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Baldomero Lillo, por Patricia Espinosa
Publicado en https://leucadegaceta.tumblr.com/ 29 de diciembre de 2013
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Estimados lectores: queremos compartir con ustedes la entrevista realizada en nuestro programa Barco de Papel a la directora de la revista Aisthesis de la Universidad Católica de Chile, Patricia Espinosa, en torno a la figura del escritor chileno Baldomero Lillo. Sintonicemos la literatura desde todas las esquinas del arte.
—¿Recuerdas el momento en que te llamó la atención y te zambulliste a indagar sobre este personaje de nuestra literatura?
—Baldomero Lillo es una lectura dada en los colegios, entonces yo creo que es una lectura infantil obligada a gran parte de los estudiantes de Chile, y ésa es mi primera aproximación a Baldomero Lillo. Mi entrada rotunda es algunos años después, cuando entro más desde un punto de vista teórico-político a analizar Sub Sole y Sub Terra. Sentí la necesidad de hacer un rastreo histórico de autores chilenos que hubieran emergido con un discurso político, con respecto a lo social. Entonces, estudiando literatura, haciendo este rastreo, una especie de cartografía, retomo a Baldomero Lillo y lo leo desde una perspectiva ya un tanto distinta, pero sí a partir de esta hipótesis que yo tenía y que aún sostengo: que es el iniciador, es un escritor que permite la ‘visibilización’ del otro, entendiendo al otro como el sujeto perteneciente al mundo popular, al sujeto desposeído materialmente, al sujeto sometido por los sistemas de poder. Esa es la hipótesis que yo levanto en ese instante y que finalmente es parte de una investigación mayor, que deriva en algunas publicaciones, pero que hasta el día de hoy sostengo. Es la radical importancia que advierto en Baldomero Lillo, como un iniciador, como una figura central dentro de lo que es nuestra historia literaria, y cómo él levanta y abre la literatura y presenta esta temática.
—Baldomero Lillo nace en Lota, una localidad emblemática en materia de desarrollo histórico, del movimiento social del mundo minero como imagen, y al mismo tiempo Sub Terra se publica coincidiendo en el tiempo con la primera reunión de la Mancomunal de Trabajadores. ¿Cómo observas tú la incidencia que ese contexto social tiene en la temprana literatura del autor?
—Creo que es fundamental la efervescencia social que vivía nuestro país, una época tremendamente turbulenta, y en términos literarios muy potente, muy poderosa. Yo creo que desde 1900 a 1930 es quizá el mejor momento en la literatura chilena, en la narrativa chilena, particularmente la narrativa, diría yo, hasta culminar con el realismo social, hasta el 33, 35. Por ejemplo, figuras como Benjamín Vicuña Mackenna, señalando que coexisten en nuestro país un segmento de personas de bien, y por otro lado, un segmento, un ámbito, un inframundo, habitado por los seres inmorales. O sea, había una situación desde las élites, un discurso donde se asociaba al sujeto desposeído de lo material, con los desvalores, con la inmoralidad, y eso se había constituido como una ley, era la ley que regía el pensamiento de las élites, del sistema de poder, incluso de los intelectuales de las élites como Benjamín Vicuña Mackenna, entonces advertía a la ciudad de Santiago como una ciudad dividida. Ahora, desde el punto de vista de hoy, uno dice “parece que las cosas no han cambiado mucho”. De alguna forma, territorialmente, la ciudad estaba dividida entre la gente de este buen vivir, con valores, versus el populacho, entre comillas, asociado a la vileza, capaces de asesinarse unos con otros y de exponerse inmoralmente en esta sociedad que nosotros intentamos controlar o manejar, o educar, en última instancia. Creo que la literatura chilena emerge bajo este paradigma, este sistema de control determinado por las élites, que ven como una amenaza al otro, que ven como una amenaza al mundo popular, que lo estigmatizan y que pretenden que no exista, y en ese sentido mucha literatura que surge en el período en el que escribe y se forma Baldomero Lillo, es una literatura donde se construye un sujeto popular estigmatizado, o se lo ‘invisibiliza’ derechamente, no tiene lugar, que es lo que ha pasado también con la figura histórica del mapuche, a propósito de que en Sub Sole tiene un relato Baldomero Lillo que se llama Quilapán, que es un relato tremendamente poderoso en términos ideológicos, un muy buen texto literario también. Entonces, en ese sentido, yo creo que hay una estigmatización del sujeto que se ‘invisibiliza’ por ello, a pesar de que hay una efervescencia social tremenda. Eso se va a ver materializado en figuras como Baldomero Lillo y con muchos escritores que emigran desde las regiones hacia Santiago. Estaba el hermano de Baldomero Lillo en Santiago…
—… Samuel…
—... Y lo invita al Ateneo, había sido uno de sus fundadores, y de alguna forma le abre un pequeño espacio. Pero también estaban estas especies de tertulias que armaban estas damas de la Sociedad de Escritores, mujeres de la clase alta que invitan a escritores y les dan la posibilidad de socializar y también de apoyarlos o cumplir la función más bien de mecenas y de abrirles espacios en lugares de prensa. Ahora, yo creo que es una época tremendamente intensa en medios de prensa, lleno de revistas, lleno de diarios, y valoro muchísimo el que en ese instante los escritores no tuvieran miedo, un poeta, un narrador, a publicar en medios de comunicación masivos. Tú te podías encontrar en un diario con un cuento, con un poema, con capítulos de novelas, o con narradores, o con poetas haciendo estampas urbanas, estampas campesinas y quizás hablando de política en algunos casos. Había una instalación de sujeto creador, literato, en medios de comunicación masivos que con el transcurso del tiempo se ha ido alejando. El día de hoy los creadores de nuestro país, para nuestra desgracia, viven absolutamente enclaustrados y alienados de la situación política.
—Si explorar la literatura de Baldomero Lillo implica, entre otras cosas, observar ese estallido del movimiento social y del proceso político en el país, ¿de qué modo crees tú que incide también en su formación la visión literaria europea, norteamericana? Es decir, hay autores como Dickens, Tolstoi, en los que uno empieza a advertir cierta mano que se deja caer en esa prosa.
—Yo coincido con lo que tú señalas, porque creo que por un lado Baldomero Lillo es un trasplantado, alguien que arrastra Lota, sobre todo esa Lota de pobreza, de miseria, de explotación, lo que aparece específicamente en su primer libro. Es muy patente ahí de qué manera aparece esa figura de sujeto explotado, diezmado, imposibilitado de dialogar con el patrón, es un libro del horror, Sub Terra es un libro del horror. Se nota en sus lecturas, yo siento que la máxima de Tolstoi de “sé con tu aldea”, como material enriquecedor, digamos, que el escritor que es capaz de insertarse, de imbuirse en su pequeña aldea, logrará de alguna forma conocer el mundo. Creo que esa máxima está muy vigente en el caso de Baldomero Lillo. Y también siento que la lectura de Émile Zola, que es un autor muy importante, hay una tendencia en el país de leer a Zola; el naturalismo llega muy fuerte, pero siento que en el caso de Baldomero Lillo es diferente a como lo toman los escritores que pertenecen a las élites o que tienen un punto de vista más reaccionario derechamente, en el sentido de que no se usa el naturalismo para apoyar las tesis con respecto a que el sujeto perteneciente al mundo popular tiene una naturaleza maligna, que está casi como a nivel de su ADN, marcado por el determinismo, y que es un sujeto que nace en un mundo pobre y que va a terminar delinquiendo, asesinando, o una chica va a terminar prostituyéndose. De eso hubo mucho con la llegada del naturalismo en Chile. El naturalismo en Chile es tomado por esos discursos de élite que intentan la normalización y, de algún modo, intentan explicar y servirse de este esquema científico, otra vez entre comillas, como planteó Zola en algún momento, en La Novela Experimental, para probar su tesis, su tesis de que hay una esencia, una naturaleza. Hay literatura que se escribe así. Yo creo que incluso Edwards Bello con El Roto: este chico, el Esmeraldo, este cabro que es hijo de una mujer que trabaja en un prostíbulo… entonces los personajes aparecen siempre determinados, hay un más allá que parece estar en su sangre, en sus genes, visión que manejan muchísimo los literatos chilenos que leen a Zola. Entonces yo creo que en el caso de Baldomero Lillo, él lee a Zola, pero hay un recepción distinta, es decir, ya no le sirve para intentar comprobar ese tipo de hipótesis que quieren destruir a ese otro, o insertarlo en la dinámica del determinismo, de las fatalidades del determinismo. En el caso de Baldomero Lillo hay una parte de Zola, pero del Zola cronista, porque Baldomero Lillo tiene muchísimo de naturalista en ese primer libro, lo cual lo trae nuevamente a la actualidad y hace que lo leamos, nuevamente, como un gran escritor que logra sobrevivir al paso del tiempo. El libro también como ficción, una ficción histórica, es un registro documental, crónica en última instancia, y claro, trae a Zola desde el punto de vista de rastrear, de dejar un testimonio, fotográfico de algún modo, de una realidad, pero no con ese punto de vista de la élites segregadoras, sino desde una mayor cercanía y complicidad con el desposeído.
—Desde ese Émile Zola del Yo Acuso a Baldomero Lillo, aparece en el último tramo de su producción este proceso de investigación que lo va a motivar a explorar en el norte de Chile lo que fue la matanza de Santa María de Iquique, estudio que no le hacía gracia a la élite del momento. Un escritor con cierta visibilidad ya, utilizando la pluma no sólo para ejercer el estilo, sino también para expresar de otro modo esa historia que había que escribir. ¿Qué observación te merece ese ingreso de Baldomero Lillo en la historia?
—Él, con Sub Terra de 1904, recibe muchas críticas positivas de parte de los críticos de prensa, porque no había la crítica académica que hay el día de hoy (…). Él tiene nueve críticas literarias y todas positivas. Ahora, hay ciertos juicios que se van filtrando en esas críticas, que a pesar de ser en términos generales positivas, se le dice que hay un cierto descuido técnico, y luego también se señala que hay un incipiente socialismo, y eso del incipiente socialismo se dice como un cuestionamiento, es decir, hoy se podría decir que se le recrimina el hecho de que haya una postura política implícita en el texto. Hoy sabemos que no hay obra de arte que no sea política, que todo es político en última instancia, pero pese a todo también está vigente la disociación entre arte y política; y creo que Baldomero Lillo experimenta ese juicio de ver una disociación, es decir, que está haciendo un trabajo político, que estaría haciendo como un proselitismo, literatura comprometida. Yo siento que ese primer libro de Baldomero Lillo es literatura comprometida, algo que el día de hoy se echa tanto de menos, ante la banalidad de los escritores chilenos, y los poetas también. Creo que hay un fuerte compromiso con la realidad social chilena, y con lo que él mismo vio, de lo que él mismo fue testigo y fue parte.
Hay un texto que me gusta mucho de Roland Barthes que le dedica a Antonioni, que se llama Querido Antonioni, es una especie de carta, muy breve. Me parece que fue escrita en un período cercano a su muerte, y en una parte le dice: “trabaja con sutileza”. Yo creo que, a pesar de todo, Baldomero Lillo es un escritor que también sabe trabajar con sutileza y que uno advierte mucho más en Sub Sole, porque el libro Sub Terra fue acusado de ser un libro político, y yo siento que él se atemoriza. Esto es ya una mirada crítica, es decir, yo me pongo en el lugar de lo que implica Chile en 1904, cuando publica Sub Terra, y tres años después publica Sub Sole, y hay un cambio radical. En Sub Sole recupera la naturaleza, hay una recopilación de historias de relatos orales, folclóricos…
—Aparecen otros símbolos, El Rapto del Sol…
—Exacto, la naturaleza, la geografía ya no es tan adversa. Hay esta idea como de cuento infantil, de cuento folclórico, de la sensación de culpa. Hay un relato de una niña que es princesa, tiene un sueño y en el sueño maltrató flores y tiene una culpa por maltratar flores. Creo que hay un discurso ecológico, también habría que considerarlo, si el tipo es muy adelantado, fijarse en esa especie de culpa que siente el personaje, que pertenece a la aristocracia, que es una princesa, pero ella llega a tener un tormento en sus sueños porque maltrató a la naturaleza, a las plantas, a las flores (…). Siento que ahí hay una transmutación de Lillo, aunque a pesar de todo hay textos como Quilapán, Baldomero Lillo no puede dejar de ser el que es ante esta situación represiva, e inserta ese relato, que es un relato que por sí mismo yo creo que es uno delos mejores cuentos de la historia chilena, uno de los mejores cuentos sobre la figura del mapuche, aun cuando no es narrada por un mapuche mismo, pero siento que la cercanía que Baldomero Lillo logró con la figura de Quilapán es impresionante. Toda la descripción del narrador con respecto al despojo de tierras, a las tácticas y estrategias que maneja el patrón, para despojar al sujeto mapuche de su tierra es exactamente calcada a lo que podemos saber el día de hoy, aunque hayan pasado más de cien años.
A pesar de que el narrador también filtra algunos adjetivos discriminadores con respecto a la figura de Quilapán, la mirada es elegíaca, es una mirada ‘epopéyica’, y eso es muy difícil de encontrar en la literatura chilena, sobretodo hecho por no mapuches. El no mapuche tiende a mirar despectivamente, aun cuando biográficamente tenga una mirada política cercana, en la literatura tiende a predominar una mirada discriminadora. Entonces me parece tremendamente importante el gesto político, es un gesto prácticamente en solitario, tenemos que esperar casi cien años para encontrar literatura, que viene más bien de la poesía que de la narrativa, que pueda torcer esa imagen maldita que crean los discursos de las élites discriminadoras. En este sentido creo que hay un giro de Baldomero Lillo, y ese giro lo veo como un giro de autocensura, ante la represión que vivió y ante los efectos de ser culpable de hacer literatura con rasgos socialistas.
—Parece que entre un libro y otro hay el paso de un trabajo de campo a un trabajo más bien metafórico.
—Absolutamente.
—Carlos Droguett es uno de tantos nombres que ha elogiado la obra de Baldomero Lillo. A noventa años de su muerte, ¿qué papel le atribuyes en la producción literaria chilena actual?
—Bueno, no puedo dejar de decir que es uno de los grandiosos, una literatura que habría que recomendarla, siempre vital, siempre intenso, con un manejo técnico grandioso, con unas temáticas impresionantes, una literatura política y que construye una estética. Pero por otro lado, insisto en que Baldomero Lillo es el primer escritor chileno que nos visibiliza al otro, y el otro es el obrero, el trabajador de la mina, el trabajador del campo, el campesino explotado, el niño explotado, el niño violentado, ya sea por el yankee, ya sea por el latifundista chileno. Es el primero, y ésa es la importancia radical de Sub Terra. Por otro lado, Baldomero Lillo ha sido blanqueado, se les da a los niños de tercero y cuarto básico.
—Sí, enseñan Cañuela y Petaca y punto, como de Gabriela Mistral La Ronda.
—Claro, entonces tú ves los relatos como La Compuerta Número Doce, El Chiflón del Diablo, donde está denunciando la explotación infantil, mismo blanqueo que se ha hecho con Gabriela Mistral, la ‘autora de rondas de niñas’, y el blanqueamiento está dado por el afán de las élites educacionales, por los sistemas educacionales, por los gobiernos, porque son políticas públicas en última instancia, que quieren despolitizar al arte y por supuesto a los escritores, y esta despolitización ha redundado en que, supongamos, el día de hoy, Baldomero Lillo es para niñitos prácticamente de quinto y primero básico. Esto ha perjudicado mucho su obra, tanto como ha perjudicado a la Gabriela Mistral, y por eso es necesario releer autores como Baldomero Lillo, porque el texto resiste las lecturas actuales, y resiste las condiciones políticas que desgraciadamente seguimos viviendo, la explotación de los sujetos del mundo popular. Si uno mira esto paradigmáticamente, ve el arco de la literatura chilena, y Baldomero Lillo tiene un punto fundamental, un punto de excelencia. Ahora claro, uno entiende que hay, sobretodo en Sub Sole, cuentos que son más precarios, pero que están asociados a lo que es la literatura oral, la literatura popular, y el relato oral y el popular tienen una factura que es menos pulida, pero sí también es tremendamente rico en figuras retóricas, tremendamente rico en visualidad, en lenguaje, pero son códigos distintos a los de la escritura literaria formal entre comillas, como culta, esa palabra atroz, que se despoja y se le quita a la literatura popular. La escritura de Sub Sole está mucho más cercana a eso, a la palabra dicha, recogida, al trabajo de campo, me lo dijeron, me lo contaron, lo reformulo, pero también siempre desde otro circuito, el circuito de la palabra viva, que se escucha, que se canta, que se narra, en oposición al primer texto que tiene una intención literaria, claramente de inserción en un campo cultural. No hay que olvidar que Baldomero Lillo viene de una región, viene a Santiago, no tiene un lugar, y el tipo sabe con qué se va a encontrar, con todas las trabas, con todos los cierres, y publica un libro para insertarse también, pero que da cuenta de lo que Baldomero Lillo es literariamente, porque siento que de todo lo que él escribió, es Sub Terra el libro donde uno puede ver toda la potencia de su pensamiento, de su pensamiento sobre la literatura y sobre la política, hay una conjunción, es uno de nuestros grandes cuentistas, y uno de nuestros grandes cuentistas comprometidos, porque a los escritores chilenos se les ha olvidado hace rato que podrían dejar de pensar un ratito en las becas, en el FONDART, en la Feria de Frankfurt o en la Feria de Buenos Aires, y preocuparse un poquitito de leer autores como Baldomero Lillo, porque para el universo hipster del día de hoy, ridículamente hipster, alienado, existe mucho más interés en estar al día en el último libro de Anagrama, y todo lo que sea chileno o propio está pasado de moda, ya no lo leyeron. ¿Qué D´Halmar, qué Latorre, qué Baldomero Lillo? ¿Baldomero Lillo escribió sobre unos niñitos en una mina? ¿La Gabriela Mistral es escritora de rondas? Entonces la ignorancia en la cual están, por falta de lectura, se nota en el estado calamitoso en que está la narrativa actual, y tiene que ver mucho con esto, con no leer nuestro pasado, nuestra memoria literaria, y ver la radical importancia de un autor como Baldomero Lillo. Porque es un hito, yo insisto en eso, nosotros deberíamos tener cátedras de Baldomero Lillo, deberíamos tener recopilaciones, libros de estudio, compilaciones. Es un escritor que, pese a ser un nombre recurrente en la gente, porque todos lo hemos leído en los colegios, no se nombra con el respeto, como escritor comprometido, que se debería. En ese sentido lo rescato y lo encuentro plenamente vigente.