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Paulina Flores en la Feria del Libro de Buenos Aires:
de su nueva novela y el cine coreano a un mundial de canciones con Bad Bunny


Por Daniel Gigena
Publicado en La Nación. Argentina. 30 de abril de 2022



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“Es una ciudad a la que quiero muchísimo; he venido con mi abuela, con amigos, con mil novios distintos, sola”, dice acerca de Buenos Aires la escritora chilena Paulina Flores (Santiago, 1988), una de las mejores narradoras en lengua española menores de 35 años según la revista Granta y promesa de la literatura de su país.

Con una gorra donde se lee “Clonazepam”, la autora cuenta que mañana, Día de los Trabajadores, presentará su novela Isla Decepción (Seix Barral) en la Feria del Libro de Buenos Aires. “Es muy bueno el nivel de la conversación aquí. Estuve invitada en la edición de 2017 para hablar del trabajo con autores de distintas generaciones y era muy interesante lo que escuchabas”, agrega en diálogo con LA NACION. Flores prologará la reedición conmemorativa de  Sangre de amor correspondido, de Manuel Puig, que lanza el mismo sello editorial.

Desde hace más de un año, Flores vive en Barcelona. “Escribo y participo de todos estos trabajos que rodean la escritura: conversatorios en festivales, cursos y talleres; se siente bonito porque, mientras tanto voy conociendo España en tren. Me enamoré de la ciudad, del mar; es un lugar alocado e inspirador y donde ahora deseo estar”. Actualmente, escribe una novela en la que incluirá poemas y cartas de amor. “Quiero sacar un híbrido sobre el amor no exclusivo, las relaciones afectivas y la muerte -anticipa-. Siempre he sido una persona que se protege mucho detrás de la ficción, y quiero mostrarme un poco más a través de los poesía y las cartas”.

Después del éxito de los cuentos de Qué vergüenza, que además de escritores y críticos recomendaron los políticos Gabriel Boric y Giorgio Jackson -actuales presidente y secretario general de la presidencia en Chile-, Flores se dispuso a escribir Isla Decepción. “La novela es una aventura lenta; yo no sabía escribir novela y empecé a escribir una porque hace unos años no eras escritora si no habías escrito novela; ahora, con los géneros híbridos, no es tan así -dice a LA NACION en el lobby de un hotel porteño-. Con la novela, el árbol sigue creciendo; tú lo vas podando, pero sigue creciendo por abajo. Con el cuento, lo escribes y ya recibes un  feedback, lo puedes arreglar y listo. La novela la tienes que arrastrar, arrastrar, arrastrar con el corazón pesado, sin mostrar nada hasta el final”.

Isla Decepción  narra los destinos de tres personajes: Miguel, un marinero que vive en Punta Arenas; Marcela, su hija, que escapa desde Santiago en medio de una crisis amorosa y laboral, y Lee, un joven marinero coreano que huye a nado de uno de los tantos buques-factoría que navegan (a veces piratescamente) los mares del sur. “Hace días pasó algo parecido, siete tripulantes chinos se arrojaron de un buque -agrega Flores-. Tuve que investigar mucho para la novela y, como el proceso fue tan largo, desde el principio requerí mucha paciencia de amistades, gente que me entregó su corazón y cuidado, porque soy muy ansiosa. Y pedí por mail apoyo económico a empresas coreanas, ¡y me lo dieron! Fue genial”. Visitó Busan, puerto de donde zarpan los buques-factoría, y Seúl.

La escritora sueña con que su novela se traduzca al coreano y sea llevada al cine. “Soy fanática de Park Chan-wook y de Kim Ki-duk, que falleció hace un tiempo, y en Chile hay mucho fan de Corea por las series y el K-pop”. Otra de sus fantasías es proponerle al trapero portorriqueño Bad Bunny coorganizar un mundial de letras de canciones. “Oye, ¿alguien tiene su mail para escribirle y que él se ponga con el dinero?”, bromea.

Como la novela se ambienta en la región de La Araucanía, la cuestión mapuche está muy presente. “Fue muy natural, porque Marcela y Miguel son de Temuco, y era lógico que escaparan hacia el campo -sostiene-. Me relacioné con la cosmovisión mapuche porque tengo muchos amigos y estaba muy interiorizada. Cuando en Santiago vimos a los militares en las calles con los carabineros tan violentos, pensé que eso era lo que vivían los mapuches todos los días”.

En la novela, además, se entrecruzan arquetipos de las culturas coreanas e indígenas, con chamanes y machis. “Me pareció interesante mezclar los rituales y me sirvió para escapar del realismo tan íntimo de Qué vergüenza y darles a los personajes esta cosa épica, loca, trágica, desbordada y de unión con la naturaleza”.


—¿Creés que con el nuevo gobierno se aquietará la violencia política en Chile?
El problema de las policías es algo global. Pasa también en Estados Unidos. El concepto del policía como una especie de carcelero está siendo cuestionado. Cuando veía durante la pandemia a los militares en las calles me preguntaba cómo pensaban parar una pandemia con armas. Era una imagen muy fuerte. En el caso de Chile debe haber una reforma en Carabineros, porque tiene una herencia educacional represiva y además se conocieron crímenes de dinero.

—¿Sos optimista?
Siempre, no puedo no serlo. Sé que no va a ser inmediato, y que ahora viene la votación por la nueva Constitución. Por supuesto que la derecha está boicoteando cualquier cosa. Para mí, que venía marchando desde los quince años con la “revolución pingüina”, porque parecíamos pingüinos por el uniforme escolar, para que se cambiara la Constitución de Pinochet, es muy emocionante. Antes de la segunda vuelta de las elecciones, con mis amigos les pedimos a nuestras madres que convencieran a sus amigas, primas y tías de que no votaran a José Antonio Kast. Les dijimos: “Mira, mamá, nuestra vida tal como la conocemos puede perderse si gana la ultraderecha”.

—¿Te parece que hay un boom de la literatura chilena?
Creo que hay un boom de la literatura latinoamericana. Lo que pasó con los Premios O’Henry en Estados Unidos, con Samanta Schweblin, Alejandro Zamabra, Michel Nieva y con Valeria Luiselli como coeditora, eso es genial. Creo que es algo cultural. Lo veo también en la música; a mí me gusta mucho el trap y ahora puede colaborar un artista de España con otro de la Argentina o Chile, porque eso le aporta color. Cada país tiene su jerga y se va creando una jerga comuún, escuchás a L-Gante usando la palabra “flaite”, que es una palabra muy chilena. Esto se da también en el arte y la literatura: todos quieren colaborar y ver qué puede salir de dos cerebros distintos.

—¿Cuál es tu ídolo literario chileno?
Alejandro Zambra me gusta mucho. Es alguien a quien recurro siempre para pedirle consejo, es una persona muy generosa y muy divertida. A él le envié un capítulo de  Isla Decepción  para pedirle opinión y con él consulté el título. Quiero leer todo lo que escribe.  Poeta chileno  está buenísimo, me encanta su humor.

—¿Qué vas a hacer en Buenos Aires además de ir a la Feria?
Quiero conocer el cementerio de la Recoleta. Tamara Tenenbaum me dijo que el de Chacarita era más normal y que el de Recoleta era más parecido a un museo. Y comer rico, pasear, juntarme con amigos y comprar libros. Antes siempre pedía libros de España y ahora que vivo en Barcelona pido libros de Chile y la Argentina. Quiero perderme en los stands de las editoriales independientes y ver qué hay. Y voy a juntarme con Camila Fabbri e intercambiar libros. Me encanta como escribe.

—Es otra de las “chicas Granta”.
Estoy feliz, me gustó mucho la selección, que hubiera tantas mujeres, la diversidad de voces, el humor. Estar con Cristina Morales, con Mónica Ojeda, con Camila es un orgullo. Para ese número de  Granta  escribí un relato picaresco protagonizado por un niñe no binarie, marginal y delincuente, que escapa del Servicio Nacional de Menores, una institución estatal horrible donde hubo desapariciones y abusos.

 





 



 

 

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