El segundo libro de la autora nacional, Isla Decepción, ya está en las librerías. Se trata de su primera novela, una ficción acerca de las malas condiciones de trabajo del mundo de la industria pesquera, pero con mucha cultura pop metida, y sobre todo, mucha referencia a Corea del sur. En entrevista con Culto, desmenuza el texto y habla de su inclusión en el listado de Granta dentro de las y los 25 mejores escritores jóvenes en español.
Su mamá le preguntaba, cuando leía el manuscrito, por qué se le había ocurrido escribir sobre algo tan raro. Pero para Paulina Flores (32), ese tema “raro” era una especie de triunfo.
Sucede que una noche, en 2016, le nació la curiosidad por el tema, y a su vez, eso disparó toda una imaginería. Hacía tiempo que le venía rondando la idea para una novela, quería que fuese de ciencia ficción, pero no le resultaba.
“Estuve 6 meses dándole vueltas a esa idea de novela, que era una especie de distopía, pero una noche asumí que no iba a ninguna parte. Había escrito un poco, pero no lograba levantar un mundo, no me convencía”, cuenta Flores en conversación con Culto vía Zoom desde Barcelona, donde cursa un master en escritura creativa.
Hasta que de repente, tuvo la solución. “Me acordé de una noticia, y fue bacán porque solo admitir que lo otro no podía ser, dejó la puerta abierta para otra ideíta, y esta ingresó rápido”.
La “ideíta” que ingresó rápido se basó en un reportaje llamado Misterio en el Estrecho de Magallanes, del periodista Rodrigo Fluxá, publicado en la revista Sábado, en 2013. “Yo antes guardaba muchas noticias, reportajes como de cosas extrañas. Recuerdo recortar muchas revistas, tenía una carpeta”, cuenta Flores.
En rigor, el reportaje trataba sobre los abusos y malas condiciones laborales en la industria pesquera. “Pensé que era una buena historia, y esa misma noche, de inmediato empecé a trabajar en una estructura de inicio”. Embalada, al día siguiente sacó pasajes para ir a Punta Arenas para ir a investigar. Por cierto, nunca había ido a la ciudad.
Cuerpos en tambores
Lo que le llamó la atención a Paulina es que, para escapar de las malas condiciones laborales, que incluyen golpes y ambientes insalubres, muchos trabajadores de los barcos con bandera asiática prefieren arriesgar su vida lanzándose a las heladas aguas del estrecho de Magallanes y llegar a Punta Arenas, antes que seguir soportando más vejaciones.
Ese es el hilo que guía Isla decepción, la primera novela de Paulina Flores, publicada vía Seix Barral, y sucesora de su libro de cuentos Qué vergüenza (Hueders, 2015). En la novela, Miguel, un trabajador cincuentón, se encuentra con un coreano, Lee, quien se arrojó al estrecho desde el barco calamarero donde trabajaba, el Melilla, junto a otros dos compañeros indonesios, pero ellos no sobreviven al inclemente frío del mar austral.
Para ayudar a Lee, Miguel lo esconde en su casa. Ahí, el asiático conocerá a Marcela, la hija de Miguel, quien llega de improviso desde Santiago huyendo de un fracaso amoroso y un trabajo que odia. En adelante, la novela engancha con padre e hija pensando qué hacer con el misterioso joven.
“Me acuerdo que había un caso de unos chinos, que en Punta Arenas no había alguien que tradujera, entonces la PDI tuvo que conseguir a una señora que trabajaba en un restorán chino, pero con los dialectos no funcionaba muy bien. Hubo otros que los pillaron flotando arriba de tambores plásticos en clara situación de hipotermia; y otro, que sale en el reportaje de Fluxá, es de cuatro tripulantes que se tiraron, pero solo pillaron los cuerpos de tres. En Argentina pasa lo mismo”, dice Paulina.
Para documentarse, Flores se hizo pasar por periodista. “En esa época, yo trabajaba para el diario Hoy por Hoy, donde hacía perfiles”, cuenta. Así, con la doble intención de buscar gente para perfilar y material para su novela, Flores habló con pescadores artesanales locales y gente de la gobernación marítima. Eso, más los artículos periodísticos referidos al tema, hizo que tuviera un volumen ingente de material en el cual basarse. “Tuve que ser súper ordenada, guardar bien los videos, la información relevante, los testimonios, las entrevistas”, cuenta.
Como muestra, solo uno de los capítulos, en que narra la vida a bordo del Melilla, Flores se demoró un año en escribirlo. Aunque el proceso total tomó cuatro años de escritura y la novela fue reescrita tres veces. “Fue todo con mucha paciencia, tampoco soy doña señora cajita del orden, pero tuve que tener todo bien a la mano, fueron unos años brígidos de mi vida”, agrega.
Tanto fue así, que para documentarse viajó a Busan, en Corea del Sur, el puerto donde zarpó el Melilla en la novela. En rigor, el barco existe. “Es de 1966, es un barco coreano, y es el que más infracciones y demandas tiene a nivel mundial. Fui a la agencia del barco allá y me ayudó mucho ver a los pescadores”.
—¿Y hablabas en inglés con los coreanos? —Yo hablaba el idioma del amor (ríe). Sí, hablaba algo de inglés, pero tampoco se habla mucho inglés allá, en Japón tampoco, no es tan usual. Entonces, ahí uno se comunicaba como podía, que es lo interesante.
—Como lo hace Marcela con Lee... —Claro, claro, lo viví (sonríe).
—¿Cómo fue ese proceso de meter estos detalles a la historia?
—Soltar. Entendí que jamás iba a poder relatar de forma realista la vida a bordo de un barco. Hice muchas entrevistas de todas formas, pero traté de hacerlo a mí manera, y eso me significó buscar una voz más poética, esa fue la apuesta. Menos realista por supuesto, no es como una crónica, es totalmente ficción.
—Entre las entrevistas que hiciste, ¿alguna que te llamara la atención? —A los prácticos. Son unos funcionarios que suben a estos barcos, porque para navegar por el Estrecho de Magallanes, sí o sí tiene que subir un práctico, que es un capitán de barco jubilado que trabaja exclusivamente navegando esos barcos por el estrecho, que es muy difícil. Nadie más ve lo que sucede ahí, ¿cachai? Como que nadie más de afuera tiene acceso.
Flores fue dos veces más a la ciudad austral. La última de ellas, para ultimar detalles. “Ahí tenía más que ver con el ambiente de Punta Arenas, no tanto de investigación”.
Corean pop
Lo dice ella misma como una suerte de manifiesto. Como si para poder acceder al mundo íntimo de Paulina Flores primero hubiese que pasar por un cedazo de ojos rasgados. “Soy fanática de Corea del sur. La música, el cine, la comida. Me parece una cultura heavy, como dice Marcela: ‘cuáticos los coreanos’”.
Eso explica que el personaje de Lee sea coreano, aunque además tenía bastante conexión con la historia. “En Punta Arenas, al ver que habían barcos coreanos, dije, acá puedo cumplir mi sueño de meter un personaje coreano en un relato”.
—Más allá del personaje de Lee, mencionas cultura pop coreana, ¿De dónde se originó ese interés? —Estudié en Recoleta, me acuerdo que tenía un compañero coreano en séptimo básico, se llama Kim. La profesora lo torturaba terriblemente porque no sabía hablar español, “Kim siempre en la luna, siempre en la luna”, lo hueviaba. Repitió porque no sabía el idioma, todos le hacían bullying.
Flores hace una pausa, los recuerdos vienen a ella sin forzarlos, y sigue.
“Recuerdo Patronato también, se notó el cambio que hubo, porque antes habían empresas familiares de ropa y telas árabes, de mucho inmigrante palestino. Me acuerdo cuando llegó la inmigración coreana, con ropa muy muy barata —que se hacía en China— y ya no se necesitaba vender telas porque venía la ropa hecha, y el barrio cambió completamente. Tenía un compañero palestino que sus papás quedaron cesantes durante años. Era bien callejera cuando chica, me encantaba ir a Patronato. Ese fue mi primer acercamiento con la cultura de Corea”, agrega.
—¿Y la relación con el cine? Mencionas varias películas en la novela. —Al salir del colegio me acuerdo de ver películas coreanas, desde muy chica y haber quedado completamente impactada y como omnubilada. Me vi todas las de Park Chan-Wook, de Kim Ki-Duk, de Bong Joon Ho. Mucha película, por ahí me fui acercando más a la cultura, a la historia, al budismo. Me puse a investigar. Ahora me pasa con el K-Pop y las teleseries.
—Entonces imagino que cuando fuiste a Busan estabas cumpliendo un sueño íntimo... —Porque Dios es grande (ríe). Es que fui a presentar Qué vergüenza a China, entonces me pagaban unos pasajes y yo dije “obvio que tengo que ir a Corea”. Está muy cerca, y no sabía si alguna vez iba a volver a ese lugar del mundo. Tengo un muy buen amigo colombiano que vive en Corea del sur, me recibió en su casa en Seúl. Estuve tres semanas, y luego fui a Busan a investigar.
—Citas hartas canciones, e incluyes una playlist al final. —Eso de la playlist lo estoy haciendo con todos los textos que escribo, porque me inspiro demasiado en la música. Escribo con música, y robo harto de ahí. Cito, reinterpreto, cito textualmente (ríe).
—¿Crees que en la literatura debe haber cultura pop? —No, no creo que tenga que tener, a mí me gusta jugar con eso. Es raro porque la gente tiene una visión de mi como que soy una escritora muy conservadora, como clásica, una vez me tiraron la talla de que escribo como en el siglo XIX. Yo sé que es muy así en algún punto, pero soy muy pop. Me críe escuchando Britney Spears, Christina Aguilera, Madonna, entonces es algo que está muy en mí. En algún momento de mi vida me avergonzó, pero ahora filo.
“Expectativas las justas”
—Fuiste incluida por la revista Granta como una de los 25 mejores escritores menores de 35 años en español. ¿Cómo te sientes con eso? —Lo sabía de un poquito antes, nos hacen firmar una especie de documento ultrasecreto de que si se lo decimos a nuestras mamás nos van a sacar de la lista, porque le dan importancia a la noticia. Igual lo encontraba bonito, porque como ahora se sabe todo, era lindo guardar un secreto. Estoy muy contenta, felicísima. Mira, soy una persona torpe y estúpida, todas las semanas pierdo algo. La semana pasada perdí la billetera, esta semana perdí el jarrito donde me preparaba el café, entonces, con esta lista tengo un año de felicidad gratis.
Aunque eso de las listas es medio extraño, uno nunca sabe bien cómo opera, lo bueno es que después se genera una contra-lista. Yo creo que lo importante de eso es que haya un movimiento, sobre todo ahora que no hay ferias del libro presenciales, qué bonito que haya algo de lo que se esté hablando, es una discusión entretenida, porque pasan tan pocas cosas en este ámbito. Kim Kardashian y Kanye West se separan, pero en la literatura ¿qué pasa?, ¡nada! (ríe).
—Te incluyeron con un solo libro publicado, ¿lo encuentras llamativo? —Sí, es muy llamativo, pero ¿sabis qué? La lista está súper interesante, hay varios escritores que tienen un solo libro. Hay una chica que tiene 23 y creo que tiene un solo libro también [Irene Reyes-Noguerol]. Está súper bacán, súper diversa, extraña, esquizofrénica a veces, y eso en literatura me parece muy bien.
—Esta es tu primera incursión en la novela. ¿Qué expectativas tienes para tu carrera literaria de acá en adelante? —Nada. Como dice la canción de C. Tangana y Jorge Drexler, “Expectativas las justas” (ríe). Piano, piano. Lo primero que quiero es que Isla decepción le guste a mis amigos, ya hay algunos leyéndola y eso me tiene aterrada y muy feliz, porque cuando me derrumbaba ellos me sacaron adelante, me ayudaron, me hicieron sentir bien, me leyeron los textos. Que le guste a mi mejor amigo, a mi mamá, y después se va viendo. O sea, yo escribo libros, no hago trap (ríe), ¿qué tanto se puede esperar? igual en mi mente, según yo, soy una cantante de trap, pero lo que hago es escribir libros no más. Fue una novela que no hubo un día en que no haya disfrutado escribirla, o pensarla. Sí fue difícil, se hizo cuesta arriba en algún momento, pero era absolutamente plena cuando la estaba escribiendo.
—¿Y lo que más te costó? —Soltar a los personajes. Dejar a Lee, a Marcela, a Miguel, a Joshua, a Yusril, pensar que no los voy a volver a leer nunca más fue doloroso. Si alguno de los lectoras y lectores le gusta, hueón, voy a ser muy feliz. Es como cuando carreteai con alguien, lo pasai bien y se lo quieres presentar a tus amigos. Esto es igual, sé que pasariai una buena noche con estos personajes, ¿cachai? No es poco pasar una buena noche con alguien (ríe).
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Paulina Flores, escritora chilena:
“Yo escribo libros, no hago trap. ¿Qué más se puede esperar?”
Por Pablo Retamal N.
Publicado en La Tercera, 5 de mayo de 2021