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Crítica Literaria

Por Patricia Espinosa
Publicada en Las Últimas Noticias. 22 de mayo al 19 de junio de 2020


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Throguel Online
Nicolás Meneses. Emecé, 2019, 194 páginas.
LUN, 22 de mayo de 2020

Un universo de juegos en red versus el mundo cotidiano, interactuando, retroalimentándose en una diversidad de planos, es lo que escenifica esta original novela de Nicolás Meneses. Throguel Online cruza los códigos de los video-juegos con los de la ficción literaria desde una estética de la precariedad. Esto implica un arriesgado plan narrativo donde se plantea una elaborada contraposición de ficciones en un terreno tan habitual como resulta ser un barrio popular latinoamericano.

El protagonista de esta narración es Alfonso Bustamante, un tipo de veinte años, adicto al animé y los juegos en línea, que ha perdido a la mayor parte de su familia. Solo le queda Hana, su hermana de diez años, que vive con su tía, quien ha ganado legalmente su custodia. Bustamante ha heredado la casa donde vive y mantiene un pequeño cíber de arriendo de computadores a los jóvenes del sector, mientras evalúa formas de ponerse en contacto con su hermana y prepara tácticas para interactuar en Throguel, el videojuego.

Para Bustamante, el juego es el único lugar donde puede tener el control. Sus anomalías sociales desaparecen cuando ingresa a la virtualidad, una realidad preconstruida donde podrá ser parte de una guerra en la que deberá disputar poder y territorios. El trabajo individual y colectivo es central en esta trama donde se corre el riesgo de morir o perderlo todo; sin embargo, el juego permite recomenzar desde cero y volver a ganar un estatus respetable.

El libro tiene tres niveles discursivos que se presentan alternadamente: el relato en primera persona de Alfonso en torno a la recuperación de su hermana, luego las instrucciones y comentarios sobre cómo jugar Throguel —que el personaje publica en su blog— y el chat del grupo de juego que lidera Alfonso. El primer nivel es el más complejo, ya que permite conocer la vida íntima del personaje: su historial de abandono familiar, su enorme y extraño afecto por su hermana y las percepciones que tiene respecto a la realidad. Alfonso no está demente, tiene percepciones realistas y lógicas, pero su modo de vida lo vuelve un tipo extraño, aislado, sin ninguna clase de red o apoyo, volcado cada vez más hacia la realidad virtual, donde es un jugador experto.

La construcción del gamer elaborada por Meneses es profunda; el relato se toma tiempo para conformar una identidad múltiple y compleja, la cual puede ser considerada como un signo de los tiempos. El estereotipo de gamer que presenta Meneses tiene un rasgo particularmente valioso. Alfonso tiene una mirada mística del juego y de la realidad diaria, expresada a través de imágenes más que de discurso. Su quietud, sus silencios y su ritualismo permiten modificar el prejuicio social respecto al jugador en línea y aproximarlo a una suerte de monje postapocalíptico, autoentrenado para dar constantes batallas finales.

El itinerario de vida de Alfonso es narrado con parsimonia, muy adentro del personaje, quien posee un fabuloso tono de aparente ingenuidad. En Throguel Online el juego es una realidad compensatoria a la de todos los días, donde es posible no solo convertirse en héroe, sino que, principalmente, tener la oportunidad de recomenzar la vida una y otra vez. Meneses ha escrito un libro impecable en un registro fantástico que hoy, más que nunca, en tiempo de reclusión, nos lleva a dudar cuál es el lugar de la ficción en la realidad.

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"Throguel Online" es la segunda novela de Nicolás Meneses; la primera. "Panaderos", apareció en 2018. El autor, que nació en Buin en 1992, también ha publicado dos libros de poemas: "Camarote", en 2015, y "Manejo integral de residuos", el año pasado.

 

 


Gente en las sombras
Jaime Collyer. LOM, 2020, 202 págs.
LUN, 29 de mayo de 2020

Una voltereta digna de trapecista ha dado Jaime Collyer, ya que no solo se ha cambiado de casa editorial sino que también ha cambiado de estilo, dejando atrás su empalagosa forma de concebir historias y personajes. Gente en las sombras es una novela sobre la Transición nacional basada en la política de los acuerdos y su influjo en un sujeto tibio —y sobre todo cobarde— en su forma de contar lo que ocurrió en una casa de tortura y el sentir intimo de su despiadado mandamás, el coronel Efraín Prada.

El protagonista es un historiador y cuentista que es contratado por el gobierno de la Concertación para elaborar un libro sobre una casa de detención y torturas. Alvaro Larrondo será el encargado de asumir el reto de elaborar la crónica del Campo D, la que debe ser un aporte a la memoria desde una perspectiva no conflictiva. Esto significa elaborar un material que blanquee el pasado y permita al gobierno manifestar su apego a los derechos humanos, evitando el enjuiciamiento a los militares. El protagonista acepta esta compleja misión por dinero, pero una vez iniciado su trabajo le surge una serie de vacilaciones respecto a las cadenas de mando y sus responsabilidades.

Larrondo se instala en la abandonada casa, donde comparte con una pareja de cuidadores y con Svetlana Braun, la arquitecta encargada por el gobierno de remozar el sitio, lo que incluye borrar elementos que puedan resultar demasiado chocantes para los visitantes. Braun es hija de una víctima de la represión y, al igual que Larrondo, tiene una mirada crítica de aquellos años y del trabajo que el subsecretario Beregovic les encarga. Sin embargo, los reparos de ambos profesionales van poco a poco quedando sepultados.

Hay cierta rigidez en la prosa de Collyer, en especial en los diálogos, y los personajes resultan maqueteados y planos. La arquitecta es, sin duda, una pieza reemplazable, al borde de lo inútil. La novela tiene una estructura circular que cristaliza el transcurso narrativo no solo porque conocemos desde la primera línea el final, sino porque cada uno de los acontecimientos se desplaza en función de ese desenlace. El tratamiento de la intimidad del protagonista es débil; apenas alcanzan a constituirse las contradicciones que llevan al personaje a una toma de conciencia respecto a su proceder. Aun así, el libro concreta la intención de espejear el proceso que vive Larrondo con el que ha experimentado el país.

La humanización del personaje que representa el mal, el coronel Prada, es quizás el aspecto mejor logrado. El cronista concluye que el temor fue el gran determinante en el actuar del militar, a quien le toma incluso cariño, exponiéndolo a través de imágenes poéticas que no solo atenúan su función criminal, sino que lo convienen en un pobre ser atrapado en un sistema donde no tuvo el control.

Y ese parece ser el mayor problema del libro, porque lo que comienza siendo una denuncia a la transición negociada termina conviniéndose en una suerte de lavado de imagen del anciano torturador y asesino y, por ende, de los genocidas.

El volumen obviamente es un aporte, ya que permite ingresar al interior de un sistema político corrupto sobre el cual se construyeron treinta años de historia, sobre todo tomando en cuenta que los grandes acuerdos entre oposición y gobierno vuelven a ponerse de moda. Aunque tardío, el giro de Collyer resulta valioso, ya que le queda todo un país y una historia por descubrir.

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Nacido en Santiago en 1955, Jaime Collyer ha publicado una docena de libros de ficción, entre novelas y cuentos. Entre ellos destacan "El infiltrado", "El habitante del cielo", "La bestia en casa" y "Swinngers", que han obtenido variados premios.

 

 

Grita que nadie te escucha
Francisco García Mendoza. Santiago-Ander, 2020, 109 páginas.
LUN, 5 de junio de 2020

En su anterior libro —la novela A ti siempre te gustaron las niñas—, Francisco García Mendoza aplanaba a sus personajes sin conmiseración; ahora, en cambio, en los nueve breves cuentos que conforman su nueva publicación, Grita que nadie te escucha, les da cuerpo y matices a las voces, construyendo con gran eficacia narrativa tramas que bucean en seres frágiles, por lo general niños, impotentes ante una violencia de la que les es imposible escapar.

El autor se aproxima aquí a la depravación enquistada en adultos, familias e instituciones, y que tiene a niños como objetivos. El crimen, el abuso sexual, la violencia doméstica aparecen en estos relatos configurando una triste fotografía del abandono y la indiferencia. El enfoque es de complicidad hacia las víctimas, con un discurso donde se cruza la emotividad con la palabra ruda.

No hay ambigüedades en esta escritura (esos requiebros tan característicos de la narrativa nacional, que más que ampliar el registro de significados parecieran tratar de ocultar lo que se quiere decir) ni menos aun eufemismos al momento de describir, por ejemplo, un caso de abuso sexual infantil. Narrar el ejercicio de la violencia es complejo, pues muchas veces genera hasta una suerte de admiración por el agresor. Aquí hay una ausencia absoluta de una mirada elegiaca hacia quien violenta. Es más, hay una clara denuncia de un modelo de comportamiento subsidiario de la descomposición social.

La presencia constante de cuerpos en estas historias afirma el arraigo a la materialidad para denunciar la imposibilidad de salir de un sistema degenerado desde sus bases. Un valioso gesto aquí es negarse a romantizar a las víctimas y suprimir la retórica de la dominación. Acá hay dolor en su grado máximo, y el poder, más que emitir discursos, se moviliza, atrapa, somete, viola y asesina. La asimetría entre los personajes niños y las figuras de autoridad es absoluta. Cada escena donde interactúa víctima y victimario está cargada de descaro, crueldad, libre de cualquier indicio de culpa o conciencia delictual.

En este sentido, podría decirse que García Mendoza representa de manera descarnada una cultura del abuso sexual infantil. Sus relatos establecen un permanente contrapunto entre personajes marcados por la fragilidad y el contexto degradado. Propone con rapidez, además, el meollo de cada trama, rechazando dilaciones que podrían funcionar como meros retardadores o expansiones inútiles. Un aspecto destacable es el tratamiento temporal, donde cada cuento puede dividirse en secuencias plagadas de indicios, cuyo montaje marca el derrotero fatal de los personajes.

Lo más débil del volumen son los dos segmentos narrados por mujeres, donde no solo se cambia el foco general sino que se introduce la figura de la mujer loca, descontrolada por su condición de prisionera y demasiado exagerada en su desequilibrio mental. Por única vez el autor cae en cierto barroquismo y en el uso de símbolos que tienden a sobrecodificar la opresión que estos personajes experimentan.

Niños heridos para siempre y una sociedad que consume cuerpos de manera impune es el gran acierto de estos duros relatos de García Mendoza, cuya escritura ha experimentado un crecimiento evidente. Una realidad imposible de narrar de otra forma, testimoniada de manera cruda y sin reveses.

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"Grita que nadie te escucha" es el primer libro de cuentos de Francisco García Mendoza, quien ya tiene dos novelas a su haber: "Morir de amor" (2012) y "A ti siempre te gustaron las niñas" (2016) El autor nació en Santiago en 1989.


 


La sombra que arrastra el cochero.
Max Valdés. Vicio Impune, 2019, 141 páginas.
LUN, 12 de junio de 2020

En la lista nacional de novelistas destacados por confrontar temáticas como la pureza y la corrupción, el nombre de Max Valdés tiene un lugar asegurado; esta vez, aun cuando sigue en cierto modo ligado a su línea de trabajo habitual, presenta una faceta distinta. Ahora se aventura de una forma irregular al cuento fantástico y al realismo social con su libro La sombra que arrastra el cochero, por donde desfila una serie de personajes maltratados, conscientes de su indignidad y de la imposibilidad de torcer sus destinos.

Son diez los relatos que componen el volumen, todos marcados por una suerte de sino trágico que no deja de acompañar a los personajes. Pandemias, terremotos, femicidios, abusos sexuales contra niños, desesperanzas, vilezas, corrupciones y castigos celestiales son algunas de las temáticas que estas narraciones activan de manera dispareja. Porque hay relatos exactos en su factura, mientras otros, como "Oración por Marilyn" o "El gato de Schródinger", reiteran sin mayor mérito tópicos como la casa encantada o la niña angelical condenada a muerte por una enfermedad crónica.

En términos técnicos, hay desajustes en la exposición de relatos paralelos, como en la narración que da título al libro, y en la presencia de elementos inverosímiles, como el comportamiento inesperado de una mujer a principios del siglo XX o la inseguridad del narrador para victimizar o no a un profesor pedófilo. Estos zigzagueos en el juicio valórico son poco productivos y más parecen simple indecisión que ambigüedad.

Pero hay un hecho más inquietante aun: la forma como se relacionan el paisaje y personajes obliga a que nada se escape a la destrucción, clausurando incluso la posibilidad de levantar un espacio de seguridad y más la de regresar a un paraíso perdido.

Los relatos nos muestran personajes a la intemperie, perdidos en arrabales urbanos o en una lejana provincia sureña. El contexto, de tal manera, opera como una camisa de fuerza que comprime la trama y la malogra, permitiendo la entrada rimbombante del estilo naturalista.

La pregunta que surge entonces es: ¿por qué elaborar relatos naturalistas, precisamente hoy? A más de un siglo de una literatura que desanduvo con fervor ese camino y se entregó al azar, a la ambigüedad o a la negación del destino, autores como Valdés, y muchos otros, asumen esta corriente con entusiasmo. Una respuesta posible es que va ganando espacio una mirada desesperada ante la imposibilidad de revertir aquello que puede ser descrito como la catástrofe final.

Así, la llegada del tiempo de la decadencia total aparece en "La última noche del apocalipsis", "La sombra que arrastra el cochero" y "El carnaval de la Cuaresma": son narraciones que remiten a un final trágico imposible de contener. Este último relato es espeluznante no solo por la temática, sino por su capacidad de prefigurar el presente, ya que se enfoca en una pandemia: "La ciudad está cautiva. Han surgido los lazaretos, lugares de cautiverio a la espera de la hora final. Los desamparados, dispersos por toda la ciudad, producen estupor y pánico. La mayoría de ellos fue abandonado por sus familias a la espera de transformarse en carne nauseabunda".

No cabe duda de que hay algunos relatos muy llamativos, como aquellos donde los personajes resultan atenazados por una realidad avasalladora. Sin embargo, lo ganado se pierde por el exagerado convencionalismo formal, por la literalidad y, sobre todo, por un anacrónico tono narrativo naturalista que no suelta a los personajes y los fuerza a adecuarse al fatalismo y la degradación moral.

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Max Valdés Avilés (1963) es autor de tres libros de cuentos (además del que aqui se comenta), entre los que destaca "Ni un rumor en la oscuridad", y de cinco novelas: "Manuscrito sobre la oscuridad" y "Fragmentos de un crimen", por nombrar dos.

 

 



Las obras y las sobras
Marcelo Lillo. Librosdementira, 2020, 95 páginas.
LUN, 19 de junio de 2020

El despliegue mediático que Marcelo Lillo tuvo hace una década fue impresionante. El autor, al publicar su primer libro recién a los 50 años, fue considerado entonces una joya de la narrativa local que había permanecido oculta. Lo llamaron "el Carver chileno" y hasta se decía que dormía con un arma de fuego bajo su almohada. Sin embargo, y ya con varios libros más a su haber, Lillo nunca ha estado literariamente a la altura de los halagos. Su caso representa con exactitud que una cosa es la imagen y otra muy distinta es producir buenas obras.

Las obras y las sobras —su nueva publicación— se inscribe en lo que se denomina novela de escritor, donde las materias centrales se encuentran ligadas al oficio. El protagonista es un exitoso poeta que está llegando al final de su vida; su contraparte, un aspirante a novelista. Ambos comparten la pasión por la fama y el hecho de privilegiar el oficio antes que la familia. Este contrapunto entre el viejo que viene de vuelta y el joven que tiene todo por hacer opera como el eje del volumen.

Sidney Salinas, el aplaudido poeta y personaje central del relato, está envejecido, arrastra un cáncer y además se halla lleno de culpas por su fatal desempeño como marido y padre. Alejandro, su contraparte, es un profesor de filosofía que se encierra en un hotel durante un fin de semana para escapar de su malhumorada e ignorante mujer y su vago hijo adolescente. Su objetivo es elaborar una novela en un tiempo acotado. Las voces de ambos protagonistas, sus parejas y un par de personajes incidentales surgen de acuerdo a turnos. Sus monólogos son expuestos como entradas sucesivas e independientes, aun cuando en cierto momento sus vidas se cruzan. El intento de trenzar las voces nunca se logra, así que, más que realzar una trama comprimida y casi única, donde confluyan los personajes y sus discursos, el relato los lleva simplemente a compartir un espacio, haciendo inútil los puntos de encuentro. Los personajes, de tal manera, operan como piezas rígidas de un tablero donde se alejan y se aproximan, sin generar ningún tipo de diálogo o vinculación provechosa para el desarrollo de la trama.

Esto hace que la novela termine funcionando como un carrusel, es decir, que se desplace siempre en torno a su propio y fijo eje, lo cual le impone a la narración una rigidez y monotonía de base que atrapa a las voces, las que jamás pueden funcionar más que como episodios quietos, rocosos. La escritura de Lillo carece de ritmo, es tirante, engolada, y está siempre orientada a exacerbar que estamos ante un territorio de artistas con corona de laurel, dispuestos a dar la vida por su pasión literaria. Los personajes suelen preguntarse qué define la literatura, quién está capacitado para entender un poema, cuánto de la vida se dedica a la literatura, qué es ser exitoso o por qué existen esas figuras anodinas llamadas críticos literarios. Interrogantes que, si bien son lícitas, tienen respuestas débiles, mal enfocadas y por sobre todo cursis, medianamente aceptables en un escritor novato.

No hay por dónde destacar algo acertado en esta mustia novela de Lillo, quieta hasta decir basta, que pretende construir una leyenda presuntuosa sobre escritores malditos a los que endiosa y victimiza. Entre las grandes deficiencias de este volumen se encuentran la simpleza estructural y las majaderas e impostadas peroratas sobre poesía y literatura que pretenden pasar por inteligentes y profundas. Quizás lo más desagradable sea que Lillo intente poner este libro al servicio de su propio mito. Un mito que ha envejecido muy mal.

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"Las obras y las sobras" es la tercera novela de Marcelo Lillo; las anteriores son "Este libro vale un cadáver" y "Niebla City". Nacido en Valdivia en 1957, el autor también ha publicado tres libros de cuentos.



 

 

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Por Patricia Espinosa
Publicada en Las Últimas Noticias. 22 de mayo al 19 de junio de 2020