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UNHEIMLICH. POEMAS DE AMOR, DESEO Y MUERTE
Thomas Harris. RIL Editores. Santiago, 2019. 152 páginas
Por Pedro Gandolfo
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, 9 de junio de 2019
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En Unheimlich. Poemas de amor, deseo y muerte, Harris lleva a cabo una aproximación poética a ese emerger de lo hostil, lo aterrorizante, angustioso, ajeno o inconfortable que acaece precisamente allí donde menos se lo espera, anudado al mundo de lo doméstico, cotidiano y familiar, en el lugar concebido para el refugio, el acogimiento, la dicha tranquila, o la mera indiferencia. Harris es un maestro para poner luz en esos recodos, desplegar el pliegue, abrir el intersticio de esa mutua e inquietante comparecencia, lo siniestro en medio de lo cotidiano y de lo íntimo y familiar: en la cama al despertar, en la ducha diaria, camino al trabajo, en el metro, en los senderos interiores o escaleras del condominio donde se habita, en las conversaciones de los conserjes, al dormir, al amar. Harris, sin asomo de gravedad, pero con filo que cala profundo, pasea versos cargados de sensualidad, lucidez y perdón por esas líneas, y parece revelar que la figura emblemática e inevitable de toda vida es un oxímoron de amor, deseo y muerte.
El poemario, que posee una lograda unidad en su conjunto, atrae porque su eje no es un poetizar descarnado sino el de un personaje concreto, con varios rostros —un recurso que el autor toma prestado, con libertades poéticas, de la narrativa—, un poeta también él que, de modo muy cálido y próximo, va desgranando a través de los versos una suerte de balance vital, un mirar sereno que, ante la sombra del futuro, va sopesando el pasado y el presente. Esa voz, dotada de presencia fuerte y, a la vez, sin altisonancias ni vociferaciones, posee una concreción visual y emocional intensa, abriéndose a la identificación y empatía con el lector. Una de las posibles claves para captar el peculiar tono de estos versos es el modo en que la propia edad —un tema de la lírica clásica—, en este caso ese ambivalente y muy específico periodo en que ya casi termina la edad media de la existencia y se vislumbra vecina el inicio de la vejez, permea el colorido y la índole de los pensamientos y emociones de ese personaje, la voz lírica del poema. La palabra "antaño" y la referencia permanente a la memoria, a las antiguas borracheras, a la infancia y los compañeros de juventud, a los primeros amores, locos y truncados, a los inicios de la vocación por la poesía, los lleva a cabo siempre esa figura situada al amparo de un presente amplio y soleado, que le permite ponderar, con un talante que solo en parte semeja a la nostalgia, porque de ese presente emanan una serenidad y una plenitud esplendentes solo ofuscadas por la ineludible amenaza de la muerte y la separación que ella forzosamente implica, porque cada vez que el amor entra en la vida de su mano viene la muerte en lo que tiene de más brutal y cruel. En el "sentido de la épica" —amar por siempre a una sola
mujer—, Harris pone en boca de su representante en el poema los leves fulgores del amor maduro, en contraste con la pasión loca del amor juvenil, la luminosidad tibia que va emitiendo en medio de la rutina de los días, el sutil material de su acogimiento, un halo que, incluso en los poemas de la tercera parte, tiende a inclinar en el lector por una lectura en que predomina, sin exclusión, lo "heimlich" sobre lo "unheimlich", una reconciliación de lo imposible.
El probado oficio poético de Harris concurre en este libro del modo más difícil: en silencio, logrando casi pasar desapercibido, como si los versos fluyeran de un venero espontáneo y modesto, sin ostentación de la secreta urdimbre. Los rasgos formales de su poetizar, los que se conocen desde Cipango, sus obsesiones y pasiones, la amplitud de registros en la versificación, la naturaleza y variedad de sus referencias culturales, un humor que descoloca, convergen y se ajustan sin aparente esfuerzo dando lugar a poemas memorables —de aquellos que resuenan en la memoria y que quisiéramos poder recitar en el momento apropiado— como "Eleonora y los Beat", "Un poema que no", "¿Qué te hace mal?", "Hacia el cementerio de los elefantes borrachos", "Anoche soñé que te abrazaba infinitamente", "Los hualles y la muerte", "De amores y de tumbas", "Pienso cuando la vi salir hoy, tan ella, tan bella, tan los dos", "Mirándote dormir más bella que la noche", "Un poema de amor, una certeza", "Coloquio de perros", "Recuerdo al viejo poeta del 32", entre muchos otros, porque todos se hallan muy trabados, dialogando mutuamente en la proximidad y en la distancia.
Mirando la sólida trayectoria de Harris es difícil no conceder a este poemario, por el equilibrio de todos sus componentes, que el libro recoge, renueva y despliega, una calidad de vital madurez.