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Patricia Espinosa | Autores |







Crítica Literaria

Por Patricia Espinosa
Publicado en Las Últimas Noticias, del 27 de agosto al 24 de septiembre de 2021





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Guía de la vecina insurreccional (y sus botellitas incendiarias)
Marcelo Mellado. Hueders, 2021, 129 páginas.
LUN, 27 de agosto de 2021

El monólogo, el discurso, el modo de hablar y las obsesiones son en esta nueva novela de Marcelo Mellado los mismos de siempre en la narrativa del autor, aunque con un cambio importante: ahora todo está en manos de una mujer avecindada en Valparaíso en plan de radicarse en un poblado aledaño.

Esta anciana es quien oficia como personaje central de Guía de la vecina insurreccional (y sus botellitas incendiarias), el atractivo título del libro. Sin embargo, más allá de ese cambio, el volumen poco y nada tiene de novedoso, ya que no es más que la repetición de lo que Mellado ha venido escribiendo desde hace más de una década.

Nuevamente, la parodia es el gran motor de esta escritura, sostenida aquí por una profesora jubilada, el único personaje de un relato con una trama débil y nula acción. A cambio, lo que tenemos es el jugoso punto de vista de la denominada "vecina", que es deslenguada, rabiosa, sabia e inteligente. La jubilada, tal como un macho anciano, ya que de mujer no tiene más que el pronombre, escribe una suerte de bitácora de vida junto a pequeñas crónicas ligadas a la actual contingencia chilena.

En ambos formatos su principal objetivo es cuestionar los poderes emergentes de izquierda, las marchas, los saqueos, las farras postprotestas y la inutilidad en que inevitablemente cae toda acción comunitaria, gran parte de lo cual ha sido puesto en escena por la cultura feminista. Resulta interesante que no diga ni una sola palabra contra los partidos de derecha.

En más de un centenar de páginas, este monólogo resulta reiterativo y asfixiante por la incapacidad de avanzar y de explorar algo que vaya más allá del aparente nihilismo del ridículo personaje. Lo único que rompe en parte la monotonía es la expectativa de saber cuánto más absurda puede llegar a ser esta anciana feminista, principal emblema de lo desorientado que está el pueblo. Ese extravío se debería, precisamente, al protagonismo que han alcanzado figuras como la de esta vieja verborreica.

Quien ha tenido la fortuna de seguir la obra de Mellado se podrá percatar que el autor no puede liberarse de dos tics. El primero es el furibundo monólogo de un amargado personaje dirigido contra los otrora concertacionistas, a los que se suman los nuevos protagonistas de la renovación de la política. La segunda zona donde ha quedado enclaustrado es su pseudoodio a la academia. "Pseudo" porque parece despreciarla, pero no puede apartarse de una retórica que manifiesta lo más pútrido del paper universitario: la palabra engolada, el metalenguaje y el exhibicionismo teórico. Una suerte de populismo literario, ya que dice estar contra todo, pero que delimita muy bien quién pertenece al lado de los eruditos (los protagonistas de Mellado) y quién al de los brutos.

Así las cosas, la narradora se erige como una representación de una divinidad que posee el don de ver más allá que cualquier ser humano; en su decadencia, ella no deja de ser más lúcida que todos los miserables que la rodean. Por eso sus reclamos y reflexiones son poco importantes. Solo resalta la autoafirmación de un yo infantilmente herido porque las cosas no salieron como esperaba.

Mellado demuestra, desde hace rato, la incapacidad de renovarse conservando las bases de su estética. Su proyecto literario, que alguna vez tuvo lo suyo, con puntos tan altos como Informe Tapia y La provincia, hoy no es más que un auto-plagio.


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Nacido en Concepción en 1955, Marcelo Mellado es autor de más de una docena de libros, entre los que destacan las novelas "Informe Tapia", "La provincia" y "La hediondez"; los volúmenes de cuentos "Madariaga y otros", "Ciudadanos de baja intensidad" y "Humillaciones", y el conjunto de crónicas y ensayos "La ordinariez".


 


Clara en la noche, Muriel en la aurora
Rodrigo Atria. El Mercurio, 2021, 305 páginas.
LUN, 3 de septiembre de 2021

Las historias de amor parecen condenadas a la extinción o a ser desechadas a la categoría de novelón sentimental. En especial aquellas de carácter trágico, absoluto. Embarcarse en este tipo de ficción implica riesgo, pero además una voluntad de recuperar un género anacrónico. Una tarea dificil que Rodrigo Atria lleva a cabo con una soltura impresionante. Clara en la noche, Muriel en la aurora es una novela convencionalmente romántica —con pasión, dolor y dramatismo— que da un giro importante al tópico de la pareja y en lo medular a la figura del hombre enamorado.

Muriel Angers, cercana a los cincuenta años, separada y con una hija adulta, es francesa y viaja a Chile por encargo de la Municipalidad de París. Debe hacerse cargo de una exposición sobre jardines franceses y dictar algunas conferencias sobre vegetales en su país y el mundo contemporáneo. Su centro de operaciones es el museo de la Quinta Normal, lugar donde iniciará su ruta. Angers es una profesional rigurosa, pragmática, abierta a conocer un país desconocido y su gente. A partir de su interés por las plantas, se encuentra con Samuel Vitoria, un hombre mayor, profesor universitario, botánico, genetista en plantas, con el cual se acercará a la historia de Chile y a la de una familia muy particular.

Vitoria es un hombre actual y feminizado. Claramente es esta característica lo que permite que este libro destaque y se ubique en un lugar importante. Una masculinidad feminizada no implica necesariamente rechazar la heterosexualidad, sino que significa acoger para sí todo aquello que tradicionalmente ha sido asignado desde un punto de vista patriarcal como rasgos propios y definitorios de las mujeres. Aun cuando este personaje posee un enorme bagaje profesional, el volumen privilegia su condición sensible, emotividad, fragilidad y timidez. La francesa se transforma en su interlocutora o, más bien, en su activa oyente. Vitoria, cual Sherezade, se dedica a relatarle la historia de cada uno de sus antepasados, historias que fascinan a Muriel.

Y si bien el narrador central es Samuel Vitoria, hay un supranarrador, una voz omnisciente que se enfoca en él y en la francesa. Esto hace que surjan grandes segmentos sobre el pasado que, aunque no son oídos directamente por Angers, la dejan a ella enterada. Este recurso posibilita que los distintos niveles narrativos estén atados a un centro, sin dejar de acercarse a la intimidad de cada uno de los personajes de manera diferenciada.

Lo anterior permite a Atria tomarse todo el tiempo del mundo para elaborar personajes y situaciones. Su escritura es detallista, sentimental, siempre pendiente de espacios y épocas. Bajo su mirada surge una memoria materializada en diversas microhistorias sobre genetistas europeos, políticas medioambientales francesas, el nacismo en Chile, la matanza del Seguro Obrero y detenidos desaparecidos durante la dictadura. Estos relatos enmarcan la vida del padre de Vitoria, su novia y amigos desde finales de la década de 1930 hasta casi el final del siglo XX.

A pesar de que algunas secuencias exageran en la composición de ambientes refinados, al borde de una maqueta recargada de signos de alta cultura, este conjunto de historias de pasión y fracaso mantiene la expectativa sobre el destino de cada uno de sus personajes hasta la última línea. Todo un logro en tiempos donde el relato amoroso va en franca retirada.

 

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Rodrigo Atria (Santiago, 1952) ha publicado, entre otros libros, las novelas "La despedida" y "Coplas de sangre", el volumen de cuentos "La fácil hermosura del olvido", el poemario "Brumario", el ensayo "Es tiempo ya", y, en coautoría, la investigación sobre derechos humanos "Chile: la memoria prohibida".

 

 

 


Nostalgia del desierto
Carolina Brown. Emecé, 2021, 157 páginas.
LUN, 10 de septiembre de 2021

Las salitreras en su auge y caída, los migrantes, su complicada adaptación al territorio, los secretos familiares, los afectos perdidos: todo eso y más se despliega en esta nueva novela de Carolina Brown. Nostalgia del desierto es un profundo estudio de personajes desarraigados que ocultan su desolación. Brown posee una mirada entre compasiva y ruda hacia sus personajes centrales, que poseen un insinuante aire andrógino.

Rebeca y su tía Peggy son los ejes de la historia. Peggy, pese a tener un rol en apariencia secundario, disputa el protagonismo con la sobrina. El volumen incluye una serie de cartas escritas entre 1929 y 1932 por una adolescente Peggy, dirigidas a su amiga Dora. Ambas vivían entonces con sus convencionales familias, en una oficina salitrera nortina que comenzaba a dar indicios de su fin. En estas cartas se deja entrever con marcada delicadeza el vínculo entre las amigas y, en especial, la enigmática condición de Dora, quien es enviada por sus padres a estudiar a una gran ciudad. Peggy, hecha trizas, intenta aminorar su pena escribiéndole a su amiga, sin saber el destino de aquellas misivas. Pasarán más de treinta años para que se reencuentren.

El relato se enfoca en el último tramo de la vida de Peggy. Específicamente, a partir del momento en que, viviendo en Inglaterra, ordena a la sobrina, afincada en Chile, que cuando fallezca se encargue de su cremación.

Rebeca es una mujer tan áspera como su tía y su padre. Un trío de solitarios, concentrados más bien en recordar. Rebeca, profesional, independiente y fría, cumplirá la misión que le ha sido encargada y de paso se enfrentará al único sobreviviente de su familia. Sucesos que de una u otra forma cambiarán la mirada que tiene de su pasado.

Brown escribe de forma mesurada, construye atmósferas oscuras con enorme naturalidad, cambia de focos, delinea personajes y elabora intimidades con gran exactitud. Además, aborda temas complejos desde una perspectiva siempre indicial, dejando cabos sueltos y sugerencias que contribuyen a una ambigüedad constante. Todo puede ser y no ser al mismo tiempo, negándose con ello a definir a sus personajes.

El aspecto mejor elaborado se refiere a la conformación de personajes femeninos. Mujeres fuertes, resguardadas en su intimidad, atentas a preservar secretos. Otro aspecto resaltable es el carácter oscuro de todo aquello asociado al sexo o las relaciones de pareja. Decir oscuridad implica que el relato se inclina a dar pistas sobre perversiones o desvíos a las imposiciones sociales que quedarán apenas dibujadas.

El libro expone el modo de vida de cierta clase media inmigrante, su buen vivir, pero alejado de los lujos de los mandamases. La salitrera aparece como un símbolo de la explotación laboral, pero también, a los ojos de una adolescente, como un lugar idealizado. El fin de una época y de una estirpe son representados por estas dos mujeres firmes, porfiadas, secas, pero que derrochan humor negro y carecen de nostalgia (o saben cómo ocultarla).

Carolina Brown ha elaborado una narración pulcra, con una elegancia no impostada ni aparatosa. Su perspectiva es en extremo cuidada y escrupulosa, y fluye con naturalidad, enraizándose en un ánimo pesimista y melancólico donde todo encaja con precisión.

 

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"Nostalgia del desierto" es la segunda novela de Carolina Brown; la anterior, "El final del sendero", apareció en 2018. La autora, nacida en Santiago en 1984, también ha publicado dos libros de cuentos, "En el agua" y "Rudas".

 

 

 


Cafiche de mi corazón
Iskra Pavez Soto. Forja, 2021, 163 páginas.
LUN, 17 de septiembre de 2021

"Babosas" denomina este libro a las mujeres que se aferran a sus parejas, ignorando que viven una relación tóxica donde a ellas les toca la peor parte. Iskra Pavez entrega aquí una novela con tonos de tragicomedia que busca parodiar la figura de la mujer empoderada.

El volumen está conformado por una secuencia no cronológica de correos electrónicos que la protagonista y narradora, Ivana Parraguez, envía a sucesivas parejas durante algunos años de la década del 2000. La narración comprende un pequeño tramo de su vida en Chile, para luego ampliarse a sus años de estudiante becada en España.

Pese a que Ivana avanza aceleradamente en su formación profesional, llegando a estudiar un doctorado, cada vez que se enamora se convierte en un ser frágil e inseguro. Sus relaciones amorosas fracasadas la dejan hecha polvo, aunque nada le impide emprender otras.

La historia solo nos permite conocer la perspectiva de la protagonista. No existe contraparte, y por tanto es únicamente su palabra la que vale. El intento de dotarla con algo que pretende ser sentido del humor aliviana en parte su inclinación a generar un quejumbroso monólogo centrado solo en ella misma.

Ivana es una mujer descriteriada, sin el más mínimo sentido común ni autoestima, que se deja arrastrar por la tragedia. Sin embargo, la mayor contrariedad que provoca el libro es que parece obligación que cada situación que experimenta la protagonista tenga un barniz divertido. Se produce así una dinámica donde lo que empieza a importarle al lector es cuándo vendrá el remate risible. Más allá de que algunas situaciones logran sacar una sonrisa, el resto, es decir, el drama de base, se diluye, llegando a ser solo una excusa para el chiste.

En cuanto a los personajes varones, todos parecen cortados por un misma tijera. Son muy machos, pero lejanos, con una vida secreta y una gran falta de compromiso que los lleva a cortar relaciones amorosas en cualquier momento. La protagonista, aun cuando se lamenta, parece acostumbrarse a esta rutina: te tomo, te uso, me voy.

De una u otra forma, ella busca hombres con este perfil. Es tan extrema su dependencia a este tipo de parejas que en el momento en que aparece un hombre que la trata de un modo diferente, el amigo paño de lágrimas, termina demandándolo por acoso. Esta situación es lamentable, ya que opera como un contraejemplo que busca demostrar que una mujer, usando argumentos superfluos, puede incriminar a cualquiera.

Pavez es una escritora entusiasta. Y aunque usar el formato del correo electrónico en una novela dejó de ser interesante hace como diez años, lo que más le afecta es su ingenua concepción del amor romántico. El libro no es más que declaraciones de amor, ensalzamiento de sus parejas y quejas, muchas quejas. La prosa es redundante, llena de descripciones banales e inflada de estereotipadas imágenes amorosientas y depresivas. Así la narración se vuelve tan reiterativa y unidimensional que termina hartando.

No hay muchas más vueltas que dar por este paraje, donde reina una mujer premoderna que, lo peor de todo, intenta adornar su relato con lecturas de Simone de Beauvoir y otras feministas de fuste. Un gesto, por decirlo de modo cortés, oportunista y totalmente prescindible.

 

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Iskra Pavez Soto (Santiago, 1979) es autora del volumen de cuentos "Mifragio", del libro de poemas "Bestia inefable", y de los ensayos "La niña liberada. Violencia sexual y poder" y "Cuerpo feminista. Acoso y resistencia". "Cafiche de mi corazón" es su primera novela.

 


 


Cóndor rebobinado
Nicolás Medina. La Pollera, 2021, 77 páginas.
LUN, 24 de septiembre de 2021

E1 gran representante de este breve libro de relatos es un personaje que ve el mundo generalmente como testigo nostálgico de un pasado idealizado. Los cuentos que conforman Cóndor rebobinado son de finales, es decir, en cada caso todo cobra sentido prácticamente en el último párrafo. El problema es que la técnica, al reiterarse, marca al conjunto con un carácter que podríamos llamar primario.

Nicolás Medina elabora sus relatos, formalmente convencionales, con una fuerte carga simbólica, y los aludidos finales son en su mayoría epifánicos. "Cóndor rebobinado", que abre el volumen, es un buen caso de historia que pudo escabullir el carácter fabulesco mediante una escritura menos orientada a dejar todo claro. El narrador construye una ruta geográfica por las aguas contaminadas de Chile y sus consecuencias en el mundo animal. Un lobo de mar intenta devorar a un cóndor que, aunque averiado, logra sobrevivir. El texto se extiende en el periplo del ave, que se verá finalmente enfrentada a un cazador. La obviedad del relato es fatal. El pájaro representa un Chile asediado por diversos enemigos. Y si bien el cuento fluye con cierta facilidad, pese a estar sobrecargada de símbolos, el meollo es básico.

Estamos ante una escritura con una falta de flexibilidad apabullante. Su lenguaje suele ser formal y los coloquialismos se reservan para el habla popular. Los personajes son rígidos, sin cambio alguno. Eso sí, resulta interesante que parezcan marcados por una suerte de conformismo, una resignación invalidante que les impide modificar el curso de las cosas, pero que a la vez carezcan de toda profundidad, llegando a tener una participación casi monosilábica, al límite de la inconsciencia e indiferencia. De ahí que los conflictos no logren alcanzar ningún grado de dramatismo que permita mantener en algo la tensión narrativa.

"Sueños de un sapo de micros" y "Fantasía de una corchetera" son dos relatos de tono escolar. En el primero, el sueño como eje es una técnica no solo antigua sino también agotada. En el segundo, el ejercicio de narrar sobre un objeto común tiene todo el aroma a tarea de taller literario, material de aprendizaje, poco digno para conformar un libro. Eso de sorprender con el desenlace agota y otorga una insalvable monotonía a cada historia.

Si es por rescatar algo más trabajado, "Renata" es un buen ejemplo. Esta narración consigue perfilar a la protagonista, pero su accionar no va para ningún lado. Solo el desenlace logra revertir su imagen, pero ya es tarde, porque no ha habido indicios de su condición íntima. Si hay algo de lo que carece este autor es de la capacidad de generar indicios, y por lo mismo sus desenlaces adquieren tanta importancia. Sin remate, sus cuentos perderían todo sentido.

La enorme variedad de temas que orientan estos nueve relatos permiten afirmar que no hay una propuesta literaria clara o que han sido ejecutados en diversas épocas, para luego forzosamente reunirlos en este volumen. Nicolás Medina es un autor que ha sido premiado en concursos literarios. Desgraciadamente, su salto a la publicación lo deja con una deuda importante. Aquí faltó trabajo, ya que no basta con juntar materiales para darle forma a un libro.

 

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"Cóndor rebobinado" es el primer libro de Nicolás Medina, traductor de escritores como Ambrose Bierce, Jack London y Philip K. Dick. El autor nació en Santiago en 1988, y es abogado.


 



 

 

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