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ODIO JOVEN EN ODRES VIEJOS
"Desconfianza" de Jorge Marchant Lazcano, Tajamar Editores, 2017

Por Pedro Gandolfo.
Revista de Libros. El Mercurio. Domingo 6 de agosto de 2017


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Después de muchas décadas, dos celebres actrices chilenas de mediados del siglo XX -entre quienes existió menos una rivalidad escénica que un oscuro y secreto rencor- vuelven a encontrarse ya ancianas en una casa de retiro que el Sindicato de Actores de Chile ha comprado, remodelado y puesto a disposición para estrellas del teatro ya jubiladas o en vías de estarlo.

Los polos de la acción de Desconfianza, la última novela de Jorge Marchant Lazcano, son, así, Rosario Huidobro y Marta Bernales; la primera, hija alocada de una familia de la élite tradicional chilena, bellísima y con gran éxito de público, quien, ya al final, aplica su talento actoral a la comedia ligera e, incluso, al musical, y la segunda, una gran actriz de reparto, siempre comprometida en roles de elevada exigencia dramática, Premio Nacional de Teatro. En la novela hay otros personajes importantes, sobre todo Sarita Montes, una actriz menos célebre que las dos divas anteriores, pero que juega un papel de lúcido vínculo y mediación en el desenlace de este último encuentro, quizás el acto final de esa obra que es la vida (según el conocido símil). A este reparto se suma María Celis, la administradora del hogar, y Tobías Villalba, pintor chileno "superrealista", de fama internacional, residente en Madrid, amigo de juventud de Rosario Huidobro.

Jorge Marchant Lazcano demuestra un gran oficio en la elaboración de los elementos fundamentales de una novela: los personajes están bien construidos (y son numerosos) y emplea con discreto virtuosismo un narrador jamesiano, omnisciente, que se va focalizando en el mundo interior de cada uno de ellos -sobre todo en Marta y Rosario-, rotando el punto de vista, de modo de configurar un tejido narrativo múltiple y envolvente para el lector. La temporalidad interior de la novela es manejada de modo impecable para facilitar el suspenso y progresión de la novela, saltando de un presente estrecho -los primeros meses de funcionamiento de la casa de retiro y, más concretamente, el período en que ingresa a ella Marta Bernales- al pasado de las actrices y, muy particularmente, a los días acaecidos tres o cuatro décadas antes en que la relación entre Marta Bernales y Rosario pareció trabarse para mal de modo irreversible. Las dos actrices, después de tanto tiempo, no se soportan y el pacífico ambiente de la casa para senescentes se tensa y enrarece inexplicablemente desde que ambas están juntas.

Marchant Lazcano administra muy bien el misterio: ¿Qué ocurrió en el pasado de tan grave que en medio de esa vejez el odio sobrevive con tanta vitalidad?

La respuesta tiene que ver con esa desconfianza que encabeza la novela y se halla indicada también en el epígrafe, una desconfianza que aísla e incomunica y puede aprisionar a dos personas inteligentes y bondadosas en un rencor ciego e inmaduro todavía en la vejez.

La clave anecdótica de ese misterio, que el autor desgrana hábilmente, es un retrato que Tobías Villalba hizo de Marta Bernales representando el papel de Isabel I en la obra María Estuardo, de Schiller, en que la coprotagonista era la propia Rosario Huidobro. ¿Qué llevó a ese pintor chileno, apenas de visita en Santiago para una gran retrospectiva suya en el Museo Nacional de Bellas Artes, a escoger a Marta (Isabel I) y no a Rosario, su antigua amiga (María Estuardo) como modelo para la pintura? ¿De qué modo a partir de esa elección se generó entre ambas una hostilidad que sobrevive hasta su vejez muchas décadas después? El lector va enterándose lentamente de la peripecia en que no solo la relación de Marta y Rosario se tramó de un modo desmesurado, sino que también se jugó el vínculo entre Marta y su único hijo, Sammy.

La pintura con el retrato de María Bernales en el momento que, sacándose la peluca que lleva como reina Isabel I, muestra su cabeza calva, es el objeto clave de la novela, llevando a cabo el autor una certera y aguda "ekfrasis" de la misma, es decir, esa figura retórica que consiste en expresar con palabras vehementes una obra de arte visual, resorte que hermana felizmente esta novela con, por ejemplo, La obra maestra desconocida, de Balzac. La traducción de códigos desde el teatro (donde la escena ocurre originalmente) a la pintura de Tobías Villalba (donde existe ficticiamente como obra visual), a la novela (el relato literario que las recoge a ambas) es una operación compleja y lograda a la perfección.

Puede ser que hacia el desenlace se dé un exceso de significados explícitos, porque la historia se había ya entendido antes de manera plena, pero ello no le resta méritos a un obra amena y que hurga con honestidad en la complejidad de la mente, en la vanidad del arte y del artista incluso en la proximidad de la muerte.

 

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Jorge Marchant Lazcano, Santiaho, 1950. Escritor, dramaturgo y periodista chileno, en 1977 publicó en Buenos Aires su primera y exitosa novela, La Beatriz Ovalle. Luego vendría la novela corta La noche que nunca ha gestado el día y los cuentos reunidos en Matar a la Dama de las Camelias. También es autor de las novelas históricas Me parece que no somos felices, La joven de blanco y El ángel de la patria. Su producción narrativa la completan Sangre como la mía, El amante sin rostro, La promesa del fracaso y Cuartos oscuros.


 

 

 

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