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EL DESVELO BLANCO DE ANA MARÍA FALCONÍ (*)

Por Paul Guillén

En un reciente recital, donde leía sus poemas Ana María Falconí, me encontraba con el poeta puneño Vladimir Herrera, él me decía en voz baja “Falconí”, es una mujer halcón, yo pensaba que era una ocurrencia del buen Vladimir, pero esa imagen se me quedó grabada por algún tiempo, más aún si reparamos en que “Falco” es la palabra italiana para designar al halcón, nunca me había puesto a pensar en eso, pero esta imagen me suscitó una extrañeza, por lo general, cuando voy a presentar un libro me gusta leer o releer todos los libros del poeta, entonces, estuve revisando el primer libro de Ana María, y encontré que había marcado versos con comentarios e incluso números de páginas con círculos, no recuerdo cuál fue el motivo, ¿tal vez estaba escribiendo una reseña o era el simple hecho de buscar en esos versos otra realidad, otras resonancias? Decía que Falconí es una mujer halcón, cuando estaba revisando su primer libro titulado Sótanos pájaros, para mi sorpresa leo que la cuarta sección de ese libro se titula justamente “Mujer halcón”, y es más trae un dibujo de esa mujer halcón. Uno de los versos del poema, dice: “Grita el desierto / anunciando al bosque / la concha que se volvió / pensamiento”, ese desierto, esa concha y ese pensamiento se pueden apreciar en la portada del libro. Y el bosque me dirán ustedes, ¿dónde está el bosque? Claro, el bosque no sale en la portada, pero es justamente su ausencia lo que lo anuncia más allá de los bordes del libro, así como son anunciados el árbol, las piedras o el silencio.

Sótanos pájaros tiene cuatro secciones Blackout, Sótanos pájaros, Lecturas naturales y Mujer halcón. El primer poema del conjunto se titula “Cosas” y puede leerse como un arte poética: “Yo no pateo una pelota / Pateo cosas como nubes / El amor es un traje vacío, digo / Y lo pateo lejos”, lo que le interesa al poeta no es sentir el contacto con lo concreto, sino con lo volátil, con lo cambiante, con el vacío, luego nos enteramos que el poemario ocurre en una casa frente al mar. La casa como sabemos es símbolo de lo gregario frente a lo individual, e incluso el símbolo de la casa es un mediador entre la sociedad y el individuo o, en otros casos, el símbolo de la casa puede ser entendido como símbolo de un país. Esta casa por momentos se nos presenta como fantasmal o como dice la poeta colombiana Piedad Bonnett el libro está transitado por “un tipo especial de misterio”, ese tipo especial de misterio, en muchas partes del libro, lo encuentro muy cercano a las ensoñaciones y sufrimientos de un José María Eguren, cito un poema sin título de Sótanos pájaros: “Bajo una capa de carros / Bajo negros y sótanos pájaros / Bajo ojos hambrientos, // Un solo bocado / traga a la niña”, yo lo veo relacionado a Eguren, por oposición a Vallejo, me explico, el dolor y el sufrimiento en Vallejo es explícito, se grita, se duele en la palabra; en cambio, en Eguren ese dolor y ese sufrimiento solo es sugerido, intuido, se vislumbra detrás de la niebla marina, digo Eguren, pero también pienso, para solo hablar del Perú, en poetas tan finos y musicales como Javier Sologuren, Carmen Luz Bejarano o Julia Ferrer, creo que en esa tradición se inscribe la poesía de Ana María Falconí. Hasta el momento tenemos por un lado el símbolo del sótano que apunta hacia lo oscuro, hacia las sombras, hacia ese lugar donde habitan las tinieblas; y por otro lado, tenemos al símbolo del pájaro que está relacionado con lo alto, con la grandeza, con lo absoluto. En la sección “Lecturas naturales” el símbolo del sótano se convierte en una mazmorra, en una cárcel para la voz poética y para el niño y la niña –porque se menciona un niño y una niña, quizás esos niños sean los mensajeros de plumas a los que se dedica el libro–, cito lo referente al sótano como una cárcel: “He comenzado a escribir / en las paredes / las voces que escucho / La salida ciega / de un sol subterráneo”. Finalmente, ¿habrá una salida para esos sótanos del sufrimiento y de ese amor que se patea lejos? La respuesta podemos hallarla en el segundo libro de Ana María titulado Desvelo blanco.     

Arriesgando una hipótesis sobre el origen del título de este libro podemos decir que uno puede explicar el título por oposición al primer libro, por oposición puedo decir que Sótanos pájaros es un título que prescinde del conector lógico, esto responde a una cierta opción poética, una poesía que no lo dice todo, una poesía que requiere de la comprensión de sus silencios y de sus escenarios, pero también de sus alegrías y sufrimientos, imágenes rotas en un espejo olvidado, pero, por otra parte, cierta oscuridad del pájaro que se encuentra encerrado en un sótano, una falta de libertad y armonía. Desvelo blanco es lo contrario, el color blanco se asocia con la pureza, la purificación, y el desvelo se puede entender desde dos perspectivas: un desvelo ocurre cuando alguien no puede dormir, o también desvelo puede ser entendido como un descubrir o poner de manifiesto alguna cosa. Desvelo blanco está compuesto por tres secciones Cielo cosido, Desvelo blanco y Donde no muere el olor del mar. Parece ser que hay tópicos recurrentes: el cielo como lo absoluto que, aquí se encuentra cosido, puede ser remendado con hilos, o cosido como un manto que clausura la visión, el mar como escenario primordial y el medio –la segunda sección– que es ese desvelo blanco que se relaciona con la figura del poeta. Como dijimos antes la primera sección es Cielo cosido y empieza con un epígrafe de Emily Dickinson: “No vi ningún Camino- los Cielos estaban cosidos-”, se trata de la imposibilidad de la visión, los primeros poemas llevan por título Réquiem, la intuición general es que Desvelo blanco es un libro de muerte, sí, claro, pero sobre todo es un libro de regeneración, resurgimiento y reintegración con la naturaleza. El último poema de Sótanos pájaros se titula “Lullaby”, es un diálogo con la madre: “No quiero el premio del cielo / el tiempo es un látigo, madre”, en Desvelo blanco en el poema “Réquiem 1”, el poeta se comunica con un muerto: “Hoy hablé con ella / Me dije, / Los muertos también se sienten solos”, ese ella me lleva a pensar que podría ser la madre muerta, en el poema “Réquiem 2”, es la madre muerta la que habla por intermedio del sueño a la hija: “-Me mataste ­-te digo, me digo – / -Los pájaros ya no enviarán señales”, lo concordante de esto es que todos los elementos se van repitiendo como si fueran temas o símbolos obsesivos: los pájaros, la piedra, los bosques, el río. El tercer poema del conjunto lleva por título “La casa”, a diferencia del primer libro, en esta casa: “Nadie vive”, hay cierta desazón del poeta, ¿el poeta también estará muerto? O ¿vive dentro de un sueño? Este elemento del sueño se retoma en el poema “Oveja”, una oveja sueña y en su sueño siente que “Salta la misma valla / Una y otra vez / Pero en cada ocasión cree que es / Otra valla la que salta / A veces piensa que es otra oveja / Cuando es ella misma”. Esta idea del poeta que vive un sueño es más latente en el poema “Última parada”, el poeta afirma que “No quise dejarte / Esperándome en el bus / Mientras el sueño seguía (…) Hasta que encontré lo que andaba buscando / Una Manzana / Cuando volví para dártela / No estaba el bus No estaba el sueño”. Después del poema “La casa”, el poeta no se dirige a la madre, sino a un hombre que más adelante se convertirá en el poeta tenebroso. La segunda sección es Desvelo blanco, y tiene un epígrafe de Carson Mccullers, en esta sección el poeta sale del cuarto y de la casa y está al “aire libre otra vez. Bajo el cielo azul”, la poesía de Ana María Falconí no presta mucha importancia a las marcas de género, pero esta sección, en sus primeros poemas, más bien está marcada por una voz masculina, que se relaciona con cuentos medievales o góticos, con experiencias sobrenaturales, con parajes nocturnos, en esta sección el poeta tenebroso toma la palabra y habla, parece que el poeta de Desvelo blanco se une, se funde con este poeta tenebroso para lograr la ansiada purificación que habíamos intuido en el título del poemario, este aserto se torna más palpable con el poema “Velo”, el poeta le pide al poeta tenebroso que le coloque sobre la cabeza un velo y que lo deje caer sobre sus hombros, esta acción es una boda entre el poeta y el poeta tenebroso: “Escucha al órgano temblar vacío / Cruje blanca mi canción nupcial / Y no hay templo que nos mire”, pero este requerimiento no se cumple, porque el poeta tenebroso se encuentra, en ese instante, entre tules en su cama. En el poema “Oculta” la poeta sube a un ático, y encuentra al sótano, pero no puede volver a ese castigo, a esa mazmorra. La tercera sección de Desvelo blanco es Donde no muere el olor del mar, y se abre con un epígrafe de Ted Hughes, la idea es que el mar es más grande que la muerte y la vida, ese símbolo primordial que recuerda al vientre materno, pero también los poemas se dirigen al poeta tenebroso, del cual se anuncia su desaparición y su muerte, en el poema “El mar”, también nos enteramos que nuestro poeta –la novia que no se llegó a desposar con el poeta tenebroso– ha muerto: “La noche se presenta / Con su tul de novia muerta / El mar vara exhaustas las estrellas”, pero esta muerte es simbólica, es una muerte por agua que abarca la posibilidad de la sabiduría o del renacimiento, esa muerte por agua representa un paso positivo de esta vida a otra. De esa vida muerta y sin correspondencias, a una vida futura, donde impere lo blanco y lo puro. Por ese Desvelo blanco y por esa purificación celebramos esta noche este maravilloso libro.
 

(*) Palabras leídas el 26 de octubre de 2010, día de la presentación de Desvelo blanco de Ana María Falconí, en el Jazz zone.

 

 

 

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