El perdonador
Rafael Sarmiento. RIL, 2022, 105 páginas.
LUN, 16 de diciembre de 2022
Vidas mínimas pasó de ser el título de un libro extraordinario de José Santos González Vera a un excelente descriptor de prácticamente cualquier experiencia humana en donde se compruebe la ausencia de una épica, el volcamiento en lo cotidiano, la carencia de poder y, en muchos casos, el fracaso como una fuerza que no llega a convertirse en tragedia. El perdonador, de Rafael Sarmiento, sigue esta ruta al consignar la intimidad de una multitud de seres comunes, alejados de todo tipo de grandeza o aspiración exitista.
En principio podría pensarse que estamos ante un volumen de cuentos dividido en dos secciones. "Placebo", la primera parte, contiene siete relatos. En el segundo segmento, titulado "El perdonador", el género cuento queda atrás y surge entonces una pequeña novela; el problema podría ser menor, pero se produce un giro total respecto a la primera sección del libro.
"Placebo" contiene cuentos abiertos, donde proliferan los protagonistas amigables, fiesteros, al borde del alcoholismo y con una vida familiar conflictiva. El aspecto mejor logrado en estas pequeñas narraciones es el retrato social, duro y original, porque los personajes no son marginales, limítrofes, sino al contrario: todos trabajan y se sostienen económicamente. Para ellos, laborar, más que un mérito, es un deber, a fin de propinarse modestos placeres en los momentos fuera del trabajo.
En su conjunto, estas historias remiten a una generación de jóvenes que disfrutan con pequeñeces
y que han abandonado el deseo de quejarse, viviendo al día y eludiendo el drama, el conflicto. Por lo mismo, sus discursos reproducen su forma de ser, predominando la sencillez, la ingenuidad y la falta de maldad. Así, en un frecuente tono conversacional, se exponen sus vivencias profundamente domésticas, pero cargadas con algo parecido al goce: "El perro tiene todas sus vacunas al día y le resultó el tratamiento antigarrapatas. Pulgas tiene, pero lo normal, creo yo. Mi polola me ayuda a bañarlo una vez al mes y tiene su casita en el patio y además pase liberado a la casa de los humanos. Es bonito el Cabeza de Búfalo".
"El perdonador", por su parte, explora ampliamente solo en un personaje, un profesional de clase media, jubilado de la Marina, con esposa e hijos con estudios universitarios. Esta vez hay un contexto bien delineado y un protagonista carnoso, con niveles múltiples de profundidad. Sus recuerdos interfieren en un presente donde comparte con un pequeño grupo de ex colegas. Atrás han quedado los sujetos fracasados, faltos de expectativas y las calamidades de bajo calibre. Ahora el libro nos enfrenta a la planificación de un crimen que reivindique el pasado del marino y sus amigos. Su doble personalidad está muy bien ejecutada, al igual que los quiebres temporales y el contrapunto entre el pasado y el presente.
Entre ambas partes, la segunda se lleva todo el protagonismo, pues en ella el autor exhibe una mayor consistencia narrativa y una enorme capacidad para relatar microhistorias donde el orgullo y la humillación van de la mano. Los relatos breves de la primera parte, si bien no constituyen un descalabro literario, parecen meros ejercicios al ser comparados con el "El perdonador".
El error de incluir en un mismo volumen escrituras tan desiguales pudo terminar arruinando toda la propuesta de Sarmiento. Por fortuna, se salva con una historia sólida, segura en su estructura y aguda en su composición temática.
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Rafael Sarmiento nació en Villa Alemana en 1977. Es autor del volumen de cuentos "Atari. Relatos de la infancia ochentera'", de las novelas "Sangre", "El Stradivarius" y "Crónico policial", y de varios libros de poemas. Periodista de oficio, trabajó un montón de años como reportero de crónica roja en el diario "El Líder", de San Antonio.
Aviso de demolición
Gabriela Alburquenque. Los Libros de la Mujer Rota, 2022, 110 páginas.
LUN,
23 de diciembre de 2022
Sobre las ruinas de una casa surge esta narración de Gabriela Alburquenque. Aviso de demolición es una historia acerca del despojo de una vida y del implacable paso del tiempo. Con una seguridad inquebrantable, la autora nos interna en las complejidades de la dependencia familiar y de los esfuerzos constantes por construir un lugar propio.
En esta, su primera novela, Alburquenque muestra una valiosa preocupación por el lenguaje sutil, los matices de oscuridad y los constantes quiebres en la linealidad. Hay, además, un importante gesto relativo a las palabras, que van quedando sin terminar, sin las silabas finales, como si anunciaran una historia también abierta, incompleta. Este correlato es determinante en la conformación de la protagonista, quien hurga en su memoria fragmentada como única posibilidad de recuperar su pasado.
Laura, el personaje central, es una mujer solitaria, con una enorme vida interior, que está volcada a desmenuzar sucesos de su infancia y adolescencia vividos en la casa familiar que ha sido vendida. Trabaja en un call center y tras largos años de convivencia con su madre y abuela decide vivir sola. Esta emancipación es solo aparente, ya que está siempre sometida a sus recuerdos, de los que ambas mujeres son parte fundamental.
La antigua casa estaba concebida como un lugar sagrado, pero luego de su demolición las cosas han cambiado y no queda más que recuperar ese espacio mítico en el interior de la memoria. Sin embargo, la memoria es un laberinto que oculta rincones llenos de angustia y amargor.
"Ruinas", "Colapso" y "Escombros" son los tres segmentos en que se divide el volumen y que marcan una ruta donde el conflicto casi no evoluciona. A cambio, el libro se sumerge en el proceso de desintegración de la casa y de las vidas de sus habitantes. Es ahí cuando Laura parece no querer ligar su propia existencia al destino de la vivienda, porque demuestra deseo de vivir, de proyectarse, aunque sea de forma dispersa. Lo importante es mantener viva la memoria.
Dentro de los aspectos mejor tratados en esta historia se encuentran las formas de habitar, en especial la cultura doméstica de un matriarcado. La autora otorga una condición sacra a todo aquello que nos rodea en el diario vivir. Esta perspectiva resulta tremendamente relevante, pues permitiría afirmar que hasta lo más pedestre puede estar transido de aura, misticismo del diario vivir que hace a Laura sumergirse hasta en los lugares más oscuros de su pasado: "Hacer de lo cotidiano una religión, de lo íntimo algo sagrado".
Pese al predominio de una voz en tercera persona, el tono íntimo de la protagonista es enfático. La prosa es intervenida por un lirismo lírico mesurado, adherido a una cadencia constante que suena confesional: "Perder una casa, perder la memoria, perder la infancia, perder un departamento amoblado; perder la consistencia de las cosas porque el cambio implica una nueva forma que no sigue a la anterior, una nueva forma a la que adecuar el cuerpo, con la que fracturarlo".
La pérdida anudada al gran símbolo de la casa es parte de una serie de remezones que dañan su mente y su cuerpo. El miedo al cambio y la sensación de que todo se derrumba parecen no detener a Laura, que se independiza, pero sigue ligada a su familia, incluso más atenta a los otros que a sus propios procesos: un hecho común para tantas mujeres que esta novela logra desarrollar con extrema delicadeza y esmero.
Aviso de demolición nos muestra que la decadencia y la memoria son también formas de lucha contra el despojo.
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"Aviso de demolición" es el primer libro de Gabriela Alburquenque. Confundadora y editora de la revista digital "Origami", la autora nació en Santiago en 1995.
Las furias
Luis López-Aliaga. Banda Propia, 2022, 127 páginas.
LUN, 30 de diciembre de 2022.
Una de las grandes virtudes de este libro es lo depurado de su prosa, sus personajes y sus atmósferas. Luis López-Aliaga se pega a la potencia oscura de lo real, sin impostación alguna. El hueso de lo real es siempre palpable en estas historias cotidianas, vivas, donde cada uno de sus protagonistas —como un mal jugador de cartas— se atrinchera y pierde. Sí, porque todos los personajes pierden de una forma u otra, y es esa solidez en la exploración del autor lo que hace que Las furias se convierta en un conjunto de narraciones precisas en su estructura y fluidez. Incluso la limpieza de la prosa, que por lo general termina generando libros fríos y plastificados, en este caso da como resultado un flujo discursivo rítmico, perfectamente cohesionado. Más aun, cada palabra pasa a ser indicio de una historia sin fin que permite que el cuento tradicional transite hacia el relato posmoderno, es decir, una suerte de secuencia donde nada es conclusivo, donde hasta el conflicto —fundamental en el cuento— resulta atenuado.
Un mirón, no del tipo acosador sexual, sino un sujeto que parece querer ser parte de vidas ajenas, es el protagonista de "Hater". Salvador descubre a un grupo de amigos en una fuente de soda. A partir de entonces los espía en diversas circunstancias, intentando oír sus nombres y temas de los que hablan. Sobre esta extraña necesidad el narrador señala: "¿Cómo podía llamarla? ¿Una afición? ¿Un pasatiempo? ¿Un oficio sin sueldo? Salvador creía haberse perfeccionado a tal punto que, de someter la práctica a otros valores que
no fueran los del presente, bien podría considerarse un arte". Su maestría para pasar inadvertido, su método y sus "predicciones" respecto a las vidas que le atraen son, sin dudas, un arte que practica con precisión y placer. Narrar sobre un perro es un grandísimo lugar común; sin embargo, López-Aliaga demuestra que en literatura los temas o personajes no se agotan, sino que lo realmente importante es el punto de vista. "Lo que fue" nos lleva a una mujer solitaria que rescata de una manada violenta a un perro callejero. El contrapunto entre el animal y la mujer es impecable. Y, en una jugada arriesgada, el relato contiene una moraleja, sutil, simbólica, bien instalada. "Hermana" es uno de los grandes momentos del conjunto. La desaparición de un joven y la búsqueda que emprende su hermana llevan a esta a la comisaría de pueblo. El calor, la falta de protocolos, la precariedad ambiental y los dos personajes centrales, la mujer y el carabinero que investiga el caso, conforman una historia donde la ruina lo cubre todo de manera excepcional. Mención especial ameritan los diálogos cerrados y simples, cargados de cierto desdén, pero llenos de vericuetos que anuncian un inquietante trasfondo. "Comer" y "Un final feliz," casi al cierre del volumen, nos remiten a dos universos distintos, pero unidos por la fatalidad. En el primero, un peruano afincado en Chile, que posee un restorán, despliega su autoridad y seducción de manera constante, hasta que su negocio fracasa. El segundo se centra en una montajista fallecida en extrañas circunstancias. Este relato, lleno de omisiones y sugerencias, es uno de los puntos más altos del libro, precisamente por la ambigüedad de su desenlace. Pese al innecesario texto final, "Cómo escribir un gran cuento", Las furias es un conjunto de relatos imperdible, una notable clase práctica sobre un género que jamás deja de sorprender.
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Luis López-Aliaga (Santiago, 1966) es autor, entre otros libros, de las novelas "La casa del espía", "Geografía de las nubes" y "Bazar Imperio"; de los conjuntos de cuentos "Mundo salvaje" y "Cuestión de astronomía", y del volumen de memorias "No soy yo".
Lo que no bailamos
Maivo Suárez. Provincianos, 2022, 130 páginas.
LUN,
6 de enero de 2023
Una decena de historias que rondan el desamor, la incomunicación, la falta de compromiso y una necesidad de compartir afectos que no encuentra cauce nos entrega aquí Maivo Suárez.
Lo que no bailamos es un volumen de cuentos crítico con los actuales modos de vida y que penetra con precisión en el hastío que implica la conciencia de la rutina. Los personajes carecen de utopías y en su mayoría actúan desde la hipocresía, ocultando su rabia, fracaso u odio.
El libro sigue dos líneas. Una centrada en relaciones de pareja y la otra en mujeres profesionales, donde se mezcla lo laboral con lo personal. La vida cotidiana, para todos, es la parte maldita de las relaciones humanas. Es allí donde parece que la existencia, la paciencia y los afectos se ponen a prueba. Más aun, en todos los espacios, familiares y laborales, la violencia individual se retroalimenta con la violencia estructural. El resultado es una sociedad atrapada por el doble estándar y la pudrición valórica.
Los personajes de Suárez están en proceso de cambio, y quizás por eso reflexionan constantemente sobre sus vidas, pero sus acciones parecen ir por un camino independiente. Aun cuando tomen conciencia de su denigración, siguen firmes proyectando una imagen que parezca normal. Tanto así, que la crítica al orden corrupto en el que se ubican tiene como correlato aceptar que las reglas no se rompen. Que solo queda integrarse y seguir la marea.
Claro ejemplo de esta forma de vida es "Operación Alum", donde una trabajadora social le cuenta a un grupo de amigos, de clase media alta y progre, una anécdota sobre su trabajo con niños vulnerables, para amenizar la conversación. El relato se remite a un niño, Fabián Alum, "inquieto y peleador", proveniente de un hogar sin recursos, al mando de su madre, recolectora de desechos. La intervención en la familia se limita solo a medicar a Fabián. La narradora, hacia el final, dice: "Me tomé mi copa de Late Harvest y cuando la apoyé vacía sobre el posavasos sentí el abrazo de esa mujer flacuchenta, vi la cara moquillenta de la hermanita, la piel grisácea de Fabián, recordé el olor a moho de su ropa, vi a su madre hurgando en unas bolsas de basura y luego arrastrando un carro con cartones. [...] Pero estábamos todos tan ebrios y felices, tan lejos de San Bernardo, que me serví más vino, levanté la copa y dije casi a los gritos: —Hagamos un brindis por todos los Fabián Alum de este país".
Una línea diversa, en apariencia, surge en los relatos de parejas, como en "Lo que no bailamos", una historia en el contexto de la dictadura sobre dos seres cuyo afecto no es suficiente para mantenerlos unidos. El embarazo de la mujer posee un componente conflictivo enorme. Este hecho es percibido de maneras totalmente distintas por la mujer y por el hombre. Lo mejor es la cuota de ambigüedad sobre el destino de la mujer, dejando abierta su decisión y proyecto de vida.
Si bien todos los que habitan estas narraciones son configurados como seres odiosos y faltos de empatía, hay mayor cercanía con los personajes femeninos. Este enfoque permite comprender con más profundidad sus falencias y errores; sin embargo, esto no implica restarles culpa. Porque es precisamente una oscura culpa lo que gobierna a todos los personajes en estas intensas y rabiosas historias, donde resulta imposible aplacar la mala conciencia.
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Maivo Suárez nació en Talcahuano en 1964 y vivió su infancia y juventud en Argentina. Saltó a la palestra en 2019 con la novela "Sara" y en 2020 volvió a hacerlo con el volumen de cuentos "Ambiente familiar". El libro que aquí se reseña apareció originalmente en 2016, pero en la práctica se lo tragó la noche oscura, pues se trató de una autoedición; ahora ha sido rescatado por un sello establecido.
La novela del corazón
Roberto Castillo. Laurel, 2022, 299 páginas.
LUN, Viernes 13 de enero de 2023
Este es uno de esos pocos libros inolvidables. Resulta imposible dejar atrás una historia que al mismo tiempo es muchas historias, en las que se mueve una diversidad de personajes entrañables e infames y donde la tensión, la angustia y hasta la rabia es permanente. La novela del corazón, de Roberto Castillo, es una auténtica obra mayor inserta en un realismo crudo, al borde del gore, que nos permite reencantarnos con algo tan complejo como la creación de ficciones y su cruce con la malsana realidad.
Parece ser que el gran narrador de cada capítulo es Manuel Meredith, un niño chileno de cinco años, fallecido en una operación cardiaca realizada en Estados Unidos por el famoso doctor Barnard en 1963. Su voz, presumiblemente, es la que guía y construye cada una de las microhistorias en que se ven involucrados los personajes del volumen. Sin embargo, en un golpe de timón, el relato impone otra posibilidad: que todo esté a cargo de la hermana del chico, una periodista que no lo conoció, pero que desea vengar su muerte. Ella escribe una suerte de confesión, la cual perfectamente puede ser el libro que leemos.
Castillo elabora atmósferas inquietantes, turbias, malolientes, cargadas de sangre y muerte. Los perfiles de sus personajes son impecables, verosímiles y complejos, sin espacio para desatinos de ninguna índole. Dentro de este abanico es imposible no mencionar a las grandes detectives Zunka y Luna, que dan para una saga. Lo llamativo es que todos están siempre al borde del delirio, retrocediendo y avanzando hacia el límite, en un zigzagueo que impresiona por lo bien elaborado. Más aun, todos están atrapados por la intensidad de un deseo de vida, de fama o sencillamente por las ganas de apropiarse de la fuerza que un cuerpo tuvo en vida.
La realidad desbordada y llevada a sus límites puede verse en el capítulo del chileno que observa cómo vivió una operación cardiaca. Poco a poco el discurso de la ciencia queda de lado y empezamos a asistir a un ritual que tiene como fin profanar un cuerpo. Surge así una cierta complacencia morbosa que el volumen explota a la perfección, modulando con asco pero también con enorme placer y lirismo aquella salvajada: "El Dios del Quirófano pierde la calma por medio segundo: Son of a bitch!, exclama. Las cuadernas del costillar, tal vez con alguna trizadura, ceden por fin. Entonces se revela lo más hondo del pecho, entregado a la luz implacable de los focos. La tarea que sigue dentro de esa fosa húmeda se hace a tijeretazos: hay que cortar la
última envoltura, una membrana blancuzca y delgada que envuelve los órganos". Y más: "¿Qué otra cosa puede ser esa enorme masa azulada con tonos grises, cubierta de grasa amarilla, el animal triste que apenas se agita en el centro del pecho [...]?".
Roberto Castillo demuestra un oficio avasallador para estructurar su narración y al mismo tiempo desmontarla. A primera vista, el corazón es el órgano-eje de esta escritura, donde cada capítulo y hasta los epígrafes aluden a él. Sin embargo, por medio de una calculada inversión, surgen temáticas que borronean la centralidad del corazón, como la antropofagia, conectada con lo fantástico, y la crítica a la medicina, experimentando con animales o cuerpos de pobres, condenados a servir de conejillos a riesgo de sus vidas.
La novela del corazón es un librazo, profundo, violento, que late de manera insumisa y desoladora, apaleando el imaginario romántico con una fuerza aplastante.
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Roberto Castillo es autor de las novelas "Muertes imaginarias", estructurada sobre la base de obituarios, y "Muriendo por la dulce patria mía", centrada en la figura del púgil Arturo Godoy, y del libro de crónicas y ensayos "Antípodas". Nació en Santiago en 1957, y vive desde hace hartos años en Pensilvania, donde es académico del Haverford College.
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Rafael Sarmiento; Aviso de demolición,
Gabriela Alburquenque; Las furias,
Luis López-Aliaga; Lo que no bailamos,
Maivo Suárez; La novela del corazón,
Roberto Castillo.
Por Patricia Espinosa
Publicado en Las Últimas Noticias, del 16 de diciembre de 2022 al 13 de enero de 2023