridos, ultrajados, cuyo destino será siempre la movilidad obligada, poseedores sólo de sus cuerpos, la memoria, la imaginación y el resentimiento. Porque si todo conduce a la ruina, el resentimiento crece y se alimenta con orgullo en el joven protagonista de esta sugerente novela.

 

 


Estación de tránsito
Francisco Rivas. Dhiyo, 2017, 172 páginas.
LUN, 2 de Marzo de 2018

La persistencia angustiosa de la transgresión y del escarmiento son, a todas luces, un punto de quiebre constante en este conjunto de relatos estructurados con habilidad y una severidad imbatibles, donde el flujo narrativo y los problemas valóricos de los protagonistas se asocian para desafiar los moldes a los que han sido sometidas sus vidas.

Francisco Rivas desarrolla sólidas narraciones, tanto realistas como fantásticas, a partir de la precisa alternancia entre detención y movimiento o lo que también podría identificarse como la convivencia justa entre reflexión y acción. El equilibrio entre estos dos ejes otorga a cada relato agilidad y parsimonia, demostrando el autor un laborioso trabajo con la temporalidad. En pocas páginas, se concentran historias cuya espesura jamás atenta contra los cambios de perspectiva y naturalidad de la narración.

Dentro del terreno de los relatos de corte fantástico, resulta imposible no mencionar "El primer abrazo", contado por una suicida que debe acostumbrarse, con dificultad, a una forma excepcional de sobrevida. Rivas consigue crear, mediante una pulcra prosa objetivista, un personaje frío y una visión que normaliza la confluencia entre vida y muerte, apelando a lugares comunes sobre lo sobrenatural, pero desde una mirada íntima, adherida a un estado de sorpresa continua, tanto para la mujer como para el lector. "Las manos" es el segundo relato sobresaliente dentro de la órbita fantástica. Ma Sung es una niña birmana que tiene el poder de provocar abonos mediante la imposición de sus manos en los vientres de las embarazadas de su comunidad. Su madre la obliga a ganar dinero con este don, hasta que la niña es requerida por la mujer más importante de aquellas tierras. La historia sigue el curso de un relato oral, ciertamente con claves mágicas, vinculando a la protagonista, con gran astucia, con el poder, la ley y la condena pública.

Finalmente, el tercer relato fantástico relevante es "El banquete interminable", una feroz narración, en clave de fábula, sobre un terrateniente que disfruta junto a su prole un banquete, mientras su máxima opositora, a la que denomina bruja, es castigada mirándolos comer. Sin embargo, la indocilidad de la mujer no acaba con la sanción del terrateniente, ya que pone en marcha una venganza carnavalesca y descomunal contra su adversario. La sencillez de la anécdota no es impedimento para la relevancia que alcanza el juicio crítico que el relato entrega, confrontando modos de convivencia y diferenciación social.

En el ámbito realista, es ineludible mencionar "El vecino", "Lo tuyo, lo mío", "La noche de la revolución" y "Estación de tránsito", todas narraciones donde los ejes son la traición, la simulación y el castigo tanto de los protagonistas vejados como de los personajes infames que intervienen de manera tajante en sus vidas. Los dos últimos relatos mencionados, los mejores del volumen, acuden a la distopía para configurar los dos niveles de realidad en que se ubican sus protagonistas, asediados por un orden represor que pone en jaque sus vidas en cada línea del texto.

Francisco Rivas tiene una sólida obra literaria y este libro confirma sus capacidades para moverse con seguridad, dentro de los márgenes del realismo y lo fantástico, específicamente en el terreno del cuento moral desde un punto de vista reflexivo y sereno.

 

 


Vibrato
Isabel Mellado. Alfaguara, 2017, 307 páginas.
LUN, 9 de Marzo de 2018

Tras romper con su pasado, Clara, la heroína de esta novela, emprende una nueva vida, con más altos que bajos, donde sale indemne de todas las aventuras por las que le toca pasar. Por supuesto, es capaz de conquistar todo aquello que se propone, con sentido del humor, emotividad y un estado de conmoción incombustible, porque sus sentidos permanecen siempre alerta a conocer y experimentar la vida con la misma entrega con que ejecuta el violín.

Clara es chilena, hija de un detenido desparecido, tema que el relato elude, y de una mujer, más bien simbólica, que sembró en sus dos hijos el oficio musical. Tras obtener una beca, la joven emigra a Berlín a fines de los 80 y tiene diversas experiencias, entre las cuales la más importante son sus clases con un maestro de música japonés. Luego abandona la beca, se traslada a una casa okupa y se integra a una banda musical; después decide establecerse y postula a una afamada orquesta. Sin mayores dificultades, pero con mucho esfuerzo en el cultivo de su instrumento, el personaje construye una exitosa vida en Alemania.

El desarraigo, un rasgo frecuente en las narraciones de migración, prácticamente no tiene cabida en esta historia, ya que no hay sitio para la nostalgia. No obstante, sí hay una mirada hiperbólica del país al que se marcha el personaje principal, exhibiendo un cliché cuyo componente central es la severidad germana, a lo que se suma su gran capacidad para dar cabida a extranjeros que muestren talento.

Clara no pasa por ninguna penuria en su condición de migrante. Sus únicos padecimientos son amorosos. Lo interesante es que el personaje se vincula sólo a hombres con poder, con todos los vicios de este mal. Esto le permite transformarse en una mujer independiente en lo económico y consciente de ocupar un lugar laboral y social de privilegio. En todo caso, su pragmatismo se equilibra con una capacidad emotiva sobresaliente.

El volumen está plagado de redundancias, frases hechas y sensiblería de tono mayor; es decir, se entrega sin tapujos a la más desenfrenada cursilería, donde el metalenguaje musical pasa a ocupar un rol importante. Las afectadas divagaciones de Clara recargan la prosa y pretenden, de manera bastante obvia, establecer una gran afinidad entre el léxico de su arte y su vida. Los diálogos resultan excesivos en su condición irónica, redirigiéndolo todo una y otra vez a dos temas. el desamor y el rigor profesional. Además, hay demasiados elementos gratuitos, como la inclusión de una crítica musical, las cartas del marido alemán e incluso un monólogo del propio violín. Lo mismo ocurre con el viaje que la protagonista emprende a Chile.

Isabel Mellado construye un personaje conquistado por el deber-ser productivo, eficiente, exitoso y, para colmo, es sensible y mira el mundo con ojos mágicos. Esta conformación de lo femenino obedece, por supuesto, a un formato prestablecido, donde manda el deseo de no mostrarse diferente, evitando cualquier disonancia o desacuerdo con el mundo. La inconsciencia en que vive la protagonista sobre su condición permite que se proyecte como un personaje icónico de la dependencia. Por eso mismo, el aspecto más valioso de esta extensa historia es servir de ejemplo de aquello que se ha impuesto como un modo importante del deber-ser de las mujeres en la literatura y que, por supuesto, resulta definitivamente agotado.

 

 


El Cristo gitano
Nicolás Cruz. Emergencia Narrativa, 229 páginas.
LUN, 16 de Marzo de 2018

Múltiples dimensiones de la violencia y el poder son tratadas en esta novela de Nicolás Cruz. Se trata de un relato punzante, enérgico, con altos niveles de perversión, que de manera profunda reflexiona sobre la impunidad y el castigo, así como también a la imposibilidad de que los sujetos se rediman.

El libro se sitúa en el contexto dictatorial. Lo primero es la historia de Ezequiel, también llamado Cristo. En principio, dado que es quien más apariciones tiene en la novela, podría llevar a ser considerado el gran protagonista. Sin embargo, el fenómeno es otro, ya que hay otras tres líneas argumentales que combaten su centralidad. Una está enfocada en el Búho, un torturador; otra, en Clara, militante de izquierda y prisionera de un campo de concentración; y la última en la madre superiora de un convento. Entonces, más que una novela con relatos intercalados, lo que encontramos es una estructura multifocal, donde el centro se diluye, pues cada personaje es protagonista dentro de su narración.

Ezequiel se cría en un hogar de huérfanos liderado por curas Su violencia y ambiciones de poder lo llevan a cometer un grave delito. Aun así, su futuro será el de un místico encargado de elaborar un archivo de almas y mediar para que los espíritus de los muertos alcancen la paz. El Búho, con resonancias del Guatón Romo, es un torturador que goza con el dolor de sus víctimas, todos detenidos en un centro militar. Este personaje se precia de poseer un talento artístico que comparte con un niño a quien lleva a las sesiones donde martiriza a las prisioneras elegidas por su belleza. Clara es una de estas mujeres, quien ha entregado a su hijo recién nacido al cuidado de las monjas que se ubican en el mismo vecindario del lugar de reclusión. Las religiosas reciben clandestinamente niños cuyos padres son buscados por los represores. Esto les significa convertirse en amenaza para los militares, que no dudan en acosarlas.

La estructura de la novela es altamente productiva para una puesta en escena donde el mal se diversifica y materializa en diversas historias de vida. Sólo un pequeño desajuste en el montaje lleva a la salida de escena por un periodo demasiado extenso del personaje Cristo. Esto diluye su importancia, y aun cuando su figura será retomada en los dos capítulos finales, este paréntesis desequilibra en parte el volumen.

Cruz escribe con solidez; con una prosa fluida construye personajes robustos, verosímiles, y elabora una historia efectiva en su transcurso, estableciendo descalces temporales porosos que les dan movilidad al relato y a la intimidad de sus protagonistas. Son muchos los monólogos y diálogos acertados que sirven para proporciona un asidero al accionar de los personajes, perfilando sus bases intelectuales, místicas, ideológicas. Además, un correcto uso de la sugerencia sirve de entrada al lugar desde donde cada individuo se expresa y por qué opta por determinada manera de vivir.

El Cristo gitano es una novela con permanentes puntos álgidos, donde la violencia se derrama sin miramientos en contantes escenas macabras. Cruz demuestra seguridad, rigor y, sobre todo, potencia discursiva. Claramente, una las grandes sorpresas de los últimos años, que no debe pasar inadvertida.



 

 

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Crítica Literaria
Miradas de reojo, de Patricia Undurraga; Allegados, de Ernesto Garratt; Estación de tránsito, de Francisco Rivas; Vibrato, de Isabel Mellado; El Cristo gitano, de Nicolás Cruz.
Por Patricia Espinosa
Publicado en Las Últimas Noticias. 16 de Febrero al 16 de Marzo de 2018