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Y el circunloquio continúa
El futuro. Poesía reunida (1976-2016), Bruno Montané, Candaya, 2018. 346 páginas

Por Pedro Gandolfo
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, 16 de febrero de 2020



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Bruno Montané ha venido construyendo una obra poética que, como ocurre con la de otros poetas chilenos residentes fuera de Chile, corre el riesgo de pasar invisibles a la mirada de nuestros lectores. Este volumen permite salvar en gran medida esa probable omisión gracias a que reúne los libros publicados desde 1979 —El maletín de Stevenson— al 2016 —El futuro—, proporcionando cabalmente el denso y extenso espectro de su trayectoria, trayendo a esta tierra un poetizar constante y poderoso que nos interpela, remueve y hace pensar.

Es patente cómo, en una primera mirada, el quehacer poético de Montané evoluciona en ese abanico temporal, aunque ese evolucionar —que es lo esperable— más bien es una misma búsqueda que se va desplegando de manera diversa y no distintas etapas que se suceden y derogan. El poeta se escucha, así, como una suerte de mediador, operador u obrero entre un aparecer y un ser, entre un revés y un envés, entre una materialidad que reclama ser atravesada, pero que, simultáneamente, en sus intersticios, guarda las señas, "las semillas de luz".

Entre "el poema de la vida" y "el poema escrito", no obstante, se abre un abismo, porque el primero es inasible para el poeta —un trabajador incansable— que solo puede intentar intuir, atisbar, aproximarse, recoger una huella, un parpadeo, que aparece y desaparece. Esta premisa fundante, que se hace explícita hacia el final pero que subyace a la entera poesía de Montané desde los primeros poemas —una "poética negativa" se podría decir—, es un elemento de interpretación ineludible de su obra. El decir poético es un gesto paciente de aproximación —el circunloquio— hacia una realidad que se halla y permanece más allá del lenguaje, decir que, en la medida que pierde de vista esta dirección y limitación, cierra y extravía las señales del camino.

Esta premisa marca su versificar con un carácter extático, contemplativo, visionario, en que la realidad mentada no coincide con la prosa familiar y cotidiana de la existencia, sino que opera en sus bordes, la tensa, la ratifica. la rearticula, porque su vocación, irrealizable, apunta hacia su imposible superación. De otro lado, permanece en el aire de estos versos un escepticismo, un cuidado frente a la "economía" del escribir, frente a la tentación de concebir la poesía como sede de una verdad aferrable, frente el acoso por suprimir el "temblor" en que aquella subsiste y crece.

En el decurso entre los poemas iniciales y los finales, muy tentativamente, destaca una forma más extrovertida (con un uso insistente de la segunda persona y una poderosa exploración visual de la naturaleza) y una forma más bien introvertida (con uso de la primera persona y una reflexión sobre el poema, la poesía y el oficio del poetizar en su relación con el mundo). Montané en su primera faz, construye poemas en que se enlazan imágenes de modo complejo e inusual. En esas imágenes se reconoce una sensibilidad intensa frente a la concreción corporal y sensorial de la vida, imaginación que se traduce en la selección de detalles epifánicos que el poeta recombina, creando, con una técnica similar al collage, una realidad interior al poema, extraña y familiar a la vez. Poemas como "Hierbas y casacas", "La risa del amor', "Lunas húmedas desesperadas", "Bebes en la linea de luz", "Sutiles", "Para leer en silencio", entre muchos otros, sorprenden por esa imaginación fragmentaria, áspera en el ritmo y fantástica en sus figuras que evocan lo que podría ser una escena trazada por Hieronymus Bosch. En la segunda faz, que se torna más patente desde "Didascalia", la composición de imágenes es menos densa, el ritmo adquiere una cadencia más calma y aparece un cierto cuidado por dotar al poema de un sentido de unidad como en "Modelos en la sombra", "Circunloquio" o "El fondo del poema". Se trata de dos respiraciones que en no pocos poemas se mezclan en distintas dosis.

Los poemas reunidos en este libro —todos de pareja calidad, cuidada factura y un sobresaliente uso del idioma— indagan acerca de la condición humana en su universalidad, alejándose, por lo mismo, sea en su léxico o referencia, de cualquier tono local o coloquial. La voz del poeta Montané es la de un hombre, todo hombre, que desde un retiro, un emboscamiento, un exilio interior, contempla la vida en su luz, oscuridad, brillos, quiebres y deslizamientos, amor, soledad y muerte. Montané es un poeta ilustrado, pero no culterano; extático, pero no místico; complejo en su construcción de imágenes, pero no hermético; consciente y reflexivo acerca del poema y su posición y frontera, pero buscador de "una nueva ingenuidad".

El futuro es una contribución maciza a la poesía chilena y en habla castellana que ojalá a través de este libro obtenga la visibilidad e influjo que merece.

 

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Bruno Montané, (Valparaíso, 1957). A mediados de los 70 residió en México, donde con Roberto Bolaño y Mario Santiago crearon el movimiento poético infrarrealista. Desde 1976 vive en Barcelona, ciudad en la que ha publicado libros como Helicón (1987), El cielo de los topos (2002) y Mapas de bolsillo (2013). Hoy es editor de Ediciones Sin Fin.



 

 

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Y el circunloquio continúa
El futuro. Poesía reunida (1976-2016), Bruno Montané, Candaya, 2018. 346 páginas
Por Pedro Gandolfo
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, 16 de febrero de 2020