VOCES CHILENAS «Los parientes pobres» de Rafael Gumucio. Ramdon House, 2024, 248 pp. Por Pedro Gandolfo Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, 2 de junio 2024
El patriarca nonagenario de una familia de 11 hijos parece resistirse a morir, acarreándole hasta el final de sus días enojosos problemas a su heterogénea prole que esta no sabe o no quiere resolver. El padre —un escultor fracasado con ribetes de genialidad o, al menos, así aparece en la mitología familiar— siempre actuó a su arbitrio y mañosamente hizo de sus hijos e hijas seres atormentados que guardan entre sí rencores y recriminaciones, cada cual con un sello particular que este genio y figura les imprimió no sin dolor.
La novela transcurre en un presente que va desde el episodio del padre internado en un hogar de ancianos donde mantiene una escandalosa relación incestuosa con una hermana hasta la muerte del patriarca meses después, pero temporal y narrativamente es proyectada hábilmente por el autor desde ese presente a todo el pasado del pater familia y a toda la vida de sus hijos.
La novela indaga en la compleja personalidad del senescente protagonista y en el drama sicológico de sus hijos —Rubén, Raimundo, Edgardo, Julio, Efraín, Eliana, Adriana, Julieta—, de su primera mujer y de una nieta, Emilia. En paralelo, el texto va esbozando una figura de la familia —los parientes pobres—, la posición que ocupan dentro de la sociedad chilena, a contraluz de otra rama de la familia, los parientes ricos y conservadores que los miran en menos y los rechazan. Razones no le faltan, ya que los parientes pobres (aunque también pertenecientes a la burguesía chilena) son un grupo anómalo, situado en una grieta geológica, en el que sobran las conductas que rompen las convenciones sociales de la clase alta chilena, de modo que son miembros incómodos de ella. Gumucio, a medida que progresa la novela, con un buen sentido del suspenso y del misterio, va revelando los secretos y tragedias que jalonan a la familia, los quiebres interiores que ponen en tensión y movimiento los vínculos entre los miembros de este relato colectivo. No solo la familia como un todo es anómala socialmente, sino que cada hijo posee facetas y rasgos de personalidad discrepantes, discrepancia que se ha volcado también hacia el interior de la propia familia en una curiosa y potente tendencia a destruirse mutuamente y, a su vez, a la endogamia. La novela es, en lo principal, una novela de los hijos y sus heridas.
La estrategia narrativa con que Gumucio aborda estas temáticas es la construcción de un relato polifónico. La acción —la caída final del patriarca
familiar— se va desgranando a través de la sucesión de una pluralidad de voces filiales que primero intercambian acremente sus puntos de vista en un grupo de WhatsApp, luego se traslada a una nieta del jefe de familia, después vuelve al grupo, enseguida pasa a una de las hijas y termina nuevamente en la nieta. No hay, pues, la continuidad de un narrador en primera persona ni menos un narrador en tercera persona que enhebre las distintas voces. La técnica que emplea el autor tiene, pues, una proximidad con la dramaturgia. La construcción de esta novela coral es audaz y exitosa, puesto que el autor es capaz de elaborar voces diferenciadas que se corresponden con subjetividades diferenciadas. Así, siguiendo la lectura con atención, se puede discernir quién está hablando, lo cual no es un mérito menor, ya que se trata de más de seis voces diferentes. Este ejercicio supone una capacidad de empatizar, de descentramiento y de ponerse en el lugar de otro, capacidad que constituye la médula del trabajo literario. Esta actitud representa, además, cierta novedad con respecto a obras anteriores del mismo autor en las cuales su personalidad se infiltraba generosamente en el relato. Acá sería forzado atribuir a una de las voces la representación del autor en el relato, aunque se siente una mayor simpatía con Emilia, la sensible nieta del patriarca.
El tono de la novela es de tragicomedia por la naturaleza de sus personajes y porque combina episodios de comicidad con pasajes líricos y trágicos, predominando un talante melancólico, del que no esta ajeno, sobre todo en el capítulo final, un horizonte religioso, de religiosidad católica, en que la muerte del patriarca en medio de la pobreza opera como sacrificio de reconciliación.
La novela está bien construida y se desenvuelve con un buen ritmo, salvo en el capítulo con ejercicios de taller literario que distraen innecesariamente de la trama principal, aunque se entiende que el autor haya querido introducir una figura femenina en un libro en que una masculinidad atrofiada es también una hebra del relato.
Rafael Gumucio, con Los parientes pobres ofrece quizás la mejor de sus novelas, emotiva y tierna, con una temática compleja tratada sutilmente y abordada narrativamente con una estructura y una técnica audaz y bien resuelta.
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«Los parientes pobres» de Rafael Gumucio.
Ramdon House, 2024, 248 pp.
Por Pedro Gandolfo
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, 2 de junio 2024