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Una pareja de ajíes

Por Juan Pablo Fante
Publicado en revista Estruendomudo. Año 1, N°1. Septiembre de 2003


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Viven tres en un mismo cuarto y penetran por la ventana: para evitar el salón de Ifigenia, la de aparatos dentales y perfumes. Se gritaban, oh la madre gordita y sus dos hijos. Uno trabaja, y el otro baboso de enchiladas. Doña Mocha es vendedora star de piñatas. Parecidas a las dos tortugas del niño, ésas que por las tardes combatían soldados azules en el lavadero. Grite, grite, doña, que la panza se irá hinchando; y entonces echaba al chamaco para fregar. Si se huyeron dos maridos, repetía, estos bribones chamuscan lo mismo.

Por qué siempre dos. Dos pechos chorros, alegaba, dos nalgas y rosas del florero. Dos perras de la perfumosa en el techo; dos manos de cayos. Besar los Testamentos para sufrir viviendo. Ha de odiar, ella, a los seres duales del Banquete: tan perfectos que si uno desaparece, muere o se transforma, el otro se desvirtúa. Ése fue mi análisis. Y lo olvidaba, doña Mocha tiene vecinos: yo y José, un don castellano empobrecido. Convivir es una guerra. Nos guarecemos de ella con la trinchera de calcetines y sartenes rojos.

No nos grita, murmura. De noche patalean ratones o tiritan las lámparas. Todo bajo el espiar de su nuera Ifigenia, sexy pero alcahueta.

"Esto es una muestra fehaciente de la crisis habitacional mexiquense", comento en discreto francés al espanich con aires de sociólogo. Y ríe. Las tortugas han ido creciendo. Las dos perras aúllan. Y doña Mocha se queja. Es que anhela apoderarse del hogar, bromeábamos con José antes de acostarnos. Incluso invocó a gnomos con chiles vertidos para apestar la cocina. Fue hace un rato, mientras llovía calor y lunea. Caramba las malditas perras, no logro el sueño. De pronto pasos. Desnudo entre las sábanas, atiné a sacudirme una pesadilla y puse llave. En eso alguien corriendo afuera. Botines. Pujan mi manilla. Luego, sólo el crujir de la sombra. Pero cuando se derramaron los pájaros del sol, una perra amaneció muerta, y la otra anda llorona. Pienso: la bóveda celeste y su agua son la pareja exacta. Falta una de las tortugas también. "¡Cara de duende!", dijo el hijo mayor a doña Mocha, "no abandones el Nuevo Testamento". Decidió largarse con su novia. Junto al castizo lo despedimos en el portón, mascando quesadillas. Y me pongo triste, porque en esta morada andan todos solos o desaparecidos, como de niño bajo Pinochet.

Se nos vino otra noche. Ando asustadizo, no vaya a ser bruja la doña. Justamente, pasó a desearme sueños, pero hedía y la eché. Más bien puse dos cuescos de aguacate como trampa cómica, y llave a puerta y ventanas. Al alba, sólo recuerdo unas pesadillas eróticas. Por supuesto no con doña Mocha, que de lesa amaneció maltrecha. Igual me ganó su amargura, dejaré esta vecindad. Nada más me bastará una venganza. Cuando salió por las piñatas introduje ratoncillos en su cuarto: dos, y esperando que sean felices de libido. Untados con lo esotérico del aguacate.

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nota: todo es verdad, sólo exagero; ciudad de méxico, colonia del valle, agosto



 

 

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Una pareja de ajíes
Por Juan Pablo Fante
Publicado en revista Estruendomudo. Año 1, N°1. Septiembre de 2003