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Crítica Literaria

Por Patricia Espinosa
Publicado en Las Últimas Noticias, 31 de julio al 28 de agosto de 2020




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Honorables
Rossana Dresdner. Lom, 2020, 271 páginas.
LUN, 31 de julio de 2020

El famoso 10 por ciento de las AFP ha servido para que la habitualmente deteriorada imagen del Congreso Nacional se haya revitalizado al menos un poco. Sin embargo, en Honorables —un relato polémico y preciso sobre la política y sus tramas de corrupción—, Rossana Dresdner parece querer recordarnos, tras haber sido directora de Comunicaciones en la Cámara de Diputados, que aquello puede ser solo un espejismo.

Esta es la segunda novela de la autora, quien el año 2012 debutó narrativamente con Pasajeros en tránsito, una impecable historia sobre la memoria y el desarraigo como motores de vida.

Entre marzo de 2015 y marzo de 2016 transcurre Honorables, que en principio parece tener solo una protagonista: Javiera Koch, periodista altamente calificada, que postula a un concurso público, o sea sin ayuda de nadie, para llegar al cargo de directora de Comunicaciones de la Cámara de Diputados. Su primera propuesta es realizar una auditoría a las finanzas del canal de televisión de la institución. A partir de entonces, todos los ideales de Javiera, su propósito de aportar a la transparencia y trabajar para el país, comienzan a ser pisoteados tanto por su superior directo como por diversos funcionarios y diputados.

Pese a que la voz más recurrente en el relato es la de Javiera, esto no es más que una primera impresión, ya que la novela también les otorga voces contundentes a diversos personajes: diputados, asesores de distintas corrientes políticas y un periodista encargado de investigar a los honorables. Así, el volumen se mueve entre un narrador en tercera persona, la voz directa de los personajes y sucesivos diálogos. Además, se insertan fragmentos de diversos documentos con apariencia de oficiales destinados a mostrar el choque entre la ley escrita y las mil formas de evadirla.

La escritura de Dresdner en esta ocasión es compacta, aunque quizás demasiado. Tiene un estilo más informativo que literario, donde importa lo que se dice y quién lo dice, pero sin profundidad psicológica de los personajes. Accedemos a resultados y decisiones irrevocables más que a procesos de análisis detallados de las circunstancias íntimas que determinen sus actuaciones.

El mundo político que expone la novela es derechamente corrupto. Nadie se salva en este infernal chiquero, donde el objetivo final es usar el poder para el enriquecimiento personal y aumentar la influencia de los cercanos. El cinismo, las actitudes groseras, la violencia verbal, la venganza, el tráfico de influencias, los hábitos lujosos e incluso los amoríos secretos son aquí prácticas comunes, de las que resulta imposible mantenerse al margen. Solo es cosa de tiempo para que hasta el más probo o la más proba se someta y se haga parte de las vilezas que implica ocupar una posición privilegiada y tener acceso a dineros y relaciones turbias que ni la Contraloría sería capaz de detectar.

Honorables es una novela parcialmente en clave. El hecho de que la autora haya trabajado en la misma área de su personaje Javiera Koch le otorga el peso necesario para que el cruce de ficción y no ficción adquiera el carácter de una denuncia potente. Por ello, se vuelve un libro necesario, importante, ya que consigue exponer el mundo político desde una mirada descarnada, desnudando sus tramas de convivencia, donde enriquecerse y no perder privilegios parecen ser la única meta a cumplir.


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Rossana Dresdner nació en Boston en el seno de una familia chilena, con la cual se exilió en Suecia tras el golpe militar. De profesión periodista, fue directora de Comunicaciones de la Cámara de Diputados. "Honorables" es su segunda novela; la anterior, "Pasajeros en tránsito", fue publicada en 2012.


 


La historia no era así
Hugo Forno. Alquimia, 2020, 127 páginas.
LUN, 7 de agosto de 2020

Tras dos incursiones narrativas bastante irregulares —los libros Jíbaro y Yago—, Hugo Forno entrega ahora una sólida novela, con carácter plenamente definido. La historia no era así es un relato cargado de desaliento y pesar, profundamente emotivo, donde los recuerdos constatan que la heroicidad no es más que un espejismo.

La narración sigue las vidas de un singular trío: Hugo Forno padre, Hugo Forno hijo y un tercer personaje, Ugo Forno, sin hache en el nombre y sin vínculos familiares con los anteriores. El primer Forno es un migrante italiano, viudo, nacido en 1942, que decide quedarse en Chile; su hijo, nacido en Chile en 1970, tiene 48 años y es periodista sin trabajo regular; y Ugo es un niño partisano nacido en 1932 que murió en Italia, lugar del que nunca salió, durante 1944 en un enfrentamiento contra fuerzas alemanas.

Claramente se trata de una autoficción, donde el narrador principal es el periodista: sobre él recae la responsabilidad de hacer memoria. Al tiempo que se configura a sí mismo, hurga en su padre y en el niño, quienes jamás llegaron a conocerse.

Esta novela puede leerse como una contraelegía, pues carece de voluntad heroica y no exacerba la experiencia de fracaso de los personajes. Tanto el padre como el hijo son tipos comunes, entregados a un destino de derrotas menores, las que apenas alcanzan para ser consideradas derrotas ejemplares. Es el tercer personaje el que mueve el piso de esta historia, Ugo, el niño convertido en héroe por su comunidad. El relato se enfoca en él y lo configura como un chico corriente, algo aventurero y sociable. De manera casual se entera de un sitio donde se guardan armas. Junto a su pequeño grupo de pequeños amigos del barrio, decide armarse y enfrentar a los alemanes. Solo siguen un impulso vital que los lleva a una acción de resistencia enloquecida.

Con una prosa ligera y profunda, el volumen construye pequeños retazos que operan como capítulos, lo cual contribuye a que la novela, pese a ser lineal, muestre una temporalidad fracturada, al modo de recuerdos que van emergiendo sin un objetivo manifiesto.

Dentro de los logros de la narración está el resguardo de la sensibilidad del padre y el hijo, ajenos a expresar emociones y manifestarse afectos. Aun así la novela es tremendamente sentimental. Por parte del hijo hay una clara preocupación por la deteriorada salud del padre, quien ha comenzado a confundir la realidad y a experimentar perturbadores sueños de guerra. En secreto, se encuentra revisando su vida, la de un tipo pusilánime, incapaz de cualquier acto heroico o transgresor. Su hijo parece estar siendo acosado por una inquietud similar.

Más allá de lo personal que involucra una autoficción, que de por sí permite auscultar la intimidad autoral, resulta más que destacable el modo de escritura de Forno y la forma de expresar con sutileza y variados juegos de espejos las caras de una moneda que tiene por un lado al héroe y por otro al cobarde. Amargamente, el narrador intenta encontrar algo de sentido en un espacio intermedio. Por eso, quizás la forma más acertada para intentar visualizar a padre e hijo no sea empleando el término "cobarde", que suena a épica, sino que mirándolos como sujetos temerosos de asumir riesgos, culposos, pero de alguna manera también complacidos con una vida quieta, monótona y solitaria, que no quedará en la historia como la del pequeño partisano.


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"La historia no era así" es la segunda novela de Hugo Forno; la anterior, "Yago", apareció hace tres años. El autor, nacido en Santiago en 1970, también ha publicado un volumen de cuentos, "Jíbaro", y un libro de poemas, "La despedida de los chicos superestrellas".


 


Hotel Tandil
Andrés Nazarala. Hueders, 2019, 141 páginas.
LUN, 14 de agosto de 2020

"Una novela para cinéfilos" podría ser el título —un poco fome, eso sí— de esta crítica. Pero sería mezquino, porque este libro de Andrés Nazarala va más allá de esos lectores específicos, pues, aparte de su sustrato eminentemente cinematográfico, abarca temáticas como la migración, la derrota y el sentido del arte. Narración oscura, tormentosa, Hotel Tandil bien podría considerarse una poética donde el arte y la vida corren por el mismo carril.

Nazarala escribe desde el realismo urbano, con rudeza y velocidad, equilibrando lo simbólico y lo psicológico. Los escenarios y la conformación de personajes pesan tanto como el discurso íntimo del protagonista: A, un cineasta fallido de 47 años, nacido en Valparaíso y que ahora reside en Buenos Aires; separado, con un hijo pequeño que vive en Chile con su ex, a quienes abandonó sin la más mínima culpa. El tipo no es para nada ejemplar. Y es precisamente esto lo que le proporciona verosimilitud al personaje, pues no busca justificación o ser comprendido, sino solo exponer sus conflictos irresolutos. A es, en sí, el centro del conflicto en este volumen.

El protagonista escribe un diario que para él es "un cúmulo de divagaciones, apuntes inconexos, indagaciones sobre una ciudad, biografías de cineastas fracasados y preguntas sobre el oficio cinematográfico". La respuesta a los motivos que lo han llevado a Buenos Aires está en cumplir tres objetivos: contactar a Perrone, un viejo cineasta argentino a quien admira por su radicalidad; reafirmar su obsesión artística y experimentar la vida como si fuera una película clase B.

Lo más atractivo de todo esto es que Hotel Tandil, pese a su espíritu decadentista, huele por todos lados a un relato de adulto derrotado mezclado con entusiasmo adolescente, lo que conforma una bomba siempre a punto de explotar. Es esa tensión lo que lleva al protagonista a romper las barreras que la edad cronológica intenta imponerle. De esta forma, sus acciones, el fervor por el cine, su actitud quitada de bulla, la admiración por el viejo cineasta y, sobre todo, sus decisiones impulsivas le permiten intentar arrancar del inmovilismo en el que estaba sumergido. (A todo esto, Perrone existe; más aun, el propio Nazarala entrevistó a este ícono del cine latinoamericano, famoso en el cine independiente mundial por su postura ajena a la industria).

Por medio de una estructura orgánica, Nazarala impone cierta distancia entre la intensidad de A y su poética respecto a la forma como se entrega la historia. Esta modalidad le permite encuadrar los acontecimientos de manera secuencial, sin perder flexibilidad. Por desgracia, la poética experimental sostenida tanto por él como por Perrone queda sometida a márgenes más bien convencionales. Por otro lado, uno de los grandes riesgos de este volumen son sus personajes: todos son artistas malditos, cineastas en su mayoría, llevados de sus ideas, fracasados, que han privilegiado su concepción cinematográfica por sobre cualquier cosa. En ese sentido, casi no tienen matices entre sí.

Hotel Tandil es una narración sustanciosa, arrebatada, que realza el amateurismo, enfocando la derrota en un fuera del mercado, donde el artista se muestra ajeno a la posteridad, lo colectivo, la fama, jugándosela por vivir en el borde y levantar un proyecto estético a contracorriente.


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Andrés Nazarala (Valparaíso, 1976) es cineasta y crítico de cine. Textos suyos han aparecido en los libros "El Novísimo Cine Chileno" y "Suban el volumen. 13 ensayos sobre cine y rock". Con "Hotel Tandil" debuta en la narrativa.


 


Cachivaches
Diego Riveros. Provincianos, 2020, 131 páginas.
LUN, 21 de agosto de 2020

Hay libros que exigen varias lecturas y este es un buen ejemplo de ello. Y esto no ocurre por su complejidad, sino por su aparente simplicidad. Cachivaches de Diego Riveros es un volumen de ritos de pasaje y duelos situados en contextos alejados de la globalización, cargados de verdades a medias donde pulsan, además, intimidades marginadas, solo visibles para el pequeño mundo familiar.

La obra, en apariencia frágil, menuda, se articula en torno al concepto de duelo, en su doble acepción: como desafío o reto y como dolor ante una pérdida. Ambos términos interactúan de manera conjunta en las tres narraciones que componen el libro, retroalimentándose y otorgando a cada uno de los personajes una categoría de entidad sacrificial, expuesta a un rito que será determinante para su destino.

"Proceso de admisión" es una historia sobre un niño de barrio que, incitado por sus padres, postula a un colegio de élite, el Instituto Nacional, que, a estas alturas, se ha convertido en todo un hito para los narradores de las nuevas generaciones, en tanto símbolo de la educación autoritaria y patriarcal y, a la vez, medio para "asegurar" el futuro. Así, quien fuera un niño común y corriente se vuelve un fanfarrón de la noche a la mañana. El relato, pese a su realismo, funciona perfecto como alegoría de un ser desclasado, un digno representante de los tiempos del exitismo y de lo que otrora fue el Instituto Nacional.

El segundo relato es "El chofer", centrado en un conductor de micro, expuesto desde su vida familiar y laboral. Se trata de un tipo adulto, con hijos universitarios y uno en camino, que en uno de sus trayectos se ve involucrado en una riña. Una noche un grupo de jóvenes se pelea en el interior del vehículo, mientras el chofer se demuestra alerta pero simulando indiferencia La mujer del grupo toma un arma y de ahí en adelante se obsesiona con el conductor. La narración trabaja eficazmente los contrapuntos, los perfiles y la secuencia de sucesos. Sin embargo, lo más destacable es el ritmo que adquiere el ejercicio de la violencia. En un implacable proceso, con más de un punto álgido, este hombre rudo y seco empieza a ser invadido por el miedo y el descontrol, derivando en un estado tan febril como el de su agresora, una llamativa chica que parece no temerle a nada.

Al final está "Esbozos de mi madre", lo mejor del volumen. También es un relato enfocado en un niño, su hermano, el padre ausente y su madre, el gran personaje de las tres historias: una mujer ingenua, solícita, que se hace cargo de sus hijos sola, despreciada por sus padres, golpeada por su ex marido. El autor cumple con el mito de la madre coraje, quien arrastra, además, una enfermedad mortal. El menor de sus hijos es el encargado de narrar esta pequeña gran historia, rebosante de emotividad, tremendamente triste y lacrimosa. Sin embargo, aquello que podría ser una falencia resulta en este caso entrañable. Las constantes visitas al hospital público acompañada del niño o el cruce de miradas entre él y su madre mientras el padre la golpea son momentos simples y complejos en su demostración de complicidad y resistencia. La secuencia de la fiesta familiar durante una noche de Año Nuevo en la Torre Entel es excepcional, muy sencilla, pero arrolladora en exponer los sentimientos de felicidad cuando no se tiene nada más que afectos.

Cachivaches es el primer libro de Diego Riveros, quien, con lo mínimo, es capaz de construir relatos conmovedores.


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Diego Riveros, profesor de lenguaje, nació en Santiago, específicamente en San Bernardo, en 1992. "Cachivaches" es su primera publicación.





Los investigadores no lloran en los cafés
Fernando Jerez. Simplemente Editores, 2019, 247 páginas.
LUN, 28 de agosto de 2020

Un modo diferente de enfrentar el relato investigativo es el que propone Fernando Jerez en esta novela. Movilizar la acción es labor de un personaje secundario, dedicado a descubrir redes corruptas que luego denunciará a los oídos sordos de la policía. El protagonismo, por su parte, está entregado a un escritor al borde del fracaso absoluto. Sus ganas de suicidarse, sus desamores, su visión de la literatura y del mundillo literario ocupan, por tanto, un lugar privilegiado en Los investigadores no lloran en los cafés.

Esta forma de construir la historia permite que el libro desobedezca las habituales reglas del relato detectivesco. Y lo consigue porque las preocupaciones investigativas, relativas a hechos policiales, conforman un terreno subsidiario. El meollo de la narración es la decadente vida de Redondo, un escritor de novelas, depresivo, que ha dejado transitoriamente la docencia para dedicarse a reflexionar sobre su destino.

Redondo está separado, pero aún siente afecto por Babelia, también escritora y en plan de instalar un café literario, y su ex-suegro, Mascareño, un excéntrico jubilado bancario que investiga por voluntad propia diversos negocios sucios, mediante un método bastante pedestre: escuchar conversaciones en lugares públicos, en su mayoría cafés. El anciano ha desaparecido y su hija busca la ayuda de Redondo, quien se verá medianamente involucrado en el hecho, ya que su real preocupación es consigo mismo.

El volumen se enfoca con más ahínco en Redondo que en Mascareño; es el escritor quien lleva la delantera en la exploración de su intimidad, sus años de oficio literario y su red de amigos, con quienes comparte el deseo de fama, además de una mirada amarga sobre los otros escritores, la crítica, los concursos, los premios y, bueno, la lista podría ser imparable. Su desánimo ha llegado a tal extremo que piensa seriamente en el suicidio, decisión que da a conocer y que recibe, por supuesto, todo tipo de consejos. Victimizarse es parte de su personalidad.

Jerez exhibe gran oficio, escribe con seguridad, expone un proyecto estructurado con sapiencia y, lo que es más llamativo, su prosa oscila con equilibrio entre la superficialidad y la profundidad. Para lograr esto, hace uso de un sentido del humor ácido, que permite sacar al escritor del personaje enviciado por la solemnidad de su dolor. El protagonista se las ingenia para no preocuparse demasiado por el devenir de los hechos. A pesar de sus ganas de matarse, Redondo siempre termina conjurando lo trágico por medio de una solución casi absurda y radical. Otro aspecto valioso de este volumen es la interacción de un habla formal con un habla popular, lo cual enriquece la novela y le otorga una gran diversidad lingüística.

Tratar de descubrir la verdad parece ser inútil. La decadencia es parte de la vida diaria de estos personajes; el mundo se está desintegrando y sus efectos parecen ser lo único que los sostiene vivos. Y aunque quizás pudo desacelerarse el desenlace de la trama secundaria, Jerez ha conseguido dar un nuevo aire a su consolidada propuesta narrativa, mezclando la tragedia con la mordacidad y, por sobre todo, demostrando que el fracaso puede no ser más que un punto de vista.


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Femando Jerez (Lo Miranda, 1937) es autor de una docena de libros, entre los que sobresalen las novelas "El miedo es un negocio", "Un día con Su Excelencia" y el "El himno nacional", y el volumen de cuentos "Así es la cosa".



 

 

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Crítica Literaria
Honorables, Rossana Dresdner; La historia no era así, Hugo Forno; Hotel Tandil, Andrés Nazarala; Cachivaches, Diego Riveros; Los investigadores no lloran en los cafés, Fernando Jerez.
Por Patricia Espinosa
Publicado en Las Últimas Noticias, 31 de julio al 28 de agosto de 2020