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La casa de la poesía
Una Casa junto al Río, de Clemente Riedemann.
Edición de Carlos Almonte y Juan Carlos Villavicencio. Descontexto Editores, 2016
Por Pedro Gandolfo
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio. Domingo 5 de Marzo de 2017
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En uno de los poemas fundantes de Occidente - La Odisea-, el salir de la casa y el retornar a ella es planteado desde el origen como eje compositivo, complejo de emociones y herida incurable. En la modernidad, a su turno, con el Eliot de La tierra baldía se vuelve sobre ese conflicto, ahora signado por la pérdida misma de esa tradición vista como unidad y certeza, reducida nada más que a un conjunto de fragmentos dispersos. Esa "casa" desde entonces abarca un nudo de significados trabados, en tensión y movimiento. La casa es la "la patria chica", el hogar, la familia, la tradición, las creencias y los amores primeros, el paisaje y las imágenes originales, la infancia, la gente de la tierra, la suma del mundo heredado hecho trizas. La poesía de Clemente Riedemann, antologada bajo el titulo La casa junto al río, se halla atravesada por ese incesante ir y venir, descubrir y ocultar, recuperar y perder, abandonar y retornar, abrazar y desprender. Su poética desasosegada es una búsqueda que, como otros autores nacionales, parte de un extrañamiento, de un exilio y de una pérdida múltiple. La poesía es lugar donde se erige "la casa", donde se construye un refugio; un lugar de acogida a todos los componentes fragmentarios que están en la memoria e imaginación del poeta. La poesía de Riedemann, así, se mueve entre el pasado y un futuro; entre el arraigo a la tierra y la errancia del marinero; entre la nostalgia y la superación de la nostalgia; entre el regresar o el poner proa hacia otra isla, un puerto nuevo, un destino delante de sí en el cual florezca de nuevo el antiguo amor; entre el quedarse y el viajar para volver.
Los componentes de la "casa" poética de Riedemann son diversos -el pueblo mapuche y su idioma; el colonizador español, con su propia lengua, la violencia que trajo; los colonizadores que vinieron después, sus ancestros; el paisaje del sur, el paisaje de los lugares visitados más allá de este; la mujer, los amigos muertos, las huellas de la tragedia política vivida en Chile durante el siglo pasado-, elementos que se unen armónicamente en la amalgama de sus versos.
La casa de la poesía de Riedemann asume a veces, de modo insistente, la forma de la infancia o la tierra natal en versos como "Está el niño mirando florecer el cerezo de la casa paterna" o "Y siento la infinita tristeza que sobreviene a la evocación de los días sagrados, cuando la vida era una llanura iluminada al otro lado de la verja" o en la rememoración de los amigos idos; con todo, la poesía del autor se guarda de hundirse en la nostalgia, en una aflicción que nazca de una fijación de la mirada en un pasado irredimible: "El pasado dejó de ser hotel de las nostalgias y es ahora casa del sol naciente". Esta dimensión prospectiva me parece un rasgo importante de su poetizar. Se halla, desde luego, en el hermoso poema que le da título al libro, en el cual la casa es un lugar soñado, un lugar que el poeta elabora con los materiales de sus ausencias, un espacio que concurre en sus palabras, que existe en el poema como sitio privilegiado del existir, "ya que solo en esa casa junto al río, te es permitido hallar el cofre que contiene el sustento de tus días". En "Hacia la isla", un poema expansivo, casi eufórico, brilla esa dimensión que apunta a marchar hacia adelante, "con el timón firme, el corazón vigilante" hacia un punto en que "la sonrisa que te dio la vida" retorna transfigurada.
En "Coronación de Enrique Brouwer", ese movimiento expansivo, de errancia del marinero, despliega al máximo el valor contrario al de la nostalgia, la búsqueda del desasimiento de quien surca los mares en la lejanía de la casa porque "Aquí nadie me molesta": "Por fin ingrávido, en la deriva inevitable. A salvo de?? los santos/ y del resentimiento de los burócratas". En todas esas navegaciones no se abandona la tensión propia de su poesía: jamás el desapego es olvido de lo propio. Al contrario, sobre todo a la hora de los naufragios, vienen a su encuentro la mano de su abuela, su padre, los amigos, Dafne, sus hijas, porque a través de ellos se concede la gracia de la bondad, la mayor de las gracias, "que abrió los brazos" después de la zozobra.
La poesía de Clemente Riedemann, a la luz de esta antología, sigue una trayectoria que combina evolución y constantes, imágenes que recurren en sus primeros poemarios y en los nuevos, conformando un universo complejo, inquieto y singular, y empleando, con creciente madurez, recursos formales distintos desde el poema breve al poema largo, desde la versificación al poema en prosa.
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Clemente Riedemann. Valdivia, 1953
Poeta y ensayista. Es autor de Karra Maw'n Primer arqueo, Gente en la carretera, Isla del rey, Coronación de Enrique Brouwer, Caballares y Mapa poético territorial, entre otros libros. También ha sido incluido en numerosas antologías. Asimismo, colaboró desde sus inicios con el grupo de música Schwenke & Nilo, formado en Valdivia en 1978. Ha obtenido los premios Pablo Neruda, Municipal de Santiago y Casa de las Américas.