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Puntaje Nacional
"Facsímil" de Alejandro Zambra. Editorial Hueders, Stgo. 2014. 104 págs.

Por Pedro Gandolfo
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio. 12 de abril de 2015


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Alejandro Zambra ha subrayado —y su obra es consecuente con sus dichos— la incomodidad de su escritura para adaptarse a los géneros tradicionales de la literatura. Usando una expresión de La palabra quebrada, de Martín Cerda, es una escritura en busca de una forma propia. Facsímil se inscribe en ese itinerario y, acaso, sea su punto más logrado hasta ahora.

La forma que ha escogido es, esta vez, muy visible, dura, fijamente estructurada: la de un facsímil para contestar la Prueba de Aptitud Académica (parte verbal, 1993), el antiguo equivalente de la actual PSU, forma que opera como sinécdoque del sistema educacional chileno (el autor y narrador de este libro estudiaron en el Instituto Nacional): así como es la evaluación, es la educación.

Zambra no se aparta en ningún momento de esta forma y aprovecha de obtener de ella un sorprendente, ameno, conmovedor y perspicaz material para su escritura. Como corresponde a esta estructura (no literaria, sino que técnico-pedagógica), el libro se divide en las siguientes partes: Términos excluidos, Plan de Redacción, Uso de Ilativos, Eliminación de Oraciones y Comprensión de Lectura. La obra lleva como subtítulo "Libro de ejercicios" y se cierra e incluye, como epilogo, una hoja para anotar "las respuestas correctas".

La obra posee varias lecturas. Desde luego, es necesario destacar su dimensión irónica, sarcástica y lúdica. En ese plano es, de manera simultánea, una cruda y divertida burla dirigida contra un esquema de evaluación, "el de la pruebas objetivas", vigente hasta hoy, extralimitado, aplicado a cualquier materia, dando lugar a tantos absurdos y memeces. En el texto número uno, para la Comprensión de Lectura, el narrador expone la conjetura de que lo único que se aprendía "a la perfección" en el Instituto Nacional ("en teoría el más exigente de Chile") era a copiar en las pruebas, "pues muchas de las pruebas eran de alternativas" (...) Faltaban años para la Prueba de Aptitud Académica, pero la mayoría de los profesores querían familiarizarnos desde ya con los ejercicios de selección múltiple, y aunque diseñaban dos y hasta cuatro formas distintas, siempre encontrábamos el modo de traspasar la información. No había que escribir, no había que opinar, no había que desarrollar nada, ninguna idea propia: solo teníamos que jugar el juego y adivinar la trampa". En Facsímil, Zambra subvierte este esquema moral, le da varias vueltas de tuerca y giros, en una suerte de venganza literaria con la cual no se puede sino simpatizar.

En una línea de lectura que corre a otro nivel, sin tematizarlo, el autor va mostrando cómo el lenguaje y, más todavía, el lenguaje literario poseen un grado de ambigüedad (que en el caso de la literatura es, para algunos, su virtud definitoria) que los convierten en objetos inasibles para este tipo de pruebas. Así, el contrapunto entre el lenguaje y la prueba "objetiva" o entre un poema o un cuento y la "prueba de alternativas" es una incongruencia total, un intento vano y vanidoso de lo unívoco en pos de cazar lo equívoco con una red de cuadrículas demasiado amplias y rígidas. Detrás de ello se cierne ese desconocimiento de la naturaleza de las ficciones que las convierte en elementos cuantificables, como si para ellas existiese una única medida, una única lectura y al lector no le cupiese papel activo y creativo alguno. Facsímil es una demostración de que el vínculo literario —la lectura— es siempre un asunto de dos (el autor y el lector) o de muchos, porque el lector es potencialmente infinito y diverso.

Zambra se las apaña, y quizás este sea el mérito principal, para introducir dentro de la estructura tan rígida y pesada que escogió, que por sus marcas típicas se torna —con facilidad— en repetitiva, clausurante y uniforme, elementos muy diversos, desde poemas a cuentos, anécdotas, ligeras ironías y chistes, empleando registros serios e informales, sutilezas y pachotadas, en un tono en que si bien predomina un desencanto burlón, siempre hay espacio para la dulzura, la ternura y el recuerdo cariñoso o melancólico.

Los temas —en su mayoría de origen biográfico— que aparecen como motivos principales en sus obras anteriores —el oficio de escritor, la poesía, el matrimonio, la relación padre-hijo, la huella de la dictadura sobre su generación, entre otros— reaparecen acá sometidos al escrutinio de estas formas incongruentes en cuya confrontación lucen ángulos y matices nuevos.

Un libro original, agudo y arriesgado. Muy recomendable.



 

 

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"Facsímil" de Alejandro Zambra. Editorial Hueders, Stgo. 2014. 104 págs.
Por Pedro Gandolfo
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio. 12 de abril de 2015