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        Lima: Tumi e insondable
            Lima y sus poetas.  Agravios y  desagravios, de Bernardo Massoia
             Buenos Aires: Edición del autor, 2014
        Por Pedro Granados
        
        
        
         
        
        
        
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                  El joven crítico cordobés  Bernardo Massoia acaba de publicar Lima y sus poetas.  Agravios y  desagravios (Buenos Aires: Edición del autor, 2014).  Aquello  de “Tumi” viene de un poema de Pablo Guevara (“En la vía sigue  caída la Luna/ Luna llena o cuarto creciente o cuarto menguante/ Luna Tumi/  todos amanecen degollados en un mundo de ceremoniales/ los vagones parecen  piscinas de sangre”) cuya obra, junto a las  de César Vallejo, José María  Arguedas, José Gálvez y otros, son ventiladas también en esta segunda entrega  del estudioso argentino (la primera fue Absurdo pero en Lima.   Universal pero Vallejo, 2012).  Como apreciamos, los últimos versos  citados parecieran ilustrar la crisis y violencia  inherentes al hondo y  complejo -aunque por lo de “Luna Tumi”, no menos mágico- proceso de migración  del Perú profundo hacia su capital; proceso observado desde una perspectiva  poético-crítica que, en el caso de Guevara: “es una de las más diacrónicas de  la literatura peruana” (29).  Aunque no obstante, y muy  significativamente, el mismo Guevara califique a César Vallejo como nuestro  “primer migrante [en relación al poema liminar de Trilce]” (28).
         Aquello de “insondable”,  alude al final mismo de este nuevo libro de Massoia donde, a contrapelo de  melancolías culturales y traumas históricos propios de la migración, se elabora  lo siguiente: “No habrá relato poético de re-apropiación y edificación de un  mundo nuevo en Lima sin ternura lúdica, mas no por ello inocua: 'ganadito será  la gente/ chacritas los parques' [Óscar Colchado], la infantil, la de Trilce,  la de Los ríos profundos, la de Gregorio, la del Perú insondable,  poco a poco señor de Lima” (91). Es decir, desde este punto de vista, la  capital del Perú a través de su literatura constituye todavía una obra abierta  o en proceso de experimentación; aunque los migrantes sean de suyo los agentes,  y de ninguna manera los entes pasivos, de éstas entre duras, trabajosas,  reconfortantes e imaginativas metamorfosis.
        Obvio,  en el interin, el autor establece nuevas calas [cierta afinidad entre Una  Lima que se va, de José Gálvez, y Trilce; o entre Lima, hora cero (1954) de Enrique Congrains Martin, y A Nuestro Padre Creador Túpac Amaru  (1962) de José María Arguedas; o incluso otra implícita, no menos sugestiva,  entre los antinerudianos versos de El Paseo Ahumada de Enrique Lihn y La  mano desasida de Martín Adán] y lúcidas interpolaciones; y las apunta, nos  alegra decirlo, con honestidad crítica y libertad de espíritu.  Sin  embargo, sus fuentes  primarias (libros y revistas) habría que pasarlos  todavía por un tamiz crítico algo menos crédulo o principista; aunque esto no  se ha hecho  ni siquiera en el Perú.  Es decir,  por ejemplo,  qué tanto no hemos integrado todavía Trilce --cuya propuesta poética  prácticamente  coincide con la Constitución de 1920 de Augusto B. Leguía:  “donde se reconoce la existencia legal de la comunidad indígena, técnicamente  el viejo ayllu prehispánico” (18)-- en el debate de los indigenismos de la  época.  Aunque la propuesta vallejiana, fruto de su radical perspectiva  oximorónica, desafíe cualquier “indigenismo oficial”.  U otro debate  absolutamente menor, pero pertinente en cuanto desorienta un poco la lectura  del presente post-arguediano o, mejor diríamos, post-trilceano: qué tanto Hora  Zero, y sobre todo Kloaka (y sus simpatizantes), fueron movimientos  poético-políticos absolutamente conservadores y retardatarios en tanto se  tornaron oficiales o canónicos (respecto a otras propuestas poéticas de la  época) y homogeneizaron -con la anuencia de los medios de comunicación- la  poesía culta del Perú incluso  hasta los años finales del siglo  pasado.  Todavía no tenemos una lectura crítica de nuestra pretendida  izquierda intelectual; pareciera tan arrogante y ciega a los matices (que a la  larga son los grandes claro oscuros) como lo suele ser, de modo ya  caricaturesco, la derecha.  En este sentido, sería conveniente que Massoia  integre en su estudio o preguntas a Lima y sus poetas aquel repertorio que nos  informa, por ahora, deja de lado: Luis Hernández Camarero, la poesía de la  propia Magdalena Chocano y, por qué no, acaso también pudieran resultar  ilustrativos los poemarios de éste su servidor y ahora mismo puntual reseñista  (1978, Sin motivo aparente; hasta el poemario Activado, a  presentarse este 17 de noviembre en el Cuzco bajo la Editorial Auqui, nueva  época).