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Crítica Literaria
Por Patricia Espinosa
Publicado en Las Últimas Noticias, del 7 de febrero al 6 de marzo de 2020
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Casa propia
Ernesto Garratt. Hueders, 2019, 153 páginas.
7 de febrero de 2020
En 2018, la novela Allegados se transformó en una de las mejores del año. La historia de una madre y un hijo que van de un lugar a otro experimentando toda suene de penurias debido a que no tienen casa fue escrita con excepcionalidad por Ernesto Garratt. Aunque autónoma de esa narración, Casa propia continúa el angustioso trayecto de ambos personajes, quienes ahora logran consolidar el tan ansiado sueño de poseer una vivienda.
Por desgracia, esta vez la mano de Garratt resulta irreconocible, dejando apenas entrever aquello que logró destacarla en la primera ocasión. El resultado aquí es una narración sobreactuada, recargada de elementos fantásticos que le hacen perder al autor lo que fue su gran mérito, el modo de asumir el realismo descarnado desde una tonalidad sumisa y contenida.
Corre 1989. El narradorcomo en Allegados— sigue siendo el hijo, ya un adolescente que cursa cuarto medio. Escribe cuentos fantásticos y cuida con esmero a su revenida madre, que padece un grave síndrome respiratorio. El chico posee poderes particulares y se asume como hijo de un brujo peruano, lo cual le permite no solo levitar, leer la mente e intervenir en los pensamientos de los otros, sino también volar y acceder a una pararrealidad. A través del espejo del baño, logra tomar contacto con la imagen de un vampiro, que vive en otro siglo, con el que comparte vivencias. La historia de Mihai, el vampiro, toma forma en la escritura del adolescente, aunque como un acto sin mayores proyecciones, ya que ante la falta de interlocutores no pasa de ser un mero desahogo.
Que lo sobrenatural termine dominando el volumen no es un problema; el problema es la precariedad enorme con que Garratt lo hace: solo clichés del género en medio de extensos segmentos de la novela dedicados a cada una de las habilidades del muchacho, en particular sus vuelos y lectura de pensamientos. No está de más resaltar las dos páginas y media ocupadas en la cita de un libro sobre telepatía, sin que sirva más que para mostrar lo engolosinado que está el autor con el tema. Nos encontramos así ante una narración fantástica salpicada de realismo. Lo peor es que, de manera muy básica, el libro traiciona lo fantástico, sobre todo cuando el joven asume su desequilibrio mental.
El último segmento del libro recupera en algo el sentido de Allegados. La secuencia en el consultorio médico donde acude el hijo con la madre, donde el chico aprovecha sus dones para atacar a un joven y atildado
médico, sirve para dar cuenta no solo de la indiferencia del personal hacia los pacientes, sino de todo el sistema de salud pública. Esta escena se coronará, posteriormente, con un breve discurso sobre el odio infinito del personaje hacia una sociedad que desprecia a sus desposeídos.
Garratt ha derivado en una escritura de nicho para preadolescentes, lo cual no constituye una opción despreciable, pero al estar todo ejecutado con tantos errores pareciera que el género permitiera olvidarse de lo que es una buena narración. El mayor costo de este nuevo camino es haber destruido con saña la anterior propuesta estética, experimentando en un terreno cuyos puntos claves Garratt parece desconocer. Una pérdida lamentable para la literatura orientada a la crítica social es este volumen de un autor que no hace mucho fue capaz de elaborar una novela contundente, de aquellas que abren una zona de la realidad pocas veces explorada literariamente.
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"Casa propia" es la segunda novela de Ernesto Garratt; la primera, "Allegados", apareció en 2018. Periodista y crítico de cine, el autor, nacido en Santiago en 1972, anteriormente había publicado "Tardes de cine", un conjunto de entrevistas a destacados directores cinematográficos.
Intersecciones
Daniela Pinto Meza. RIL, 2019, 70 páginas.
LUN, 14 de febrero de 2020
Son nueve cuentos, en su mayoría monólogos, sobre mujeres atormentadas por la costumbre, el tedio y las imposiciones laborales y familiares. Mujeres en constante estado de conmoción por salirse de molde o ir más allá de las labores y deseos que se le impone a su género, pero que no se rinden a la condición de víctimas.
Intersecciones de Daniela Pinto Meza es un libro sobre mujeres sentenciadas a contener sus emociones y comportarse de acuerdo a pautas ajenas a su voluntad y que mayoritariamente han encontrado una salida a la represión. La única forma que tienen de romper este cerco es creando territorios mentales donde dan curso a sus fantasías sexuales o estableciendo relaciones extramaritales basadas en lo sexual. Se trata de mujeres que se mueven entre la culpa y la falta de responsabilidad a causa de su visión rabiosa de la vida y de la degradación del cuerpo y la enfermedad que lo corroe. Lo interesante es que, aun cuando terminen diezmadas, sus deseos sexuales siguen teniendo una importancia radical para sus vidas.
Más que un problema, las narraciones proponen un modo de concebir el placer, siempre ligado a una figura masculina ya sea real o imaginaria. Esta dependencia de la masculinidad implica que las mujeres, en presencia de lo masculino, se muestren dóciles, maleables. "Dejo que me haga el amor", "Me toma en sus brazos y me deposita en la cama" son expresiones que recuerdan alguna canción de Myrian Hernández, esas odas a la pasividad y divinización masculinas. Por suerte, algunas historias toman distancia del cancionero romántico, evidenciando que lo que ahí ocurre no es amor hacia lo masculino, sino simplemente un medio para alcanzar el goce corporal.
Los relatos de Pinto se asemejan a una confesión, expuesta en primera persona o con un narrador extremadamente focalizado en cada personaje. Cada voz se explaya desde distintos niveles de lo íntimo, donde las sensaciones corpóreas permiten conocer el estado anímico por el que pasan los personajes. La mirada es minuciosa en describir emociones, espacios urbanos, familiares, atmósferas opresivas y personajes autoritarios. La presencia mesurada de prosa poética enfatiza con acierto la presencia de reflexiones secretas desbordantes de voluptuosidad.
Aun cuando el libro tiene como centralidad el erotismo y la represión, hay tres relatos sobre temáticas distintas. El anhelo de una casa propia, la vejez masculina y la prostitución son
en ellos las temáticas seleccionadas, pero que resultan tratadas de manera confusa y poco profunda si se comparan con el resto de las narraciones. Lo positivo, en todo caso, es que la autora elabora un paréntesis y se adentra en situaciones de índole social.
"Nací condenada. Mi cuerpo es el que nació trayendo el gen de mi condena. Primero fue mi vagina: no sabía que en ella se generaría esta arboleda otoñal que me acompaña hasta hoy". Más allá de la cursilería de la "arboleda otoñal", la cita deja ver gran parte de lo que es este volumen. Un conjunto narrativo sobre la condición de mujer, basada en lo corporal, asumida como un castigo, pues implica cumplir con un conjunto de normas que deberán sobrellevarse aparentando conformidad. Pese a ciertos desniveles, Daniela Pinto explora con eficacia en existencias de mujeres para quienes vivir es nada más que soportar —con angustia y sin interlocutores— una existencia que en esencia jamás podrán modificar.
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Doctora en literatura hispanoamericana contemporánea y gestora cultural, Daniela Pinto Meza es autora de los ensayos "Amor y política en Agustín de Nipona" y "Palabra y pensamiento". "Intersecciones" es su primer libro de ficción.
Cotillón en el capitalismo tardío
Joaquín Escobar. Narrativa Punto Aparte, 2019, 148 páginas.
LUN, 21 de febrero de 2020
Hace dos años, Joaquín Escobar publicó Se vende humo, un conjunto de cuentos lastrado por el convencionalismo de la prosa y los personajes y el acotado despliegue del género. Ahora arremete con este nuevo volumen de relatos, Cotillón en el capitalismo tardío, que claramente supera al anterior, aunque no deja de arrastrar muchas de aquellas deficiencias.
En todo caso, bien pudiera ser que lo que identificamos como debilidades en esta escritura no sea más que la esencia del estilo de Escobar. El culto a Bukowski, por ejemplo. El escritor norteamericano funciona como piedra angular de la poética de estas narraciones. De ahí que todo apunte a reproducir el mito del hombre rudo, bocón, "bueno pa la puta", el jale, la borrachera, la masturbación y otras costumbres cotidianas supuestamente transgresoras: "Una tarde de domingo, mientras cagaba, leí en una revista científica que el alzhéimer es una forma que tienen los ancianos de evadir la realidad".
Los protagonistas de estos relatos exhiben su masculinidad al modo de un trofeo y, como es esperable, las mujeres son usadas sexualmente y luego desechadas por su condición miserable. El macho alfa acá convocado se siente a sus anchas -obviamente y sobre todo- en grupos masculinos donde puede compartir su ilimitada virilidad y sus ademanes que reafirman que es un hombre de tomo y lomo. Ser hombre está unido a la violencia, y por lo mismo las peleas cuerpo a cuerpo conforman un ritual donde la testosterona se junta con el sudor y da como resultado un flujo de erotismo incontrolable. Con todo, el placer siempre viene acompañado de una altísima porción de ruda culpabilidad: "Comenzaron a tocarse, se desabrocharon los pantalones y se hicieron una paja a mano cambiada. Tras eyacular sobre el mural (de Miguel Enríquez), comenzaron a llorar".
Una fracasada intención paródica es frecuente en estos textos, donde se termina por imponer lisa y llanamente la burla, el desprecio como un medio para rebajar lo parodiado: "Se llamaba Estela Navarro [...], era morena, tetona y proletaria [...], también borracha y marihuanera, y hablaba todo el día de sexo"; "La profesora Perazza se paseaba con un libro de Julieta Kirkwood bajo el brazo. No porque lo estuviera leyendo, sino por pintar el mono"; "Tras despedir a Josefina [una asesora del hogar peruana], Matías quemó sus sábanas y trapeó la casa con cloro. `Esta gente trae infecciones que arrastra desde la Guerra del Pacífico. Son animales que la ciencia no puede domesticar' ". Como se ve, las mujeres son el objetivo predilecto del
autor para descargar cuanto prejuicio sea posible, llegando incluso a definir qué se entiende por feminismo. Aquí no hay lugar para la parodia, porque la repelencia hacia todo personaje femenino es tal que se termina imponiendo la simple caricatura odiosa por sobre la función crítica.
No obstante, dejando de lado la forma en que Escobar configura a sus personajes, el libro tiene aspectos interesantes. Cada historia contiene elementos de crítica social y el reconocimiento explícito de una catástrofe colectiva. En comparación con Se vende humo, hay aquí un mejoramiento indiscutible: esta vez la velocidad aumenta en el despliegue del tiempo narrativo y en la construcción de los tipos de marginales urbanos, aspectos que, eso sí, no logran eclipsar el gran sello de este conjunto de relatos: la desfachatez para santificar al macho racista y misógino como una bestia orgullosa de su "superioridad" de género, que se ufana de su condición violenta sin que los relatos tengan la necesidad de mostrar el más mínimo contrapunto.
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Joaquín Escobar nació en Santiago en 1986. "Cotillón en el capitalismo tardío" es su segundo libro; el anterior, "Se vende humo", fue publicado en 2017. Escribe crítica literaria en "La Estrella de Valparaíso".
La hija de Inés
Alicia Fenieux. Forja, 2019, 189 páginas.
LUN, 28 de febrero de 2020
Muy pocas personas se atreverían a publicar hoy un libro como La hija de Inés, pero Alicia Fenieux lo ha hecho: ha elaborado sin problemas esta narración ingenua, cargada de puritanismo y de cuanto prejuicio sea posible concebir, que solo podría ser considerada interesante como un testimonio patronal y una demostración del mito del amor romántico en la educación de las mujeres.
La historia es la siguiente: Macarena Rojas tiene quince años y proviene de una familia empobrecida, aunque ha heredado de su recién fallecida madre su enorme belleza. Debido a una invitación de Pilar Ossa, amiga de su progenitora, Macarena pasará el verano en su lujoso fundo. Allí entablará amistad con Teresa, la hija adolescente de Pilar, y María Paz, compañera de estudios de la hija de la dueña de casa. Macarena desde un primer momento despierta la envidia de las dos chicas, debido a su hermosura. El punto de quiebre en esta situación es la llegada del sobrino de Pilar, Renato, de dieciocho años, estudiante de derecho. Macarena y Renato viven un amor a primera vista, relatado así: "Un relámpago estalló en el horizonte y se reflejó en las ventanas. La expectación creció en el ambiente; un escalofrío remeció a Macarena. En ese instante, Renato levantó la vista y la atravesó con sus pupilas. Ella cambió la dirección de sus ojos [...]. Tuvo el impulso de sostenerle la mirada, pero un mandato ancestral de su femineidad la obligó a hacer lo contrario".
El conflicto de Pilar, tan protagonista como Macarena en esta novela, es su enorme resentimiento hacia Inés, la fallecida madre de la bella joven, quien se casó con el hombre que amaba pese a su mala situación económica. Pilar es retratada como una mujer "fea" que renunció al amor de su vida debido a que no pertenecía a su círculo social. Su rencor hacia Inés se mantiene vivo a través de los años y se desboca cuando Macarena comienza el romance con Renato; Pilar estima que la adolescente no tiene los atributos económicos ni los apellidos necesarios para formar parte de la familia.
Hay una carencia enorme de matices en los personajes; la autora solo logra construir identidades unidimensionales; a las mujeres solo les interesa el cotilleo, la moda y el maquillaje, mientras los hombres son representados como arrasadores y dominados por sus deseos sexuales. Las principales interrogantes que se plantean acá son si Pilar
continuará con su fallido matrimonio y si la joven será aceptada por el aristocrático clan.
Al modo de La Cenicienta, Fenieux pretende mostrar la lucha entre un mundo rosa y los prejuicios que se oponen al amor verdadero, pero su intento se queda en lo más básico de lo básico, sin esforzarse en ir más allá de los lugares comunes y los clichés del género sentimental. Esto conduce sin obstáculo alguno al predominio completo del amor romántico, promotor de la desigualdad al determinar que la mujer fantasee con el príncipe azul a quien le entregará la virginidad para sellar un pacto de felicidad eterna, ideal bajo el cual se esconderá una vida de dominación, maltrato y sufrimiento.
En general cuesta encontrar un libro completamente fuera de época, pero Alicia Fenieux lo ha conseguido con creces, al punto de alcanzar un grado de anacronismo dificil de igualar.
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Alicia Fenieux, periodista, debutó en la narrativa en 2010, con el libro de cuentos "La mujer del café virtual". Luego publicó otros tres volúmenes de relatos y la novela "Amor de clones".
Subversivos
Nicolás Vidal. Sudamericana, 2019, 206 páginas.
LUN, 6 de marzo de 2020
La posibilidad, más imaginaria que real, de una guerra entre Chile y Perú impulsada por el presidente Juan Luis Sanfuentes y su ministro Ladislao Errázuriz y la presencia de grupos de choque nacionalistas conformados por jóvenes pijes gatilla en 1920 —hace justo un siglo— una brutal represión contra militantes anarquistas. El objetivo no solo es desarticularlos sino también destruir su movimiento, catalogado como subversivo por la autoridad. Este importante hito de la historia de Chile y del anarquismo criollo es abordado por Nicolás Vidal en esta novela.
El autor ofrece un relato histórico que no incluye fuentes y que por lo tanto enfatiza su categoría de ficción. Es decir, su propuesta no es necesariamente tributaria de lo que plantea el canon historiográfico. Además, restringe el poder de la voz narrativa única, organizando una novela que incluye una multiplicidad de voces, impidiendo así que una voz oficial se tome el relato.
Estas características desembocan en una polifonía que incluye personajes femeninos y masculinos, trabajadores y estudiantes universitarios, unificados por su adscripción al anarquismo. El rasgo más importante en este pequeño conjunto de individuos es que recién se están formando, lo que implica la toma de conciencia, la lectura de los autores fundacionales y la búsqueda de formas de articulación social.
Sería esperable que un texto cómplice con la ideología ácrata se esforzara por elaborar una prosa y un artefacto narrativo un poco menos convencional, pero esto no
sucede acá. Queda como un gran pendiente para quien realice ficciones sobre el anarquismo intentar que lo subversivo no solo esté en el contenido de lo narrado, sino que busque formas expresivas menos tradicionales.
La renuncia del autor a subvertir la forma no impide que la novela se esfuerce por activar la anécdota mediante la diversidad de voces. Así, junto al narrador omnisciente, las voces en primera persona permiten ir construyendo sin duda una trama móvil. Sin embargo, hay un pero: la falta de precisión técnica trae como resultado que el traspaso de una voz a otra sea bastante tosco. Ligado a ello, se facilita demasiado la identificación de cada personaje, lo cual puede leerse como debilidad en el tratamiento de los empalmes de las voces o, derechamente, como una concesión excesiva al lector.
Además, el volumen se deja llevar por lo sentimental; hay demasiados
romances y escenas sexuales que de alguna manera impiden profundizar en la ética anarquista. Este conjunto de excesos y omisiones adelgazan la historia y le otorgan al anarquismo, en muchas ocasiones, la función de un simple marco donde se encuadra a los protagonistas: un puñado de mujeres y hombres que, más que libertarios, son jóvenes comunes, inseguros, temerosos ante su futuro y las sanciones políticas que impone el Estado a su ideología.
La literatura sobre el anarquismo es muy escasa en nuestro país; en los últimos años destaca la novela Letra dura de la rara, de la enorme Virginia Vidal, centrada en obreras anarquistas chilenas. Igualmente es casi inexistente la narrativa que adopte una poética anarquista. Tal vacío obliga a destacar esta novela de Nicolás Vidal, la cual permite, pese a todo, acceder de manera entretenida a un importante tramo de la historia del anarquismo nacional.
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Nicolás Vidal nació en Santiago en 1979. "Subversivos" es su tercera novela, tras "El Gordo" (2005) y "La luz oscura" (2013). También es autor del libro de crónicas futboleras "Cambio de juego" (2017).