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ELOGIO 
DE LA INFANCIA:
POETAS PERUANOS DE TRES DÉCADAS 
(1965-1988)
Por 
Paul Guillén
  Yo pienso 
que ya no va a haber nuevas generaciones; pienso que no va a haber 80, 90, nada 
de esto; pienso que el destino de la poesía peruana se está jugando 
en estas generaciones del 60, 70 y tal vez 80. Pero creo que a nivel de poesía 
es así, no hay otra. Es decir se ha llegado a un grado en que el riesgo 
es lo no planteado hasta ahora; el riesgo de escribir una poesía total. 
Enrique Verástegui (1983)
  Pienso 
que es absurdo sostener que tras los años 60 se estancó la poesía 
peruana. Creo más bien que allí empieza la poesía peruana 
tal como la entiendo. La modernidad de poetas como Cisneros-Hinostroza-Lauer-Martos 
es nuestro punto de partida. Y el vendaval del 70 (Hora zero) es una profundización 
de dicha modernidad (para mí lo más moderno -lo nuevo- es lo más 
indio, lo más cholo).
Roger Santiváñez 
(2004) 
Un reciente artículo del poeta y crítico 
uruguayo Eduardo Espina en la Jornada de la UNAM llama la atención sobre 
la proliferación de antologías a nivel mundial y anota que lo que 
definiría una buena antología sería articular "las preferencias 
formales del antologador" con el corpus poético y además "la 
desmesura de la subjetividad puede resultar más efectiva que la mesura 
analítica". Por este camino trataré de inscribir mi lectura 
sobre un proceso abierto, permutable, discontinuo, fragmentario, que recoge las 
voces de poetas peruanos nacidos entre 1965 y 1988 e incluso repararé en 
el grado de transición con sus antecesores, las posiciones frente a un 
cambio/continuidad en el lenguaje y el imaginario de los poetas comentados o el 
envío y reenvío de bienes simbólicos -casi nulo- entre Lima 
y provincias. En ese sentido, algunos esfuerzos han sido desplegados por las antologías 
Piedra sobre Piedra. Poesía Cusqueña Contemporánea 
de Mario Pantoja, Literatura de Piura de Harold Alva y Tremos de sur. 
Antología de una poesía arequipeña de Maurizio Medo.
No 
hablaremos de "generación", sino que individuaremos a cada poeta 
según criterios de composición y poética, cuando tengamos 
oportunidad trataremos de agrupar líneas de escritura. Trazaremos un panorama 
amplio que tiene diversas aristas que se yuxtaponen, se repelen, se aproximan. 
En ese sentido, el período analizado (1987-2007) corresponde a momentos 
álgidos de enfrentamiento y lucha social en el Perú: violación 
de los derechos humanos de manera sistemática, inflación extrema, 
violencia política, corrupción, economía regida por narcodólares, 
persecuciones políticas e ideológicas. Los poetas que empiezan a 
publicar a inicios de los 90 quizás tengan más puntos de continuidad 
con lo que se conoce como "generación del 80" o "generación 
de la violencia", no en vano una antología representativa de esos 
años como La última cena recoge las voces de Rodrigo Quijano 
(Lima, 1965) y Jorge Frisancho (Barcelona, 1967), poetas que han sido considerados 
cercanos al núcleo principal de Kloaka(1). 
Entonces, la pregunta pertinente es: ¿existe un cambio en el lenguaje, 
en el imaginario, en los paradigmas entre estos dos poetas y los demás 
incluidos en La última cena? Creemos que no, pero eso no significa 
que sus poéticas no  sean 
sólidas o, por lo menos, interesantes, es decir, la originalidad o el rompimiento 
con la tradición, no asegura la concreción simbólica de un 
libro. Esta línea coloquial/conversacional en el Perú, que viene 
desde inicios del Siglo XX con las Baladas peruanas de Manuel González 
Prada o los poemas de Carlos Germán Amézaga tiene una línea 
de continuidad con la "Rapsodia de Manhattan" de Carlos Alfonso Ríos 
con una tesitura beat en los años 50 hasta llegar a los paradigmáticos 
conversacionales de la generación del 60 como Antonio Cisneros, Luis Hernández, 
Marco Martos e, incluso, Manuel Morales. Esta línea se extremó con 
los poetas de Hora Zero(2) y Kloaka 
hasta llegar a los jóvenes del 90 y post-2000. Si reparamos que la década 
del noventa empezó con dos vertientes básicas los grupos poéticos 
Neón(3) y Noble Katerva(4) 
y una continuidad neobarroca que proviene desde el tan cercano y actual Martín 
Adán. Para el primer caso, debemos dejar constancia, que estos grupos repetían 
la experiencia de movimientos del 70 y 80, pero cada uno de ellos nos ha dejado, 
por lo menos, un poeta con personalidad propia: Neón tiene en Miguel 
Ildefonso (Lima, 1970) a un poeta con un proyecto de largo aliento que indaga 
sobre la mirada del otro, la ciudad, la soledad, lo marginal, a través 
de la construcción de sujetos subalternos, en tanto, Noble Katerva 
tiene en Roxana Crisólogo (Lima, 1966) a una poeta que se aproxima y toma 
la palabra por estos sujetos subalternos y que,
sean 
sólidas o, por lo menos, interesantes, es decir, la originalidad o el rompimiento 
con la tradición, no asegura la concreción simbólica de un 
libro. Esta línea coloquial/conversacional en el Perú, que viene 
desde inicios del Siglo XX con las Baladas peruanas de Manuel González 
Prada o los poemas de Carlos Germán Amézaga tiene una línea 
de continuidad con la "Rapsodia de Manhattan" de Carlos Alfonso Ríos 
con una tesitura beat en los años 50 hasta llegar a los paradigmáticos 
conversacionales de la generación del 60 como Antonio Cisneros, Luis Hernández, 
Marco Martos e, incluso, Manuel Morales. Esta línea se extremó con 
los poetas de Hora Zero(2) y Kloaka 
hasta llegar a los jóvenes del 90 y post-2000. Si reparamos que la década 
del noventa empezó con dos vertientes básicas los grupos poéticos 
Neón(3) y Noble Katerva(4) 
y una continuidad neobarroca que proviene desde el tan cercano y actual Martín 
Adán. Para el primer caso, debemos dejar constancia, que estos grupos repetían 
la experiencia de movimientos del 70 y 80, pero cada uno de ellos nos ha dejado, 
por lo menos, un poeta con personalidad propia: Neón tiene en Miguel 
Ildefonso (Lima, 1970) a un poeta con un proyecto de largo aliento que indaga 
sobre la mirada del otro, la ciudad, la soledad, lo marginal, a través 
de la construcción de sujetos subalternos, en tanto, Noble Katerva 
tiene en Roxana Crisólogo (Lima, 1966) a una poeta que se aproxima y toma 
la palabra por estos sujetos subalternos y que,  además, 
impregna a sus textos de un lirismo descarnado. En los dos casos, estos sujetos 
subalternos representados son sujetos eminentemente migrantes y, por ello, son 
sujetos periféricos, descentrados, ambivalentes, que tienden hacia la oralidad. 
Por su parte, la línea neobarroca no sería negación de la 
línea conversacional, sino que coloquialismo y barroquismo serían 
dos operaciones, en apariencia, contrarias que, en nuestro caso, se complementan, 
se bifurcan y se unen en varias de estas poéticas, revisemos por ejemplo 
la obra de José Pancorvo (Lima, 1952), Gonzalo Portals (Lima, 1961) Rafael 
Espinosa (Lima, 1962) o Frido Martín (Lima, 1963). Siguiendo esta reflexión 
y llamando la atención sobre la utilización talibanesca de términos 
como "neobarroco" o "poesía posmoderna", donde se cree 
puede entrar todo, si nos apoyamos en un concepto excesivo de lo formal, lo artificial, 
la pirotecnia verbal podemos darnos cuenta que:
además, 
impregna a sus textos de un lirismo descarnado. En los dos casos, estos sujetos 
subalternos representados son sujetos eminentemente migrantes y, por ello, son 
sujetos periféricos, descentrados, ambivalentes, que tienden hacia la oralidad. 
Por su parte, la línea neobarroca no sería negación de la 
línea conversacional, sino que coloquialismo y barroquismo serían 
dos operaciones, en apariencia, contrarias que, en nuestro caso, se complementan, 
se bifurcan y se unen en varias de estas poéticas, revisemos por ejemplo 
la obra de José Pancorvo (Lima, 1952), Gonzalo Portals (Lima, 1961) Rafael 
Espinosa (Lima, 1962) o Frido Martín (Lima, 1963). Siguiendo esta reflexión 
y llamando la atención sobre la utilización talibanesca de términos 
como "neobarroco" o "poesía posmoderna", donde se cree 
puede entrar todo, si nos apoyamos en un concepto excesivo de lo formal, lo artificial, 
la pirotecnia verbal podemos darnos cuenta que: 
"el 
barroco del que se habla (…) es un manierismo. Es producto de una orfandad estilística 
o producto de una ilegitimidad, como dice el buen Rodolfo [Hinostroza]. De alguna 
ilegitimidad cultural. Es un manierismo; es como un gesto feliz en la escritura 
poética, no tanto como un estilo" .(5)
Por 
eso, tendremos especial énfasis en la utilización de categorías 
hermenéuticas que ayuden a trazar un panorama comprensivo de la poesía 
peruana última y evitaremos que, en la medida de lo posible, estas categorías 
abstraigan la percepción del lector. Por ejemplo, Luis Fernando Chueca 
afirma que la "dispersión" que se vive en los 90 se inicia en 
la década anterior y que, tal vez, esa dispersión se remonta a mucho 
tiempo atrás. ¿Pero de qué se trata esta dispersión? 
No es acaso la lectura bipartita de lo conversacional versus lo no conversacional. 
Entonces, porqué esgrimir nueve líneas de lectura en su ensayo "Consagración 
de lo diverso. Una lectura de la poesía peruana de los noventa" que, 
a su vez, no se diferencian del todo, acaso no se trataría de propuestas 
muy similares que conviven a lo largo del Siglo XX. En el mismo camino, Chueca 
afirma: "varias de ellas podrían aproximarse entre sí para 
formar ejes mayores, que se reconocerían, en términos amplios, como 
un registro coloquial o narrativo conversacional, frente a un espacio de mayor 
desarrollo de lo lírico o a una vocación más experimental"(6). 
En ese sentido, para Chueca, lo no conversacional estaría representado 
por una poesía del espacio de ritualización, de un lirismo extremo 
o de un lenguaje que tiende al barroquismo, aunque para esta última línea 
sólo reconozca a Gonzalo Portals, Rafael Espinosa y Alberto Valdivia.
Para 
afincarnos en la línea que aquí comentamos podríamos conceptuar 
lo neobarroco como aquello que estaría signado por la repetición, 
el exceso, el detalle, el fragmento, la inestabilidad, la metamorfosis, el desorden, el caos, la complejidad, la disolución, 
la distorsión, de la misma manera, lo posmoderno podría ser conceptuado 
con estos múltiples conceptos, además, de participar de la incertidumbre, 
la duda, la perplejidad, el vacío, la esquizofrenia, el sentido de agotamiento, 
la mezcla de niveles, las formas y estilos o su yuxtaposición, el gusto 
por la repetición y la copia, el manejo de estructuras o superficies, la 
mezcla en un mismo discurso de lo popular y lo culto, la desconfianza en la razón, 
la modernidad y su pensamiento universalista, su apuesta por el nihilismo, el 
anarquismo, la contradicción. Esta línea neobarroca estaría 
ejemplificada en las figuras de Salomón Valderrama (La Libertad, 1979), 
Mónica Beleván (Lima, 1982) y Pedro Favarón (Lima, 1978). 
Valderrama en su libro Amórfor escribe una poesía del deslenguaje, 
que se aproxima a los bordes del paroxismo, el retorcimiento de sus formas está 
cargado, en algunos de sus poemas, con una atmósfera de amor/violación 
y se percibe un gran punto de continuidad con el barroquismo híbrido de 
José Pancorvo, además, como afirma Maynor Freyre su poesía: 
"entre Eros y Tánatos, se va construyendo un envidiable mundo de palabras, 
donde incluye arcaísmos y neologismos con citas culteranas así también 
términos contemporáneos y hasta locuciones latinas"(7). 
Por su parte, Mónica Beleván plantea en un eje experimental una 
reabsorción de Joyce, Nietzsche, Wittgenstein, dadaísmo, patafísica, 
por ejemplo, si revisamos su texto "Poda a Gorgias" nos daremos cuenta 
que el empleo del lenguaje subvierte las categorías de comunicación, 
sentimentalismo, erotismo, para trabajar con las propias opacidades del lenguaje: 
"La lengua (enreda, ésta, entre las piernas / Del amanuense, que sescribe 
a vuelco /Paralelolego, tsk tsk tsk) anota". En tanto, Favarón podría 
considerarse como un neobarroco "ligero" con su libro Movimiento 
o del amor, que propone un recorrido por el mundo platónico, cierto 
conocimiento esotérico oriental y un espejeo entre el concepto del andrógino 
y la alquimia, que se engarza con el proyecto de Andrés Piñeiro 
(Lima, 1967) en Diotima de Mantinea, que también tiene un diálogo 
con Platón, en el sentido, de reflexionar sobre el alma (Fedón), 
el amor (El Banquete) y la belleza (Fedro) en clave culterana: "para 
Piñeiro la antigüedad termina siendo un mundo al cual podemos tener 
acceso directo y del cual podemos seguir aprendiendo indefinidamente, sobre todo 
-valga la cacofonía conceptual- aprendiendo clasicismo"(8). 
Diotima de Mantinea tiene algunos puntos en común, en tanto lenguaje, 
con Libro de Daniel de Javier Gálvez (Chiclayo, 1966) que propone 
"una escritura donde la infancia, al fin, libera sus imágenes. Imágenes 
que naciendo de la mar se tornan luego rumor de acequias, espigas de arroz, garzas 
o abejas"(9). Viaje hacia la infancia 
acompañado de maestros tutelares como Juan Ojeda, Saint-John Perse o los 
poetas grecolatinos, de esa manera, Gálvez despliega sus capacidades poéticas 
en un lenguaje luminoso, lleno de descubrimientos: "Si supones que la noche 
acaba, no has alcanzado tu visión / La noche es un metal difícil 
de olvidar". Juan José Soto (Lima, 1965) en Palabra sobre los abismos 
signa su poesía desde el orfismo, lo metapoético, lo metafísico 
y la desconfianza en el lenguaje como medio de comunicación efectiva: "Busco 
palabras / Que sean más que palabras / Que hablen más que de sí 
mismas". Un camino más contemplativo es desarrollado por Miguel Ángel 
Malpartida (Lima, 1983) en Galería, donde confluyen diversos símbolos 
(la rosa, el espejo) que reconstruyen las diferentes miradas de una galería, 
que es el cuerpo mismo del poeta, quien se pregunta por su condición y 
por la condición del mundo. Javier Morales (Ancash, 1978) en Grabado 
ceniza asume la contemplación de los paisajes, las figuras, los colores 
y los describe desde la otra margen para darnos cuenta de la luminosidad de esas 
realidades: "Todavía recuerdo tus manos / deteniendo la caída 
de estrellas /cambiando la gravitación de las esferas".
 
la inestabilidad, la metamorfosis, el desorden, el caos, la complejidad, la disolución, 
la distorsión, de la misma manera, lo posmoderno podría ser conceptuado 
con estos múltiples conceptos, además, de participar de la incertidumbre, 
la duda, la perplejidad, el vacío, la esquizofrenia, el sentido de agotamiento, 
la mezcla de niveles, las formas y estilos o su yuxtaposición, el gusto 
por la repetición y la copia, el manejo de estructuras o superficies, la 
mezcla en un mismo discurso de lo popular y lo culto, la desconfianza en la razón, 
la modernidad y su pensamiento universalista, su apuesta por el nihilismo, el 
anarquismo, la contradicción. Esta línea neobarroca estaría 
ejemplificada en las figuras de Salomón Valderrama (La Libertad, 1979), 
Mónica Beleván (Lima, 1982) y Pedro Favarón (Lima, 1978). 
Valderrama en su libro Amórfor escribe una poesía del deslenguaje, 
que se aproxima a los bordes del paroxismo, el retorcimiento de sus formas está 
cargado, en algunos de sus poemas, con una atmósfera de amor/violación 
y se percibe un gran punto de continuidad con el barroquismo híbrido de 
José Pancorvo, además, como afirma Maynor Freyre su poesía: 
"entre Eros y Tánatos, se va construyendo un envidiable mundo de palabras, 
donde incluye arcaísmos y neologismos con citas culteranas así también 
términos contemporáneos y hasta locuciones latinas"(7). 
Por su parte, Mónica Beleván plantea en un eje experimental una 
reabsorción de Joyce, Nietzsche, Wittgenstein, dadaísmo, patafísica, 
por ejemplo, si revisamos su texto "Poda a Gorgias" nos daremos cuenta 
que el empleo del lenguaje subvierte las categorías de comunicación, 
sentimentalismo, erotismo, para trabajar con las propias opacidades del lenguaje: 
"La lengua (enreda, ésta, entre las piernas / Del amanuense, que sescribe 
a vuelco /Paralelolego, tsk tsk tsk) anota". En tanto, Favarón podría 
considerarse como un neobarroco "ligero" con su libro Movimiento 
o del amor, que propone un recorrido por el mundo platónico, cierto 
conocimiento esotérico oriental y un espejeo entre el concepto del andrógino 
y la alquimia, que se engarza con el proyecto de Andrés Piñeiro 
(Lima, 1967) en Diotima de Mantinea, que también tiene un diálogo 
con Platón, en el sentido, de reflexionar sobre el alma (Fedón), 
el amor (El Banquete) y la belleza (Fedro) en clave culterana: "para 
Piñeiro la antigüedad termina siendo un mundo al cual podemos tener 
acceso directo y del cual podemos seguir aprendiendo indefinidamente, sobre todo 
-valga la cacofonía conceptual- aprendiendo clasicismo"(8). 
Diotima de Mantinea tiene algunos puntos en común, en tanto lenguaje, 
con Libro de Daniel de Javier Gálvez (Chiclayo, 1966) que propone 
"una escritura donde la infancia, al fin, libera sus imágenes. Imágenes 
que naciendo de la mar se tornan luego rumor de acequias, espigas de arroz, garzas 
o abejas"(9). Viaje hacia la infancia 
acompañado de maestros tutelares como Juan Ojeda, Saint-John Perse o los 
poetas grecolatinos, de esa manera, Gálvez despliega sus capacidades poéticas 
en un lenguaje luminoso, lleno de descubrimientos: "Si supones que la noche 
acaba, no has alcanzado tu visión / La noche es un metal difícil 
de olvidar". Juan José Soto (Lima, 1965) en Palabra sobre los abismos 
signa su poesía desde el orfismo, lo metapoético, lo metafísico 
y la desconfianza en el lenguaje como medio de comunicación efectiva: "Busco 
palabras / Que sean más que palabras / Que hablen más que de sí 
mismas". Un camino más contemplativo es desarrollado por Miguel Ángel 
Malpartida (Lima, 1983) en Galería, donde confluyen diversos símbolos 
(la rosa, el espejo) que reconstruyen las diferentes miradas de una galería, 
que es el cuerpo mismo del poeta, quien se pregunta por su condición y 
por la condición del mundo. Javier Morales (Ancash, 1978) en Grabado 
ceniza asume la contemplación de los paisajes, las figuras, los colores 
y los describe desde la otra margen para darnos cuenta de la luminosidad de esas 
realidades: "Todavía recuerdo tus manos / deteniendo la caída 
de estrellas /cambiando la gravitación de las esferas".
La poesía 
trascendentalista(10) tiene en Oileau 
de Renato Gómez (Lima, 1977) uno de sus desarrollos más fértiles, 
una poesía reflexiva, que se inscribe dentro de cierta tradición 
insular alejada de los tonos coloquiales, un camino signado por Antonin Artaud, 
Francis Ponge y un cierto Emilio Adolfo Westphalen, en apariencia, Oileau 
propondría un "no compromiso" con la tradición poética 
peruana, cuando lo que ocurre es lo contrario, este camino tendría un gran 
valor (abrir un nuevo campo en el que tal vez sólo esta voz pueda habitar): 
"podría pensarse en una conspiración 
'para el ocultamiento de la poesía', tomando estas palabras del título 
de una prosa de Emilio Adolfo Westphalen, aunque lo propio sería hablar 
aquí del ocultamiento de los poetas. Quienes desdeñan la publicidad 
de sus nombres, conscientes de la condición más bien secreta de 
la poesía y casi clandestina de sus ediciones"(11). 
Además, existe un grupo de poetas que escribe desde 
el surrealismo o desde los bordes del  surrealismo 
como son los casos de Walter Espinoza Ramírez (Lima, 1974), Edgar Saavedra 
(Cajamarca, 1976), Patricia Serra (Lima, 1978), Nora Puertas (Trujillo, 1988) 
y, en menor medida, Denisse Vega Farfán (Trujillo, 1986). La poesía 
de Walter Espinoza Ramírez en Voz sin tiempo está tasajeada 
por las voces de César Moro, André Breton, Roger Vitrac, entre otros. 
Algunos de sus textos tienen la capacidad de ser leídos como guiones dramáticos 
como es el caso de "Silencios": "La obra transcurre lentamente 
(…) Dormir es diferente a la muerte / porque su realidad / observa la verdad cromática 
de las visiones". En tanto, en la poesía de Edgar Saavedra el gesto 
terriblemente surrealista hace de su poesía una mixtura entre lo antiguo 
y lo moderno, en el sentido, de la creación de escenarios de ensueño 
y en el empleo de paradojas reflexivas. No en vano, y subrepticiamente, en su 
libro Final aún se propone un camino mítico surrealista, 
a la manera, en que los grandes surrealistas entendían el arte "primitivo". 
Saavedra instala su enunciación "a miles de kilómetros del 
Pacífico", nos remite a los Andes, con una tesitura surrealista, y 
nos propone un altar de sacrificio para su libro: "la sangre aún no 
conoce sus poderes por todo ello resucita". Patricia Serra tanto en Exudar 
como en Laberintos y puentes apunta hacia la descripción de sueños, 
de parajes desolados, del temor frente a la frontera que separa la realidad de 
la irrealidad: "lloré durante mil años / mientras sobreviví 
en el vientre de la abuela (…) hasta aquel día que por un milagro / ella 
tuvo una alergia extraña a la noche / y me escupió". Cianosis 
y Euritmia son los libros de Nora Puertas y Denisse Vega Farfán. 
Cianosis nos entrega poemas cargados de un lirismo negro, en el sentido 
de trabajar con imágenes surrealistas, boutades dadaístas, rasgos 
expresionistas, es decir, historias donde la visión de lo real se exacerba 
para contarnos de una realidad desmembrada, donde conviven perros rabiosos, mujeres 
espectrales, brujos, casos clínicos como la santa amarilla y la santa celeste, 
paisajes imaginarios. Por su parte, Euritmia es la construcción 
de un paraje fantasmal desde donde se puede ver otra realidad: "Lo veo / 
no lo veo / mil veces lo escucho / dialogar con la ventana", que se transforma, 
en poemas posteriores, en una suerte de locura ante la vida: "Sentada / sobre 
un peldaño de locura / escucho el claxon de un tren / corriendo dentro 
de mí".
surrealismo 
como son los casos de Walter Espinoza Ramírez (Lima, 1974), Edgar Saavedra 
(Cajamarca, 1976), Patricia Serra (Lima, 1978), Nora Puertas (Trujillo, 1988) 
y, en menor medida, Denisse Vega Farfán (Trujillo, 1986). La poesía 
de Walter Espinoza Ramírez en Voz sin tiempo está tasajeada 
por las voces de César Moro, André Breton, Roger Vitrac, entre otros. 
Algunos de sus textos tienen la capacidad de ser leídos como guiones dramáticos 
como es el caso de "Silencios": "La obra transcurre lentamente 
(…) Dormir es diferente a la muerte / porque su realidad / observa la verdad cromática 
de las visiones". En tanto, en la poesía de Edgar Saavedra el gesto 
terriblemente surrealista hace de su poesía una mixtura entre lo antiguo 
y lo moderno, en el sentido, de la creación de escenarios de ensueño 
y en el empleo de paradojas reflexivas. No en vano, y subrepticiamente, en su 
libro Final aún se propone un camino mítico surrealista, 
a la manera, en que los grandes surrealistas entendían el arte "primitivo". 
Saavedra instala su enunciación "a miles de kilómetros del 
Pacífico", nos remite a los Andes, con una tesitura surrealista, y 
nos propone un altar de sacrificio para su libro: "la sangre aún no 
conoce sus poderes por todo ello resucita". Patricia Serra tanto en Exudar 
como en Laberintos y puentes apunta hacia la descripción de sueños, 
de parajes desolados, del temor frente a la frontera que separa la realidad de 
la irrealidad: "lloré durante mil años / mientras sobreviví 
en el vientre de la abuela (…) hasta aquel día que por un milagro / ella 
tuvo una alergia extraña a la noche / y me escupió". Cianosis 
y Euritmia son los libros de Nora Puertas y Denisse Vega Farfán. 
Cianosis nos entrega poemas cargados de un lirismo negro, en el sentido 
de trabajar con imágenes surrealistas, boutades dadaístas, rasgos 
expresionistas, es decir, historias donde la visión de lo real se exacerba 
para contarnos de una realidad desmembrada, donde conviven perros rabiosos, mujeres 
espectrales, brujos, casos clínicos como la santa amarilla y la santa celeste, 
paisajes imaginarios. Por su parte, Euritmia es la construcción 
de un paraje fantasmal desde donde se puede ver otra realidad: "Lo veo / 
no lo veo / mil veces lo escucho / dialogar con la ventana", que se transforma, 
en poemas posteriores, en una suerte de locura ante la vida: "Sentada / sobre 
un peldaño de locura / escucho el claxon de un tren / corriendo dentro 
de mí". 
En las antípodas de estos poetas surrealistas 
o surrealizantes, siguiendo la distinción que hace el crítico rumano 
Stefan Baciu, se encontrarían poetas como Montserrat Álvarez (Zaragoza, 
1969) y Lizardo Cruzado (Trujillo, 1975) que transitan el hipercoloquialismo, 
el  malditismo, 
el nihilismo, el anarquismo. Como modulación distinta, Xavier Echarri (Lima, 
1966) se constituye como un poeta de gran dominio expresivo, que desarrolla una 
veta culturalista. Su único libro Las quebradas experiencias y otros 
poemas alude a la fragmentación del sujeto poético como símbolo 
de la historia personal y social. Maurizio Medo (Lima, 1965) en El hábito 
elemental despliega un diálogo entre culturas y lenguajes. Siguiendo 
a Pound, encontramos yuxtaposiciones y exploraciones con los idiomas: la presencia 
del italiano, del inglés: "lenguas maltrechas que intentan decir algo", 
es así, como su fraseo en muchos de los poemas sería una asimilación 
del intervalo Symbol-Cor cordium-Eucaristía de Roger Santiváñez: 
"Líricas epístolas de novel novalis". Pero esta no es 
la única modulación que ensaya, lo cual quiere decir, que percibimos 
varias formas de encarar el acto poético en sus libros: "Soy mi diáspora 
/ Mi yo, plural y límbico, que atomiza en abstracta conjugación". 
Otra aproximación desde lo coloquial se da con Víctor Coral (Lima, 
1968), por ejemplo, su poema "Adrián", de su primer libro Luz 
de limbo, guarda muchos puntos de continuidad con algunos poemas de Canto 
ceremonial contra un oso hormiguero de Antonio Cisneros. El segundo libro 
de Coral, que es un poema extenso titulado Cielo estrellado tiene otras 
preocupaciones estructurales, espaciales, de lenguaje, de travesía con 
los signos: "podemos observar la fusión de un lenguaje clásico 
y depurado con un referente coloquial y de la calle, siguiendo la tradición 
desarrollada por Jorge Pimentel, Mario Montalbetti y Roger Santiváñez"(12). 
Luis Fernando Chueca (Lima, 1965) en Contemplación de los cuerpos, 
Victoria Guerrero (Lima, 1971) en Ya nadie incendia el mundo y Roxana Crisólogo 
en Ludy D han indagado sobre los intersticios entre poesía y conflicto 
armado interno, todas estas ópticas desde diversos puntos de focalización, 
en concordancia con el informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación 
y desde una perspectiva personal. José Carlos Yrigoyen (Lima, 1976), influenciado 
por el verso proyectivo de Charles Olson ha entregado el poema río El 
libro de la señales que reflexiona sobre "el Estado y el poder, 
la guerra y el necio conflicto de las razas, la familia y la soledad, así 
como al respecto del amor uranista"(13). 
Yrigoyen en su tercer libro Lesley Gore en el infierno se aproxima a la 
obtención de un lenguaje e imaginario propios que lo ubican un paso adelante 
de sus contemporáneos. Jerónimo Pimentel (1978) en Marineros 
y boxeadores asume mascaradas (personajes desconocidos con biografías 
peculiares) para repensar la ciudad y sus problemas, las interrelaciones humanas, 
de esa manera, asume la característica de trabajar desde la polifonía 
y la alteridad.
malditismo, 
el nihilismo, el anarquismo. Como modulación distinta, Xavier Echarri (Lima, 
1966) se constituye como un poeta de gran dominio expresivo, que desarrolla una 
veta culturalista. Su único libro Las quebradas experiencias y otros 
poemas alude a la fragmentación del sujeto poético como símbolo 
de la historia personal y social. Maurizio Medo (Lima, 1965) en El hábito 
elemental despliega un diálogo entre culturas y lenguajes. Siguiendo 
a Pound, encontramos yuxtaposiciones y exploraciones con los idiomas: la presencia 
del italiano, del inglés: "lenguas maltrechas que intentan decir algo", 
es así, como su fraseo en muchos de los poemas sería una asimilación 
del intervalo Symbol-Cor cordium-Eucaristía de Roger Santiváñez: 
"Líricas epístolas de novel novalis". Pero esta no es 
la única modulación que ensaya, lo cual quiere decir, que percibimos 
varias formas de encarar el acto poético en sus libros: "Soy mi diáspora 
/ Mi yo, plural y límbico, que atomiza en abstracta conjugación". 
Otra aproximación desde lo coloquial se da con Víctor Coral (Lima, 
1968), por ejemplo, su poema "Adrián", de su primer libro Luz 
de limbo, guarda muchos puntos de continuidad con algunos poemas de Canto 
ceremonial contra un oso hormiguero de Antonio Cisneros. El segundo libro 
de Coral, que es un poema extenso titulado Cielo estrellado tiene otras 
preocupaciones estructurales, espaciales, de lenguaje, de travesía con 
los signos: "podemos observar la fusión de un lenguaje clásico 
y depurado con un referente coloquial y de la calle, siguiendo la tradición 
desarrollada por Jorge Pimentel, Mario Montalbetti y Roger Santiváñez"(12). 
Luis Fernando Chueca (Lima, 1965) en Contemplación de los cuerpos, 
Victoria Guerrero (Lima, 1971) en Ya nadie incendia el mundo y Roxana Crisólogo 
en Ludy D han indagado sobre los intersticios entre poesía y conflicto 
armado interno, todas estas ópticas desde diversos puntos de focalización, 
en concordancia con el informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación 
y desde una perspectiva personal. José Carlos Yrigoyen (Lima, 1976), influenciado 
por el verso proyectivo de Charles Olson ha entregado el poema río El 
libro de la señales que reflexiona sobre "el Estado y el poder, 
la guerra y el necio conflicto de las razas, la familia y la soledad, así 
como al respecto del amor uranista"(13). 
Yrigoyen en su tercer libro Lesley Gore en el infierno se aproxima a la 
obtención de un lenguaje e imaginario propios que lo ubican un paso adelante 
de sus contemporáneos. Jerónimo Pimentel (1978) en Marineros 
y boxeadores asume mascaradas (personajes desconocidos con biografías 
peculiares) para repensar la ciudad y sus problemas, las interrelaciones humanas, 
de esa manera, asume la característica de trabajar desde la polifonía 
y la alteridad. 
Otro tema importante es reflexionar acerca de si existe 
una continuidad con la poesía erótica de mujeres escrita en los 
años 80 (como ejemplo de poetas del 80 que viraron desde la poesía 
del cuerpo está el caso de Mariela Dreyfus y los casos de Rosella di Paolo 
y Magdalena Chocano, que desde un inicio no tuvieron mayor relación con 
dicha forma de poetizar), podremos ver que en algunas voces todavía perviven 
esos rasgos, pero, en la actualidad, muchas poetas han virado hacia otros derroteros 
como la poesía de Mónica Beleván, Nora Puertas, Patricia 
Serra, Denisse Vega Farfán, Andrea Cabel (Lima, 1982) o Mirtha Núñez 
(Arequipa, 1971), respecto a esta última Maurizio Medo afirma que: "la 
erótica ya no se trata solamente desde el cuerpo, elemento característico 
en la poesía de, por ejemplo, Patricia Alba, sino desde su abstracción 
y su reflejo"(14). Por ejemplo, en 
Las falsas actitudes del agua de Cabel se propone una poesía preocupada 
por su propio lenguaje, en tanto, representación de una realidad fragmentada, 
además, esta posición se encuentra en concordancia y diálogo 
con algunas poéticas de los años 50 como Eielson, Varela, Ferrari, 
Belli. Creemos que este diálogo fructífero con la tradición 
es el que hace que su libro se muestre como un punto de continuidad con esas poéticas 
auráticas: 
 "es 
de decisiva importancia que el modo aurático de existencia de la obra de 
arte jamás se desligue de la función ritual. Con otras palabras: 
el valor único de la auténtica obra artística se funda 
en el ritual en el que tuvo su primer y original valor útil" . 
(15) 
Otro ejemplo de 
este viraje hacia otras formas de poetizar sería el libro Tierra láctea 
de Núñez, donde intenta acercarse a intersticios vegetales, líquidos, 
terrosos, opacos, por eso, sus poemas se titulan "Humus", "Subsuelo", 
"Sedimento", como si quisiera decirnos que el mundo y su enunciación 
poética han sufrido una catástrofe y sólo quedan ruinas de 
la civilización: "con los montes colgando / en greda filtrando / en 
lechosa palidez de espada abierta / como roca en agua salada". 
Otras 
posibilidades, en diferentes caminos, son Clemente Orbegozo (Trujillo, 1967) con 
El gato rojo; Willy Gómez (Lima, 1968) con Nada como los campos 
y La breve eternidad de Raymundo Nóvak; Tomás Ruiz (Shalar 
Huamachuco, 1968-Piura, 2001) con Elogio a la nada; Rodolfo Ybarra (Lima, 
1969) con Ruptura de Heje; Jimmy Marroquín (Arequipa, 1970) con 
Teoría angélica; José Cabrera (Lima, 1971) con El 
libro de los lugares vacíos; Gabriel Espinoza (Callao, 1971) con Ello; 
Chrystian Zegarra (Trujillo, 1971) con Escena primordial y otros poemas; 
Jack Farfán (Piura, 1973) con Pasajero irreal; Paul Forsyth (Lima, 
1973) con Laberinto; Gustavo Reátegui Oliva (Lima, 1973) con ALA 
la estructura del viento; Yuri Guitiérrez (Lima, 1974) con Superfarma; 
Raúl Solís (Lima, 1976) con Conflicto azul; Carlos Villacorta 
(Lima, 1976) con Tríptico; Alberto Valdivia (Lima, 1977) con Patología; 
Harold Alva (Piura, 1978) con Sotto voce; Elisa Fuenzalida (Lima, 1978) 
con Fiesta; Rafael García Godos (Lima, 1979) con Raggs y Viruspop; 
Reinhard Huamán (Lima, 1979) con El Árbol; Giancarlo Huapaya 
(Lima, 1979) con Estado y contemplación; Roberto Zariquiey (Lima, 
1979) con Tratado de arqueología peruana; José Agustín 
Haya de la Torre (Lima, 1981) con Canto de la herrumbre; Cecilia Podestá 
(Ayacucho, 1981) con La primera anunciación; Víctor Ruiz 
(Lima, 1982) con Aprendiendo a hablar con las sombras; Romy Sordómez 
(Lima, 1982) con Présago; Alessandra Tenorio (Lima, 1982) con Porta/retrato; 
John López (Chimbote, 1983) con Inicio del mundo y Diego Lazarte 
(Lima, 1984) con La clavícula de Salomón. Sería injusto 
no mencionar a Carolina Fernández con Un gato negro me hace un guiño; 
José Carlos Picón con Tiempo de veda y Ana María Falconí 
con Sótanos pájaros. 
En un acápite final, mencionamos 
a Josemári Recalde (Lima, 1973-2000) con su Libro del sol se trata 
de otra modulación de lo coloquial, pero con un trasfondo místico 
y chamánico en función de los ritos iniciáticos. El último 
poema de su libro, quizás profético, presagia su muerte por fuego: 
"Al final de los mitos / cuando todo se halla evaído, / encontraremos 
quién sabe una luz, / no quiero / pertenecer más a la realidad verdadera 
/ ni a la falsa, / por eso incendio mi cuerpo". 
 

 
NOTAS
 
(1) El movimiento Kloaka (1982-1984) fue un colectivo que unía poesía y rock subterráneo 
con una estética anarquista. Además, trabajaron en sus textos el 
lenguaje lumpen, marginal y migrante mezclado con referencias eruditas. Entre 
sus principales exponentes están Roger Santiváñez, Domingo 
de Ramos, Frido Martín, Guillermo Gutiérrez y Mariela Dreyfus (con 
su primer libro Memorias de Electra) 
 
(2) 
Hora zero grupo parricida de los años 70 que instauró 
la poética del poema integral (unión de poesía, narración 
y ensayo). Fue un movimiento de carácter nacional que congregó a 
un sinnúmero de poetas, entre los más destacables están: 
Jorge Pimentel, Juan Ramírez Ruiz, José Cerna, Enrique Verástegui, 
Carmen Ollé, Bernardo Rafael Álvarez, Ángel Garrido Espinoza, 
Tulio Mora, Jorge Nájar, Feliciano Mejía, Ricardo Oré (†), 
Mario Luna (†), José Carlos Rodríguez, Yulino Dávila, entre 
otros. 
 
(3) Neón, 
grupo poético fundado en 1990, estuvo conformado por Leo Zelada, Carlos 
Oliva (†), Juan Vega (†), Paolo de Lima, Miguel Ildefonso, Isabel Matta, Harold 
Alva, entre otros. 
 
(4) Noble 
Katerva desde los predios de la Universidad Villarreal desde donde había 
salido Hora zero se conformó alrededor de las figuras de Jhonny 
Barbieri, Leoncio Luque y Roxana Crisólogo, junto con Neón fueron los grupos más visibles en esa época. 
 (5) GUILLÉN, Paul. "La poesía no tiene nada que ver con lo intelectual. 
Un diálogo con Vladimir Herrera". En: Tsé-Tsé, 
número 16. Buenos Aires, 2005. p. 38. 
 
(6) CHUECA, Luis Fernando. "Consagración de lo diverso. Una lectura de 
la poesía peruana de los noventa". En: Lienzo, número 
22. Lima: Universidad de Lima, 2001.
 
(7) FREYRE, Maynor. "Deidad que rige sombras. Poesía de Salomón 
Valderrama". En: http://lechatquipeche.blogspot.com
 (8) LAUER, Mirko y Mario MONTALBETTI. "Post-2000. Nueva poesía peruana". 
En: Hueso húmero, número 44. Lima, 2004.
 
(9) Comentario de contratapa de Libro de Daniel (Lima: Jaime Campodónico 
editor, 1995)
 
(10) El término ha sido 
acuñado por Roberto Fernández Retamar al referirse a la poesía 
de Lezama Lima, Paz y Eliseo Diego. Cf. FERNÁNDEZ RETAMAR, Roberto. "Antipoesía 
y poesía conversacional en Hispanoamérica". En: Para una 
teoría de la literatura hispanoamericana. p. 159-160.
 
(11) OQUENDO, Abelardo. "La tentación del anonimato" En: Inquisiciones 
de Abelardo Oquendo. La República. Lima, 26 de julio 2005.
 
(12) PALACIOS, Max. "Asalto 
al Cielo estrellado (Un acercamiento a la poética de Víctor 
Coral en Cielo estrellado)". En: www.letras.mysite.com 
 
(13) 
SANDOVAL, Renato. Comentario de contratapa de El Libro de las señales 
(Lima: Nido de cuervos editores, 1999) 
 
(14) 
MEDO, Maurizio. Tremos de sur. Antología de una poesía arequipeña (inédito). 
 
(15) BENJAMIN, Walter. 
Discursos interrumpidos I. Madrid: Taurus, 1973. p. 26.
 
 

Bibliografía 
consultada
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BERNALES, Enrique y Carlos VILLACORTA. Los relojes se han roto, antología 
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2005.
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de lo diverso. Una lectura de la poesía peruana de los noventa". En: Lienzo, número 22. Lima: Universidad de Lima, 2001. p. 61-132.
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GONZÁLEZ VIGIL, Ricardo. Poesía peruana del siglo XX. (Tomo 
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