Nadie
Con ese tufo a caña, al día siguiente,
atravesando la cálida mañana, vendrá un
charlatán a decir lo que no existe.
Sin darme cuenta, vivo para escudriñar
en el abismo, es allí donde me encuentro
con marionetas y relojes en horas
difusas, sin atardecer.
Casi siempre en una calle sin número,
enfermos desfilan, desparramando
ofrendas despiadadas con un gusto
extraño, mezclado con sangre agria de
asco y espasmos.
La verdad de las cosas, está en la verdad
de cada arbusto silvestre que
crece con fulgor y absoluta resistencia.
Todo es Azul como lo que se espera de
un sueño real.
Mi abuela Estela
Me he quedado con tu esencia, más no
con tu nombre, porque la única estela
eres tú.
Sin haberte soñado ni una sola vez,
intuyo tus sufrimientos, percibo tus
quehaceres de niña, de
mujer valiente, todo aquello me ha sido
dado y es posible divisarlo en un solo
soplo de viento. Cada veinte días cuento
los pasos que me permiten descubrir otra
ciudad, una embalsamada de gruesos
océanos.
He visto algunos muertos pasear
insomnes, ávidos de sacudir a quietas
almas que respiran ausentes por esta
aldea casi siempre lejana e inútil.
Una risa que grita y deja huella
La manía por descifrarlo todo, me anima
a conocerte, remece la estática y sacude
la melena que nace de tus ojos .
Como un vestigio dulce, el sol me
llama con tus latidos. Desde aquella
existencia diáspora, tu nombre se
devuelve caminando, sin embargo
otro surco se esconde detrás de la
almohada, siempre lista.
A diario admiro tu belleza concebida y
provista de una ternura de cantos
silvestres y cotidianos.
En esta vida sin ti.
Me conecto contigo en el altar de todos
mis muertos.
La única fotografía que me lleva a ti,
persigue la luz en la que te busco,
desempolvando el visillo gris de la
ventana, aquella que da con los cisnes
blancos y negros durante un pequeño
silencio.
Te honro, abuela. Comprendo tus
dolores y silencios