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Entrevista recuperada
Patricia Espinosa: “No hay nada más inflado que el ego de un mal escritor”
Por J.C. Ramírez Figueroa*
Publicada en https://luchalibrola.com/
Esta entrevista fue hecha en 2014, originalmente para el diario La Segunda* y la logramos rescatar de un hackeo que nos hizo perder todo nuestro material. Fue a propósito del lanzamiento del libro Los detectives salvajes de Roberto Bolaño: la posibilidad de una comunidad (Recortes Críticos, 2015) del que hablaremos muy pronto. (LuchaLibro)
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Basta con nombrar a Patricia Espinosa para que muchos escritores se pongan nerviosos. Sus textos críticos, publicados cada viernes en LUN, muchas veces los incomodan, molestan, les joden la vida.
Porque ella es capaz de trazar conexiones, poner el libro dentro de un contexto histórico y, desde allí, alertar desde una mirada política endeble o el machismo implícito de una obra.
Y para una escena literaria pequeña — y endogámica — como la chilena la opinión de esta doctora en Literatura U. de Chile, académica del Instituto de Estética de la PUC y directora de la revista Aisthesis del mismo Instituto importa. Y mucho.
Su libro Los detectives salvajes de Roberto Bolaño: la posibilidad de una comunidad es un ensayo derivado de una investigación doctoral centrada en la literatura chilena postdictadura. De alguna forma, podemos decir que Espinosa rescata al escritor de los relatos biográficos de amigos y prensa cultural, para devolverlo a la reflexión sobre sus textos.
“La prensa fue extremadamente importante en lo que se refiere a la difusión de su obra. Podríamos quejarnos de la creciente tendencia a la fetichización y espectacularización de su figura, pero esto resulta un fenómeno casi inevitable frente a la importancia de Bolaño en un contexto literario latinoamericano donde las grandes figuras o monstruos literarios parecían estar en proceso de extinción”, explica.
Para ella también habría que considerar en este proceso los esfuerzos editoriales, los amigos y hasta la academia. Ellos contribuirían a que “importe menos la obra que la persona del escritor, a que valga más el dato menor, insignificante, que la discusión profunda”.
En ese contexto se comienzan a buscar los “nuevos Bolaño”, sus discípulos, amoríos y papeles inéditos. “Pero de la mercantilización no sólo es víctima Bolaño; la cultura en su conjunto está siendo hegemonizada por el mercado. Levantas una piedra y aparece un amigo. El caso es tan extremo, que hoy en día hay un team de estos «amigos» viajando por el mundo, bastante bien remunerados a todo esto, contando cómo dormía el escritor, si usaba pijama, tomaba sopa o fumaba de tales cigarros”, critica.
“No quiero sobredimensionar o mitificar el rol de la Academia, pero creo que es uno de los pocos lugares, junto con algunos espacios de crítica literaria no académica, que aún pueden manifestar cierta independencia respecto de las lógicas mercantiles y desarrollar una investigación rigurosa”.
— Cuéntame del origen de este libro. Tengo entendido que es tu tesis de doctorado, centrada en Roberto Bolaño. Pero, para evitar equívocos me gustaría precisar aquello, para presentarte en la entrevista.
— El origen de este libro es mi investigación doctoral centrada en literatura chilena posdictadura. De este trabajo, se deriva un libro que publicaré en abril de este año en torno a Los detectives salvajes de Roberto Bolaño.
— Del fragmento que leí **, me interesan muchas cosas. Primero, el papel de los medios de comunicación o los suplementos culturales, que transmitieron a Bolaño desde la “biografía” y lo espectacular. ¿Estás reivindicando la academia y la investigación frente al generalismo inevitable del periodismo?
— Me interesa establecer una distinción en lo que respecta a los diversos soportes y enfoques de aproximación a la literatura. Los medios de prensa, incluida la crítica, se inscriben en un formato diferente al de la academia. En el caso de Bolaño, la prensa fue extremadamente importante en lo que se refiere a la difusión de su obra.
Por cierto que podríamos quejarnos de la creciente tendencia a la fetichización y espectacularización de su figura, pero esto resulta un fenómeno casi inevitable frente a la importancia de Bolaño en un contexto literario latinoamericano donde las grandes figuras o monstruos literarios parecían estar en proceso de extinción. Señalar como único gran culpable a la prensa resulta una exageración, también hay que considerar dentro de la espectacularización de Bolaño, los esfuerzos editoriales, los amigos profesionales y hasta la academia.
De alguna manera, todos contribuyen a que importe menos la obra que la persona del escritor, a que valga más el dato menor, insignificante, que la discusión profunda. Y así vamos buscando el reemplazante de Bolaño, la generación de discípulos, a la vez que hurgamos en sus amoríos, papeles inéditos, etc, etc. Pero de la mercantilización no solo es víctima Bolaño, la cultura en su conjunto está siendo hegemonizada por el mercado.
Claro, levantas una piedra y aparece un amigo, el caso es tan extremo que hoy en día hay un team de estos “amigos” viajando por el mundo, bastante bien remunerados a todo esto, contando como dormía el escritor, si usaba pijama, tomaba sopa o fumaba de tales cigarros. No quiero sobredimensionar o mitificar el rol de la Academia, pero creo que es uno de los pocos lugares, junto con algunos espacios de crítica literaria no académica, que aún puede manifestar cierta independencia respecto de las lógicas mercantiles y desarrollar una investigación rigurosa.
— Otra cosa interesante es tu hipótesis de trabajo. El trabajo que hace “Los detectives salvajes” sobre la relación de continuidad y ruptura con la modernidad y la vanguardia histórica. ¿Podríamos profundizar sobre la propuesta de restitución de la comunidad, en la novela?
— Los detectives salvajes es una novela que se ubica en medio de un escenario donde la utopía parece haber quedado relegada a elemento arqueológico, es decir, una manifestación de lo que en otras épocas marcaba el devenir de los sujetos y las comunidades. Frente a ese destino, Bolaño reinstala la posibilidad de una comunidad. Es ese gesto el que trae o convoca a la utopía.
Es cierto que estamos frente a una utopía difusa, que ya no es tan clara como las del siglo XIX que permitían vislumbrar el pronto advenimiento del fin de un sistema de dominio. En este caso, sus límites se van dibujando entre narradores, poetas y lectores ubicados en algún margen, en algún rincón de lo social pero que se mueven o viajan cruzando las fronteras. Los detectives salvajes, plantea una utopía en el preciso instante en que una comunidad puede ser restituida y esa es la comunidad nómade de los lectores que reiteran la búsqueda de Belano y Lima, haciendo de la literatura un campo de resistencia.
Respecto a la vanguardia, identifico en este libro, una oposición entre la vanguardia histórica y una vanguardia caracterizada por la pérdida, el anonimato, el olvido.
Se propone, recuperar otra historia o establecer un territorio ficcional paralelo a la historia literaria real, que permite recuperar los desperdicios de la historia oficial, que tiene a Amadeo Salvatierra como figura principal, quien se encargará de realizar el relato del movimiento estridentista. Desde este punto de vista, considero que Los detectives salvajes, instala una relación de continuidad y ruptura con la modernidad en cuanto a la construcción de sujeto, la vanguardia, el concepto de novela y la utopía. Todo esto en medio de un movimiento que va desde lo grande a lo pequeño o, dicho de otra forma, desde el gran escenario de la Historia hacia las microprácticas, hacia las historias mínimas o bien desde las totalidades hacia los fragmentos.
— Haces hincapié también en las microhistorias, a través del diario de vida y los testimonios, como parte de este mismo proceso. ¿Cómo sería el conflicto entre ficción e historia operada por ambas?
— Lo que señalas, se refiere específicamente a la parte central del volumen que presenta una diversidad de microhistorias que asumen la modalidad del testimonio, haciendo desaparecer al mediador y las posibles motivaciones de recoger testimonios oculares o auriculares, acortando la distancia entre lenguaje, narración, realidad. Lo anterior significa la fractura del género novelesco en tanto unicidad y la fractura del testimonio, como hecho esencialmente no ficcional, dando lugar a una propuesta discursiva que ambivaliza la existencia de un centro textual, desde el entrecruce realidad/ficción.
Los testimonios remarcan que se dice más que lo que se esté diciendo, dando lugar a discursos aconteciendo y sujetos que se articulan únicamente a través de tales discursos donde cada testigo es, en última instancia, un autor que puede hablar por aquellos que no pueden hacerlo. Hay testimonio, en última instancia, porque Belano y Lima no coinciden en su decir, con el decir de cada uno de los testigos. El testimonio tensiona la novela hacia la materialidad de la historia para que en la restitución de la relación entre la palabra y la historia pueda emerger restituida a su vez, la comunidad.
— ¿Qué cosas te siguen llamando la atención o has redescubierto estudiando la obra de Bolaño desde una perspectiva teórica y académica?
— Me sigue llamando la atención su obsesión por destruir la novela, por dar cuenta de la caída de la metafísica, la constatación de la performatividad del poder, su animadversión hacia la vanguardia, la fractalización del mal en las sociedades actuales y las formas de resistencia. Además, su ironía constante hacia el letrado.
— ¿Qué sabor te dejaron los homenajes a Bolaño del año pasado? ¿Sientes que su lugar de figura pop puede dificultar una lectura más profunda de su obra? ¿O no tiene nada que ver?
— Me parece grandioso que se hagan homenajes a escritores grandiosos e incluso a malos escritores. El homenaje es un síntoma del orden o desorden de las cosas. Los homenajes, encuentros, congresos y coloquios pueden ser leídos como parte de una cartografía en permanente construcción. Allí cabe desde el análisis serio de su obra hasta el balbuceo pedestre y el material para el buitre, por ejemplo servilletas, apuntes, papelería cotidiana, fotografías. Es cierto que algunos homenajes no son más que una vitrina para la pléyade de amigos profesionales del escritor, pero también ha habido encuentros de discusión y reflexión que han ido van más allá de la chimuchina. Ahora bien ¿Podemos leer a Bolaño sin estos homenajes? Por supuesto y con eso basta.
— ¿De qué forma dialoga su obra con la historia y memoria de nuestro país? Me interesa mucho tu opinión, porque varios sostienen que él es más bien un escritor mexicano o, incluso, catalán.
— La nacionalidad es una construcción que opera mediante la conjunción o el entrecruce de relatos, discursividades. Hablamos, por tanto, de nacionalidades o identidades híbridas, donde se superponen rasgos multi-identitarios. En este sentido, en la obra de Bolaño encontramos la presencia intermitente de narrativas adscritas más que a la chilenidad, a la latinoamericaneidad que se manifiestan de modo fragmentario e intermitente en su obra poética y narrativa. Dentro de los rasgos latinoamericanos, encontramos giros lingüísticos, costumbres, personajes, territorios, alusiones políticas e históricas, intertextualidades literarias y estéticas.
— Eres la única crítica inserta en medios masivos que tiene como “eje programático” la literatura nacional, preferentemente independiente. ¿Algunas ideas o conclusiones que sacar tras todos estos años de lecturas? ¿Hay alguna línea o coincidencias entre obras tan diversas?
— El eje programático, entiendo que te refieres a privilegiar narrativa chilena, de mi trabajo crítico en Las Últimas Noticias, obedece a una concordancia de perspectiva con Andrés Braithwaite, editor de la sección cultura. El intento es leer prácticamente todo lo que se publica en narrativa chilena, tanto de editoriales autogestionadas como transnacionales. Desde mi perspectiva, hace aproximadamente una década que se profundiza la profesionalización del trabajo editorial que deja atrás a la autoedición de corte más artesanal.
Así, se suman a los proyectos independientes de editoriales consolidadas como Cuarto Propio y Lom, una cantidad cada vez mayor de editoriales pequeñas, autogestionadas, enfocadas en la literatura nacional. La ebullición inicial ha dado paso a un decantamiento entre los proyectos más serios como Narrativa Punto Aparte, Alquimia Ediciones, Tajamar, Ceibo, Das Kapital, Sangría y otros, donde su publica lo que venga. El aporte de todas estas editoriales es indudable, permitiendo que surjan las publicaciones de autores como Vladimir Rivera, Yuri Perez, Natalia Berbelagua, Yosa Vidal, Rodrigo Hidalgo, Rodrigo Ramos, Mike Wilson, Felipe Victoriano, Emilio Gordillo, Verónica Jiménez, Matías Celedón, Gonzalo Maier, Iván Parés, Cristóbal Gaete, Daniel Hidalgo, Luis Seguel V.; narradores que han estado en una cierta marginalidad editorial y que han producido libros interesantes, que han renovado y enriquecido el campo narrativo.
Obviamente estoy dejando fuera varios nombres más consagrados, por decirlo de algún modo, mi intención es, en este momento, abrir el campo y que se aprecie la multiplicidad de voces. Ahora bien, está claro que a una buena parte les queda por confirmar con nuevos trabajos sus auspiciosos inicios, porque está claro que en nuestro ambiente literario cunden los buenos primeros libros, seguidos de una acelerada decadencia o una sequía ridículamente extensa. Lo anterior también es posible de ver en la poesía, donde se publica mucho, pero en una buena parte de los casos con poco valor estético.
Quizás la mayor deficiencia del campo narrativo nacional, sea una cierta incapacidad para sostener un proyecto literario a través del tiempo. No espero que todos tengan la consistencia de Diamela Eltit o Germán Marín, pero me gustaría un poco mayor de insistencia en ciertas temáticas o estilos o estructuras; ya podemos reconocer a Nona Fernández, Zambra o Bisama, pero lo habitual parece ser más bien una búsqueda un tanto dispersa o desorientada. En todo caso, con la más que intensa actividad que muchas y muchos autores desarrollan en las redes sociales, se puede tener la legítima impresión que le están dedicando más tiempo a las polémicas menores, el sobajeo, el cahuineo que a la lectura, la creación y la reflexión.
Sobre lo que me señalabas, al final de tu pregunta, eso de las coincidencias entre obras aparentemente diversas, te voy a nombrar algunos lugares comunes particularmente torpes, como la insistencia de autobiografías insulsas, historias de adolescentes medio idiotas y compungidos por el desamor familiar. Por otro lado, también prolifera la metaliteratura con mucho protagonista escritor, artista o estudiante de literatura en proceso de escribir una obra. En términos de escrituras de mujeres, lamento profundamente que se encuentren amuralladas en dar cuenta de amores y desamores. Otra constante es la presencia de juicios discriminadores de clase, género y raza.
— Acá en Chile los escritores siguen enojándose con la crítica cuando exponen las falencias de su obra. ¿Qué te provoca a tí enterarte de las quejas de Gonzalo Contreras u otros?
— No hay nada más inflado que el ego de un mal escritor, quizás por ello se quejan y lloriquean tanto y consideren inaguantable que una lectura, que es lo que realiza un crítico, esté en desacuerdo con su proyecto.
Entiendo que este caballero que mencionas en tu pregunta se encuentre algo nervioso, puedo suponer que tiene que ver con su última novela, un libro pésimo a todo esto. Encuentro interesante que diga que estamos en un momento literariamente decadente, se puede analizar esa aseveración y ver qué resulta, pero decir que esa decadencia parte después de la llamada “Nueva Narrativa”, que sería algo así como un mito, es demasiado ridículo. Si fuera por decadencia, la “Nueva Narrativa” puede dar clases. Para que estamos con cosas, muchos autores sub 50 le dan una patada en el traste a varios de la Nueva Narrativa.
— Cuales son los desafíos que se le vienen a la nueva ministra de cultura en cuanto al fomento del libro. ¿Crees en que hay que bajar el IVA? ¿O las raíces son mucho más profundas o insalvables?
— La ministra de cultura tiene una enorme tarea que realizar, en el ámbito que señalas, debiera comenzar por generar políticas de fomento a la lectura, ampliar las bibliotecas públicas, generar una editorial estatal, subsidiar a editoriales nacionales autogestionadas y finalmente bajar el IVA al libro, esto último, más bien como un gesto inaugural de un proyecto macro de incentivo a la lectura, donde el Ministerio de Educación tiene mucho que decir.
Además, desde la cultura se pueden contrapesar los afanes tecnócratas que parecen dominar la discusión sobre la educación en Chile. Los índices de lectura son bajísimos, los niveles de comprensión lectora son deficientes, la compra de libros por habitante es vergonzosa, sin embargo todo esto forma parte de un adelgazamiento cultural general. Si nos enfocamos solo en el libro y lo aislamos del contexto cultural general y de la industria de la cultura y la entretención, fracasaremos completamente. Falta generar, por ejemplo, una televisión digital comunitaria en donde lo comunitario no se entienda solo geográficamente, dar lugar a una televisión pública alejada de la farándula y, por sobre todo, transversalizar el acceso a la cultura, que salga de las elites, para eso necesitamos cambiar la concepción de cultura como una serie acotada de bienes y prácticas culturales, por una donde lo cultural también sea un espacio de reflexión y diálogo sobre quiénes somos y qué queremos ser.
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*Si llegaron hasta acá, me referiré brevemente a un tema que me sigue haciendo ruido: el “juicio” que este medio (del que fui durante varios años “encargado de cultura”) hizo a su trabajo a partir de una crítica suya publicada a la novela No Ficción de Alberto Fuguet y que molestó infantilmente a algunos controladores del “mundillo” editorial chileno. Yo estaba con una larga convalecencia desde hacía un mes y grande fue mi sorpresa por la polémica en la que no pude intervenir como correspondía, aunque afortunadamente su trabajo como académica y crítica se defendía solo.
**Este es el fragmento de clase magistral leída en Valpo Congreso Estrella distante, 2013.
Me parece importante resituar la obra de Roberto Bolaño dentro de los estudios académicos, especialmente en un período donde los medios de comunicación insisten en profundizar en su biografía de manera espectacularizante. Devolver al autor a la lectura y al análisis o a cada autor cooptado por los medios, es también parte de nuestra labor investigativa.
Mi interés por el autor, surge el año 1996 cuando leo Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce (1984) y Estrella distante (1996), momentos donde suponía que era el seudónimo de algún autor ya conocido, obviamente no chileno, que había decidido salir a la luz tras años de temores diversos. Dudas más, dudas menos, el caso es que desde entonces me avoque a la lectura de su obra total.
El caso es que tras analizar su producción, decidí que Los detectives salvajes(1998) es una de sus obras fundamentales, incluso central cuando ya han transcurrido quince años de su publicación. Digo que es una obra central en la amplia obra bolañenana, porque a partir de ella no solo es posible interpretar la totalidad de su obra narrativa y poética, sino que además es un compendio de la poética de Roberto Bolaño.
La presentación que nos convoca, tiene como objetivo fundamental leer la novela Los detectives salvajes, resituando la distribución original de la novela:
Tomaré como una unidad los capítulos I, “Mexicanos perdidos en México (1975)” y III, “Los desiertos de Sonora (1976)” y como una entidad distinta al capítulo II, “Los detectives salvajes (1976–1996)”.
Mi análisis propone la siguiente hipótesis de trabajo:
Los detectives salvajes es una novela que trabaja sobre una relación de continuidad y ruptura con la modernidad y la vanguardia histórica, en cuanto a la construcción de sujeto, la comunidad, el concepto de novela, la utopía y literatura. Por medio de esta relación de continuidad y ruptura la novela plantea la posibilidad de la restitución de la comunidad entendida esta como un acontecer literario-existencial que rompe con la separación arte-vida. Para esto, Los detectives salvajes construye una propuesta de renovación de la relación del presente con la memoria y la historia, entendida ésta como la historia de sujetos menores, es decir, la microhistoria. Lo anterior, tiene como base la confrontación de dos regímenes de ficcionalización: el diario de vida y los testimonios, que ponen en conflicto la separación de la oposición culturalmente establecida de ficción/historia. En definitiva, el proceso interpretativo se desarrolla en torno a cuatro ejes de significación: modernidad /postmodernidad, sujeto, concepto de novela y vanguardia.