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Crítica Literaria

Por Patricia Espinosa
Publicado en Las Últimas Noticias, del 23 de julio al 20 de agosto de 2021





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Las niñitas bien no usan bikini, linda
Teresa Undurraga. Emecé, 2021, 259 páginas.
LUN, 23 de julio de 2021

La dramática muerte del padre de la narradora y protagonista de esta novela es el marco del relato, y el hecho marca el cierre de un ciclo y sume a la hija en una profunda sensación de orfandad. La historia abarca a un clan familiar, el devenir del país, la importancia de la clase social y el crecimiento personal. La ruta de liberación de una mujer de la élite y su testimonio de una época son las dos aristas centrales del libro.

Nacida en 1969, Teresa Undurraga Mackenna, la oveja negra de la familia, es el personaje central del volumen, donde expone su infancia, adolescencia y primera adultez desde una actitud orgullosa de su origen, pero también con rebeldía. Tanto así que en una primera lectura da la impresión de tener cierto impulso para ir contra todo, aunque poco a poco la historia encapsula esa rebeldía.

En la tribu de la protagonista destaca el padre, todo un señor, pero la madre también tiene lo suyo: es una lady, jugada, activa, artista y compañera fiel del hombre de su vida. No está de más señalar que esta familia conservadora y católica, con apoyo espiritual de curas con apellidos como Puga y Montes, tenía uno que otro miembro izquierdista, incluso exiliado, como corresponde a una élite conservadora pero por supuesto demócrata.

El libro cumple con los requerimientos de una historia de la clase alta, donde los antepasados, los apellidos, los colegios, las posesiones son demasiado importantes. Y también el clasismo. Un ejemplo es la perspectiva burlesca o derechamente despectiva para describir a la nana, cuya habitación es hedionda y sucia, o a la vendedora del mercado, vulgar en su maquillaje y uñas con diseños, o a la mendiga que embauca para dar pena y conseguir dinero de los ricos. Desgraciadamente, no se aprecia la suficiente distancia crítica o irónica respecto de tales discriminaciones.

La novela posee una estructura endeble, con capítulos que sobran y focos en situaciones sin importancia, que desvían la atención en la protagonista. Los "poemas" que parecen querer reforzar la emotividad de Tere son vergonzosos en su factura. El vínculo con la historia del país es como una escenografía de cartón piedra. A cambio, un aspecto destacable es el uso del lenguaje cuico de los años 80 o 90. Asimismo, funciona bien la condición de testigo de la joven ante la batahola social del país al participar en algunos actos de protesta que la sitúan fuera de su zona de confort.

Teresa Undurraga no consigue otorgar profundidad a su protagonista homónima. Uno de los momentos claves es cuando se entera del caso de los degollados; por supuesto que sintió dolor, aunque eso no le impidió salir a bailar por la noche. Estas pequeñas inconsistencias, quizás propias en una adolescente, van restándole solidez al personaje, más que nada porque ella pretende insertarse a como dé lugar en una cultura progresista, pero la autora no le saca provecho a la tensión que producen estas conductas, a pesar de ser consciente de tales contradicciones.

Por lejos lo que más daña la narración es la banalidad del personaje principal, quien le otorga al relato un enfoque siempre chispeante. Además, exagera en demostrar alcurnia, pavoneándose de sus conspicuas redes sociales. En todo caso, el mayor mérito del volumen es su honestidad, la cual también podría considerarse simple descaro al señalar su miedo y desprecio a los pobres, su narcicismo y dependencias afectivas. Undurraga, la autora, construye una historia anacrónica y timorata, pero acorde con los tiempos que corren, donde la rebeldía ligth está siendo muy exitosa.

 

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La novela que aquí se reseña es la primera publicación de Teresa Undurraga. Nacida en Santiago en 1969, la autora tiene una extensa trayectoria como heladera, pastelera, cocinera, chocolatera, limonadera y otros oficios similares.

 

 

 

 

El vasto territorio
Simón López Trujillo. Alfaguara, 2021, 153 páginas.
LUN, 30 de julio de 2021

¿Una escritura delicada y a la vez violenta El vasto territorio se construye bajo ese predicamento. La novela transita por interioridades en crisis, sin perder de vista la crítica a las condiciones de vida de sus personajes: seres perdidos, precarizados, sin oportunidad alguna, que habitan paisajes asolados por las grandes empresas. Simón López Trujillo, el autor, debuta en la narrativa con una propuesta feroz sobre el desamparo y la imposibilidad de detener el exterminio.

Pedro Marambio, viudo de María Lemún, es padre del adolescente Patricio y la pequeña Cata. Trabaja subcontratado en una maderera del sur chileno hasta que se enferma. Después se conviene en una suerte de profeta y abandona todo para servir a su congregación. Los chicos quedan echados a su suerte. El relato se enfoca primero en el padre, para luego elevar a protagonista al hijo, un muchacho rebelde pero nostálgico y querendón de su familia. En paralelo, el foco se desplaza hacia Giovanna, una joven científica chilena que investiga sobre hongos y asesora a empresas forestales.

La entrada a cada uno de los dos capítulos del libro contiene monólogos del padre, que en un tono oracular recuerda su hogar del pasado, entrega enseñanzas de salvación y visualiza una naturaleza no diezmada, una suerte de paraíso exento de pecado en el que se impone la armonía con el orden de la tierra. Estas especies de mensajes cifrados permiten advertir en el padre una fe panteísta que ha sido traspasada a sus hijos. Esto le otorga a la narración un sustento religioso profundo, expresado como una forma de vida, más que como dogma.

López Trujillo coordina de manera fluida a sus personajes, estableciendo contrapuntos sin buscar la simetría; por el contrario, se empeña en marcar los desequilibrios, las irregularidades. Mientras la científica solo quiere triunfar, los hermanos parecen condenados al fracaso. Patricio es el encargado de mantenerse firme ante la catástrofe, mezclando rudeza con afecto, busca dar a su hermana una apariencia de normalidad aun cuando todo lo que poseen se desintegra. Así dice: "¿Eso era pensar? ¿Dejarse estar lejos de uno mismo? Las cosas viven de chupar aire, agua y tiempo, ¿y si la enfermedad no estaba haciendo lo mismo con su padre? ¿Si todo esto no era solo la manera en que un microorganismo tomaba posesión de un órgano mayor? [...] La vida a secas".

Unos cuerpos que se pudren, un territorio cada vez más herido por los afanes comerciales coludidos con la ciencia y un pueblo originario convertido en carne de cañón terminan siendo los ejes de esta historia tristísima pero combativa.

El vasto territorio es una de las buenas lecturas del año. Una novela altamente emotiva, aunque desprovista de sentimentalismos y con una prosa cadenciosa e íntima. López Trujillo ha elaborado una narración que le otorga una dignidad o bajeza impresionante a cada uno de sus personajes. En la descripción de los lugares y los estados de éxtasis de su protagonista, surgen imágenes al borde del delirio, sin perder la mirada en una realidad infectada que, tal como una enfermedad, va destruyendo poco a poco los cuerpos, pero no el discurso. La palabra, finalmente, queda en alto, como una acción de impecable resistencia.

 

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"El vasto territorio" es la primera novela de Simón López Trujillo, quien en 2018 ganó el Premio Roberto Bolaño en ese mismo género. El autor nació en Santiago en 1994, y hace tres años publicó la plaquette de poesía "Maestranza".

 

 

 

 

El jardín de los inocentes.
Carlos Pinto. Suma de Letras, 2021, 481 páginas.
LUN, 6 de agosto de 2021

Un detective obsesionado por resolver un caso en apariencia sin importancia es el puntapié inicial de una historia que se transformará en una madeja llena de nudos cada vez más enrevesados. Carlos Pinto, a quien conocemos por su amplia trayectoria en producciones televisivas, es el autor de este policial cuyo mayor mérito es escarbar en la existencia o inexistencia del crimen perfecto.

El protagonista de El jardín de los inocentes es Facundo Pineda, un miembro de la policía que escapa al cliché del investigador decadente. Es un hombre separado, con dos hijos universitarios y moderado en sus costumbres. A pesar de ser un sujeto racional, su método de investigación se basa más en el instinto que en la razón, sin desestimar la ayuda que le brindan los procedimientos científicos. Prefiere trabajar en solitario, aunque recibe, en una que otra oportunidad, la colaboración del detective Donato Burgos y de Claudia, novia psicóloga de Pineda.

La novela aborda con eficacia una temática siempre contingente: el aborto clandestino. Y si bien Pineda se declara proaborto, su postura limita el procedimiento a las primeras semanas, considerando que lo que hay es un embrión y no un feto.

Edison Ruiz, estudiante de medicina, y su pareja, Emilia Fuentes, son los encargados de realizar los abortos en la denominada "casa del jardín". Ambos conforman un equipo que actúa bajo estrictas medidas de seguridad. El perfil siniestro de estos personajes es uno de los aspectos más sobresalientes del volumen.

La historia tiene como hilo conductor a Pineda y su pesquisa; desde allí se desgajan múltiples líneas que remiten siempre a la responsabilidad de la pareja en cuestión. Sin embargo, para el detective seguirles la pista se vuelve todo un desafío. Edison ha logrado crear a su alrededor un cerco casi impenetrable, así que comprobar su participación y la de Emilia en los hechos se vuelve una tarea demasiado dificultosa.

Los cambios de enfoque resultan precisos. El autor construye un coro de personajes, especialmente de las mujeres que llegan a practicarse abortos, desde una perspectiva empática, no enjuiciadora. Además, Pinto se aleja del prejuicio de clase respecto al aborto al incluir como víctimas a trabajadoras, migrantes y universitarias de clase alta. Esta nivelación implica que el aborto se plantea como una problemática que atañe a las mujeres más allá de su lugar social y, por ende, que pide a gritos un debate nacional desde las propias mujeres, tal como se insiste en el libro.

Aun cuando la participación de los hijos del detective y la cantidad de relatos sobre las pacientes del falso médico pudieron restringirse, no restan méritos al conjunto. No obstante, lo que sí habría requerido mayor profundización es el perfil del protagonista, un detective demasiado sensato y prudente, lo que le quita fuerza. En términos positivos, lo que mayormente destaca es la ausencia del juicio castigador con las víctimas, la acción permanente y las relaciones entre la trama principal con las subtramas, donde nada queda al azar.

Toda una grata sorpresa constituye esta novela, que se niega a proyectarse como una saga. El rechazo a la continuidad permite resaltar más aun lo complejo de la mente criminal detrás de los delitos y las enormes dificultades con las que debe enfrentarse Pineda. Pinto ha escrito una novela con una tensión creciente, donde nada asegura la victoria de la ley.

 

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"El jardín de los inocentes" es la segunda novela del periodista Carlos Pinto, el archiconocido creador y conductor de programas de televisión como "Mea culpa" y "El día menos pensado"; su anterior publicación, "El silencio de los malditos", apareció en 2018. El autor nació en Santiago y tiene 62 años.


 


Mientras dormías, cantabas
Nayareth Pino Luna. Los Libros de la Mujer Rota, 2021, 204 páginas.
LUN, 13 de agosto de 2021

Una línea narrativa y diversos focos, vidas tironeadas por recuerdos que parecen atrapar el presente y personajes que no moderan su exaltación. Nayareth Pino Luna lleva a su máximo nivel el desplazamiento de los ejes de un relato para encubrir aquello que podría denominarse centro.

Mientras dormías, cantabas es una primera novela que desoye su condición primeriza. Aquí no hay tanteos temerosos, porque Pino Luna demuestra seguridad absoluta en su valiosa apuesta. La trama parece simple. Marta es una joven obsesionada con la vida de Leonor, su tía, que murió tempranamente de una afección cardiaca. La familia de Marta es enorme, está conformada por su hermano menor, madre, padre, tías y abuelos. El escenario principal es el departamento de Marta y su familia, perteneciente a un block de la periferia de una gran ciudad. Y también son un importante escenario las escaleras del edificio, donde Marta se instala a conversar con Gabriel, su vecino, el único y mejor amigo de Leonor, la tía fallecida; un muchacho, abandonado por la madre, que vive con su hermana menor y el padre.

La novela tiene como marco temporal dos Años Nuevos distanciados por una década. La fiesta es el gran escenario de esta narración. El gesto, la borrachera, la tristeza encubierta, el clan cayendo en una suerte de trance que oculta temor. La música de fondo de esta carnavalesca escena es la cumbia, el pop romántico, la balada dramática, estilos musicales que no solo dan título a cada uno de los capítulos, sino que interactúan con la historia de manera profunda. Las canciones convocan sin importar la edad; sus letras son un perfecto vehículo para sacar a flote aquello que no se quiere o puede decir.

El volumen se nutre de esta aparente simpleza para dar vuelcos constantes y excepcionales, siempre al interior de una atmósfera oscura, incluso macabra. Los roles de protagónicos o secundarios se diluyen para luego volver a su función anterior. De igual forma, hay una serie de microhistorias que se enfrentan y distancian haciendo que todo sea móvil, dinámico. Tanto así que los personajes pueden estar demasiado concentrados en sí mismos para repentinamente ser arrojados a lo exterior sin miramiento.

Leonor es un personaje grandioso. Posee actitudes contradictorias, un mundo privado inquietante que le da fuerza y con el suficiente carácter para no sentir autocompasión, llegando incluso a mostrarse por momentos perversa. Aunque también destruida, condenada a muerte desde el día en que nació. Condenada, además, a su deseo de escribir sin saber cómo. Mientras dormías, cantabas es una escritura con un estilo propio, duro y también melancólico, que mira el detalle y el plano general con una actitud perturbada, pero que contiene una extraña afectuosidad hacia los seres dañados. El único y menor vicio es intercalar términos como prolepsis, anáforas o ideaciones que nos devuelven a un estilo académico que ya fue. El modo como Nayareth Pino Luna estructura la novela es un lujo, ya que se desvía con soltura de todo lo fijo o consolidado. Esto implica adoptar la desviación como recurso principal de una trama siempre desconcertante. Pese a todo lo dicho, la autora no tiene el bicho de querer demostrar que construye una ficción fuera de lo común, ni que estamos ante una escritora que la viene a romper. Sin embargo, sí la rompe, y lo hace con total seguridad.

 

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Nayareth Pino Luna, licenciada en letras hispánicas y magíster en educación, nació en Santiago en 1990. "Mientras dormías, cantabas" es su primer libro.

 

 

 


Próximos días
Francisco Ortega. Zig-Zag, 2021, 147 páginas.
LUN, 20 de agosto de 2021

La utopía (imaginarse un mundo ideal) y la distopía (un porvenir apocalíptico) se han disputado el terreno de la ciencia ficción con resultados cada vez más abrumadores a favor de la segunda alternativa. En medio de un contexto de pandemias y crisis climáticas, es lógico que no queden muchas fuerzas para discursos esperanzadores y que se generen alegorías que apuntan a leer los terrores del presente en clave futurista. Eso es lo que sucede en esta novela de Francisco Ortega, la cual podría haber sido interesante, pero que jamás alcanza vuelo alguno.

Sí, porque Ortega elabora una ci-fi con pocas líneas narrativas y con incertidumbres escolares. Próximos días presenta un escaso despliegue imaginativo y una escritura demasiado precaria. Todo resulta como si el autor estuviera obligado a repasar ciertos tópicos y figuras sin que importe su ejecución. Por eso es que el libro termina exhibiendo una perspectiva simple, carente de profundidad, que no sale de los personajes estereotipados y cuyo itinerario, incluido el final, es predecible y manido.

Alberto, el protagonista, está casado hace más de una década con Leticia, con quien tiene dos hijos: Martita y Matías. A ellos hay que agregar al hermano de Alberto, quien tiene una función muy menor en la historia. Un día cualquiera la familia se enfrenta a un extraño suceso: una nevada en pleno periodo estival. A partir de entonces vendrá una cadena de hechos misteriosos que cambiarán la vida de los personajes en un escenario postplebiscito constituyente, en un Santiago del futuro.

La novela se sostiene en el miedo de los personajes ante cualquier amenaza. Acostumbrados a una vida más bien tranquila, las rutinas se concentran ahora en protegerse de un enemigo desconocido que secuestra personas e incendia edificaciones.

Son constantes los juicios acusatorios sobre el origen del mal, en donde gana por goleada la idea de que los habitantes de la periferia andarían en busca de venganza. Sin embargo, también hay osados discursos absolutorios, como por ejemplo a favor de las empresas de extractivismo minero, vilipendiadas por enceguecidos ambientalistas que no supieron ver que tales empresas actuaban en beneficio de la humanidad. Finalmente, la familia es la gran estructura redentora, el último reducto de contención ante un mundo que se cae a pedazos.

Francisco Ortega escribe de manera muy sencilla e insiste en aclararlo todo, nada debe quedar ambiguo. También abusa de los diálogos y las simplonas explicaciones científicas. Los personajes no poseen variaciones y sus comportamientos son en extremo adecuados a sus papeles: padre conservador, madre progre, tío simpaticón, niños avispados.

La gran alegoría del volumen pasa por la figura de la mujer: racionalista, fría e individualista. Ahí Leticia, la madre en esta novela, es fundamental. Un personaje que cumple como un androide con la maternidad y toma importantes decisiones sin mediar afectos. Esta representación de lo femenino como dogmático y militaroide, pero útil en tanto reproductora, permite que la historia se cierre de manera facilista, con poca altura.

Dada la gran cantidad de publicaciones de Ortega, esta novela breve podría haber sido una pieza distinta, incluso una especie de delicatesen. Sin embargo, no es más que una propuesta débil, casi de autor primerizo.

 

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Francisco Ortega nació en Victoria en 1974. Narrador, guionista y periodista, es autor de una quincena de libros, entre los que destacan las novelas "Logia" y "Andinia, la catedral antártica", el relato juvenil "Max Urdemales en la recta provincia", los volúmenes de no ficción "Dioses chilenos" y "Alienígenas chilenos", y varias novelas gráficas.

 



 

 

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Por Patricia Espinosa
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