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Piquero de Pablo Fernández Rojas
Editorial Cuarto Propio, Chile, 2016, 81 páginas
Por Jordán Véliz Vergara
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Piquero es el primer libro de Pablo Fernández Rojas (1978), quien participó en diferentes talleres de poesía y narrativa antes de su publicación en 2016. La historia de este texto se centra en la vida de un homosexual de 25 años que intenta huir de forma insistente de la soledad, buscando hombres en páginas de citas en Internet. En ese espacio conoce a un diseñador, misma profesión del protagonista, de quien se enamora. Es desde esta búsqueda permanente de una pareja que NN -así se autodenomina él en el portal web de citas- desarrolla casi la totalidad de su vida, como una obsesión que siempre termina demostrándole el vacío de su existencia.
El personaje principal de esta novela deambula por una serie de sensaciones y sentimientos en las que solo él importa, relacionándose con personajes a lo largo de la historia con el único objetivo de obtener beneficios para sí mismo, sin alcanzar una reflexión profunda sobre su contexto. “Creo que por eso siempre he tenido sexo casual y hasta hace poco la idea de tener una pareja me había aterrado” (38), dice NN acerca de la violencia de género que presenció en su infancia cuando su padre golpeó a su madre. Triunfa en su forma de estar en el mundo su ego y el individualismo. Carece de un ideal que vaya más allá del bienestar propio, el que pareciera nunca llegar, y no conoce otra forma de sacudirse los límites de su vida, de “rebelarse” ante ellos, si no es ejerciendo el poder económico que detenta.
Uno de los aspectos esenciales de esta historia narrada desde la voz del protagonista, es la forma en que éste se relaciona con los demás personajes, como la mujer a la que utiliza para reafirmar su homosexualidad, estableciendo lazos que en su mayoría parecieran estar basados en transacciones, arista que alcanza puntos concretos cuando narra su experiencia con un prostituto o con el diseñador del que se enamora: “Te invito a almorzar y te compro lo que quieras a cambio de que caminemos de la mano sin vergüenza” (49).
A pesar de la relevancia que podría tener la existencia de un libro como este, que escapa de la representación heterosexual, Piquero reproduce lógicas patriarcales al acercarse peligrosamente al límite de la burla sobre la feminidad, como cuando menciona que en vez de encontrarse con un futbolista lo que vio fue a una bailarina al conocer a un hombre afeminado. Si bien es cierto, también se burla de aquellos a los que “la exageración se les nota a la inversa”, esto solo viene a reafirmar la ridiculización presente en contra de un “otro”, sin ser la excepción el desprecio hacia el mundo popular que es representado a través de elementos como “olor a fritanga”, “baratija kitsch” (50), “quiltros” o “casitas” que “en cualquier momento se desmoronan” (79).
La homosexualidad ligada casi inevitablemente a la soledad, de la cual se logra huir de forma momentánea si se tiene cierta estabilidad económica; además mirar al otro como un objeto, que puede servir o no al bienestar propio, son dos de las ideas centrales que deja esta novela, con una visión conservadora, patriarcal y algo higiénica de lo gay que, si bien difiere levemente de otros autores en cuanto al estilo de escritura, por lo conciso de sus frases que lo acercan a un largo poema, poco se distingue a nivel simbólico de relatos como los de Alberto Fuguet o Pablo Simonetti.