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A
BAJA VOZ
Prólogo
Por
Lorenzo Peirano
Santiago,
enero 1999
A
Baja Voz
Pedro Gandolfo, 1999,
"Editorial Universitaria",
Colección "Puntos de Vista", 254 páginas.
De
162 columnas publicadas en El Mercurio entre octubre de 1992 y diciembre
de 1998, Pedro Gandolfo ha seleccionado 94. Columnas, crónicas y mucho
más, en todo caso. Selección rigurosa que conforma el libro A
baja voz, cuyo título viene a darnos una clave y una respuesta; crónicas
que realmente conmueven porque inauguran algo nuevo.
Pero, ¿qué
ocurre en estas páginas? Gandolfo ha expresado en un poema: "…el corazón,
como todo imperialista,
carece de límites"… Entonces desde allí partimos, precisamente
desde el corazón, un corazón cristiano que nos habla con lucidez
y elegancia.
Agrupado en seis capítulos sucedidos de notas extraídas
del diario personal del autor, A baja voz (Gandolfo ha insinuado que el
título puede ser un galicismo o un italianismo) sostiene una mirada que
recorre una diversidad impresionante de temas, sacando de ellos la esencia, lo
que importa. Seguramente recordaremos muchas de estas crónicas como recordamos
un poema.
La palabra de Pedro Gandolfo propone la escritura como "un
acto de amor", un claroscuro que necesita escuchar y ser escuchado, sentir
y ser sentido (he aquí una meta del autor). Se trata de un alma que practica
"un ejercicio de humanidad", un ejercicio que trae ese "ritmo humano",
ritmo que se nos evidencia al correr las páginas del libro. Y más
aún si sopesamos que nos entrega, además, anotaciones de su diario
personal: "Cuando viajo al campo de mis padres y escucho las historias que
se cuentan me parece que allí realmente ocurren cosas… Los hechos necesitan
holgura, silencio y buena acústica para acaecer". Gandolfo dice mucho
(de lo íntimo y amado emarge lo universal): "…una pequeña tarea,
algo pequeñito en qué ser útil".
A baja voz abre
la posibilidad de múltiples lecturas; el orden y la sucesión de
temas y enfoques nos remiten, en cierta manera, al cine. Hay aquí un profundo
conocimiento plástico; recalcamos también que la sensibilidad poética
domina; incluso, unos versos llegarán inesperadamente a los oídos
del lector: "láminas parecen desprenderse, tientes borrarse, voces
y ruidos y ruidos acallarse".
Desde las viñas, símbolo
primordial de Gandolfo (vendimia, "polvareda de los colosos"; bodega,
"un juego magnífico de luces y sombras"), surge la cita, la transcripción
del poema de Baudelaire, "Enivrez-vous": "Con vino, poesía
o virtud, como queráis. Pero embriagaos". "Otro hermano de Dionisio",
asevera (vislumbramos la corona de yedra y los racimos). Nos enteramos de ojos
que llegan a "percibir la infinita variedad del claroscuro" (en la bodega)
y que lo redescubrirán en un grabado. Evidencias de intuición, aprendizaje
interno; escritura, en consecuencia, ejercida desde la imagen y el recuerdo. Ojos
que nunca olvidarán "un carnaval de lucecillas", las luciérnagas
vistas en Liguria, "su Liguria"; la tierra de su sangre. Pensó
Gandolfo "acaso fuese el polvo caído de alguna estrella senescente".
La
luz discreta (mediterránea-"tamizada") fundamenta lo que llamaríamos
"el estilo del autor". Es ella la que inspira sólo "unos
pocos adjetivos esenciales", ya que Pedro Gandolfo no pierde el tiempo en
decorados; en él descubrimos "la necesidad" y el don, no la pretensión
o el ripio. Estas crónicas convergen hacia aquello "que une al hombre
a los otros hombres sin negar, empero, lo que lo desune y lo hace único
e irrepible" (Montale). Creemos, por lo tanto, que no es una liviandad hacer
hincapié en la elegancia del estilo, clara representación de madurez
y presición, de "colocar una cosa detrás de la otra",
como proponía un español. Repetimos la cita (tomada de Gandolfo),
"unos pocos adjetivos esenciales" y agregamos, "aplicados a los
hechos, a su literatura como actividad de lenguaje y existencia".
Un
aspecto que subraya la escritura ejercida por amor (y debido a su mismo amor)
consiste en no tranzar con lo errático o malsano. Gandolfo expresa: "Nuestra
sociedad le ofrece al joven un conjunto muy limitado de opciones". Se pregunta
y nos pregunta "¿Quién puede tener claro cuál es el
pensamiento auténtico de nuestos líderes políticos?".
Irónico, aconseja a determinados personajes públicos la lectura
de Neruda o Anguita (consejo probablemente no escuchado). "Un distante ciudadano
dice: vivimos una fase en cierto modo tenebrista". Pedro Gandolfo ha asumido
lo que Armando Uribe denomina "un pacto con Chile" y, por lo mismo,
su sensibilidad cuestiona tantos desencuentros. En las notas de su diario hay
una referencia a "la pluralidad" de sus "yos": agudeza del
corazón, señal de rebeldía frente a las fachadas; puesto
que el autor de A baja voz en ningún caso las oficia de moralista
o algo parecido: "…para atribuirse el papel de censor público en materias
morales es indispensable presumir, a la vez vez, de una superioridad en el plano
ético, y no hay mayor superioridad que ésta", nos advierte.
Otro
elemento presente en su obra -ya lo hemos aludido-es "la mirada de pintor"
(en cierta ocasión Jorge Teillier nos comentó que alguien vio en
él una predisposición a la pintura, debido a que habitaba -y habita-en
un mundo de imágenes; en Gandolfo hallamos una legítima afinidad
con el poeta lárico. Por otra parte, en esta obra late un claro sentido
de arraigo, en contraposición al postulado del hombre como "animal
de presa"; evidente punto de encuentro nuevamente con Teillier y, a su vez,
con Antoine de Saint Exupéry). En A baja voz hay notables trazos,
"segundos o terceros planos", descripciones intensas que en muchos momentos
llegan a componer un cuadro en nuestra mente. Pedro Gandolfo, además, nombra
los colores valiéndose de una enumeración muy expresiva: "el
índigo, el azul ultramarino, el azul de Egipto, el ocre rojo, el rojo óxido,
el bermellón"… Digamos que la mirada del pintor tiene una estrecha
relación con el poeta. Sin embargo, qué debemos suponer (sentir)
cuando, al referirse a la fotografía, sostiene: resucitamiento y muerte
juntos". ¿Nos es evidente que el autor encuadra en aquel término,
del cual se ha abusado tanto en la actualidad? Afirmamos que Pedro Gandolfo es
un Artista (acudimos a esta palabra pensando en su más alta connotación).
De ahí proviene, deducimos, esa "proporción armónica"
(comunión con Leonardo) establecida indiscutiblemente en sus palabras.